Han pasado 8 años del 15M un movimiento de masas que supuso un punto de inflexión en la lucha de clases del Estado español. Para comprender aquel gran movimiento, su naturaleza y consecuencias, republicamos este artículo escrito justo cuando se desarrollaba esta gran rebelión social.
Una expresión de rechazo contra el sistema capitalista y su crisis
El domingo 15 de mayo decenas de miles de personas salieron a las calles de las principales ciudades de todo el Estado para protestar por las consecuencias antisociales de la crisis capitalista, contra las medidas de ajuste y recortes adoptados por el gobierno del PSOE, y la evidencia, cada día más clara, de que la democracia en que vivimos esconde en realidad una brutal dictadura del capital financiero. Un día antes, cerca de 200.000 personas convocadas por CCOO, UGT y organizaciones de la izquierda, con una presencia muy destacada de trabajadores del sector docente y sanitario y también de miles de jóvenes, abarrotaron el centro de Barcelona en una marcha contra los recortes propuestos por el gobierno derechista de CiU. Ambas convocatorias ponen en claro el ambiente positivo que existe entre capas muy amplias de la población a dar la batalla contra las recetas capitalistas, el desempleo masivo y las contrarreformas que perjudican a la mayoría de la población trabajadora.
Convocadas por la Plataforma “Democracia Real Ya”, las manifestaciones del 15 de mayo fueron muy nutridas. En Madrid participaron decenas de miles de personas que colapsaron la calle Alcalá. En ciudades como Barcelona, Sevilla, Valencia, Málaga, Granada, Santiago… llegaron a juntarse miles más. Tal y como han recogido los medios de comunicación, en las manifestaciones participaron personas de todas las edades, desde estudiantes universitarios y jóvenes trabajadores hasta parados y jubilados. A lo largo de la manifestación se corearon consignas contra los banqueros y el poder financiero, contra la corrupción y “la clase política”. Se exhibían pancartas y carteles realizados artesanalmente con lemas contra el desempleo y los beneficios de los millonarios, en demanda de una vivienda digna, o en defensa de la sanidad y la educación públicas. A pesar de que se ha tratado de presentar esta movilización como algo al margen de cualquier ideología, las propias crónicas de los periódicos, y las consignas coreadas, dan testimonio del carácter de izquierdas de las manifestaciones y la fuerte carga anticapitalista implícita en las mismas.
Cuando estaba terminando la manifestación en Madrid se produjo una brutal intervención por parte de la policía, con el resultado de 24 detenidos. Sin embargo, en la Puerta del Sol, la policía antidisturbios desplegada tuvo finalmente que retirarse ante la presión de los miles de manifestantes. Una vez terminada la protesta, un grupo de unas 100 personas montaron un campamento en la Puerta del Sol, con la intención de permanecer allí por lo menos hasta el día de las elecciones, pero en la madrugada del 17 de mayo la policía intervino violentamente desalojando a los acampados, a instancias del PP de Madrid y de la delegada del gobierno en la ciudad, del PSOE. Esta intervención vino precedida de una Asamblea de más de 1000 personas, ante el llamamiento lanzado por los acampados para que se acudiera a la Puerta del Sol a participar.
Como reacción al desalojo del campamento, en la tarde del 17 de mayo cerca de 10.000 personas, mayoritariamente jóvenes, volvieron a colapsar la Puerta del Sol, y miles más se concentraron en numerosas ciudades de todo el Estado. El ambiente de lucha, de ánimo y el contenido anticapitalista de las consignas coreadas volvieron a brillar con fuerza.
¿No hay ambiente para luchar? ¿No hay conciencia?
La magnitud y extensión de estas manifestaciones, sin duda de las más importantes desde la huelga general convocada por CCOO y UGT el 29 de septiembre, suponen un paso adelante para llenar de confianza a la clase obrera y la juventud en sus fuerzas de cara a derrotar los brutales planes de ajuste impulsados por los grandes capitalistas y aplicados en forma de leyes y decretos por el gobierno del PSOE. Frente a todos aquellos, entre ellos los dirigentes sindicales, que vienen planteando que el problema es la falta de conciencia y de disposición a luchar de los trabajadores y la juventud, estas movilizaciones son un ejemplo concreto en el sentido contrario. Existe rabia, un profundo descontento y ganas de pelear para cambiar la situación, pero hasta el momento los responsables de canalizar toda esa fuerza han impedido con su actuación cualquier respuesta contundente en este sentido. En todo caso, tarde o temprano toda esa rabia y frustración termina saliendo a la luz, y muchas veces de la forma más impredecible. Acontecimientos como los que hemos visto en Grecia, Francia o Portugal, o las revoluciones en el mundo árabe, reflejan la enorme polarización política y social existente, y un auge de la lucha de clases como consecuencia de la profunda crisis que vive el sistema capitalista.
La responsabilidad de las direcciones de los sindicatos y los partidos de la izquierda
Desde que estalló la crisis económica millones de personas se han visto golpeadas por despidos masivos, bajadas de salarios, y brutales recortes en los servicios sociales. Esta situación ha llevado a la burguesía a desenmascararse, poniendo en evidencia en que consiste el sistema capitalista. El último ejemplo han sido las reuniones mantenidas por Zapatero con los directivos de las 40 mayores empresas del país. De esta manera, mientras se justifica y argumenta la necesidad de llevar adelante brutales ataques contra las condiciones de vida de los trabajadores como consecuencia de la crisis, leemos día tras día en los medios de comunicación los beneficios multimillonarios que siguen cosechando los directivos de los principales bancos y multinacionales. Por otro lado, las medidas de recorte impulsadas por Gobiernos de distinto signo en todo el mundo, se justifican como inevitables, “ya que no hay alternativa”.
Frente a esta situación las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda han sido incapaces de responder, generando una enorme desorientación y malestar entre la clase trabajadora y los jóvenes. Los dirigentes de CCOO y UGT, después del éxito de la huelga general del 29 de septiembre, dieron por terminado el proceso de movilizaciones, firmando con Gobierno y patronal la contrarreforma de las pensiones que elevaba la edad de jubilación a los 67 años. Siendo incapaces de plantear una alternativa coherente para frenar los ataques, Toxo y Méndez se han colocado el cartel de “Hombres de Estado” y, más allá de sus intenciones, en la práctica asumen la lógica del capitalismo gestionando los recortes con la intención de minimizarlos. Y es en este contexto de crisis general del sistema capitalista, cuando las concesiones y la estrategia de la desmovilización de los dirigentes sindicales da confianza a la burguesía para continuar y profundizar su ofensiva contra las condiciones de vida de la mayoría de la población. Así, después de acordar un recorte brutal en el sistema de pensiones, han entrado a discutir la reforma de la Negociación Colectiva.
Por otro lado, Izquierda Unida, como se ha puesto de relieve en estos meses, tenía margen para impulsar una auténtica alternativa de lucha, canalizando y organizando todo el malestar existente. Pero sus dirigentes han optado por una estrategia de oponerse a los planes de ajuste desde el ámbito parlamentario, renunciando entre otras cosas a construir en el seno de los sindicatos una corriente de oposición que de la batalla a la política de los dirigentes sindicales. La opción de no mencionar en público la política de desmovilización y paz social artificial propuesta por los líderes de CCOO y UGT, y la renuncia a impulsar la movilización de masas centrando todos los esfuerzos en el terreno electoral, resta a IU capacidad para conectar con el profundo descontento que existe entre la juventud y entre capas avanzadas del movimiento obrero.
¿Una movilización “apartidista”? ¿De “conservadores y progresistas”?
En un contexto de desengaño por las medidas procapitalistas adoptadas por el gobierno PSOE que ha frustrado las esperanzas de amplios sectores de su base social (muchos antiguos votantes del PSOE participaron en las manifestaciones del pasado domingo); en una coyuntura de repliegue temporal de la lucha obrera provocada por la actuación de los dirigentes sindicales, en el que se alimenta el desengaño y el escepticismo hacia los sindicatos y las organizaciones políticas de la izquierda… los promotores de las movilizaciones del 15M (la plataforma “Democracia Real Ya”) han insistido en la idea de que estas acciones tenían un carácter “apartidista”, remarcando su oposición a la presencia de organizaciones y sindicatos, estimulando, en definitiva, prejuicios que son contraproducentes y que tienen, cuando menos, un carácter oportunista.
En el propio manifiesto de dicha plataforma se insistía en esta idea: “Unos nos consideramos más progresistas, otros más conservadores. Unos creyentes, otros no. Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor”. A pesar de ello, tal y como antes hemos insistido, el propio desarrollo de las manifestaciones, su composición y las consignas coreadas, han demostrado en la práctica que se trata de un movimiento con un carácter nítidamente de izquierdas. Este tipo de ideas que no son nuevas sino bastante conocidas: las ideas del apoliticismo y el rechazo a las organizaciones hacen el caldo gordo a nuestros enemigos y un flaco favor a la lucha. Precisamente uno de los elementos que están destacando los medios de comunicación es la falta de ideología de estas movilizaciones, pretendiendo así de desviar la atención respecto a lo que en el fondo refleja este movimiento, el cuestionamiento cada vez mayor del sistema capitalista.
Que la burguesía y sus medios de comunicación traten de obviar el aspecto ideológico de las movilizaciones, tiene como finalidad restringirlas a un marco asimilable por el propio sistema. En lugar de elevar el nivel de conciencia y de organización del movimiento, fortalecer su carácter de clase, revolucionario y socialista, que es lo que realmente aterra a la clase dominante, a los mercados y a los gobiernos, este tipo de mensajes “apolíticos” hacen todo lo contrario. Sí, indignarse esta bien, promover la “revolución ética” puede ser muy satisfactorio para ciertos individuos, pero la gente común ya está muy “indignada” con la situación que viven todos los días, aunque no tengan la oportunidad de expresarlo en las columnas de los periódicos y en las pantallas televisivas, como hacen muchos intelectuales “progresistas”. La mayoría de la clase obrera, que no disfruta de los ingresos, la comodidad y la seguridad en el empleo de otros sectores, como los librepensadores, tiene que luchar tenazmente en un ambiente hostil para llegar a fin de mes, mantener su empleo o lograr que sus hijos lo tengan.
Lo que los trabajadores y los jóvenes de la clase obrera necesitamos, y lo sabemos por la dura escuela de la vida, es tener organizaciones a la altura, que defiendan una política auténticamente revolucionaria, y actuar de forma colectiva y consciente por que de esto depende nuestro futuro y nuestra emancipación. Y esto también lo saben los capitalistas y aquellos que defienden la política de recortes y austeridad para las familias trabajadoras.
En este sentido resulta irónico, cuando no un bochorno, leer las declaraciones del vicesecretario general del PSOE, José Blanco, cuando dijo “comprender” que haya “muchos ciudadanos indignados por la crisis”, a los que pidió que “no tengan una actitud pasiva”, sino que voten “contra los que compartieron mesa y mantel con los de la codicia y que ahora quieren volver a antes de la crisis para seguir especulando”. Cuando habla de mesa y mantel ¿se refiere a las reuniones del gobierno, del que él es parte, con los representantes más granados de la Plutocracia en el salón de gala de La Moncloa? ¿O a los bancos que se lucraron también bajo el gobierno del PSOE con las hipotecas y la especulación inmobiliarias? Lo que no dice Pepe Blanco es que son las políticas antiobreras y antisociales que el PSOE ha puesto en marcha, las que asfaltan la llegada del PP al poder.
Construir una alternativa de clase, socialista y revolucionaria
Los problemas que padece la mayoría de la población son consecuencia del sistema económico en el que vivimos, el sistema capitalista. Por todo ello es necesario orientar la lucha en un sentido anticapitalista, cuestionando en última instancia, tal y como en la práctica se esta haciendo, el poder de la burguesía, es decir, el poder de la banca y los grandes empresarios. En todo caso parte de las medidas que se plantean en la tabla reivindicativa de “Democracia Real Ya” como la oposición a los privilegios fiscales, al aumento de la edad de jubilación o a los rescates bancarios, sólo se pueden lograr a través de la máxima movilización, incorporando a ella a la clase obrera. Lograr incluso estas mínimas reivindicaciones será el fruto de una profunda rebelión social, por que cuestionan pilares esenciales del sistema, y para ello hace falta conquistar el apoyo de los trabajadores. Las manifestaciones, por si solas, no son suficientes, hace falta el concurso de la clase obrera y la puesta en marcha de un plan enérgico de acciones que incluya la convocatoria de nuevas huelgas generales que paralicen la producción y la vida económica.
Un ejemplo valioso, que subraya lo que decimos, se ha vivido con el proceso de huelgas en Francia durante el año pasado, en el que los trabajadores de las refinerías llegaron a poner al país al borde de la parálisis, con lo que eso suponía para la burguesía desde el punto de vista de sus beneficios y poder. Otro ejemplo están siendo las movilizaciones en el mundo árabe, donde la clase obrera, en países como Túnez y Egipto, ha desempeñado el papel fundamental en la caída de los regímenes dictatoriales. Exigir a los dirigentes sindicales de CCOO y UGT que rompan con la política de concesiones y “paz social” es fundamental. Aunque sufren un descrédito creciente por lo que han hecho y lo que no hacen, que se reflejó en las propias manifestaciones con pitidos hacia CCOO y UGT, no dirigirse hacia el movimiento sindical organizado sería un tremendo error, liberando a los dirigentes de los sindicatos de su responsabilidad de dar una respuesta frente a los ataques que esta sufriendo la clase trabajadora. Es necesario que toda la presión de este movimiento se oriente a exigir a los sindicatos la convocatoria de una nueva huelga general en defensa de las condiciones de vida de la mayoría de la población, algo que despertaría una enorme simpatía entre decenas de miles de delegados sindicales y afiliados de CCOO y UGT que también están muy descontentos con la política de sus dirigentes. La entrada en escena del movimiento obrero organizado reforzaría enormemente la lucha iniciada. Ese es el ejemplo que también nos proporcionan las experiencias de Portugal y Grecia.
Al señalar a los responsables de esta crisis hay que destacar que si hay alternativa, y una alternativa inmediata. Para ello es necesario poner sobre la mesa un nítido programa de reivindicaciones que se vinculen al objetivo de la transformación social, que inevitablemente tiene que pasar por poner bajo el control de los trabajadores los recursos de la sociedad, empezando por la expropiación de los grandes bancos y multinacionales. De esta manera reducir drásticamente el desempleo, lograr una vivienda digna para la juventud, disfrutar de una sanidad y una enseñanza pública de calidad, entre otras cosas, sería complemente posible. La experiencia es concluyente: no puede haber capitalismo de rostro humano. Este sistema no es reformable, hay que derrocarlo, y para ello, las luchas parciales, las movilizaciones y las huelgas deben suponer un medio para organizar más y mejor a los trabajadores, los jóvenes y los parados, a la mayoría de la población, elevar su nivel de conciencia y defender un programa que vaya a la raíz del problema.
Después de las movilizaciones del domingo, es necesario dar continuidad al movimiento de protesta. Para ello hay que tener una estrategia de lucha y un programa político. La burguesía sí está organizada, y discute meticulosamente su táctica en la lucha de clases. Los jóvenes y trabajadores también tenemos que organizarnos, prepararnos, tal y como hace la burguesía, para defender nuestras condiciones de vida. El hecho de que se desencadene un movimiento de esta naturaleza resulta enormemente positivo, resaltando la fuerza de la juventud y los trabajadores para poder cambiar las cosas. Las movilizaciones que se están produciendo en el Estado español se enmarcan en el contexto mundial de la lucha de clases, siguiendo la estela de Grecia, Francia, Portugal o los países árabes. Pero en todos estos casos, y especialmente en este último, vemos que el proceso no va a ser sencillo, y que el movimiento obrero y la juventud van a tener que vencer enormes obstáculos. Este es el programa que defendemos los jóvenes trabajadores de la corriente Marxista Revolucionaria (El Militante) en el movimiento obrero y juvenil, y en la lucha de clases. ¡Construye con nosotros una alternativa de clase, revolucionaria y socialista!