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A pesar de ser aún una fuerza limitada, sería un grave error despreciar la amenaza que supone Vox y los avances que pueden cosechar al abrigo de la crisis social y económica. La extrema derecha quiere ganar terreno en las urnas y también dominar las calles. Su objetivo es golpear a la izquierda y generar una atmósfera de temor entre la vanguardia más combativa de los trabajadores y la juventud.

Las constantes agresiones a activistas sociales, sus pogromos contra los inmigrantes y el movimiento LGTBI, los ataques a locales de UP y de numerosos sindicatos, no les pasan factura. Cuentan con la protección del aparato judicial y policial que les otorga impunidad completa. La experiencia histórica, y los hechos de estos años, confirman que no podemos confiar en las instituciones capitalistas para luchar contra el fascismo. Las apelaciones al “estado de derecho”, a los tribunales, a la Constitución, a hipotéticos cordones sanitarios para frenarlos… son completamente impotentes y les dan un margen de manobra aún mayor.

Al fascismo solo se le puede combatir con éxito levantando un programa revolucionario que abogue por medidas socialistas radicales, que contraponga al poder de la burguesía y sus lacayos la fuerza organizada de los trabajadores y la juventud. La lucha contra el fascismo es política y física. Hay que enseñarles el puño del movimiento obrero en acción.

De dónde sale Vox y a quién representa

Aunque Vox sea una formación relativamente nueva, siempre ha existido como una parte muy significativa del Partido Popular. La derecha tradicional, que ejerció el poder a sangre y fuego durante cuarenta años, jamás ha ocultado su programa: defensa a ultranza de la propiedad privada y de los intereses de los grandes oligarcas financieros y terratenientes, de la España, una, grande y libre, del clericalismo más acérrimo, del machismo y la homofobia más fanática.

La base social y electoral de esta derecha se nutre de la pequeña burguesía urbana y rural y de amplios sectores del aparato estatal, del ejército, la policía, la judicatura y la administración. Con los Gobiernos de Aznar y Rajoy se llenaron los bolsillos gracias a las políticas neoliberales, a la precariedad y los bajos salarios, a las privatizaciones de los servicios públicos, a la especulación inmobiliaria, los alquileres abusivos y la economía de sol y playa.

Cuando estalló la crisis de 2008 y la lucha de clases entró en una fase ascendente tras el movimiento del 15M, las Marchas de la Dignidad, las huelgas generales, la irrupción de Podemos y el movimiento por la república en Catalunya… amplios sectores de la base social del PP se radicalizaron. La campaña del españolismo jugó un papel fundamental, pero fue sobre todo la percepción de que la izquierda tomaba las calles lo que empujó a estos sectores a buscar una bandera de combate.

Y la encontraron. Vox y Santiago Abascal, un vividor a cuenta de la administración pública que hizo su carrera de la mano de Esperanza Aguirre, les han demostrado que se puede defender con orgullo el ideario más reaccionario y franquista. La conformación del Gobierno PSOE-UP, el coronavirus y el avance de la crisis económica les ha proporcionado el objetivo: rescatar a España del social-comunismo. Pero no hay que dejase engañar por lo excéntricos que puedan parecer los dirigentes de Vox. También lo es Trump y lo era Hitler.

Frenar al fascismo con una alternativa revolucionaria

Vox ha fracasado por el momento en su intento de penetrar en los barrios obreros, pero el viento de cola que les llega gracias a la actual catástrofe social le permite diseminar su demagogia. Abascal está encontrando un espacio entre una amplia franja de pequeños propietarios, comerciantes, hosteleros, agricultores y sectores de trabajadores desmoralizados y atrasados. Agita su miedo, su desesperación, y explota sus prejuicios más mezquinos para lanzarlos a la batalla.

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Vox ha fracasado por el momento en su intento de penetrar en los barrios obreros, pero la actual catástrofe social le encontrar un espacio entre pequeños propietarios, comerciantes, hosteleros, agricultores y sectores de trabajadores atrasados.

El programa de la ultraderecha se alimenta del fracaso de la política reformista, de un PSOE que se dice obrero pero defiende en la práctica los intereses del IBEX 35, de unos “ayuntamientos del cambio” que aceptaron la lógica del sistema y, por tanto, no lograron cambiar lo fundamental. Este es el quid de la cuestión.

¿Por qué Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición, en lugar de regalar 200.000 millones a los grandes empresarios, no invierten esos recursos en blindar una educación y sanidad 100% públicas? ¿Por qué no nacionalizan las farmacéuticas para producir en masa vacunas para toda la población? ¿Por qué no prohíben los desahucios, expropiando las casas vacías en manos de los fondos buitre y pone en marcha un plan ambicioso de vivienda pública con alquileres sociales? ¿Por qué no garantizan las pensiones y un subsidio de desempleo digno? ¿Por qué no nacionalizan la banca para crear un verdadero escudo social, aumentar los salarios y defender los puestos de trabajo?

¡Todo esto es posible y segaría la hierba bajo los pies de la ultraderecha! Pero implica romper con la lógica del lucro privado y poner las necesidades sociales como prioridad número uno. ¡Esa es la única salida real al desastre actual!

El Gobierno de coalición no ha avanzado en esta dirección. Además, ha permitido a la derecha actuar de forma criminal en las CCAA que gobierna, como hemos visto con Ayuso al frente de la Comunidad de Madrid.

Y este es otro punto crucial. En la campaña electoral del 4M estamos viendo al candidato del PSOE, Ángel Gabilondo, tender la mano a un pacto con Cs, los mismos que sostuvieron a Ayuso y gobiernan con el PP y Vox en Andalucía y Castilla-León. ¿Así es como se combate a la ultraderecha? No. Así es como se le extiende una alfombra roja.

¡Grande-Marlaska y la delegada de gobierno en Madrid (PSOE) tienen que dimitir inmediatamente!

El miércoles 7 de abril, Santiago Abascal y Rocío Monasterio presentaron su candidatura en el barrio de Vallekas, feudo de la izquierda madrileña más clasista y combativa. La reacción de los vecinos y vecinas, de la juventud, no se hizo esperar. Una multitud tomamos la plaza roja del barrio una hora antes de iniciarse el acto de Vox, y dejamos claro que los fascistas no pasarán.

Esta demostración ha llenado de fuerza y confianza a miles de activistas, a pesar de sufrir la violencia de la policía del ministro Marlaska que, para proteger a los fascistas, cargó brutalmente contra los vecinos y vecinas que protestábamos de forma  pacífica.

Esta respuesta de dignidad de un barrio que siempre ha estado a la vanguardia de los derechos y las libertades, se ha realizado al margen de los dirigentes del PSOE, UP, Más Madrid y los sindicatos, que no se cansaron de desmovilizar días antes en redes sociales apelando a no salir a las calles para no caer “en provocaciones”. Además de ser un completo escándalo, esta estrategia nos desarma y les cede todo el terreno a unos reaccionarios que no se van a andar con ningún miramiento para aplastarnos.

Izquierda Revolucionaria y el Sindicato de Estudiantes participamos en primera línea de esta movilización que marca un antes y un después. Así es como se frena a los fascistas para que no ocupen las calles, para que no intimiden a la población.

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Izquierda Revolucionaria y el Sindicato de Estudiantes participamos en primera línea de esta movilización que marca un antes y un después. Así es como se frena a los fascistas para que no ocupen las calles, para que no intimiden a la población.

No necesitamos las teorías de Gandhi o del papa Francisco para vencer a los fascistas. Lo que sí necesitamos es volver la vista al programa del genuino socialismo, a las ideas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo, y al ejemplo heroico de millones de luchadores que nos precedieron. Al fascismo no se le derrota con ardides parlamentarios, sino con la acción revolucionaria.


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