El pasado 2 de septiembre salía a la luz un nuevo caso de infiltración policial en movimientos sociales de izquierda desvelado, tras una investigación conjunta, por los medios de comunicación alternativos La Directa y El Salto.
Durante más de 20 años, María Ángeles G. A. (policía nacional) trabajó de forma encubierta para la policía bajo la falsa identidad de "Marta de Aranjuez" —también conocida como "La Estupa"— integrándose en distintos espacios políticos de la izquierda madrileña.
Un nuevo caso de infiltración policial en organizaciones sociales que luchan contra la represión que vuelve a demostrar que no se trata de casos aislados. Desde 2022 se han destapado otros ocho, confirmando que nos encontramos ante una práctica habitual llevada a cabo desde siempre por “los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado”, continuada, impulsada y amparada por el Ministerio del Interior del Gobierno autodenominado progresista de PSOE y Sumar.
Una nueva operación policial contra los movimientos sociales ha quedado al descubierto, haciendo evidentes los esfuerzos de los poderes del Estado para que nada cambie, mientras desde el Ejecutivo y el Ministerio dirigido por Marlaska afirman estar preocupados ante el auge de la ultraderecha. Resulta paradójica esta “preocupación” cuando, por un lado someten al escrutinio policial más invasivo a las organizaciones de izquierda mientras, entre otras cosas, permiten que se firme y que pueda llevarse a la práctica, el acuerdo al que ha llegado el sindicato policial SUP con Desokupa, para que este entramado fascista imparta “cursos de formación” a miles de agentes de la policía nacional.
"Marta de Aranjuez", "La Estupa", una infiltrada veterana
Durante sus más de dos décadas como infiltrada al servicio del Ministerio del Interior, María Ángeles fingió ser una militante antifascista comprometida que se desplazaba desde Aranjuez para participar en movimientos sociales, como el Centro Social El Laboratorio, o Madres Contra la Represión, donde llevaba realizando su labor policial más de siete años.
A pesar del tiempo que María Ángeles llevaba haciéndose pasar por una ferviente antifascista, las integrantes de Madres contra la Represión percibieron claros indicios de que "Marta" era en realidad una agente de la Policía Nacional, para conmoción de sus compañeras.
Su trabajo como infiltrada consistía en estrechar relaciones con sus compañeras de lucha, creando para ello una falsa identidad diseñada para despertar la confianza de los miembros de las distintas organizaciones antirrepresivas en las que actuaba. María Ángeles cultivaba con su historia personal construida, un cariño y empatía que después explotaba sistemáticamente: "Nos mandaba fotos por el WhatsApp de sus hijos, de sus viajes. Me contaba que seguía muy enamorada de su ex, aunque este tenía serios problemas de adicciones", explica una de sus excompañeras de Madres Contra la Represión.
Tras las movilizaciones feministas del 8M de 2020, una persona de entera confianza, a partir de las fotos publicadas en redes, hizo saber a la organización que Marta era en realidad una policía nacional. Ante esta revelación, sus compañeras pusieron en marcha un plan para intentar demostrar su verdadera identidad. Para comprobar si su historia era cierta, trataron de conseguir su vida laboral. María Ángeles decía ser una trabajadora de la hostelería o de limpieza siempre en situaciones precarias e inestables. "Todas las compañeras compartieron su vida laboral excepto ella, que dijo que se había encontrado por la calle a un amigo suyo abogado y que le había explicado que todo estaba en regla".
Su respuesta confirmó las sospechas y "Marta" fue convocada a una reunión con el resto de compañeras, donde le plantearon sus sólidas sospechas de que era una policía infiltrada. "Primero nos dijo muy tranquila que le dijésemos su número de agente, una respuesta muy de policía y luego, tras decirnos que ella no llevaba toda la vida luchando para esto, simplemente se fue”, cuenta una de sus excompañeras. Sin hacer más esfuerzos por defenderse, María Ángeles simplemente abandonó los grupos.
Tras su expulsión de la organización, la agente mantuvo sus cuentas de twitter abiertas, desde las que comenzó a lanzar graves mensajes de contenido fascista, racista y machista, insultando a figuras públicas de la izquierda, publicando elogios a Díaz Ayuso y donde se mofaba de las secuelas psicológicas causadas a las víctimas de espionaje policial.
Frente a los movimientos que buscan el progreso social, el aparato represivo del Estado extiende sus redes de vigilancia y sabotaje allá donde la conciencia de clase se pone en movimiento. El Ministerio del Interior del Gobierno "más progresista de la historia" pone en su punto de mira a las organizaciones de izquierda para dividir y amedrentar a aquellos que se atreven a plantar la semilla de la organización, la lucha y la conciencia política. Quieren que nada cambie, quieren que acatemos su dogma: que el único camino posible es el marcado por la legalidad burguesa, que sólo podemos aspirar a las migajas que caigan del plato rebosante de la clase dominante.
Frente a sus ataques, nuestra respuesta es clara: ¡seguiremos luchando contra la injusticia, la represión, señalando la hipocresía del Gobierno, denunciando su connivencia con los poderes reaccionarios y construyendo una izquierda consecuente y combativa!