¡Ni un paso atrás en la lucha por una república de los trabajadores y el pueblo!
La caída de Rajoy ha reflejado la profunda crisis del régimen del 78 y es el fruto directo de una contestación social masiva, sin la cual hubiera sido imposible. Aunque la sentencia del caso Gürtel ha sido la gota que ha colmado el vaso, el factor decisivo en la caída de este gobierno corrupto y represor ha sido la deslegitimación absoluta del PP, resultado de la escalada de movilizaciones iniciadas con el levantamiento del pueblo de Catalunya el 1 de octubre, y continuada con la gran huelga feminista del 8-M y la rebelión de los pensionistas.
La crisis del régimen del 78 se ha manifestado en el descrédito de la monarquía, de la justicia y las instituciones, el derrumbe del bipartidismo, la radicalización hacia la izquierda de la juventud y sectores de la capas medias empobrecidas, la rebelión de la mujer trabajadora y los pensionistas… Y es imposible desligar los acontecimientos catalanes de este gran auge de la lucha de clases.
La impresionante movilización de masas que derrotó la represión para impedir el referéndum del 1 de octubre, y el voto masivo por la república, abrió una crisis revolucionaria en Catalunya. Pese a la campaña del miedo, los presos políticos, los exiliados y los cientos de procesados, esta crisis no ha podido ser cerrada. Millones hemos seguido luchando e infligiendo derrotas tan humillantes al PP como la de las elecciones del 21-D, dejándoles como última fuerza política en Catalunya, con apenas un 4% de los votos y 4 diputados.
El Gobierno de Pedro Sánchez
Pero, ¿qué podemos esperar de Pedro Sánchez y el PSOE? Hasta ahora han apoyado la ofensiva represiva contra los derechos democráticos del pueblo de Catalunya y la aplicación del 155, legitimando la causa general contra el independentismo y los encarcelamientos. Han justificado nuevos ataques a la libertad de expresión, incluso han propuesto cambios en el Código Penal para “encajar mejor” el delito de rebelión. También han defendido endurecer el control de las redes sociales y que se impida por ley ocupar cargos públicos a fuerzas políticas o candidatos que no acaten la Constitución.
A la vez, para sacar adelante la moción de censura, Sánchez ha declarado que tratará de tejer el máximo de acuerdos e intentará “normalizar” relaciones con el Govern, levantando el 155. Pero no ha querido comprometerse a liberar a los presos políticos, ni garantizar el retorno de los exiliados. Tampoco ha dicho nada sobre anular los procesamientos y juicios puestos en marcha contra decenas de activistas de izquierda, contra militantes y regidores de la CUP, activistas de los CDRs, y más de 500 profesores acusados de “adoctrinamiento”. Eso sí, se ha reafirmado claramente en su negativa a un referéndum sobre el derecho a decidir, despreciando por enésima vez la voluntad mayoritaria del pueblo de Catalunya. A esto hay que añadir que gobernará con los presupuestos aprobados por el PP y el PNV, unos presupuestos de ataques y recortes para la inmensa mayoría de la población.
La elección de Quim Torra y los planes de la burguesía catalana para desmovilizar a las masas
Aprovechando la nueva situación creada por el cambio de gobierno, los políticos burgueses del PDeCAT y muchos dirigentes de ERC profundizan en su intento de desmovilizar mientras acuerdan un Govern que garantice la “vuelta a la normalidad” (como pedía Oriol Junqueras) y una legislatura tranquila. Quim Torra, que ya retrocedió ante Rajoy retirando del Govern a los consellers encarcelados y exiliados, no ha tardado en mostrarse dispuesto a recuperar la vía de la negociación y del autonomismo.
Hay que hablar claro: la designación de Torra, un dirigente identificado con el catalanismo más reaccionario y derechista, causó sorpresa y malestar dentro del movimiento de liberación nacional, especialmente entre los sectores que componen la espina dorsal de la lucha por la república. Sus comentarios despectivos y xenófobos y su odio nada disimulado contra el 15-M van contra todo lo que ha hecho avanzar la lucha por la república catalana. En 2012, mientras miles de personas rodeaban la Generalitat contra los recortes de Convergència, Torra escribía: “Lo de esta mañana es intolerable. Inmediatamente me viene la idea de Tejero y el tricornio (…) Esta pandilla de tontos del 15-M nos lleva directamente al quinto mundo…”. ¡Es el mismo desprecio por el pueblo que muestran Arrimadas, Albiol o Rivera! ¿Cómo va a encabezar la desobediencia al Estado y llevar adelante la lucha por la república alguien así?
Por supuesto, ni Rivera, ni Arrimadas ni Albiol tienen la menor autoridad para acusar a Torra de “excluyente” o “supremacista”. La demagogia de estos personajes únicamente subraya el cinismo y desvergüenza de la clase dominante española. Pero es precisamente el nombramiento de Torra lo que proporciona a la derecha españolista munición para su propaganda.
¡Ni un paso atrás!
La designación de Torra, la desmovilización social y el intento de distraer con un nuevo proyecto de Estatut que no cuestione nada decisivo del régimen del 78 —como plantean los empresarios del Cercle d’Economia o Foment del Treball— forman parte de la estrategia de sectores de la burguesía catalana para enterrar la lucha por la república y cerrar esta crisis.
Dentro del movimiento por la república catalana existen dos tendencias opuestas. La inmensa mayoría, formada por la juventud, los trabajadores y amplísimos sectores de las capas medias que están girando a la izquierda, queremos romper con el régimen del 78 para conquistar una república que acabe con la justicia machista y franquista, con la casta política corrupta, y con las leyes capitalistas que recortan nuestras pensiones, la sanidad y la educación públicas, y nos condenan al empleo precario, los desahucios y el paro. Frente a esta mayoría, existe un ala nacionalista y catalanista de derechas, muy minoritaria dentro del movimiento de masas, pero con enorme protagonismo, que teme la iniciativa revolucionaria de la población.
La tarea actual es desplazar a estos últimos sectores de la dirección del movimiento de liberación nacional de Catalunya. Sólo así podremos conquistar el apoyo de muchos trabajadores catalanes, que siguen viendo con desconfianza la lucha por la república, ya que lo único que han recibido de los burgueses y de la derecha catalanista son recortes, ataques, comentarios despectivos y xenófobos.
La caída de Rajoy ha llenado de ánimo a millones, mostrando que sí se puede. Pero el cambio que necesitamos no será fruto de maniobras parlamentarias, ni de pactos de “alta política”. Las acuciantes necesidades sociales, el autoritarismo desenfrenado del Estado, señalan que sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas, en la capacidad de lucha de los jóvenes, de la clase obrera y los sectores más oprimidos. Desde la CUP y los CDRs, desde la militancia de ANC y Òmnium, desde el movimiento feminista, las organizaciones estudiantiles y el sindicalismo de clase y combativo, debemos trabajar activamente para continuar la movilización en las calles y hacer realidad nuestras aspiraciones.