Calles desbordadas en la Diada y contra la ampliación del Prat
Este Onze de Setembre el pueblo de Catalunya ha vuelto a dar una impresionante demostración de fuerza. Más de medio millón de personas desbordamos durante casi cinco horas el centro de Barcelona exigiendo llevar adelante la república por la que votamos masivamente hace ahora 4 años y acabar con el régimen del 78.
Toda la bilis, mentiras e histeria de la derecha españolista y sus medios de comunicación, intentado ocultar el éxito de la manifestación y hablando de “pinchazo independentista”, no puede ocultar la realidad: contra viento y marea, superando el obstáculo de la pandemia, el movimiento de liberación nacional de Catalunya ha protagonizado la movilización de masas más potente que se ha visto en Europa desde el inicio de la crisis sanitaria.
Contra el régimen del 78, la represión y por la República Catalana
Una hora antes de comenzar la movilización, la Plaça Urquinaona y las avenidas adyacentes ya estaban llenas de miles de manifestantes. Dos horas después, todavía había gente sin poder salir, con el recorrido previsto totalmente colapsado por un tsunami humano que exigía cumplir el mandato del 1 de Octubre y continuar la lucha por la república coreando consignas como “1 d’Octubre, ni oblit ni perdó”, “som república” o “ni un pas enrere”.
Pero tan impresionante como la masividad de la manifestación era el ambiente combativo que se respiraba. Junto a reivindicaciones muy sentidas que han marcado Diadas anteriores, como el fin de la represión contra el derecho a decidir del pueblo de Catalunya, la amnistía y el retorno de los exiliados, la manifestación expresó de manera muy contundente el rechazo a la estrategia compartida por el gobierno central PSOE-UP y el Govern ERC-Junts de enterrar la lucha por la República, recuperar el autonomismo y aplicar todas las políticas que les exigen los empresarios españoles y catalanes.
Los momentos más aplaudidos del discurso de la dirigente de ANC, Elisenda Paluzie, fueron las críticas a la represión del Govern contra el movimiento que lucha en las calles por la república catalana y a Foment del Treball (la patronal catalana).
La Diada expresó de manera inequívoca el rechazo que existe a las dos medidas más importantes pactadas entre gobierno central y Generalitat como parte de esa estrategia de desmovilización: la llamada “mesa de diálogo” y la ampliación del aeropuerto del Prat. El rechazo entre las bases del movimiento de liberación nacional a ambas medidas es tan profundo que las dos han estallado en la cara de sus promotores, antes incluso de ponerlas en marcha.
La movilización abre una crisis en el Govern
La masividad, fuerza y combatividad de la Diada ha tomado por sorpresa a todos: empezando por la derecha españolista, continuando por Sánchez y demás dirigentes del PSC y PSOE e incluyendo a los líderes de ERC y Junts. Tras años de intentos de desmovilización, pactos, renuncias y excusas, el movimiento de liberación nacional ha desentumecido sus músculos y dado un puñetazo encima de la mesa. Una de sus primeras consecuencias, abrir una crisis profunda en el Govern.
Descolocados por el cuestionamiento a sus políticas, los dirigentes de ERC y Junts intentan recurrir a la misma táctica de otras ocasiones: culparse recíprocamente, seguir hablando en abstracto del “mandato del 1-O”, “independencia” y “república” mientras en la práctica actúan con el objetivo de liquidarla, frenando y participando en la represión de la movilización.
Junts intenta aferrarse demagógicamente a la cuestión nacional, manteniendo un discurso independentista abstracto y gestos vacíos como no participar formalmente en la mesa de diálogo, mientras en la práctica avalan toda la política desmovilizadora y pactista que esta representa. ERC se desmarca en palabras de la ampliación del aeropuerto para seguir presentándose como alternativa “independentista de izquierdas” a pesar de que, junto a Junts, negociaron y acordaron dicho plan de ampliación con el Gobierno central, garantizando jugosos negocios para la burguesía catalana.
La “mesa de diálogo” se constituyó el miércoles 15 de septiembre en medio del escepticismo y de un amplio rechazo, después de que Sánchez y sus ministros hayan repetido hasta la saciedad que solo se hablará de lo que la burguesía española y catalana y el régimen del 78 decidan. La imagen del centro de Barcelona tomado policialmente, con Mossos y agentes de policía cada 50 metros para impedir que el ambiente crítico con este diálogo pudiese manifestarse, refleja claramente que estamos ante un paripé que no resolverá nada.
Y lo mismo está ocurriendo con la ampliación del aeropuerto del Prat, que ha despertado un rechazo masivo en la sociedad catalana fruto del desastre ecológico que supone. El “proyecto estrella” en esta supuesta nueva era, marcada por el consenso y la paz social, se ha convertido en una de las medidas más impopulares y que mayor contestación social han levantado en Catalunya en los últimos tiempos, tal y como ha demostrado la multitudinaria protesta de este pasado domingo.
El régimen franquista contraataca
Mientras todos hablan de diálogo, la represión y el chantaje político del régimen del 78 continúan. Ya no se trata únicamente de que los indultos estén condicionados a que Junts y ERC sigan entrando por el aro. O que las farsas judiciales contra miles de activistas independentistas sigan abiertas, sino que los jueces franquistas del régimen del 78 y la Fiscalía del Gobierno de Pedro Sánchez se entregan a una nueva orgía represiva.
Durante los últimos días hemos asistido a hechos escandalosos, más propios de una dictadura que de un régimen democrático, como la decisión del juez García Castellón, de la Audiencia Nacional, de procesar por terrorismo a 13 activistas de CDR. O el anuncio, el lunes 13, por la Fiscalía del Tribunal Supremo de que reabrirá la acusación contra Tamara Carrasco, a pesar de haber sido absuelta por dos tribunales distintos de todas las acusaciones que le imputaban, alegando un “peligro abstracto” para la sociedad por sus posiciones “antisistema”.
Un delito que fue introducido por el PP en la reforma del Código Penal de 2015 y que no había sido aplicado hasta ahora. Su utilización sienta un precedente gravísimo, ya que cualquier huelguista, activista o militante de izquierdas, independientemente de sus acciones, podría ser considerado un “peligro para la sociedad” únicamente por sus ideas “radicales”.
El silencio cómplice de los ministros de UP, limitándose a poner cara de sorpresa o ligera molestia ante los exabruptos más reaccionarios, mientras en la práctica sostienen toda la política del PSOE, es una demostración más de su bancarrota política. La renuncia al derecho de autodeterminación y su aceptación de facto del régimen del 78, y de la represión contra el independentismo, les ha hecho perder la mayor parte del apoyo con el que contaron en Catalunya.
¡Por la república socialista! ¡Construyamos la izquierda revolucionaria!
El éxito de esta Diada, superando el obstáculo de la pandemia y el freno que representan los dirigentes de ERC y Junts, es una nueva confirmación de que la lucha por la liberación nacional en Catalunya sigue muy viva. Para millones de personas la república catalana no representa simplemente cambiar de bandera sino romper con todo lo que representa el régimen del 78 y construir una nueva sociedad que resuelva sus problemas cotidianos.
Ni la “mesa de diálogo”, ni una supuesta habilidad negociadora por parte de los dirigentes de ERC o Junts conseguirá dar el brazo a torcer del régimen del 78 y sus instituciones. El único modo de poder hacer realidad la república, como ocurrió con el referéndum en 2017, es mediante la acción directa y la movilización de masas en las calles.
Los dirigentes de la CUP tienen una enorme oportunidad y una gran responsabilidad de cara avanzar en esta dirección, poniendo en primer lugar en evidencia el papel real que ya están jugando los dirigentes de ERC y Junts de cara a frenar la lucha por la república catalana. No basta con criticar al Govern por sus renuncias y pactos, ni con amenazar con no aprobar los Presupuestos, sino que es necesario poner sobre la mesa una alternativa revolucionaria y llevarla a la práctica mediante la lucha en las calles consecuente. Si algo ha demostrado esta última Diada, frente a todos aquellos que rezuman escepticismo, es que sigue habiendo una enorme fuerza para conseguirlo.