Las pasadas elecciones autonómicas en Andalucía concluyeron con un vuelco a la derecha cuyas causas y responsabilidades hemos analizado ya en artículos precedentes. Después de 36 años de gobiernos del PSOE con sus políticas de recortes y austeridad, de desempleo y precariedad, de corrupción y exaltación del españolismo, los pactos entre PP, Ciudadanos y Vox llevarán a la presidencia del gobierno al popular Juamma Moreno y a la Vicepresidencia a Juan Marín de Ciudadanos, y a un reparto de Consejerías entre las dos formaciones.
El candidato popular proclama sin rubor en los medios de comunicación que éste será el gobierno del “cambio” y de la regeneración, en alusión a los escándalos de los EREs y a los “chiringuitos” clientelares montados por el PSOE en la administración regional. No está mal la broma, teniendo en cuenta que estas declaraciones provienen de un dirigente del PP, un partido envuelto en casos de corrupción en todas las comunidades donde ha gobernado y que la propia sentencia de la trama Gürtel califica como “asociación criminal para delinquir”. Y en cuanto de chiringuitos y mamandurrias, el PP tiene un amplio expediente, por ejemplo, en la comunidad de Madrid, donde el mismísimo Abascal, líder de Vox, estuvo durante varios años cobrando de uno de esos entes sin actividad bajo la protección de Esperanza Aguirre.
Esas son las credenciales del tripartito. Una alianza de las derechas que supondrá más privilegios para la aristocracia rural y los grupos empresariales tradicionales y más recortes y ataques a los derechos de la clase trabajadora, de las mujeres y la juventud.
Un bloque de derechas
El avance electoral de la ultraderecha en Andalucía representa un serio peligro y una amenaza real que puede extenderse al resto del Estado. Vox es un partido con un ideario abiertamente fascista que ha difundido sus consignas nacional-españolistas, machistas y xenófobas de forma provocadora.
Pero, en puridad, lo que hace Vox es plantear sin tapujos las mismas falacias y ataques reaccionarios que han venido defendiendo PP y Ciudadanos de manera más o menos franca. Las biliosas intervenciones de Casado, Rivera o Arrimadas sobre Catalunya y la “unidad sagrada de la Patria”, nada tienen que envidiar al españolismo rabioso, falangista y patriotero de Vox. Lo mismo ocurre con la pretensión de la formación de extrema derecha de derogar la Ley de violencia de Género y justificar a los violadores y maltratadores, acusando al movimiento feminista de crear una “dictadura” contra el “hombre”. Así se expresaban los retrógrados de PP y Ciudadanos antes de que la lucha multitudinaria de las mujeres y jóvenes trabajadoras les obligara a retroceder.
La persecución y deportación de inmigrantes, la negativa a condenar el franquismo, la oposición a la Ley de Memoria Histórica, las restricciones al derecho al aborto, la familia cristiana, los toros, la privatización de la sanidad, la educación y los servicios públicos esenciales... todo esto ha formado parte del programa común de la misma derecha de PP y Cs porque nunca lo han abandonado.
Esta es la cuestión fundamental del escenario político andaluz: PP, Ciudadanos y Vox están en el mismo bando y forman parte del mismo bloque reaccionario, un principio que ha sido confirmado por el desarrollo de los acuerdos entre estas tres fuerzas.
A la luz de los acontecimientos resultan especialmente lamentables los llamados de los representantes del PSOE a la “unidad de los demócratas” frente a la extrema derecha de Vox, los intentos por atraerse a Ciudadanos a una supuesta alternativa “constitucionalista” a la que no hacía ascos Adelante Andalucía, o las reuniones clandestinas entre Maillo y Teresa Rodríguez con los líderes andaluces de Ciudadanos buscando acuerdos parlamentarios.
Todas estas maniobras, cuyo punto de partida es hacernos tragar con la existencia de una derecha “democrática” y “moderada”, diferenciada de otra extrema y antisistema, no hacen otra cosa que lavar la cara de PP y Ciudadanos y confundir a la población sobre los auténticos intereses de clase que unen a la derechas en una sola Entente.
Todo por la patria, todo por la pasta
La rapidez con la que PP y Vox han suscrito un acuerdo programático de investidura, apoyado indirectamente por Cs, sólo puede sorprender a los incautos. Los 37 puntos del programa que ha puesto de acuerdo a Vox y PP recogen el ideario de la derecha de toda la vida para proteger los privilegios de los ricos y los beneficios empresariales. Y es que junto al discurso estrambótico de Vox sobre la reconquista española, la caza, los crucifijos, el cambio del día de Andalucía o la eliminación del canal Sur, ha aparecido su programa económico que comparten PP y Ciudadanos.
En última instancia, éste es el papel material de las organizaciones y bandas fascistas en la época de crisis e inestabilidad del sistema capitalista. Envueltos en la bandera rojigüalda, actúan como los destacamentos de choque en defensa del orden capitalista y sus privilegiados. Continuando con esta idea, Vox ha puesto en el punto de mira las políticas de igualdad y las leyes de género, no sólo porque son machistas y homófobos incurables. Los avances de la lucha feminista, el sello clasista y anticapitalista que está imprimiendo la movilización feminista también ha despertado el odio de los celosos guardianes del sistema.
La medidas económicas de Vox ya han sido puestas en práctica por gobiernos del Partido Popular con el apoyo entusiasta de Ciudadanos: liberalización total del suelo, rebajas fiscales para empresas y acaudalados herederos, desregulación de las condiciones laborales en comercios e industrias, financiación pública de la escuela privada, etc. De hecho, todas estas propuestas coinciden con las políticas aplicadas por Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid y están contempladas dentro de los pactos y acuerdos de la coalición de gobierno en la Junta, con la práctica desaparición del impuesto de Sucesiones y Donaciones, la bonificación al 100% del impuesto de patrimonio personal —una medida por la que los millonarios de Madrid se ahorran 600 millones de euros al año— y la rebaja de tramo autonómico del IRPF a las rentas más altas. Unas disposiciones que contentarán a una minoría pero que suponen una disminución real en los ingresos del presupuesto de la comunidad andaluza.
Inestabilidad, recortes y movilización
Lejos del triunfalismo que muestran los integrantes del pacto de derechas, el escenario político y económico que se dibuja no parece augurar una época de estabilidad y crecimiento. A pesar de que los intereses comunes han conformado una mayoría de derechas, no es un bloque sin fisuras y la competencia electoral por la misma base social provocará un hostigamiento mutuo permanente. No hay que olvidar que Vox no tendrá Consejerías, pero sus 12 diputados sostienen al gobierno y presionarán constantemente para imponer sus condiciones. Una receta acabada para exacerbar los conflictos sociales y laborales que se unen a los ya existentes en sanidad y educación.
La política de ayudas, bonificaciones y rebajas a las rentas de los adinerados, cotos, dehesas, cortijos y toros incluidos, supone una reducción de ingresos que no están compensados por los presupuestos estatales ni por una mayor recaudación generada por el crecimiento de la economía. Más bien al contrario, todo apunta a un enfriamiento de la actividad económica, un panorama donde nuevos y mayores recortes en el gasto social se pondrán en el orden del día.
Unos ataques que no se pararán desde los sillones parlamentarios ni con componendas entre gobierno y sindicatos. Para derrotar al bloque de derechas y sus políticas necesitamos organizar un gran movimiento de resistencia e impulsar movilizaciones masivas para defender consecuentemente los intereses de nuestra clase. Frente a la extrema derecha y sus aliados sólo hay una respuesta: el poder organizado de los y las trabajadoras.