Finalizada la Guerra de la Independencia, Fernando VII volvió a ocupar el trono ,suprimió la Constitución y sumió al país en la mas negra reacción, haciendo pagar con su vida, la tortura, el exilio y todo tipo de vejaciones el atrevimiento de aquellos que habían osado cuestionar el régimen absolutista. Los sucesivos intentos democráticos de 1821, 1847, 1854, 1868 y 1931, corrieron la misma suerte, siendo abortados por los Borbones y la derecha más intransigente, los mismos que hoy representados por el Partido Popular en el poder, no tienen ningún rubor en “ apropiarse” de la Constitución de 1812 a la par que se niegan a condenar el régimen franquista del que son herederos, empezando por la propia monarquía impuesta por Franco.
Los sucesos de la Guerra de la Independencia, enmarcados dentro de la crisis del Antiguo Régimen en el continente europeo, respondían al agotamiento del sistema económico feudal que daba sus últimos coletazos. Pueblos enteros se alzaron entonces para romper las cadenas de la autocracia y despejar el camino del progreso social. El propio levantamiento contra Napoleón en España lo fue en buena medida contra las clases privilegiadas, llevando implícito el deseo de regeneración de la nación. Hoy, la mayor crisis nunca conocida del capitalismo evidencia su propia debacle, que amenaza con arrastrar a ella a la sociedad entera. Como ayer fue el pueblo, hoy son el proletariado y la juventud los que vuelven a la arena de la historia en un número cada vez mayor de países, desde Latinoamérica a Egipto, y desde Madrid a Nueva York en una lucha que destila unos perfiles cada vez mas netamente anticapitalistas. Transcurridos doscientos años de la declaración de la Constitución gaditana, aún restan importantes aspectos inconclusos de la revolución democrática en el Estado español –y en otros países- como son la existencia de la propia monarquía, la independencia del estado respecto a la Iglesia, la plena autonomía de las nacionalidades y regiones... . La consumación de estas tareas, va indisolublemente unida a la lucha por la transformación socialista. Si en 1812 la liquidación de los bienes en poder de la Iglesia y otras instituciones eran una premisa para el desarrollo económico y social, en la actualidad la nacionalización de la Banca, de los monopolios y de la tierra, bajo control obrero abrirían el camino para un gran salto adelante de la sociedad.