El 12 de marzo, mes y medio después de que Pedro Sánchez hiciese pública su candidatura a la Secretaría General del PSOE, Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, anunció que también aspira a ese cargo. Inmediatamente, el aparato del PSOE, con su gestora golpista a la cabeza y con el apoyo incondicional de El País y de otros medios de comunicación, inició una campaña de promoción y ensalzamiento de su figura y de los supuestos éxitos de su gestión al frente del gobierno autonómico andaluz. La ceremonia se consumó éste domingo 26 de marzo en Madrid, donde la baronesa fue aclamada por los símbolos de una socialdemocracia en crisis, vinculada estrechamente a la clase dominante, a sus grandes empresas, a los recortes sociales, al nacionalismo españolista o al terrorismo de Estado: desde Rodríguez Zapatero a José Bono, desde Alfredo Pérez Rubalcaba a Felipe González, todos los que han servido en bandeja el gobierno a Rajoy no cabían en sí de aplaudir y jalear a Susana Díaz.
A este coro de admiradores del susanismo se han unido sonoramente las principales fuerzas de la derecha. Ciudadanos, el partido que sostiene al PSOE en el gobierno andaluz, se apresuró a anunciar que el salto de Díaz a la política estatal “no le supondrá ningún problema para seguir gobernando en Andalucía”, rectificando radicalmente los anuncios en sentido contrario que difundió a bombo y platillo en las semanas previas.
Y, al igual que C's, el PP y su entorno mediático también han sufrido una drástica transformación. De denunciar incansablemente la corrupción del PSOE andaluz y de afirmar que el escándalo de los EREs dejaba chiquito cualquier otro caso de corrupción, han pasado a proclamar la admirable condición de “estadista” de Susana Díaz y su “sentido de Estado”.
Miedo al ascenso de Pedro Sánchez
No debería causar sorpresa alguna este apoyo unánime desde el aparato del PSOE y desde las filas de la derecha a la candidatura de Díaz. Todos ellos tratan de proteger la política de gran coalición que ha permitido a Rajoy llegar a la Presidencia del Gobierno con el apoyo de C's y el PSOE. Esta gran coalición, como hemos explicado en recientes artículos, es una coalición débil y susceptible de ser derrotada por la movilización, como han demostrado la lucha estudiantil contra las reválidas. En estas condiciones, una amenaza a la estabilidad interna del PSOE como la que representa la candidatura de Pedro Sánchez podría suponer un riesgo inasumible para la burguesía española, que se ha apresurado a forzar una reacción unánime de apoyo a Susana Díaz para poder continuar con la política de recortes y austeridad que tan jugosos beneficios les ha proporcionado.
No se trata de que Pedro Sánchez suponga por sí mismo una amenaza al orden capitalista. El factor decisivo no es la persona de Sánchez, cuya trayectoria fue similar a la del resto de la dirección del PSOE hasta que sus vacilaciones ante la tesitura de investir a Rajoy hicieron perder la paciencia a los verdaderos amos del Partido Socialista. Lo que realmente preocupa a la burguesía es que su candidatura abra una vía para que la base social que aún mantiene el PSOE, mayoritariamente obrera, exprese de forma rotunda su oposición a la traición de la gestora golpista. Un triunfo de Sánchez podría desencadenar una crisis de dimensiones incalculables en el Grupo Parlamentario Socialista y precipitar unas elecciones anticipadas con resultados impredecibles en un momento muy delicado no sólo para la clase dominante española, sino para la de toda Europa.
Durante meses, tanto la gestora como la propia Susana Díaz han dudado seriamente en el camino a tomar. La candidatura de Patxi López para frenar a Sánchez es especialmente débil. Patxi López es un veterano en materia de acuerdos de gobierno con el PP, y pudo presidir la Comunidad Autónoma Vasca entre 2009 y 2012 sólo gracias al apoyo del Partido Popular. Pero los afiliados del PSOE no se dejaron engañar por esta maniobra y de forma masiva se volcaron en apoyar a Sánchez que, desde su primer mitin en Dos Hermanas, está consiguiendo llenos totales en los lugares en los que se presenta, especialmente en Andalucía, el feudo de Susana Díaz.
Durante las últimas semanas, las diferentes encuestas realizadas han ofrecido pocas dudas: sólo un escuálido 18,6% de los votantes socialistas apoyarían a Susana Díaz, frente a un 44% que prefiere a Pedro Sánchez. Y entre la militancia, los datos no son mejores para la Presidenta andaluza. Pero estos datos lejos de atemperar el enfrentamiento interno lo están precipitando. La burguesía no propició la crisis más severa del PSOE para volver a permitir que Sánchez ocupe la Secretaria General. Por eso se han emprendido una ofensiva por tierra, mar y aire que impida esta solución, movilizando todos los medios y recursos del aparato, a los viejos dinosaurios del PSOE y a toda la escuadra mediática a su servicio.
¿Puede ganar Susana Díaz?
La gestora ha lanzado una batería de maniobras burocráticas para intentar aplastar a Pedro Sánchez a cualquier precio. En los últimos días más de 3.000 afiliados del PSC han sido dados de baja por impago de cuotas, y desde la gestora se están bloqueando las altas y reafiliaciones en las agrupaciones del PSOE sospechosas de simpatías sanchistas. Además, el aparato exige el control sobre los fondos de la campaña de Sánchez.
Todas estas medidas se van a recrudecer en las próximas semanas, mucho más teniendo en cuenta que el resultado es completamente incierto para la dirección. Coacciones en las agrupaciones, censos amañados, amenazas a concejales… todo va a valer con tal de impedir el triunfo de Sánchez. Y si esto no funciona, pueden alegar todo tipo de irregularidades en sus fuentes de financiación o en sus apoyos. Desde la famosa dimisión de Felipe González en mayo de 1979, a cuenta de la definición marxista del PSOE, en la cúpula socialista no han faltado “expertos” en falsear y tergiversar las decisiones de la militancia de base, y hay que contar con que se recurrirá a ellos ante la vital importancia de los intereses económicos y financieros que están en juego.
A pesar de todo, por maquiavélicas que sean las maniobras de la burocracia del PSOE, hay una realidad ante la que son impotentes, y esa realidad es el avance de la lucha de clases y el consiguiente giro hacia la izquierda que es claramente visible entre los jóvenes y los sectores sociales más oprimidos. Ante esta realidad se estrellaron hace pocas semanas las maniobras orientadas a acabar con el liderazgo de Pablo Iglesias en Podemos. Y como consecuencia indirecta de este fracaso, Pedro Sánchez vio impulsada su campaña. La posición mayoritaria en la base socialista del “No es no”, la negativa a apoyar por activa o por pasiva un gobierno del PP, se ha visto claramente reforzada.
Pero lo más relevante es que la fuerza de la movilización social también ha doblegado a Susana Díaz en su propio terreno. La política de Díaz en Andalucía ha sido, y sigue siendo, indistinguible de la política del PP en el gobierno central. Las mismas políticas de recortes, la misma austeridad, la misma subordinación a las exigencias de banqueros y grandes empresarios. Esa política de recortes se ha cebado especialmente en la sanidad pública, provocando una masiva reacción social que, partiendo de Granada, se ha ido extendiendo a otras provincias andaluzas. A pesar de la complicidad de los sindicatos mayoritarios, la Marea Blanca andaluza ha obtenido su primera y resonante victoria, que anuncia el futuro que le esperaría a una dirección socialista encabezada por Susana Díaz: ser arrollada por la movilización social y pagar el apoyo al PP al alto precio de la destrucción del centenario PSOE.