“Es evidente que ha crecido la distancia abismal entre la ciudadanía y sus representantes. La política, como nosotras la entendemos, es otra cosa: es diálogo, empatía, resolver problemas y mejorar la vida de la gente. (…) Somos muchas las que nos negamos a dejarnos vencer por el pesimismo o el “sálvese quien pueda” que determinados discursos de la derecha pretenden instalar”.
Ada Colau se pronunciaba así en el encuentro Otras Políticas celebrado en Valencia junto a Yolanda Díaz, Mónica Oltra, Mónica García y Fatima Hamed. El acto ha generado una gran expectativa y ha sido ampliamente difundido por los medios de comunicación. Como parte del lanzamiento de la nueva plataforma electoral que encabezará Yolanda Díaz, y a la vista del agotamiento del proyecto de Podemos, enmarañado en blanquear las políticas a favor del régimen del 78 y del Ibex 35, las ideas que Colau y sus compañeras nos han propuesto no son tan nuevas.
Pero más allá de como suene la música, lo importante son la letra y los hechos. Ada Colau no es una cara nueva de la política, lleva ya muchos años de alcaldesa de Barcelona y podemos hacer un balance de lo que nos ha ofrecido su gestión.
El “municipalismo” al servicio del poder empresarial
Partiendo de sus palabras preguntamos: ¿Realmente ha “empatizado” Ada Colau con los problemas de la gente? ¿Por qué predomina el pesimismo y el “sálvese quien pueda”? ¿Qué papel y qué responsabilidad tiene en todo eso la alcaldesa de la segunda ciudad más grande del Estado?
Desgraciadamente mucha. La Ada Colau que lideró la lucha contra los desahucios y que llamaba a desobedecer y movilizarse para cambiar las leyes y sentencias injustas del régimen del 78, aparece hoy como una firme defensora de la real politik, de esa política que obliga a “tragarse sapos” a UP en el Gobierno de coalición, justificando los chanchullos y pactos podridos que siempre han caracterizado la política burguesa.
Su recientes declaraciones intentando justificar el voto de UP a dos jueces corruptos y ultraderechistas como Arnaldo y Espejel para el Tribunal Constitucional son un claro ejemplo: “Gobernar tiene contradicciones porque tienes que hacer acuerdos en cosas en las que clarísimamente no estás de acuerdo”. Entonces ¿de esto trataba la nueva política? ¿De abandonar los principios para llegar a acuerdos con la derecha en nombre de una supuesta razón de Estado de la que siempre salen ganando los poderes fácticos ?
Pese a las declaraciones más o menos grandilocuentes sobre justicia social, feminismo, ecologismo, etc, a las que nos tiene acostumbrados Ada Colau y los comunes desde el Ajuntament de Barcelona, lo cierto es que su coalición con el PSC ha mandado al baúl de los recuerdos sus principales promesas. Ada Colau nos habla del “municipalismo”, de una política cercana a la gente, pero todo queda en un lema vacío, de diseño periodístico, mientras los acuciantes problemas que padecemos en el día a día quedan pendientes de resolver.
Bajo la gestión de Ada Colau, Barcelona sigue siendo la ciudad del Estado donde más desahucios se ejecutan: 1028 en 2020, un 17,9% de todos los de Catalunya. Entre 2014 y 2019 los precios de los alquileres se han incrementado en un 42% y las familias vulnerables tienen que dedicar el 42% de su sueldo al alquiler. Uno de cada cuatro habitantes de la ciudad es pobre, y la pobreza extrema golpea al 12% de la población. La pobreza infantil es del 34,4%, superior a la media de Catalunya (32,8%), del Estado español (30,3%) y de Europa (23,4%)
Intentar justificar los escasos éxitos de la política de vivienda, 2.000 nuevos pisos “públicos” en 6 años, culpando a la Generalitat y al Gobierno central por la falta de competencias, solo muestra las dramáticas consecuencias de una renuncia escandalosa a la movilización social y a enfrentar a los grandes especuladores urbanísticos que poseen la ciudad a su antojo.
Otro aspecto relevante de una gestión al servicio de los intereses de la élite patronal, han sido las políticas laborales y sociales del Ajuntament. El gobierno de Colau ha rechazado sistemáticamente la municipalización de diferentes servicios públicos exigida por colectivos de trabajadores y sindicatos, manteniendo e incluso ampliando la privatización y externalización de servicios. Las consecuencias: precarizar el servicio, los salarios y las condiciones laborales, y llenar los bolsillos de los empresarios que se hacen con las licitaciones. El caso más reciente ha sido la concesión del Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) a Domus Vi, empresa controlada por fondos de inversión radicados en un paraíso fiscal, y que fue denunciada por negligencia y maltrato laboral durante la pandemia en centros de ancianos bajo su gestión. Ada Colau lo ha firmado sin despeinarse.
La lucha de los bomberos y otros trabajadores municipales por un convenio justo, la huelga indefinida de trabajadoras y trabajadores del 010 en 2019 contra la brutal explotación de la empresa privada concesionaria del servicio, o la denuncia de la CGT de parques y jardines por persecución sindical contra compañeras que sufrieron acoso sexual, son algunos ejemplos de los conflictos laborales que ha puesto en la picota al Ajuntament de Ada Colau,
Pero los abandonos no solo afectan a la política municipal. La negativa de Ada Colau a defender consecuentemente el derecho a decidir, y su discurso equidistante entre aquellos que luchamos por la República catalana y los defensores del régimen del 78 ¿a quiénes ha beneficiado? Ada Colau señalaba recientemente que el proceso independentista había hecho “mucho daño”, que había que dejarse de “tonterías” y que “no hay ninguna condición para plantear un referendo a corto plazo”[1]. Entonces ¿es mejor bajar la cabeza y seguir dominados por los mismos poderes estatales que han demostrado su carácter franquista y cuya única receta es la represión?
Para millones de trabajadoras y trabajadores que seguimos sufriendo despidos masivos y desahucios, pobreza, machismo y exclusión social no hay alternativa. Las palabras que no se corresponden con hechos ni nos dan de comer, ni nos permiten acceder a una vivienda, ni nos garantizan empleos de calidad, ni acaban con la pobreza, ni con el racismo, ni frenan a la derecha. Por eso mismo solo nos queda una opción: luchar en las calles y levantar una alternativa de izquierdas consecuente, que verdaderamente transforme nuestras condiciones de vida.
[1] ttps://elpais.com/espana/catalunya/2021-09-06/ada-colau-no-hay-ninguna-condicion-para-plantear-un-referendum-a-cortoplazo.html