¡Por una alternativa socialista y revolucionaria!
Tan sólo hace dieciocho meses que comenzó la crisis de las subprime en EEUU y la recesión económica se extiende por todo el mundo a una velocidad imparable. En este tiempo, el conjunto de medidas económicas que los gobiernos de EEUU, la Unión Europea, Japón y China adoptaron para evitar el colapso general se ha mostrado completamente impotente. Billones de euros de fondos públicos se han gastado en el sistema financiero mundial sepultado por una montaña de deudas incobrables. De nada ha servido.
¡Por una alternativa socialista y revolucionaria!
Tan sólo hace dieciocho meses que comenzó la crisis de las subprime en EEUU y la recesión económica se extiende por todo el mundo a una velocidad imparable. En este tiempo, el conjunto de medidas económicas que los gobiernos de EEUU, la Unión Europea, Japón y China adoptaron para evitar el colapso general se ha mostrado completamente impotente. Billones de euros de fondos públicos se han gastado en el sistema financiero mundial sepultado por una montaña de deudas incobrables. De nada ha servido1.
Se realizó una cumbre para refundar el capitalismo sobre "bases éticas" y se acordó poner en marcha planes de inversión pública, obviamente con recursos mucho más modestos que los dedicados al salvamento bancario. Pero estos planes no han evitado un descenso rápido hacia la depresión. Finalmente, la Reserva Federal (FED) ha decidido el recorte de los tipos de interés al 0%, pero la deflación, el hundimiento del consumo y las bancarrotas empresariales continúan sin que los bancos presten capitales.
Crisis de sobreproducción
Durante años, el recurso permanente al crédito masivo y la desregulación de los mercados financieros alentaron el boom económico. Los capitalistas evitaron una recesión durante dos décadas sí, pero sólo a costa de crear las condiciones para una voladura de grandes proporciones. Ahora la espiral descendente hacia la depresión se ha activado y el interruptor no se encuentra por ninguna parte. El torrente de bancarrotas y cierres afecta no sólo a las pequeñas empresas sino a los buques insignia de la economía capitalista: Ford, General Motors, Nissan, Toyota, Mittal, Sony, Rio Tinto Minera, Basf, Philips y centenares más en todos los sectores productivos.
La crisis de sobreproducción se está manifestando en el recorte salvaje de la capacidad productiva instalada, arrojando a la fosa del desempleo a millones de trabajadores. ¿Está justificada esta orgía de destrucción de fuerzas productivas? Depende. Desde el punto de vista de los intereses de la inmensa mayoría de la humanidad no lo está. Lo que estamos viviendo representa una auténtica locura, un descenso a la barbarie. Desde el punto de vista de los intereses del capital sí, por supuesto, está completamente justificada para defender las tasas de ganancias de la burguesía.
Medidas proteccionistas
Todos los gobiernos capitalistas claman unánimemente por medidas coordinadas para salir del agujero, pero en la economía capitalista no hay amigos sólo hay negocios. La Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha concluido con un fracaso sonado. Que los acuerdos comerciales multilaterales sean sustituidos por pactos bilaterales entre Estados, en un mercado mundial cada día más saturado, es una expresión concluyente de que las guerras comerciales entre las naciones están cobrando fuerza2.
El enfrentamiento abierto en el seno de la UE entre Francia y Gran Bretaña, por un lado, y Alemania por otro, confirma estas tendencias al proteccionismo. El gobierno de Merkel se resiste con uñas y dientes a pagar los planes de "ayudas públicas" que la comisión europea ha elaborado. ¿Por qué tendría el capital alemán que sacar las castañas del fuego a otras naciones que además son competidoras en un mismo mercado? En la medida en que la crisis se agudice, se quebrará aún más la "unidad europea", cercada por los intereses contradictorios de burguesías nacionales que compiten en un mismo mercado.
Pero estos no son los únicos episodios de proteccionismo. En EEUU las ayudas estatales para evitar la suspensión de pagos de las empresas automovilísticas de Detroit (Ford, General Motors y Chrysler) no son más que una forma de competencia "desleal" contra las automotrices alemanas y japonesas. Si la Administración Bush, y la de Obama, apela al grito de guerra de "salvar los empleos estadounidenses" o, lo que en realidad encubre esta demagogia "salvar a los monopolios estadounidenses", ¿por qué no habrían de actuar de una manera semejante las burguesías alemana, japonesa, o francesa?
La clase dominante de Estados Unidos ha empezado a transitar un camino muy peligroso. Para evitar la amenaza de la deflación y no verse arrastrada a una espiral depresiva como la de los años treinta (colapso del consumo, de las ventas, de los beneficios, de las inversiones, cierres masivos de empresas y explosión descontrolada del desempleo), han rebajado los tipos de interés a un 0% nominal. Con esta decisión la FED ha quemado las naves de la política monetaria, pero ¿resolverá esta medida la situación? ¿Cambiará la tendencia de la economía hacia la recesión? Podemos arriesgarnos a afirmar que no, no lo hará. Que los tipos de interés estén bajos no provocará, de ninguna manera, que los bancos presten dinero a particulares o empresas de dudosa solvencia, algo que ya está ocurriendo en todos los países del mundo. Es más, en momentos donde la banca se aprovisiona de capital para hacer frente a sus números rojos y cubrirse contra la morosidad creciente, ¿por qué va a arriesgar sus recursos en préstamos a nuevas empresas cuando el mercado se está, literalmente, hundiendo? Esta decisión ha ido acompañada de planes para una inyección masiva de capital circulante, lo que provocará una nueva devaluación del dólar frente al euro y al yuan. ¿Así es como coordinan sus esfuerzos para salir de la crisis las grandes potencias?
Obama en la Casa Blanca
El pánico de la clase dominante norteamericana es comprensible. Después de décadas de socavar cualquier vestigio del Estado del bienestar; después de años de ataques despiadados contra los salarios y los empleos; después de convertir la sanidad y la educación en un negocio escandaloso para los grandes monopolios, de rebajar impuestos al capital y recortar salvajemente los gastos sociales; después del fracaso en la guerra imperialista de Iraq y Afganistán, de miles de soldados muertos..., el sueño americano está en ruinas. La furia de millones de trabajadores, jóvenes y sectores de las clases medias (afectados por el paro masivo, la pérdida de sus casas y la afrenta de unos planes de salvamento a favor de Wall Street pagados de su bolsillo) amenaza con convertirse en un movimiento de carácter revolucionario.
El triunfo de Obama es un reflejo directo de este cambio profundo que se está operando entre las masas y de la enorme polarización política del país. Pero es un reflejo distorsionado porque Obama, al fin y al cabo, es un instrumento de los grandes monopolios para hacer frente a esta coyuntura crítica.
Son muchos los que están haciendo comparaciones entre Obama y el presidente Roosevelt. Incluso Obama se ha presentado como un continuador de esta tradición, la del New Deal, cuando anunció el pasado 6 de diciembre un plan de inversiones públicas para crear 2,5 millones de empleos. Pero Obama, como Roosevelt en su momento, está completamente alejado de cualquier veleidad socialista y es un firme partidario de la libre empresa y la propiedad privada. En momentos determinados, cuando es necesario contener el descontento de la población, descafeinar su rabia y reorientar sus aspiraciones de cambio hacia la defensa del sistema capitalista, hombres como Obama y Roosevelt son imprescindibles. Cuando Roosevelt señaló en 1936 que "la amenaza más seria para nuestras instituciones proviene de aquellos que se niegan a enfrentarse a la necesidad de cambios", decía la verdad. Ahora es exactamente lo mismo.
Obama no sólo cosechó el apoyó de millones de norteamericanos pobres, trabajadores, jóvenes, parados, sectores de las clases medias defraudados, cautivados por las promesas de cambio. También obtuvo el respaldo de individuos como Collin Powell, antiguo secretario de Defensa con Bush y artífice de la invasión de Iraq, o de Zbigniew Brzezinski, fundador de la Comisión Trilateral y brazo de acero de Rockefeller, por señalar dos casos destacados, aunque la lista es muy amplia.
Cuando Obama sea proclamado presidente de los EEUU habrán transcurrido muchos días desde que se inició la masacre del ejército israelí contra el pueblo palestino en Gaza. En todo este tiempo, Obama ha guardado un silencio cómplice con la intervención sionista que le hace directamente responsable de la misma. No es ninguna casualidad. Como tampoco lo es su decisión de nombrar para su nuevo gobierno a destacados veteranos de la administración Clinton, o a conocidos republicanos como Paul Volcker de 81 años y que ha desempeñado cargos de alta responsabilidad en los gobiernos de cinco presidentes. Todos estos hechos demuestran a qué intereses servirá Obama.
Hacia una explosión
de la lucha de clases
El pasado boom de la economía mundial se ha sustentado en una explotación brutal de la clase trabajadora en todo el planeta. Lejos de aminorar el crecimiento de las contradicciones y las desigualdades, el boom las exacerbó. Y fueron esas condiciones materiales insoportables, incluso bajo un boom económico, las que estuvieron detrás del ascenso revolucionario en América Latina, de las luchas de masas contra la guerra imperialista en Iraq y de numerosas huelgas generales en Europa Occidental.
La crisis global del capitalismo ha puesto en marcha poderosas fuerzas que se desarrollarán formidablemente en los próximos meses y años. Las extraordinarias movilizaciones de la juventud y la clase trabajadora en Grecia y en Italia, que no han podido ser aplastadas por la represión, son tan sólo un anticipo de lo que ocurrirá en el mundo en el próximo periodo. Exactamente igual que la incursión criminal del ejército israelí en Gaza, que ha contado en todo momento con la colaboración de la burguesía europea y estadounidense, o la agresión imperialista en Iraq y Afganistán. Con estas intervenciones criminales en el mundo árabe la clase dominante no impedirá un movimiento explosivo de millones contra la bota imperialista.
No es tiempo de lamentaciones ni de escepticismo. Todos aquellos que pusieron el RIP al marxismo, que desconfiaron de la capacidad de lucha de los trabajadores y la juventud, que justificaron su deserción de las filas del socialismo culpando al movimiento obrero por su supuesto bajo nivel de conciencia, todos estos elementos serán barridos en los próximos años. Los acontecimientos se convertirán en la mejor escuela política para millones de jóvenes y trabajadores, que abrazarán las ideas del socialismo con devoción. Esta es la época del marxismo revolucionario e internacionalista, del combate por derrocar la pesadilla del capitalismo y abrir la senda del socialismo mundial.
¡Únete a la causa de la revolución socialista, a la Corriente Marxista El Militante!
NOTAS
1. "He abandonando los principios de la economía de mercado para salvar el sistema de economía de mercado". Quién así se expresa es George W. Bush. Y tiene razón. Después de comprobar que las tesis monetaristas y liberales han dado como fruto la mayor recesión económica en setenta años, no ha tenido ningún remilgo en utilizar todos los recursos del Estado para salvar a los grandes monopolios y la gran banca de la bancarrota. Esta intervención estatal no tiene nada que ver con el socialismo ni con la estatización de los medios de producción, y se ha conocido en otros momentos de la historia del capitalismo, precisamente en sus fases de crisis. Por otra parte, esta intervención contribuirá a aumentar el grado de concentración y monopolización del capital.
2. Las perspectivas del Banco Mundial señalan que el descenso en el volumen del comercio mundial en 2009 será superior al 2%, la primera vez desde 1982 que se registra una caída, y superior a la que tuvo lugar en 1975 que fue del 1,9%.