El 9º Congreso Confederal de CCOO, celebrado a mediados de diciembre, se zanjó con la derrota de José Mª Fidalgo en la pugna por la secretaría general: 484 votos frente a los 512 de su sustituto, Ignacio Fernández Toxo. Aunque por la mínima, esta derrota tiene un hondo significado. Que por primera vez un congreso de CCOO eche al secretario general ya es sintomático, pero la auténtica relevancia se la da el contexto en que se produce. No es ninguna anécdota que en un sindicato de la importancia de CCOO haya ocurrido esto durante los primeros compases de una grave recesión. Si la situación económica de 2008 hubiese sido como la de 2007, probablemente Fidalgo no habría perdido la silla. Aunque Toxo era el secretario de Acción Sindical del propio Fidalgo en el mandato saliente, esto no le resta importancia al cambio operado. La derrota de Fidalgo es un mensaje en sí misma.

El 9º Congreso Confederal de CCOO, celebrado a mediados de diciembre, se zanjó con la derrota de José Mª Fidalgo en la pugna por la secretaría general: 484 votos frente a los 512 de su sustituto, Ignacio Fernández Toxo. Aunque por la mínima, esta derrota tiene un hondo significado. Que por primera vez un congreso de CCOO eche al secretario general ya es sintomático, pero la auténtica relevancia se la da el contexto en que se produce. No es ninguna anécdota que en un sindicato de la importancia de CCOO haya ocurrido esto durante los primeros compases de una grave recesión. Si la situación económica de 2008 hubiese sido como la de 2007, probablemente Fidalgo no habría perdido la silla. Aunque Toxo era el secretario de Acción Sindical del propio Fidalgo en el mandato saliente, esto no le resta importancia al cambio operado. La derrota de Fidalgo es un mensaje en sí misma.El 9º Congreso Confederal de CCOO, celebrado a mediados de diciembre, se zanjó con la derrota de José Mª Fidalgo en la pugna por la secretaría general: 484 votos frente a los 512 de su sustituto, Ignacio Fernández Toxo. Aunque por la mínima, esta derrota tiene un hondo significado. Que por primera vez un congreso de CCOO eche al secretario general ya es sintomático, pero la auténtica relevancia se la da el contexto en que se produce. No es ninguna anécdota que en un sindicato de la importancia de CCOO haya ocurrido esto durante los primeros compases de una grave recesión. Si la situación económica de 2008 hubiese sido como la de 2007, probablemente Fidalgo no habría perdido la silla. Aunque Toxo era el secretario de Acción Sindical del propio Fidalgo en el mandato saliente, esto no le resta importancia al cambio operado. La derrota de Fidalgo es un mensaje en sí misma.

La era Fidalgo fue una época nefasta para CCOO y para los trabajadores porque durante ella asistimos a una auténtica aberración sindical: a pesar de que el crecimiento del PIB español fue algunos años el mayor de Europa, los trabajadores no nos vimos beneficiados por esa ingente cantidad de riqueza creada por nuestro trabajo. Al contrario, la posición relativa de la clase obrera empeoró.
Este dato demuestra la absoluta bancarrota del modelo sindical representado por Fidalgo. No hay mayor descalificación para una dirección sindical que el hecho de que en una situación económica boyante -o sea, con unas condiciones objetivas favorables para obtener mejoras- no haya sido capaz de conseguir que la clase obrera se llevase una parte de la tarta. Si no hubo una revuelta contra la burocracia sindical fue principalmente por la ausencia de una izquierda sindical realmente consecuente. Además porque, mal que bien, se iba tirando: había poco paro, los hijos encontraban trabajo, el crédito era muy accesible, etc. Pero el cambio brusco y repentino del panorama económico hizo aflorar todas las contradicciones latentes bajo la superficie de aparente calma en la lucha de clases. Los trabajadores no sólo perciben que se nos viene encima una crisis económica de caballo, sino que comprenden perfectamente otras dos cosas: 1) que los capitalistas quieren que paguemos los platos rotos de su crisis; y 2) que el Estado está al servicio del capital. En estas condiciones, el sentimiento de la absoluta injusticia del capitalismo se extiende como una mancha de aceite, y con él se extienden también la indignación y la rabia contra este sistema.

Efectos sindicales de la crisis

Inevitablemente, este ambiente entre los trabajadores presiona sobre las capas más bajas del aparato sindical, que trasladan esa presión hacia arriba, abriendo así fisuras dentro de la burocracia sindical. El sector más alejado de la realidad de la clase obrera está dispuesto a asumir las medidas que la burguesía demanda "para que España salga de la crisis". Pero el sector con más tradiciones y raíces en el movimiento obrero comprende que eso sería un suicidio y que, al menos, tiene que parecer que no están de acuerdo. Este es el trasfondo de la disputa Fidalgo-Toxo. El primero representa a los burócratas más degenerados, que se sienten "hombres de Estado" y creen que su legitimidad proviene meramente del reconocimiento de sus interlocutores (la patronal y el gobierno). El segundo, al sector de la burocracia que sabe que la legitimidad sólo puede provenir, en última instancia, de los trabajadores y que, por tanto, no se puede permanecer indefinidamente alejados de ellos, porque el resultado sería que los trabajadores acabarían por darle la espalda y, en la medida en que esto ocurriera, la burguesía la ignoraría, puesto que no le serviría de nada llegar a acuerdos con ella. Para la burguesía, una burocracia sindical sólo es útil si sirve para tener a los obreros controlados.

¿Qué se puede esperar de Toxo?

Tanto desde su puesto de secretario de Acción Sindical como, anteriormente, desde la Federación Minerometalúrgica, Toxo fue una pieza clave del oficialismo de CCOO y participó activamente en las purgas de mediados de los años noventa contra el Sector Crítico. Y como él mismo se encargó de decir (Público, 23/11/08), no es partidario de "poner patas arriba lo que ha sido la política del sindicato". También ha rechazado que ya sea necesaria una huelga general.
Pero una cosa es la voluntad subjetiva de Toxo y otra muy distinta la situación objetiva de la economía, que ejerce una gran presión, como evidenció esta ruptura dentro del sector oficialista. Además, Toxo va tener que justificar el haber dividido a CCOO por la mitad para echar a Fidalgo. Su discurso de defensa de la candidatura ya marcó una clara diferencia con el pasado, pero las palabras no bastarán, antes o después tendrá que pasar a los hechos. Podría empezar por gestos sin excesivas consecuencias prácticas, pero con una significación evidente, como la no renovación del Acuerdo de Negociación Colectiva (ANC) para este año 2009. Pero aunque esto le dé un margen, al final los gestos tendrán que convertirse en acciones más contundentes.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la situación económica también hará aumentar enormemente las presiones de la burguesía y el gobierno para que CCOO permanezca en la senda del "diálogo social".
Toxo va a estar muy presionado, por abajo y por arriba. La coyuntura favorece un sindicalismo combativo, pero para que se convierta en realidad tiene que ser impulsado y organizado independientemente de lo que haga o diga Toxo.
Por eso, un factor primordial para que las cosas cambien es la existencia de un ala de izquierdas dentro del sindicato. En este sentido, hubiese sido preferible que el Sector Crítico -aun optando, correctamente, por apoyar a Toxo frente a Fidalgo en la votación para secretario general- presentase un programa alternativo y su propia candidatura a la comisión ejecutiva, para mantener un perfil más diferenciado.
Una izquierda fuerte en CCOO es más necesaria que nunca, pero no concebida como una corriente orientada fundamentalmente a pelear dentro de las estructuras de la organización, sino como un grupo activo en las luchas cotidianas de los trabajadores, impulsando la combatividad, la unificación de los conflictos, el rechazo a todas las medidas antiobreras y la conciencia socialista. Porque en este contexto económico, la burguesía opondrá una resistencia feroz a cualquier demanda obrera y sólo se le podrán arrancar concesiones con luchas muy amplias, que ejerzan una gran fuerza. Por este motivo, las luchas van a tener un carácter muy político, poniendo de relieve que el sindicalismo de clase necesita un programa socialista.

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