Tras la derrota parlamentaria de Pedro Sánchez la campaña de ataques a Podemos, para forzar su apoyo al vergonzoso pacto PSOE-C’s, se ha recrudecido. Desde tierra, mar y aire, todos los días y a todas horas, Pablo Iglesias está siendo sometido a una presión brutal, tildado de arrogante, autoritario y acusado con las descalificaciones más variopintas, todo por su negativa a secundar la capitulación de Pedro Sánchez ante la derecha y el IBEX 35.
Una ofensiva que busca un único objetivo: debilitar a la formación que ha expresado en las urnas el deseo de cambio profundo que existe entre millones de trabajadores, de jóvenes, de parados, de precarios y jubilados, y hacer fracasar la posibilidad de un gobierno de izquierdas que pudiera ser sensible a estas aspiraciones.
Es un auténtico escándalo que desde el PSOE se exija a Podemos “altura de miras”, pero mantengan un pacto con el partido de Albert Rivera que todos los días es alabado por la oligarquía económica y promocionado sin medida por su portavoz mediático más agresivo, el diario El País. Es también un completo fraude que se solicite el apoyo de Podemos para facilitar la puesta en marcha de un gobierno semejante, mientras Ciudadanos no se cansa de insistir al PP para que se sume a la coalición. Pero a pesar de todo, el mensaje de que Pablo Iglesias y Podemos son responsables de toda esta farsa sigue siendo la nota dominante, y no ha sido contestado con la contundencia que merece.
Para este ataque sin cuartel los estrategas del capital han pulsado todas las teclas, incluyendo sus puntos de apoyo en la dirección de Podemos. Sí, es cierto, Podemos pasa por una crisis alentada por la misma oligarquía que Pablo Iglesias denunció en el Parlamento. Apoyándose en los sectores más derechistas que Íñigo Errejón lidera, y que pretenden transformar la organización en una maquinaria electoral al uso de las formaciones socialdemócratas tradicionales, han debilitado la capacidad de resistencia de Podemos, poniendo a prueba, también, la solidez de la posición de Pablo Iglesias.
La división en la dirección de Podemos refleja distintas presiones de clase. La decisión de Pablo Iglesias de cesar a Sergio Pascual como secretario de organización, y desactivar las maniobras del sector derechista de Podemos en Madrid, está seguramente justificada. Pero este no es el asunto donde debe ponerse el foco y la atención. La cuestión es mucho más grave. Si Podemos quiere responder a la ofensiva de la oligarquía y la burocracia de derechas del PSOE, no valen argucias parlamentarias ni medidas organizativas. Para devolver el golpe no basta con nombrar a Pablo Echenique como número tres, y mucho menos salir a los medios de comunicación blandiendo un tono “más tolerante” y ceder en partes sustanciales del programa. La debilidad siempre invita a la agresión.
Si Podemos quiere desnudar las maniobras de la burguesía y responder a las aspiraciones de cambio de millones, sólo tiene un camino: llamar enérgicamente a la lucha, volviendo a llenar las calles y las plazas de todos los territorios. La movilización está más que justificada para denunciar la pinza urdida entre el PSOE y C’s con el apoyo del gran capital. La lucha de clases no es un “juego de tronos” parlamentario. Las cuestiones decisivas las deciden aquellas formaciones capaces de movilizar fuerzas sociales más amplias y dispuestas a llevar la batalla hasta el final.
Impulsar la lucha contra los recortes
En la reunión del pasado Consejo Ciudadano, Pablo Iglesias no dijo una sola palabra de volver a las calles, lo que es un error grave. Dejando la iniciativa a sus adversarios, limitándose a las declaraciones en ruedas de prensa o a los artículos periodísticos, se pierde un tiempo precioso. También se ha planteado que la decisión final sobre el gobierno se adoptará a través de una consulta a los más de 300.000 adscritos. Por supuesto, la democracia interna y que los militantes y simpatizantes de Podemos se puedan pronunciar es algo fundamental. Pero lo decisivo será la posición política de la dirección y, por ahora, las voces que defienden la abstención y facilitar un gobierno del PSOE y C’s se están haciendo notar con fuerza. La última, la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que además de incumplir sistemáticamente el programa de Ahora Madrid y renunciar a la remunicipalización de los servicios públicos privatizados, no deja de echar capotes siempre que puede al aparato del PSOE.
La aritmética parlamentaria no es la palanca fundamental del cambio. La dirección del PSOE se ha entregado en cuerpo y alma a la derecha, dando la espalda a sus militantes y a su base social. El descontento y la rabia de millones de trabajadores y jóvenes con Pedro Sánchez y la dirección del PSOE deberían ser prioritarios en el análisis de Pablo Iglesias. Dejarse embaucar por los editoriales de El País, o por sus encuestas demoscópicas que hablan del “desplome” de Podemos es ridículo. No olvidemos que cuando ese mismo diario estaba en campaña junto a Ferraz para desbancar a Tomás Gómez del PS madrileño, no dudó en publicar una encuesta que pronosticaba que su rival, Ángel Gabilondo, se alzaría con la mayoría electoral en la Comunidad de Madrid; y lo mismo cuando en las elecciones del 20D daba a Ciudadanos unos resultados espectaculares y a tambor batiente proclamaba la debacle de Podemos. Este tipo de “información” no es más que pura propaganda capitalista, cada vez más descarada y grosera.
Los próximos días serán decisivos. Muchos señalan la inevitabilidad de elecciones anticipadas para junio. Es posible, por supuesto. De hecho, el aparato del PP no está respondiendo a las necesidades estratégicas de la burguesía en este momento. Los intereses de esa maquinaria podrida, y nutrida por miles de personajes que disfrutan de una situación privilegiada por su cercanía al poder, pesan mucho. Rajoy y su camarilla piensan que en unas nuevas elecciones pueden mejorar su posición, y lograr que un PSOE más débil entre en razón y acepte abiertamente un pacto con ellos. Pero este cálculo tiene muchos riesgos. Si realmente la opción de nuevas elecciones fuera la mejor para la burguesía, si es verdad que C’s crece tanto y Podemos retroceden, ¿por qué no alentarlas? En realidad, más allá de la propaganda mentirosa de estos días, unas elecciones anticipadas podrían colocar a Podemos y a las confluencias de la izquierda en una posición mejor, que confirmara su “sorpasso” al PSOE.
Pablo Iglesias tiene una gran responsabilidad ante sí, al igual que el sector que le apoya en la dirección de Podemos. Si la disyuntiva es apoyar un gobierno del PSOE y C’s o las elecciones anticipadas, la posición debe ser clara. Ni voto a favor, ni abstención. Hay que votar en contra de una coalición semejante que solo reproducirá las políticas de austeridad, y que se pondrá a la tarea de aplicar de manera inmediata el recorte de 26.000 millones de euros que ya exige la UE. La responsabilidad de nuevas elecciones no recaería sobre Podemos, sino sobre la dirección del PSOE y Pedro Sánchez, que ha hecho todo lo posible por frustrar un gobierno de izquierdas pactando con la derecha desde el minuto uno.
No hay que temer nuevas elecciones. De producirse no sería más que otro síntoma de la profunda crisis que corroe al régimen capitalista en el Estado español, certificando que la estabilidad política ha pasado a mejor vida. Lo fundamental no es ese hecho, sino entender que ninguna aritmética parlamentaria, por muy favorable que sea, puede impedir que la burguesía vuelva a la carga con más recortes, más austeridad, más ataques a nuestros derechos. Si queremos derrotar a los capitalistas necesitamos la movilización masiva de la población, profundizando la rebelión social que ha colocado a la derecha contra las cuerdas en estos años, y transformar esta lucha en organización consciente para transformar la sociedad. Solo el pueblo salva al pueblo.