Tras el batacazo electoral de Izquierda Unida el pasado mes de marzo, Gaspar Llamazares presentó su dimisión como coordinador general de la coalición, pero se mantendrá en el escaño. Como señalamos en artículos anteriores, el descalabro electoral no es fruto únicamente de la labor de Gaspar Llamazares al frente de IU, sino la consecuencia directa de la política que durante estos años ha mantenido la organización. La dimisión de Llamazares por sí sola no solucionará la actual crisis por la que atraviesa IU, puesto que el problema no son las personas sino las ideas que éstas representan y defienden. Es más, aunque de cara a la próxima Asamblea Federal la dirección ha enviado tres documentos diferentes a los militantes, no encontramos diferencias políticas de fondo entre ellos. Lo que realmente hay tras estos textos es una disputa en torno a quiénes ocuparán los pocos cargos que quedan.

El problema es la política que defiende IU

El problema fundamental de IU está en la política que defiende en la actualidad, es decir, en la aceptación de la lógica del sistema capitalista. En el contexto en el que nos encontramos, de profunda crisis económica, la dirección de IU pretende implantar un sistema capitalista de rostro humano, con más intervención estatal, con más participación pública en la industria, más inversión en infraestructuras, etc., en definitiva una política clásica keynesiana. El problema de este razonamiento es que lo del socialismo con rostro humano sólo queda en la teoría y lo que ocurre en la práctica lo podemos ver con la vergonzosa actuación de Gaspar Llamazares ante el plan de rescate de la banca presentado por el gobierno de Zapatero. Lejos de oponerse a que se regalen miles de millones de euros a la banca, se conformó con exigir que el parlamento tuviera control sobre los mismos. En una nota de prensa publicada el 8 de octubre en la página web de Izquierda Unida podemos leer: "Llamazares pretende así que el Parlamento conozca de primera mano y pueda opinar sobre la medida anunciada" para que "se someta al control parlamentario" y se pueda evitar que el fondo de 30.000 millones de euros anunciado no corra el riesgo de convertirse en "un pozo sin fondo al carecer de cualquier tipo de control".
Es inadmisible que el máximo dirigente de IU esté de acuerdo en regalar miles de millones de euros a la banca si el parlamento tiene control sobre los mismos, mientras que la educación y la sanidad pública se deterioran y privatizan a pasos agigantados. Esta posición no varía mucho de la que tenían algunos miembros republicanos del congreso de Estados Unidos ante el plan de rescate de Bush. La cuestión central es que los diferentes textos políticos presentados por la dirección carecen de una crítica y una alternativa contundente a esta política.
Izquierda Unida debe dar un giro político de 180 grados, y empezar a defender la nacionalización de la banca y de los grandes monopolios sin indemnización salvo casos de necesidad comprobada, a luchar de forma activa dentro de los sindicatos por un sindicalismo combativo que movilice a la clase obrera en contra de la Directiva de las 65 horas y por la reducción de la jornada laboral a 35 horas sin reducción salarial, a exigir la nacionalización de las empresas que intenten cerrar bajo control de los trabajadores, etc... En definitiva, defender un auténtico programa socialista que en la actual situación de crisis es la única alternativa para que la clase trabajadora no pague las consecuencias de la crisis.

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