Todos los trabajadores del mundo, toda la juventud revolucionaria debe tener claro lo que se está jugando en Ucrania. Un gobierno reaccionario, financiado y sostenido por el imperialismo occidental, ha lanzado sus escasas fuerzas armadas contra la población del Este del país. Este gobierno no representa al pueblo de Ucrania. Es sólo la sucursal de los banqueros, los especuladores y los grandes monopolios occidentales que pretenden imponer en Ucrania su dominio a través de las políticas que tanto conocemos: la austeridad y los recortes sociales, el desmantelamiento de las empresas estatales y la privatización masiva de los servicios públicos.
La caída del régimen de Yanukovich, sin apenas apoyo social y completamente corrupto, no puede actuar como una hoja de parra para ocultar lo que está sucediendo en Ucrania. Quienes les han reemplazado son iguales o seguramente mucho peores que él. Yanukovich representaba a un sector de la oligarquía ucrania que se había hecho de oro tras la descomposición de la URSS. Era un capitalista sin escrúpulos que servía a un amo: la oligarquía capitalista rusa, Putin y sus colegas, que no son, como algunos piensan, amigos del proletariado mundial o de la revolución social. El régimen capitalista ruso se sienta sobre la ruinas del viejo Estado soviético, gracias al desmantelamiento de la propiedad estatal y el saqueó las industrias públicas, privatizadas en beneficio de una camarilla de capitalista.
Obviamente, la insatisfacción popular contra la política de Yanukovich fue aprovechada de inmediato por las potencias imperialistas de occidente. Financiando generosamente a la oposición pro-occidental, y armando sin ningún rubor a las bandas fascistas de Maidan, impulsaron un movimiento de protesta en el que, hay que señalar, no participó la clase obrera de Kiev ni de las principales ciudades de Ucrania. El movimiento de oposición a Yanukovich, que fue perdiendo fuelle a medida que los fascistas iban haciéndose con su control, estaba nutrido fundamentalmente por sectores de las capas medias, hartas de la crisis y tanta corrupción, y de estudiantes universitarios engañados con la idea de que entrando en una Europa “próspera” encontrarían una salida al desempleo.
Una vez que Yanukovich fue desalojado, gracias entre otras cosas a que una parte considerable de los diputados del Partido de las Regiones —en el que sustentaba su apoyo parlamentario— le dio la espalda, lo que hemos visto no ha sido la instauración del “reino de la democracia y la libertad” sino algo muy diferente En sólo unas pocas semanas, el nuevo gobierno de Arseniy Yatsenyuk, ha colocado a conocidos dirigentes de Sector Derecho y Sovoboda en ministerios claves, los relacionados con la seguridad del Estado; ha tomado todo tipo de medidas antidemocráticas y de corte claramente reaccionario, como prohibir la cooficialidad del ruso, poner fuera de la legalidad al Partido Comunista en muchas zonas, y amparar los pogromos de las bandas fascistas contra los activistas de la izquierda y la población judía; y, lo más significativo, pedir ayuda al FMI para conseguir un plan de “salvamento”, como los aprobados en Grecia, que significarán la ruina para millones de familias trabajadoras en Ucrania.
Esta es la base objetiva que explica lo que ha sucedido en Ucrania a los pocos días de proclamarse ese gobierno de ultraderechistas y lacayos de imperialismo. Las masas ucranias tienen memoria histórica. No olvidan lo que significó el estalinismo, lo que supuso de represión política y nacional. Pero sobre todo, lo que no pueden borrar de su memoria es la terrible pesadilla de la ocupación nazi de Ucrania en la Segunda Guerra Mundial, los millones de muertos y asesinados a manos de las bandas de las SS y del ejército ucraniano colaboracionista de Stepán Bandera, el mismo elemento cuya imagen preside las manifestaciones de las formaciones fascistas que hoy están en el gobierno de Kiev. Este hecho, unido a la perspectiva de los planes económicos anunciados por el gobierno y que significarán una catástrofe de aplicarse, han provocado un levantamiento popular.
Hipocresía imperialista
La prensa occidental ha intentado ocultar la verdad de los acontecimientos en Ucrania. Refiriéndose a las bandas fascistas como “luchadores por la democracia”, y a los trabajadores organizados en las milicias como “terroristas pro-rusos”, ha presentado el actual combate como un intento de intervención militar de Rusia sobre Ucrania. Pero, por el momento, los únicos tanques y la única violencia que se ha visto es la de los militares del gobierno de Kiev contra la población civil de Slavyansk y Kramatorsk, o el asesinato cruel de más de cuarenta personas, quemadas vivas en un incendio provocado por los cócteles molotov lanzados por las bandas fascistas en Odessa.
Es evidente que el gobierno ruso no tiene la más mínima intención de promover una revolución, ni en Ucrania ni en Rusia, por supuesto. Sus intereses, capitalistas e imperialistas, no son los del pueblo de Ucrania. Ahora bien, ¿alguien se imagina lo que ocurriría si Putin o los dirigentes de China intentarán poner bases militares o colocar a gobiernos sumisos a sus intereses en México o en Canadá, es decir, en la zona de influencia inmediata de los EEUU? ¿Acaso el imperialismo occidental, el mismo que hoy llora lágrimas de cocodrilo por la “pobre” Ucrania, no ha organizado golpes de Estado, suprimido parlamentos y gobiernos elegidos democráticamente, invadido países y lanzado guerras terribles que han causado millones de muertos, siempre que han considerado que sus intereses estaban amenazados?
El imperialismo occidental, que se las creía muy felices, ha chocado con Rusia al amenazar intereses vitales para los capitalistas que se sientan en el Kremlin. ¿Iba Putin a tolerar sin más que Ucrania se convirtiera en un fortín de la OTAN y que en su frontera occidental se instalarán misiles de EEUU; o que la economía de Ucrania, fundamental para los capitalistas rusos, se transformara en un apéndice de los intereses de los monopolios y los bancos occidentales y, de paso, en objeto de su conquista? ¿Y China? ¿Iba también a quedarse cruzada de brazos sin más, viendo el avance de EEUU y Alemania en Ucrania como hace veinticinco años en la antigua Yugoslavia?
Como los marxistas hemos señalado la correlación de fuerzas mundial ha experimentado un cambio decisivo. Las derrotas occidentales en Iraq y en Afganistán; la gran recesión que sufre la economía mundial; los movimientos revolucionarios que han estallado en América Latina, en el mundo árabe, en Europa del sur, no son buenas noticias para el imperialismo.
Trabajadores en armas contra los fascistas y los imperialistas
Después del referéndum en Crimea, con una votación masiva de la población a favor de la independencia de Ucrania y su incorporación a Rusia, el movimiento de protesta contra el gobierno reaccionario de Kiev se extendió por todo el Este del país. La prensa occidental presenta el levantamiento de las masas ucranias simplemente como un complot de Putin. Pero la cosa no es tan sencilla. Insistimos. A Putin no le gusta lo que está ocurriendo en el Este de Ucrania. No le gustan los eslóganes de “No pasaran”. No le gustan las banderas rojas con la hoz y el martillo, pero sobre todo, no le gusta que los trabajadores tomen la iniciativa y formen sus propios organismos de poder.
Putin no teme a los estalinistas, de hecho él fue un burócrata estalinista formado en la KGB y en la nomenclatura del PCUS y, como muchos otros, no perdió el tiempo cuando vio que el régimen se descomponía para pasarse con armas y bagaje al enemigo de clase. Así se convirtieron en la nueva burguesía propietaria. No, Putin no teme a personajes como Guennady Ziugánov, el secretario general del PC ruso que no pierde un minuto para hablar de la “Gran Rusia”, del “alma rusa”, y apoyar en todos los asuntos decisivos al gobierno del Kremlin dejando claro que, lejos de defender una política auténticamente comunista, no es más que una marioneta en manos de Putin.
No, lo que Putin teme no es a esos individuos; teme la acción independiente de las masas, igual que lo teme occidente. En el Sur y el Este de Ucrania, en el Donetsk, en Slavyansk, Kramatorsk, Járkov, Odesa o Mariupol, se están formando auténticos comités populares encabezados por la clase obrera, por los mineros, por trabajadores de las industrias. Hay numerosos ejemplos sobre el carácter de la rebelión que ha estallado en el sudeste del país. El gobierno de Kiev reconoce que ha perdido el control de estas regiones y ahora el poder está en manos de los “consejos de las repúblicas populares” que, nacidos al calor de la rebelión social, controlan y dirigen todos los aspectos de la vida local.
En el Donetsk hay 100.000 mineros, y muchos de ellos están participando en las barricadas y en el control de los edificios públicos ocupados por la población. Un artículo del periódico británico The Guardian el pasado 13 de abril y titulado, Los mineros se han unido en las barricadas a los manifestantes del Este de Ucrania, explica la incorporación a las protestas de este sector decisivo de la clase obrera ucraniana:
“Desde que comenzó la ocupación en Donetsk, cientos de seguidores se han reunido cada día en esta ciudad de casi un millón de habitantes. Pero si los 100.000 trabajadores de la empresas mineras se levantan en masa cambiaría drásticamente el cuadro político, como sucedió con las huelgas mineras del Donbass antes de la caída de la Unión Soviética (…) Los manifestantes han declarado el edificio de la administración regional una ‘república popular’. En la vecina región minera de Luhansk, el ‘ejército del sudeste’, un grupo de hombres armados que incluye a antigua policía antidisturbios que lucharon contra los manifestantes en Kiev, ha ocupado la sede de los servicios de seguridad (…) Aunque muchos de los que ocupan el edificio administrativo de Donetsk van enmascarados, los mineros son fácilmente reconocibles. Llevan los ojos pintados con polvo de carbón (…) el jueves los manifestantes vitorearon a un grupo de 200 mineros que llegó para defender el edificio ante los rumores de asalto por parte de las autoridades. La mayoría de los mineros apoyan una mayor independencia de Kiev”.
Hay más testimonios de la situación insurreccional en estas zonas: “Desde el 3 de abril los manifestantes en Luhansk ocupan la antigua sede de los servicios secretos (SBU) en Sovetskaya, la principal calle de la ciudad. Una barricada de neumáticos forma un muro al final de la calle. Protegida con alambre y pancartas en las que se puede leer: ‘EEUU y UE: Manos fuera de Ucrania’. En otra hay una cruz en la que se lee ‘Stop’ (,,,) Unas 2.000 personas con temperaturas bajo cero, se reúnen bajo tiendas de campaña con banderas rusas y soviéticas, hablando y bebiendo te. Jóvenes y viejos han acudido a proteger la zona (…) Constantemente se discute sobre Rusia y la ‘junta fascista’ de Kiev. (Foreignplicy. 14/4/14)
Los acontecimientos se suceden rápidamente y las masas aprenden de la experiencia, la respuesta a la ofensiva contra Slavyansk y la masacre de Odessa ha sido la ocupación de las empresas del gobernador de Donetsk, Sergui Taruta, uno de los principales oligarcas ucranianos.
El gobierno de Kiev ha intentado ya en dos ocasiones recuperar el control del Este mediante dos ofensivas militares derrotadas, no por ‘bandas paramilitares pro-rusas’, sino por la resistencia heroica de la población del Este que ha hecho suya la consigna “¡No pasarán!”, símbolo de la resistencia contra el fascismo en la revolución española y ahora coreada en castellano por miles de personas en las masivas manifestaciones que desde hace semanas se suceden en el Sur y Este del país.
En la ciudad de Kramatorsk en las imágenes emitidas por Russian Today el 3 de mayo, se ve a centenares de personas desafiando a los vehículos acorazados y a los militares que les apuntaban con sus fusiles. “La población local gritaba ‘¡Fascistas! ‘¡Fascistas!’ e insultaban a las tropas y al gobierno de Kiev. Las autoridades y gobierno de Kiev son comúnmente calificados como ‘junta fascista’ en el este del país (…) ‘¿Qué tipo de ley y orden traéis aquí? ¡Nosotros somos los residentes de la región de Donetsk no vosotros!”, gritaba un hombre. Muchos de los soldados entrevistados por el corresponsal de RT, Graham Phillips, revelaban que procedían de regiones del oeste de Ucrania, incluida Lvov e Ivano-Frankovsk. Parece ser que Kiev se está basando en las diferencias étnicas que existen en Ucrania para lanzar la acción militar, la mayor parte de las fuerzas armadas y policía del este ucraniano no están dispuestas a ‘disparar contra su propio pueblo’ (…) ‘¡Fuera! ‘¡No sois bienvenidos!’ ‘¡Fuera!’ ‘¡Esta es nuestra tierra!’ gritaban los residentes. Después se podía ver a las tropas abandonar la región. La población lo celebraba gritando ‘¡Donbass! ¡Donbass!’ ‘¡Gloria al Donbass!’” (RT. 3/5/14)
¡Viva la lucha de la clase obrera Ucrania contra los fascistas y el imperialismo!
Los trabajadores y la población del este de Ucrania han dado muestras en estos días de un gran valor y una gran audacia. Han enfrentado a los tanques enviados desde la capital con manifestaciones masivas, confraternizando con los soldados. Han ocupado los edificios estratégicos y se han armado, claro que sí, para repeler la agresión militar y los ataques de las bandas fascistas. Y han ido más allá. Han proclamado que no aceptarán los planes que la UE, EEUU y el FMI les tienen reservados. Han dicho ¡No a la austeridad, no a los recortes en el gasto social! ¡No a las privatizaciones de sus industrias y sus minas! Es un movimiento que tiene un carácter completamente progresivo, de clase, en las antípodas de ese polvo social que se manifestaba en Maidan encabezado por mercenarios fascistas.
El gobierno de Kiev es débil y carece de una base social amplia; ha sido incapaz de movilizar a la población contra el referéndum que se realizó en Crimea y contra los nuevos anuncios de referéndum en otros territorios. Cuentan con los fascistas y se aprovechan de la inercia de las masas en el occidente ucraniano, pero esto puede cambiar en los próximos días y semanas.
El respaldo que están recibiendo del gobierno estadounidense y de Alemania no es suficiente. De hecho, las noticias de que numerosos agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la Oficina Federal de Investigación (FBI) estadounidenses trabajan para el Gobierno de Kiev asesorando, y dirigiendo, a las fuerzas de seguridad están saltando a la luz: “los agentes colaboran con Kiev en nombre del Gobierno de Estados Unidos para poner fin a la rebelión en el este del país y para instaurar una estructura de seguridad que funcione”, según el diario Bild, citado por Público (4 de mayo). Pero, en cualquier caso, las victorias militares que pudieran cosechar los reaccionarios que usurpan el poder en Kiev tendrán un carácter totalmente efímero sin el apoyo de las masas.
La perspectiva de que el enfrentamiento armado siga a una escala superior plantea diferentes hipótesis. Una de ellas sería la intervención de la OTAN a solicitud del gobierno de Kiev. Las maniobras militares en Polonia de fuerzas aerotransportadas de la OTAN, o las visitas del director de la CIA y del vicepresidente estadounidense a la capital Ucrania hace unas semanas indican que están barajando todas las posibilidades. Pero si toman esa decisión la dinámica se les escaparía completamente de las manos. Una guerra entre la OTAN y Rusia, con la población del Este de Ucrania enardecida en contra del imperialismo occidental, sería un completo desastre para Obama, Merkel y sus aliados. Además, provocaría un movimiento masivo de oposición entre la clase obrera y la juventud de Europa y de los EEUU en un momento de auge de la lucha de clases.
Por el momento, Putin está ganando tiempo, desgastando a sus competidores en occidente y llenándose de argumentos ante la mayoría de la población del Este ucraniano. Por supuesto, una división de Ucrania está en el orden del día. Si la escalada militar por parte de Kiev continua, esta perspectiva podría hacerse realidad.
Debemos denunciar la propaganda imperialista con la que se intenta impedir que los trabajadores de Europa, de EEUU y del mundo podamos conocer lo que realmente esta pasando en Ucrania. La clase obrera ucrania ha dejado claro que no será una comparsa en el gran juego que están librando las potencias imperialistas occidentales y el imperialismo ruso y chino en su país. Necesitan luchar por la unidad de Ucrania, pero esta unidad sólo servirá a las masas si se hace bajo la bandera del genuino socialismo y la democracia obrera, con un programa que plantee la expropiación de la propiedad capitalista, de las empresas, monopolios y bancos, bajo el control democrático de los trabajadores; sólo así se podrá garantizar el empleo, las pensiones y un futuro para la población. Un programa que debe colocar en primer plano el armamento de los trabajadores y la organización de milicias al margen de cualquier potencia imperialista; que consolide el poder de la insurrección popular a través de la elección directa de consejos de obreros, soldados y campesinos, y que haga un llamamiento a los trabajadores del resto de Ucrania para sumarse a la lucha contra el imperialismo occidental, contra el régimen de Putin, y contra las privatizaciones y la austeridad.
Armados con el programa del socialismo y del internacionalismo proletario, con las ideas de Lenin, los oprimidos de Ucrania podrán acabar con la actual pesadilla. En estos momentos críticos, nuestros corazones y nuestra conciencia están al lado de nuestros hermanos de clase: ¡Por la victoria de los trabajadores ucranios en su lucha contra la agresión militar del imperialismo y el gobierno reaccionario de Kiev!