El próximo domingo 26 de mayo junto a las elecciones municipales y las autonómicas en 12 Comunidades Autónomas, se celebrarán las elecciones al Parlamento europeo.

Estas van a tener lugar en un contexto de profunda crisis de la Unión Europea (UE), con el Brexit amenazando con provocar un potente terremoto de consecuencias imprevisibles para su futuro y en un momento en el que el rechazo hacia las instituciones europeas, entre amplios sectores de la población, es más alto que nunca.

Por su parte, en un intento de mejorar su desprestigiada imagen entre millones de ciudadanos europeos,  los medios de comunicación, los líderes de los principales partidos políticos, seguidos del ya habitual enjambre de tertulianos de todo tipo, llenan horas en la televisión y en la radio, así como cientos de páginas en la prensa, tanto en la impresa como en la digital, insistiendo en las supuestas bondades de las instituciones europeas. Según ellos, la UE ha traído grandes beneficios a los europeos y es necesario defender este espacio que califican de baluarte de la defensa de los derechos humanos, los derechos sociales y el estado del bienestar.

De este coro de aduladores, la socialdemocracia europea, destaca por su fervor

El PSOE, en el Estado español se encuentra entre los más entusiastas. Así en su programa para estas elecciones europeas podemos encontrar la siguiente frase: “La UE es el único lugar del mundo donde existe un triángulo virtuoso entre democracia, progreso económico y estado del bienestar”.

Por su parte la posición de Podemos es la traducción al ámbito europeo, de su postura frente a las instituciones en el Estado español; para la formación morada, el problema del Parlamento europeo, la Comisión europea o el Banco Central Europeo (BCE), no es que sean instrumentos que por su propia naturaleza están al servicio de los intereses de las grandes empresas y de las todopoderosas entidades financieras; insisten en que de lo que se trata, como explican en su programa, es de sustituir a personas que dieron “una respuesta insuficiente e irresponsable a la crisis de 2008 y no estuvieron a la altura”, por gente honrada y capaz. Con este planteamiento, lejos de clarificar su verdadero carácter, ante la clase trabajadora y los sectores más desfavorecidos de la población,  contribuyen a la ceremonia de la confusión orquestada por los propagandistas de la burguesía para intentar encubrir que la UE defiende los intereses de los capitalistas y que esa es su labor y su razón de ser. 

Una UE en defensa de los intereses del capital

La realidad es bien distinta a como nos la presenta la burguesía europea, sus medios de comunicación, la socialdemocracia y sus sucedáneos.

Las instituciones de la UE, junto con los Gobiernos de París, Berlín, Londres, Roma o Madrid, han azuzado la legislación más racista y xenófoba de la historia reciente, han propiciado todo tipo de leyes antisindicales, reformas laborales y han recortado brutalmente nuestros derechos democráticos.

Mientras, las instituciones europeas, con el BCE a la cabeza han regalado cientos de miles de millones de euros a los grandes capitalistas y la riqueza de una minoría de multimillonarios no ha dejado de crecer obscenamente.

Es importante recordar que los ataques a los derechos laborales, los recortes y privatizaciones y el proceso de destrucción del estado del bienestar, no se iniciaron con la recesión de 2008, aunque es indudable que esta si provocó un salto cualitativo en la profundidad, intensidad y rapidez de estos ataques.

El Tratado de Maastricht, firmado en 1992, reforzó la política de privatizaciones, que ya venía aplicándose en toda Europa, así como los recortes en los servicios públicos y en las condiciones laborales, provocando el hundimiento de los niveles de vida de los trabajadores.

En países como Portugal, Irlanda o el Estado español, las subvenciones europeas, que sirvieron, entre otras cosas, para modernizar  infraestructuras, tenían también la función política de intentar enmascarar la agresiva política de privatizaciones, recortes de derechos laborales y de servicios sociales, que estaban sufriendo.

La clase obrera de las principales potencias europeas (Alemania, Francia, Gran Bretaña, etc), también fue víctima de esta política.

Las consecuencias de estas medidas, es lo que explica esta amplia desafección de las masas hacia la UE; es lo que denunciaron, por ejemplo, millones de británicos en junio de 2016 con el apoyo al Brexit.

Los medios de comunicación presentaron la victoria del Sí al Brexit, como un SÍ al racismo, la xenofobia y el aislacionismo. De esta manera, la burguesía, la derecha tradicional y la socialdemocracia, pretendió esconder que millones de jóvenes y trabajadores se manifestaron en esta votación dando un portazo a la Europa del capital y la austeridad. Más allá de que sectores reaccionarios de clase media—la base tradicional del ala de extrema derecha y euroescéptica de los tories— y de que capas muy atrasadas y minoritarias de los trabajadores se hicieron eco de la demagogia racista, millones de trabajadores y jóvenes emitieron un grito de rabia y furia contra Cameron, el entonces primer ministro británico de derechas (tory) y su política de recortes. El referéndum puso todavía más en evidencia la profunda crisis social y política que padece el capitalismo británico, que lejos de resolverse se profundiza. Tras meses negociando un acuerdo de salida de la UE, el Gobierno de la actual primera ministra Theresa May y el Partido Conservador se encuentran sumidos en una crisis histórica, que amenaza con traer graves consecuencias para el futuro de la UE.

Una Europa unida sobre bases capitalistas, es una utopía reaccionaria

Otro aspecto importante del que el propio Brexit es un reflejo, son los enfrentamientos entre las burguesías de los distintos países que conforman la UE. De hecho podemos afirmar que el proceso de unificación europea quedó paralizado tras la crisis de 2008. Desde entonces las divisiones han ido en aumento hasta colocar un gran signo de interrogación sobre su futuro. La crisis económica está llevando a que las tensiones entre las potencias más poderosas aumenten extraordinariamente. Estas tensiones, que surgen de la defensa de los intereses de cada burguesía nacional, en un contexto de reducción de los mercados y por lo tanto de endurecimiento de la lucha por ellos, están carcomiendo relaciones económicas y políticas que la clase dominante construyó durante décadas.

La profundización de la crisis capitalista con el estallido de la recesión en 2008, es el caldo de cultivo que está alimentando todo tipo de conflictos diplomáticos, económicos y militares, en todo el mundo. Los países miembros de la UE no están escapando. El chovinismo nacional está germinando y en un contexto de máxima polarización social, con sectores de las capas medias girando a la derecha, frustradas y golpeadas por la crisis, está alimentando el desarrollo de formaciones populistas de derecha y de ultraderecha, sobre todo en el frente electoral. Estas recurren a la demagogia para disfrazarse de una opción “antisistema” y conectar con la rabia, la frustración y la desmoralización de amplias capas de la población. El avance de estas formaciones, también se ha visto favorecido por las políticas antiobreras de la socialdemocracia tradicional  y por el fracaso de las organizaciones que han surgido al calor de la respuesta de la clase obrera europea a las políticas de recortes. Podemos, Syriza, etc, fueron creadas para  que llevaran adelante cambios profundos y lo que han hecho hasta ahora, no ha sido otra cosa que apuntalar al sistema frustrando las grandes expectativas de cambio que existían entre la población.

La crisis vino a poner encima de la mesa con un puñetazo, todas las contradicciones que ya se encontraban latentes entre las distintas burguesías y entre las clases. Estas contradicciones tenderán a incrementarse, teniendo en cuenta, además, que la posibilidad de una nueva recesión para el capitalismo mundial y europeo, cobra cada vez más cuerpo.

En definitiva, como el marxismo ha explicado en multitud de ocasiones, unos Estados Unidos de Europa bajo el capitalismo es algo utópico y reaccionario.

Por los Estados Unidos Socialistas de Europa

Para la clase obrera, indudablemente es muy importante frenar en todos los frentes, incluido el electoral, el ascenso de la derecha y la ultraderecha. El 26 de mayo debemos votar a las organizaciones de izquierda y cortar el paso a la reacción, como ya hicimos el pasado 28 de abril.

Pero esto sólo es un aspecto de la cuestión. Nuestra lucha va mucho más allá. Defender realmente los intereses de la clase obrera y de los sectores más desfavorecidos de la población, exige romper definitivamente con el capitalismo y sus instituciones.

La primera tarea de cualquier representante de los trabajadores, en este caso en el Parlamento europeo, es la de denunciar a este organismo, como lo que en esencia es, una institución sin poderes, cuya única función real, es la de servir de fachada para enmascarar la dictadura de las grandes multinacionales. Estas son las que de verdad gobiernan y a las que todas las instituciones europeas rinden cuentas. Sobre esta premisa, las organizaciones de izquierda deben organizar la lucha contra los recortes sociales, contra la pérdida de derechos laborales, contra la política racista hacia los inmigrantes y refugiados, etc.

Europa cuenta con la capacidad para crear riqueza suficiente para garantizar unas condiciones de vida digna para todos. El problema es que esta está al servicio de los intereses de una minoría parásita que acumula grandes riquezas, mientras la mayoría de la población ve como su calidad de vida empeora paulatinamente.

La democracia y soberanía real sólo pueden venir de la mano de una Europa en la que los medios de producción, las grandes empresas y los grandes bancos, sean propiedad pública. Además estos deben estar controlados por los trabajadores y al servicio de la sociedad con el objetivo de satisfacer  las necesidades de la mayoría, en definitiva una Europa socialista. Esta es la única política realista para defender los intereses de la mayoría de la población.

Hoy más que nunca están vigentes las palabras escritas por León Trotsky en 1929: “A través de la oposición, la vanguardia del proletariado europeo les dice a los actuales gobernantes: para unificar Europa es necesario antes que nada arrancar el poder de vuestras manos. Nosotros lo haremos. Nosotros unificaremos a Europa. Nosotros la unificaremos contra el mundo capitalista hostil. Nosotros la transformaremos en una poderosa base de apoyo del socialismo combativo. Nosotros la convertiremos en la piedra angular de la Federación Socialista Mundial”.

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