La entrada de Podemos en el Gobierno ha adelantado en un año la III Asamblea Ciudadana, que se celebrará el 21 de marzo, con el fin de justificar la coalición con el PSOE y “ajustar” el partido a las necesidades de unos dirigentes convertidos ya en “hombres y mujeres de Estado”. Así lo proclaman sin disimulo desde la dirección morada: “Los documentos que tenemos están hechos para ser un partido de oposición. Adaptarlos a un partido de gobierno es una de las claves de esta asamblea”.
Efectivamente, su participación en las tareas gubernamentales junto a la socialdemocracia representa un salto cualitativo en el abandono del perfil rupturista y combativo con que surgió Podemos. Pasar de representar un movimiento de masas histórico —iniciado el 15M de 2011 y que se extendió con las mareas sociales, Marchas de la Dignidad, huelgas generales…— y que proclamaba su decisión de confrontar con la casta política y económica del sistema, para transformarse finalmente en un gestor “progresista” del régimen exige necesariamente “ajustes” de gran calado.
¿Es la Constitución un medio para frenar a la reacción?
Los argumentos centrales de Pablo Iglesias y de la dirección para pactar la colación con el PSOE han sido fundamentalmente dos. Frenar a la extrema derecha y obligar a la socialdemocracia a hacer una política de izquierdas en beneficio de la gente.
Respecto al primero, Pablo Iglesias ha sido claro: “La Constitución del 78, con todos sus defectos, contiene artículos que son la mejor vacuna para defender a las mayorías sociales del auge de la extrema derecha”. Son sus palabras en un acto el pasado mes de diciembre en la Facultad de Derecho de la Complutense de Madrid. En el mismo también reconocía que Podemos había nacido impugnando al régimen del 78, pero ahora “cuando hay un reforzamiento de las fuerzas reaccionarias, no es el momento del rupturismo sino del posibilismo”.
¿De qué posibilismo nos habla Iglesias? Tras el periodo de lucha de clases más intenso desde los años setenta del siglo pasado, cuando la crisis capitalista y la polarización social han desnudado el fraude de los pactos de la Transición, los dirigentes de Podemos y de Izquierda Unida descubren las bondades del régimen capitalista y de su ordenamiento jurídico e institucional. Cuarenta años después se copia la misma política de Santiago Carrillo y Felipe González.
Pablo Iglesias cree que la Constitución es el medio más eficaz para defender a las mayorías sociales y frenar a la extrema derecha. Pero, si es así, ¿por qué Santiago Abascal, Pablo Casado o Inés Arrimadas alaban esa misma Constitución con tanto ardor?
Este texto, que tanto aprecia la “casta”, sancionó la monarquía impuesta por la dictadura otorgándole mecanismos extraordinarios para intervenir políticamente. Lo hemos visto con el artículo 155 y el papel del rey encabezando la ofensiva contra el pueblo catalán. Pero hay mucho más. Señala a las Fuerzas Armadas como garantía de la “sagrada unidad de la patria” negando el derecho de autodeterminación. Garantiza la economía de mercado y antepone el pago de la deuda a la banca por encima del gasto público. Todos los artículos que se refieren genéricamente a los derechos sociales son incumplidos sistemáticamente con el respaldo de todos los tribunales y la legalidad del 78.
No cabe mayor fraude que presentar la Constitución, y el régimen capitalista que ampara, como un punto de apoyo para frenar a la extrema derecha. El avance de Vox, como de toda la extrema derecha en Europa, ha sido allanado por años de recortes sociales salvajes, por una desigualdad lacerante, por la descomposición de una democracia burguesa al servicio de los privilegios de la oligarquía, y por el nacionalismo españolista. Y el PSOE ha tenido una responsabilidad cardinal en todo ello.
No, al fascismo y a la reacción se les derrotará desplegando la fuerza de la clase obrera mediante la lucha de masas, y defendiendo un programa socialista que sirva para poner fin a los recortes, a los ataques a nuestras condiciones de vida y a la ofensiva contra los derechos democráticos.
¿Hará la socialdemocracia una política de izquierdas?
Pablo Iglesias ha insistido que la entrada de Podemos al Gobierno es la garantía para que el PSOE gire a la izquierda. Pero en realidad es justo al revés: su participación es una garantía a la socialdemocracia, y a la clase dominante, de que Podemos se aparta definitivamente de la calle y de una política anticapitalista.
Dado el panorama de parálisis económica y enorme malestar social, atrapar a Podemos en los mecanismos de la política institucional y del cretinismo parlamentario no es algo anecdótico para el PSOE ni para la burguesía que, como siempre hace con las organizaciones reformistas, primero las usa y cuando ya están suficientemente desprestigiadas las tira a la basura.
Renunciando a la fuerza del movimiento obrero y la juventud para transformar la sociedad, Iglesias recurre al argumentario del reformismo más estéril e impotente. Aquí están sus propias declaraciones: “Hay que hacer entender, empezando por la militancia y el votante, que esto va poco a poco (...). Hay que hacer cambios poco a poco para que nuestras políticas sean más aceptadas”. ¿Más aceptadas, por quién? ¿Por la patronal, por la banca?
Si Iglesias piensa que el camino es subir 50 euros el SMI pero manteniendo la reforma laboral del PP, quitar la religión como asignatura evaluable pero regalando miles de millones de subvenciones a la enseñanza concertada, o subir cuatro al mes euros la pensión media a cambio de alargar la edad de jubilación, por poner tres ejemplos sucintos de la gestión gubernamental de estos meses, estamos realmente apañados.
Los dirigentes de Podemos señalan en el documento presentado a la Asamblea que una de sus prioridades será “demostrar más que nunca que somos una fuerza confiable para estar en el Gobierno”. Más claro agua. Para la socialdemocracia hacer algunas concesiones menores, que no cambian el fondo de su agenda neoliberal, son una verdadera ganga. Si Podemos acepta jugar el papel de pata izquierda en un Ejecutivo cuyas carteras clave están en manos del poder económico español y europeo, si traga con el mantenimiento del equilibrio presupuestario (es decir, con la política de recortes sociales), con la negativa al derecho a la autodeterminación, con la impunidad de los torturadores y represores que siguen activamente incrustados en el aparato estatal, con la legislación represiva heredada del PP, con las políticas racistas de las devoluciones en caliente, con los desahucios, con el deterioro de la enseñanza pública y el cierre de la universidad a las familias trabajadoras, con aplausos al rey o tapando sus vergüenzas y corruptelas… el negocio es redondo.
El nuevo “código ético” o los privilegios de la política burguesa
Esta III Asamblea pretende subordinar el partido a su nueva condición gubernamental. Al respecto la experiencia histórica es concreta: a una política socialdemócrata y reformista corresponde un modelo de partido reducido a una maquinaria electoral, a la supresión real de la democracia interna, y un modo de vida privilegiado para sus dirigentes (altos sueldos, grandes viviendas, coches oficiales, dietas… que nada tienen que ver con la vida cotidiana de las familias trabajadoras).
Obviamente, la maquinaria del Estado está muy bien engrasada, y asimilar a los dirigentes de las organizaciones de izquierdas ha sido, y sigue siendo, una de las principales vías para que la burguesía asegure su dominio.
La eliminación del tope salarial para los cargos de Podemos, prevista en la reforma de su código ético, es un paso evidente en esta dirección. Y hay que decir, francamente, que la forma en que se está defendiendo es una vergüenza.
Hasta ahora existía “formalmente” un tope salarial equivalente a tres SMI, y ningún cargo público estaba obligado a hacer ninguna donación si cobraba menos de esa cantidad. Según el nuevo documento ético del equipo de Pablo Iglesias, “el SMI deja de ser un marco de referencia válido para la limitación salarial de nuestra organización. A partir de ahora, las donaciones serán realizadas mediante porcentajes del salario percibido en función de las responsabilidades asumidas”.
Es increíble la cantidad de subterfugios que se utiliza para encubrir el verdadero propósito: asegurar definitivamente los privilegios salariales dentro de Podemos y consolidar un aparato burocrático que garantice su apoyo incondicional a la dirección. Un aparato que se sacuda cualquier responsabilidad de presentar cuentas a la militancia, que no podrá ejercer ninguna forma de control más allá de votar por Internet en las consultas que un reducido equipo de dirigentes decida. Hay que recordar cuál fue la deriva del PSOE iniciada con Felipe González: primero se renunció a los principios y se abandonó el marxismo; después se justificaron todas las concesiones a los capitalistas y, paralelamente, se impuso el arribismo y los privilegios materiales para los cargos y funcionarios del partido. El resultado lo hemos pagado duramente.
La dirección de Podemos ha presentado el cambio como “un nuevo criterio de limitación salarial”. Pero esto es sencillamente falso. Lo que se hace es eliminar cualquier limitación por arriba, es decir, deja de haber un tope máximo de los ingresos que los representantes públicos pueden obtener de sus variadas actividades y de simultanear diferentes cargos. Respecto a las donaciones, el nuevo código es transparente: “serán realizadas mediante porcentajes del salario percibido en función de las responsabilidades asumidas”. Aunque no hay nada escrito al respecto, en declaraciones a la prensa se ha “comentado” que el porcentaje podría situarse entre un 5% y un 30% ¡¡como máximo!!
Incluso en el caso de que se aplicara el 30% a los ingresos más altos, que pueden rondar los 100.000 euros anuales o más, la remuneración resultante no tendría nada en común con la que perciben la inmensa mayoría de los trabajadores y jóvenes, pero sí mucho con la que recibe cualquier político burgués.
¿Tan pronto se han olvidado de los sacrificios cotidianos de millones de trabajadores, pensionistas y jóvenes de los barrios obreros que sufren la precariedad, el desempleo, los desahucios,…? Pero, ¿por quiénes nos toman Pablo Iglesias, Irene Montero o Alberto Rodríguez? ¿Por idiotas?
Esa medida es indicativa del giro a la derecha que se ha ido fraguando en estos seis años de existencia, y que tendrá en esta tercera Asamblea un punto de inflexión. También de la profundidad del divorcio de la dirección de Podemos con las mejores tradiciones del movimiento obrero. ¿Cómo se creen que se financiaron los partidos, sindicatos y movimientos de la izquierda en la lucha contra la dictadura? Con el sacrificio militante de quienes apenas tenían recursos, pero sí dignidad de clase y voluntad revolucionaria. Si se quiere representar a la clase obrera y a la juventud no se puede vivir como un privilegiado. Nuestra consigna hoy y siempre es: ¡Diputado obrero, sueldo obrero!
El camino elegido por el equipo dirigente de Podemos pone de nuevo sobre la mesa una gran lección histórica: o se defiende una alternativa revolucionaria al capitalismo con todas las consecuencias o se acaba siendo un servidor del sistema. Su conversión a las reglas del sistema es la prueba de un fracaso político. Aquellos que quieren cuadrar el círculo, conciliar intereses irreconciliables y construir “un capitalismo con rostro humano” basado en el “realismo”, lo que hacen es apuntalar a nuestros opresores y poner obstáculos en el avance de la conciencia y la organización. Pero la lucha de clases no da tregua: hoy más que nunca hay que construir una izquierda revolucionaria que no ceda, que no renuncie y que levante con fuerza la bandera del socialismo. Tenemos la fuerza para hacerlo. ¡Sí se puede!