Las elecciones generales del 28-A en el País Valencià han reflejado la fuerte movilización del voto de la juventud y la clase trabajadora –con una participación del 76,34%, más de dos puntos por encima de las anteriores– para frenar al bloque reaccionario que, a lo largo de la campaña, ha ensalzado el franquismo, el machismo, el racismo y ha defendido las políticas de recortes y austeridad.
La movilización social ha marcado estos últimos años también en el País Valencià. El pasado 8 de Marzo, igual que en el resto del país, las tres capitales de provincia vivieron una movilización histórica. Las masivas manifestaciones contra la sentencia de La Manada y la violencia machista fueron otro ejemplo, como la manifestación del pasado 9 d’octubre con decenas de miles en las calles, especialmente jóvenes, en respuesta al ataque de la ultraderecha que reventó la del año anterior. Tampoco podemos olvidar las innumerables manifestaciones masivas de los pensionistas, de la PAH, de No+Precariedad y de multitud de colectivos en lucha que han protagonizado batallas contra la pérdida de derechos.
De aquí se nutren los resultados electorales que le han dado la victoria al PSOE por primera vez en 30 años en unas elecciones generales. El Partido Socialista ha sido el depositario del “voto útil” para cerrar el paso a la derecha y la ultraderecha en el Gobierno central. Es evidente que si Podemos se hubiera diferenciado del PSOE, defendiendo un programa de enfrentamiento con los capitalistas y basándose en la fuerza de la movilización, se hubiera beneficiado mucho más que el PSOE de la amenaza de la ultraderecha.
El PSOE gana con un 27,78% de respaldo y 743.880 papeletas, aumentando en 205.000 y 6 puntos porcentuales respecto a las generales de 2016. Por su parte, Compromís y Unidas Podemos-EUPV que fueron segunda fuerza política en 2016 presentándose bajo la coalición ‘A la Valenciana’ –obteniendo más de 655.000 votos, el 25,37% del total y 9 diputados– ahora lo han hecho por separado, perdiendo 3 escaños al parlamento y 102.000 sufragios. Podemos se queda con cinco diputados (381.085 sufragios, el 14,23%) y Compromís con uno (172.751, el 6,45%).
En el bloque de la derecha cabe destacar la gigantesca derrota que ha sufrido el PP en uno de sus grandes feudos: se queda con un escaso 18,58% de los votos (35,49% en 2016), perdiendo más de 400.000, casi la mitad de su electorado. A esto hay que añadir, que Ciudadanos –con un aumento de 95.000 papeletas respecto a 2016 y casi el 18% de los votantes– se ha quedado a un puñado de votos (16.000) de superarlos. Pero sin duda el gran beneficiario de la caída del PP ha sido Vox: 321.989 votantes y el 12,02% del total.
La suma del bloque de la izquierda aumenta en algo más de 103.000 votos (alcanzando 1.297.716 y el 48,46% del total), mientras que el respaldo al bloque reaccionario cae en 9.032 papeletas (pasando del 50,68% al 48,58% y 1.301.247 votantes), reflejándose la enorme polarización política que existe.
Elecciones autonómicas muy polarizadas. Debacle del PP y triunfo ajustado del Govern del Botánic
El adelanto de las elecciones autonómicas realizado por Ximo Puig, haciéndolas coincidir con las generales y así movilizar más el voto contra el bloque reaccionario también en la Comunidad, le ha servido al PSPV-PSOE para obtener la victoria en el País Valencià, algo que no ocurría desde 1991, abriendo la posibilidad a reeditar un nuevo Gobierno de la izquierda. De hecho, la participación ha sido clave: el 75’8%, casi 5 puntos más que en 2016 y la segunda cifra más alta desde que se celebran autonómicas, sólo por debajo de las de 1995 que ganó Zaplana con una participación del 76%.
El PSPV con 637.673 votos, el 23,87% del total y 27 escaños, aumenta en 132.487 su apoyo, tres puntos porcentuales y 4 escaños respecto a 2015. Esta subida no ha ido acompañada por la de Compromís, que con 439.459 papeletas y el 16,45% de apoyo pierde 13.195 votos y 2 escaños. Sin embargo, ha sido Unides Podem-EUPV con 213.007 votos (7,8%) quien ha sufrido un golpe abrumador: pierde 172.636 votos, nada menos que el 44,7% de sus votantes, pasando de 13 a 8 escaños y convirtiéndose en la sexta fuerza política, por detrás de Vox. Como vemos, el avance electoral del PSOE no ha logrado compensar estos resultados y, por tanto, la brecha entre la izquierda y la derecha, también muy movilizada, se ha estrechado.
Dicho esto, hay que destacar el inmenso varapalo que se lleva el PP. En las últimas autonómicas consiguió mantenerse como el partido más votado a pesar de la enorme sangría de votos, pero en esta ocasión ha logrado los peores resultados de su historia*. Ha perdido casi 150.000 votos, pasando de 653.186 a 504.403 (el 18,88%), muy lejos del millón doscientos mil votos de sus holgadas mayorías absolutas. Se ha dejado 12 escaños en las Cortes Valencianas, pasando de 31 a 19, quedando sólo por delante de Cs por uno, y de Compromís por dos escaños.
Sin embargo, esta caída ha quedado compensada y superada por la subida de Ciudadanos, que pisa los talones al PP con 466.391 sufragios (17,45%), aumentando en 160.000 y 5 escaños más los obtenidos en 2015, y por la fuerte irrupción de Vox. Esta fuerza de ultraderecha, que ha hecho de Valencia una de sus plazas fuertes a lo largo de la campaña, ha conseguido 278.947 votos, convirtiéndose en la cuarta fuerza en el parlamento valenciano con el 10,44% y 10 escaños.
En resumen, el pasado 28-A la izquierda tomada en conjunto obtuvo 1.290.139 votos (48,29% del total) superando en algo más de 40.000 votos al bloque del PP, Cs y Vox que aglutinó 1.249.741 (46,77%). En escaños la izquierda queda con 52, suficiente para formar Gobierno por mayoría absoluta, aunque con menos ventaja que en las anteriores elecciones, cuando lograron 55. Y es que si bien la izquierda gana esta cita electoral, en estos tres años al frente de la Generalitat pierde 53.344 sufragios, mientras la derecha recupera 251.505 de la abstención. El electorado de derechas ha visto la oportunidad de poder conformar un Gobierno de las tres derechas, al estilo de Andalucía, y se ha movilizado más en las autonómicas para intentar lograrlo, sin conseguir su objetivo.
Es evidente que junto al crecimiento de la movilización del voto de la derecha, efecto directo de la polarización social y política, el otro factor clave que explica estos resultados es la política reformista llevada a cabo por PSPV y Compromís al frente de la Generalitat con el apoyo de Podem, y que ha creado frustración y descontento en su base social. Una política que ha estado muy lejos de las expectativas generadas y de suponer un cambio significativo para la vida de la clase trabajadora y la juventud valenciana.
Los niveles de pobreza han aumentado, la precariedad laboral también (el 33,4% de la población en edad laboral se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social), el drama de los desahucios continúa, la mitad de los barracones de la escuela pública siguen ahí, la red privatizadora que alimentó la derecha prácticamente sigue intacta mientras la Generalitat se ha escudado en que no puede incumplir ni romper con las leyes, anclándose así en el discurso del “no se puede”, de encerrarse en el parlamento y renunciar a la movilización en las calles y la lucha social para defender un programa de ruptura con el sistema, de transformación socialista de la sociedad, que no tema golpear a los capitalistas y acabar con sus privilegios y sea capaz de ilusionar y movilizar a la inmensa reserva social de la izquierda. Esta es la mejor manera de aislar y cerrar el paso a la reacción.
*En 1987 el PP obtuvo 476.099 votos, el 24% del total.