El 11 de noviembre comenzaba en Bakú (Azerbaiyán) la COP29. Una cumbre climática en la que dirigentes de casi doscientos países y cientos de directivos de empresas de combustibles fósiles han abordado una de las cuestiones fundamentales del momento histórico que nos toca vivir. El saldo, un acuerdo totalmente insuficiente y que demuestra el desprecio e incapacidad absoluta de los Gobiernos capitalistas para afrontar la grave emergencia climática y paliar sus consecuencias.
Este acuerdo se centra principalmente en el compromiso de los Gobiernos de los considerados países ricos de aportar 300.000 millones de dólares, cantidad que fue alcanzada tras una prórroga de la propia cumbre ya que en el texto inicial la cifra era de 250.000 millones. Un esperpento vergonzoso de palabras vacías y un cinismo insultante que, sobre todo, sigue garantizando los beneficios empresariales a costa de nuestro planeta.
Al borde del desastre climático
El nivel de emergencia climática en el que nos encontramos es realmente preocupante.
La revista Bioscience afirma en su Informe sobre el estado del clima de 2024: “Estamos al borde de un desastre climático irreversible. Se trata de una emergencia global sin lugar a dudas (…) Durante medio siglo, el calentamiento global ha sido predicho correctamente incluso antes de que se observara, y no solo por científicos académicos independientes sino también por empresas de combustibles fósiles”.
Muestra de ello es que el último verano boreal ha sido el más cálido en, al menos, los últimos 2.000 años. Según la Organización Mundial de Meteorología, la temperatura global del año 2023 fue 1,48ºC más alta que en la época preindustrial. Uno de los objetivos de los Acuerdos de París (2015) era no alcanzar una subida de 1,5ºC antes de acabar el siglo. ¡No llevamos ni un cuarto y prácticamente ya se ha alcanzado! Además, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), si se mantienen las políticas actuales el calentamiento alcanzará los 3,1ºC en el siglo XXI.
Que los intereses de los capitalistas están por encima de cualquier acuerdo lo demuestra que todos los sectores económicos siguen incrementando las emisiones. Según PNUMA, las emisiones globales alcanzaron un nuevo récord el pasado año: 57,1 gigatoneladas de CO2 equivalente, un 1,7% más que en 2022. Los culpables de estas emisiones tienen nombre y apellidos. Según un estudio de Carbon Majors, el 80% del dióxido de carbono emitido entre 2016 y 2022 corresponde a tan solo ¡57 empresas!
La cumbre de Azerbaiyán, otra cumbre de la vergüenza
Algunas de estas compañías de combustibles fósiles como ExxonMobil o Chevron, entre otras, han jugado un papel determinante en el acuerdo final, teniendo acreditados en la cumbre 1.773 delegados, más que las delegaciones de todos los países vulnerables en conjunto. ¿Cómo van a poner freno al cambio climático y a sus consecuencias los mismos que se lucran de la destrucción del planeta?
De hecho, la celebración de esta reunión en Bakú ya es toda una declaración de intenciones. La quema de metano (una de las causas principales del calentamiento climático) ha subido un 10,8% desde 2018 en este país, principalmente por BP y SOCAR (la empresa petrolera estatal). Azerbaiyán, la nación encargada de dirigir la diplomacia climática internacional durante 2024, llevaba seis años incumpliendo el compromiso de publicar este informe. Ahora ha aprovechado su posición para incluir en la cumbre a 138 directivos de empresas de combustible fósil. Tal es el nivel de cinismo, que SOCAR ha sido la encargada de presentar y liderar distintos bloques y paneles a lo largo del encuentro y junto a BP han suscrito el Compromiso Mundial contra el Metano. A través de este acuerdo se comprometen a reducir un 30% las emisiones de metano durante esta década. No hace falta ser adivino para saber cómo acabará esta promesa.
Otro de los aspectos que saca a relucir la vergüenza de esta cumbre es que en el texto del acuerdo no se menciona en ningún momento a los combustibles fósiles. Es más, Ilham Aliyev, el líder azarí, anfitrión de la cumbre, se refería a los hidrocarburos como un “regalo de Dios”, y continuaba: “el petróleo, el gas, el sol, el viento, son todos recursos naturales. No podemos culpar a los países por tenerlos ni por llevarlos al mercado porque el mercado los necesita. La gente los necesita”. Los capitalistas tienen claro que no darán un paso atrás en la defensa de sus beneficios sea cual sea el precio.
Mientras los beneficios de la burguesía no paran de crecer y los Gobiernos capitalistas lo garantizan, la clase trabajadora ya está sufriendo las consecuencias de estas condiciones climáticas y ambientales. En la última década, por ejemplo, solo en Estados Unidos ha habido 24 fenómenos meteorológicos extremos acarreando un coste de más de 1.000 millones de dólares y cientos de vidas. Si trasladamos esto al resto del mundo, son millones los desplazados y decenas de miles los muertos por este tipo de fenómenos.
Por desgracia, en el Estado español lo vivimos hace un mes con la DANA que dejó lluvias sin precedentes especialmente en Valencia. Este fenómeno sumado a la gestión criminal de Mazón y el PP ha dejado más de 220 víctimas y cuantiosos daños materiales. Resuenan las palabras de la consejera valenciana Nuria Montes asegurando que “lo bueno del cambio climático es la extensión de la temporada turística”.
Según la World Weather Attribution, lluvias torrenciales como las causadas por la DANA, a día de hoy, tienen el doble de posibilidades de ocurrir. Para que nos hagamos una idea, por cada grado de subida de la temperatura aumenta un 7% la intensidad de las precipitaciones; recordemos que se prevé que la subida sea de 3ºC hacia el final de este siglo.
Es conocido por todos que lo primero que hizo el PP al llegar al Gobierno de la Generalitat, con VOX, fue eliminar la Unidad Valencia de Emergencias. Suficiente para entender el papel que juega la extrema derecha en esta emergencia. El ejemplo de Trump es bastante claro, tras ganar las elecciones ha nombrado como secretario de Energía a Chris Wright, un firme negacionista del cambio climático y que ha sido directivo de varias empresas de combustibles fósiles. El pasado año declaraba que “no hay una crisis climática y no estamos en medio de una transición energética”. Su colega Milei tampoco se queda atrás. El presidente argentino sostuvo durante su campaña que el cambio climático era “una mentira del socialismo”. Estos fascistas no son outsiders ni suponen una amenaza para el sistema y los poderosos como nos intentan vender, todo lo contrario, son los defensores más consecuentes de los lobbies y el poder establecido.
El capitalismo mata el planeta
Esta cumbre, como tantas otras en los últimos años, deja una lección clara. Todas las medidas que se han pretendido tomar para frenar esta emergencia han fracasado estrepitosamente. Por mucho que los portavoces del capitalismo nos traten de inculcar que mitigar el cambio climático es una responsabilidad de todos y todas, los datos nos demuestran que no es así. Los culpables de esta situación son unos pocos capitalistas que se están lucrando a costa de nuestro planeta.
La comunidad científica es bastante clara, está en juego ni más ni menos que la propia supervivencia de la humanidad. No valen medias tintas. No existe un capitalismo amable. Mientras la solución del problema dependa de la “buena voluntad” de estos lobistas, la emergencia climática no hará más que agravarse. Mientras los dirigentes reformistas no hagan más que fantasear con la idea un New Green Deal y tomar medidas superficiales que no van a la raíz, no harán más que darle alas a los negacionistas y a la extrema derecha.
Es necesario, más que nunca, cuestionar y acabar con la propiedad privada. Para que los medios de producción dejen de servir a unos pocos, sean cuales sean las consecuencias, es necesario expropiar esos medios y ponerlos al servicio de la inmensa mayoría, de nuestra clase, a través de una economía planificada democráticamente. Solo una economía así, donde exista una producción racional, que implicaría un decrecimiento planificado pero garantizando las necesidades de la mayoría de la población, podrá estar en armonía con el medio ambiente y la naturaleza.
La barbarie y la destrucción son inevitables bajo el capitalismo: la competencia feroz, la sobreproducción, la distribución desigual de los recursos… Son características inherentes del sistema y solo a través de la comprensión de las mismas podemos entender la situación en la que nos encontramos a día de hoy. Solo acabando con el capitalismo y a través de una economía socialista podremos poner fin a esta emergencia.