El IX Congreso se dará en un contexto totalmente diferente al de los últimos años. El aumento de los despidos, el cierre de empresas, la caída generalizada de los salarios, etc., conviven con las exigencias histéricas de la banca y la patronal para que el Estado garantice sus beneficios. En todo este proceso, la bochornosa parálisis de los dos sindicatos más importantes, que sólo aparecen para apoyar más o menos incondicionalmente este expolio general a los trabajadores, es el mejor ejemplo del fracaso de su política sindical.

El IX Congreso se dará en un contexto totalmente diferente al de los últimos años. El aumento de los despidos, el cierre de empresas, la caída generalizada de los salarios, etc., conviven con las exigencias histéricas de la banca y la patronal para que el Estado garantice sus beneficios. En todo este proceso, la bochornosa parálisis de los dos sindicatos más importantes, que sólo aparecen para apoyar más o menos incondicionalmente este expolio general a los trabajadores, es el mejor ejemplo del fracaso de su política sindical.

Toxo quiere ajustes, no cambios

Es en este escenario donde se desarrolla la actual pugna por la secretaría general entre Toxo y Fidalgo. En realidad, las concepciones sindicales de ambos candidatos han sido prácticamente idénticas, de hecho, Toxo ha ostentado la Secretaría de Acción Sindical en el equipo de dirección de Fidalgo desde 2004. Su coincidencia con respecto a la política sindical ha sido total, votando favorablemente y sin excepción todas las decisiones tomadas por la dirección del sindicato. La batalla de Toxo por dar un mayor peso a las federaciones, sobre las que tiene una mayor influencia, no es sino una expresión más de la lucha por obtener mayores cuotas de poder dentro de CCOO. Pero el apoyo recibido por Toxo de cara al congreso desde diversos sectores del sindicato refleja, en última instancia, el creciente malestar por la deriva derechista de Fidalgo. El desprestigio del secretario general, y sus constantes y chocantes flirteos con la derecha política, se ha convertido, probablemente, en un problema incluso para sectores del aparato, que han apostado por disputar la dirección del sindicato.
Si Toxo se hace con la dirección de CCOO su objetivo no será cambiar la línea política: "yo creo que lo que son los grandes ejes de la política del sindicato no están en cuestión. Hay que hacer algunos ajustes (...) pero no vamos a poner todo patas arriba", declaró a Público (10/11/2008). Y sigue: "...en gran medida  la función que tiene el diálogo social como fuente mayoritaria de reformas es compartido por la casi totalidad de la organización" . El problema es que en este momento el diálogo social, más que nunca, será la hoja de parra con el que se pretenderá encubrir nuevas contrarreformas y ataques a los trabajadores.
Pero una cosa son las intenciones de los distintos sectores de la burocracia sindical y otra muy distinta la dinámica real que implican los ataques durísimos que la patronal está decidida a lanzar contra los trabajadores, sin ninguna contrapartida. En situaciones de este tipo, incluso sectores del aparato, que en otro momento apoyaban incondicionalmente la línea oficial, comprenden que es necesario ofrecer una cierta resistencia, y tomar la iniciativa si no quieren ver peligrar sus intereses materiales. Llegado este momento, algunos, como parece ahora el caso de Fidalgo, se muestran incapaces ya de cambiar el rumbo que conduce hacia la colaboración de clases más abyecta. Sus últimas declaraciones, que recogíamos en el número anterior, no tienen nada que envidiar a las que hace la patronal.  Así, se comprende la facilidad con la que está dispuesto a sentarse nuevamente con ellos para negociar nuevas pérdidas de poder adquisitivo e incluso plantee que "cuando estemos saliendo de la crisis, podremos valorar si el mercado laboral requiere algún retoque para que nadie niegue un contrato a un trabajador aduciendo no sé qué rigideces".

Divorcio entre la dirección
y los trabajadores

Y es natural también que con estos planteamientos el abismo entre la dirección y la base sea cada vez mayor. La ausencia de participación y la merma de la capacidad de decisión de los afiliados en los distintos ámbitos, así como la incapacidad manifiesta del Sector Crítico para diferenciarse con claridad de los oficialistas ante los trabajadores, han sido motivos fundamentales para que, hasta el momento, las posiciones de Fidalgo aparezcan como "mayoritarias" y él mismo como "todopoderoso". Pero esa fortaleza tiene mucho de apariencia porque su dominio al frente de CCOO no se corresponde con el creciente descrédito de los dirigentes en los centros de trabajo.
Las últimas modificaciones introducidas en los estatutos de CCOO para dificultar la presentación de candidaturas alternativas a la oficial no son una muestra de fortaleza, sino de debilidad. Las medidas organizativas no son nunca eficaces para resolver un problema político, y tarde o temprano el movimiento encuentra la forma para hacer llegar su descontento a las cúpulas dirigentes.
El enfrentamiento entre Fidalgo y Toxo, que nace como una disputa por el "sillón", no podrá sustraerse al momento tormentoso que viviremos en el Estado español e internacionalmente. De hecho, las últimas declaraciones  de Toxo tienen ya un matiz diferente al tono deliberadamente neutro de Fidalgo. Así, en una intervención ante delegados de CCOO en Baleares afirmó que: "Esta crisis, que no ha sido generada por la acción de los trabajadores (...) no debe ser saldada con un perjuicio de los intereses de la mayoría de la sociedad en retroceso social o de los derechos laborales". También dijo que el sindicato "tiene que estar muy vigilante" para defender tanto el estado de bienestar y los sistemas de protección social que lo conforman, como "los derechos de los trabajadores tanto en el terreno de los salarios como de las normas laborales, en cuestiones como los despidos".

Presión cada vez mayor

En los próximos años las presiones por abajo en el sindicato se van a multiplicar debido a la profundidad de la crisis y a la brutalidad de los ataques de la burguesía. Toxo, en caso de ser elegido, se moverá en la cada vez más aguda contradicción de tener que movilizar para recuperar la autoridad de la dirección sindical y el pavor a que estas movilizaciones acaben desatando una dinámica que desborde los estrechísimos límites del "sindicalismo responsable".
Sea quien sea el próximo secretario general de CCOO, es indudable que se enfrentará a serias dificultades para mantener la línea de los últimos años. Las organizaciones de masas, y CCOO lo es, poseen una dinámica propia que en momentos críticos como este trasciende la voluntad de sus dirigentes. Es muy probable que más pronto que tarde, la ansiada paz social se rompa en mil pedazos, debido al aumento imparable de los despidos, expedientes de regulación, etc. En este contexto, las presiones para un giro a la izquierda también en CCOO aumentarán, favoreciendo así el trabajo de recuperación de nuestra sindicato  como un instrumento de lucha, democrático, combativo y capaz de organizar y movilizar a millones de trabajadores por sus derechos y por acabar con el sistema de explotación capitalista.

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