La burguesía está seriamente preocupada por las consecuencias políticas
que está empezando a tener esta crisis. Un profundo cuestionamiento del
sistema se está extendiendo por todo el planeta. Es en momentos
históricos como los que estamos viviendo cuando mejor se comprende la
idea de que el marxismo no es un compendio de ideas arbitrarias y
utópicas sino la expresión consciente de las necesidades de la clase
trabajadora, la única clase capaz de evitar la destrucción y la
barbarie a la que el sistema capitalista empuja a toda la humanidad.
Los llamados cinco grandes de la banca, Santander, BBVA, Caja Madrid, La Caixa y Banco Popular, han alcanzado un beneficio neto conjunto de 17.590 millones de euros en 2008. Es una cantidad algo menor a la registrada en 2007, de 21.595 millones, pero sigue siendo extraordinariamente alta y prácticamente idéntica a los beneficios obtenidos en 2006 (17.416 millones), en pleno boom económico. Así, en plena crisis económica, las grandes entidades financieras siguen disfrutando de altísimas ganancias, como en época de vacas gordas.
Sin embargo, hay un pequeño "detalle", que explica estas cifras, que no estaba presente en 2006 o 2007. Los beneficios obtenidos por los "cinco grandes" en 2008 es muy similar al dinero que la banca ha obtenido de los fondos públicos gracias a los planes de rescate impulsados por el gobierno de Zapatero en octubre. En las cuatro subastas que ya ha realizado el Fondo de Adquisición de Activos Financieros, los bancos han obtenido liquidez por importe de 19.342 millones de euros. Si a esto añadimos el dato de que la concesión de créditos de la banca ha sufrido un parón brutal, la conclusión es evidente. ¿Para qué ha servido el plan de rescate del gobierno? No para invertir en la economía, no para prestar a las familias, sino para preservar sus beneficios.
El gobierno tiene previsto seguir suministrando liquidez a la banca hasta llegar a alcanzar 30.000 millones de euros, según su primer presupuesto, aunque podría ampliarse los 50.000 millones de euros. Y a estos 50.000 millones hay que sumar otros 100.000 millones procedentes de fondos públicos que se están destinando a avalar operaciones de crédito de los bancos. Los hechos están demostrando lo que denunciamos desde el principio en estas mismas páginas: los planes de rescate van a significar una dilapidación salvaje de los fondos públicos, no resolverán la crisis y sólo beneficiarán a un puñado de parásitos. Es una afirmación tan simple como cierta.
Los banqueros ignoran os sermones del gobierno
En una reunión que Zapatero mantuvo con los representantes de los principales bancos y cajas del país, a principios de febrero, les instó a "hacer un esfuerzo adicional" para incrementar los préstamos a empresas y familias. El problema es que la banca no es una ONG, es una entidad privada cuyo objetivo fundamental es la obtención de beneficios. Y por más dinero que el Estado regale a la banca, ésta no va a cambiar su naturaleza, ni su actitud, por los sermones del gobierno. Ni siquiera con regañinas como las del ministro de Industria Sebastián, que afirmó que al Ejecutivo "se le estaba acabando la paciencia"; palabras que, por otro lado, fueron rápidamente neutralizadas por José Blanco, portavoz del PSOE, afirmando que el gobierno "tiene paciencia ilimitada" con la banca. Y ésta es la pura verdad.
La crisis capitalista está subrayando el papel parasitario de la banca, dejando en evidencia que su "función social" como dinamizadora de la economía es una pura falacia. En realidad, la banca, en manos privadas, es un inquietante agujero negro que amenaza con engullir toda la riqueza creada por la sociedad. Se ha llegado a una situación tan escandalosa que la propia prensa burguesa, en EEUU, ha tenido que hacerse eco de que la mitad de los 163.000 millones de dólares de ayuda pública concedida a la banca hasta el momento estaba repartiéndose como dividendo de los accionistas o que los ejecutivos de las grandes entidades financieras habían cobrado primas por el valor de 18.500 millones de dólares, una cantidad similar a la de 2004.
En realidad, se está produciendo una situación completamente contradictoria. ¿Qué sentido tiene que la propiedad y los criterios de funcionamiento de estos bancos sigan siendo privados, salvo el de seguir beneficiando a una minoría con el dinero de todos, cuando no podrían sobrevivir ni un segundo sin las cantidades ingentes de dinero público que están recibiendo? El Estado avala los préstamos, garantiza los fondos, compra los activos que no valen nada y amplía capitales. ¿Y qué hacen a cambio los "emprendedores" que están al frente de esto bancos? Poner el cazo. El negocio no puede ser más redondo y su inutilidad social más absoluta.
La situación ha llegado hasta el extremo de que algunos economistas afirman con rotundidad que todos los bancos, a nivel mundial, están virtualmente quebrados, incluso los que tienen superávit formal en sus balances. Los activos de los bancos en realidad son falsos, porque están intoxicados de "productos" que no tienen ningún valor en el mercado. Por eso, gobiernos como los de Merkel en Alemania y de Gordon Brown en Gran Bretaña están barajando la creación de "bancos malos", que sería otra manera de profundizar en la esta colosal estafa social consistente en comprar con dinero público valores invendibles. Por otro lado, las acciones de los bancos siguen estando sobrevaloradas porque los inversores tienen la percepción que el Estado saldrá al rescate de los bancos que quiebren. En otras palabras, la banca privada sólo sobrevive como una gran dilapidadora de fondos públicos, reales o potenciales.
Hay nacionalizaciones nacionalizaciones
La primera medida que habría que tomar para que, efectivamente, la banca cumpliera la función de impulsar la creación de riqueza y de empleo, es su nacionalización, aunque el tipo de nacionalización que interesa a los trabajadores es diferente a la que algunos estrategas de la burguesía empiezan a propugnar. De hecho, se pueden producir, y se han producido, nacionalizaciones con criterios totalmente burgueses, como una fórmula de "sanear" más rápidamente determinados bancos, o evitar que el colapso de un banco ponga en peligro el sistema en su conjunto. Pero estos bancos siguen funcionando con criterios privados y después de saneados con dinero público son privatizados otra vez.
Es verdad que a la burguesía no le gustan mucho, en general, las nacionalizaciones, porque ponen en evidencia el fracaso de la propiedad privada de la banca o de los medios de producción y sientan precedentes peligrosos. Por eso debemos aprovechar todas las nacionalizaciones para denunciar el fracaso del capitalismo. Sin embargo, los trabajadores no debemos limitarnos a reivindicar una "banca pública" o reivindicar la nacionalización de la banca sin más. Hay que defender la nacionalización bajo control obrero y sin indemnización (salvo a los pequeños accionistas). Efectivamente, todo el dinero que la banca ha amasado a costa de nuestros sacrificios, más la cantidad brutal de dinero público que ahora están recibiendo con la excusa de la crisis, se podría utilizar para garantizar un plan de inversiones públicas en equipamientos sociales en los barrios, en un sistema público de enseñanza y una sanidad de calidad, para desarrollar la industria, la agricultura y, cómo no, para facilitar el consumo y la inversión en pequeños negocios. ¿Qué problema habría, desde el punto de vista del funcionamiento de la economía, para llevar a cabo estas medidas? Ninguno, salvo que los banqueros se verían privados de sus insultantes beneficios. Inversiones "improductivas" desde el punto de vista del beneficio privado, no tienen por qué ser improductivas o inviables desde el punto de vista social.
Claro que la nacionalización de la banca tendría que completarse, para poder impulsar la economía, el empleo y, en general, la prosperidad social, con la expropiación de las principales industrias y monopolios del país. Sólo así se podría evitar el caos y la destrucción que introduce la anarquía destructiva inherente a la propiedad privada y al modo de producción capitalista.
Nunca como antes el programa de nacionalización de la banca y de los grandes monopolios, la única solución frente a la crisis capitalista, ha tenido un potencial apoyo social tan extenso. De hecho, si los dirigentes del PSOE, IU, CCOO y UGT lo defendiesen, encontrarían un eco entusiasta e inmediato, y no sólo entre la clase trabajadora, sino entre amplios segmentos de las llamadas capas medias, también afectadas por la crisis capitalista.
El marxismo, una expresión consciente de las necesidades objetivas de la clase obrera
"En estos momentos no se me ocurre una política más popular que fusilar a los banqueros y nacionalizar los bancos. Puede incluso permitirle a Brown ganar unas elecciones. Bien pensado, hasta podría sacarnos a todos de este follón" (El País, 25-01-2009). Como se señala en el mismo artículo en que se publicaron, el autor de estas sintomáticas declaraciones no es un frívolo columnista de poca monta, ni un militante de la izquierda radical, sino uno de los más prestigiosos y moderados analistas de Financial Times.
La burguesía está seriamente preocupada por las consecuencias políticas que está empezando a tener esta crisis. Un profundo cuestionamiento del sistema se está extendiendo por todo el planeta. Es en momentos históricos como los que estamos viviendo cuando mejor se comprende la idea de que el marxismo no es un compendio de ideas arbitrarias y utópicas sino la expresión consciente de las necesidades de la clase trabajadora, la única clase capaz de evitar la destrucción y la barbarie a la que el sistema capitalista empuja a toda la humanidad. Y como también dice el marxismo, por más profundas y catastróficas que sean las crisis capitalistas, es necesario el factor consciente, revolucionario y socialista, para que efectivamente esta crisis sea la última crisis capitalista, y podamos abrir paso a una nueva etapa histórica, sin clases, sin opresión y sin límites para las futuras generaciones.
Sin embargo, hay un pequeño "detalle", que explica estas cifras, que no estaba presente en 2006 o 2007. Los beneficios obtenidos por los "cinco grandes" en 2008 es muy similar al dinero que la banca ha obtenido de los fondos públicos gracias a los planes de rescate impulsados por el gobierno de Zapatero en octubre. En las cuatro subastas que ya ha realizado el Fondo de Adquisición de Activos Financieros, los bancos han obtenido liquidez por importe de 19.342 millones de euros. Si a esto añadimos el dato de que la concesión de créditos de la banca ha sufrido un parón brutal, la conclusión es evidente. ¿Para qué ha servido el plan de rescate del gobierno? No para invertir en la economía, no para prestar a las familias, sino para preservar sus beneficios.
El gobierno tiene previsto seguir suministrando liquidez a la banca hasta llegar a alcanzar 30.000 millones de euros, según su primer presupuesto, aunque podría ampliarse los 50.000 millones de euros. Y a estos 50.000 millones hay que sumar otros 100.000 millones procedentes de fondos públicos que se están destinando a avalar operaciones de crédito de los bancos. Los hechos están demostrando lo que denunciamos desde el principio en estas mismas páginas: los planes de rescate van a significar una dilapidación salvaje de los fondos públicos, no resolverán la crisis y sólo beneficiarán a un puñado de parásitos. Es una afirmación tan simple como cierta.
Los banqueros ignoran os sermones del gobierno
En una reunión que Zapatero mantuvo con los representantes de los principales bancos y cajas del país, a principios de febrero, les instó a "hacer un esfuerzo adicional" para incrementar los préstamos a empresas y familias. El problema es que la banca no es una ONG, es una entidad privada cuyo objetivo fundamental es la obtención de beneficios. Y por más dinero que el Estado regale a la banca, ésta no va a cambiar su naturaleza, ni su actitud, por los sermones del gobierno. Ni siquiera con regañinas como las del ministro de Industria Sebastián, que afirmó que al Ejecutivo "se le estaba acabando la paciencia"; palabras que, por otro lado, fueron rápidamente neutralizadas por José Blanco, portavoz del PSOE, afirmando que el gobierno "tiene paciencia ilimitada" con la banca. Y ésta es la pura verdad.
La crisis capitalista está subrayando el papel parasitario de la banca, dejando en evidencia que su "función social" como dinamizadora de la economía es una pura falacia. En realidad, la banca, en manos privadas, es un inquietante agujero negro que amenaza con engullir toda la riqueza creada por la sociedad. Se ha llegado a una situación tan escandalosa que la propia prensa burguesa, en EEUU, ha tenido que hacerse eco de que la mitad de los 163.000 millones de dólares de ayuda pública concedida a la banca hasta el momento estaba repartiéndose como dividendo de los accionistas o que los ejecutivos de las grandes entidades financieras habían cobrado primas por el valor de 18.500 millones de dólares, una cantidad similar a la de 2004.
En realidad, se está produciendo una situación completamente contradictoria. ¿Qué sentido tiene que la propiedad y los criterios de funcionamiento de estos bancos sigan siendo privados, salvo el de seguir beneficiando a una minoría con el dinero de todos, cuando no podrían sobrevivir ni un segundo sin las cantidades ingentes de dinero público que están recibiendo? El Estado avala los préstamos, garantiza los fondos, compra los activos que no valen nada y amplía capitales. ¿Y qué hacen a cambio los "emprendedores" que están al frente de esto bancos? Poner el cazo. El negocio no puede ser más redondo y su inutilidad social más absoluta.
La situación ha llegado hasta el extremo de que algunos economistas afirman con rotundidad que todos los bancos, a nivel mundial, están virtualmente quebrados, incluso los que tienen superávit formal en sus balances. Los activos de los bancos en realidad son falsos, porque están intoxicados de "productos" que no tienen ningún valor en el mercado. Por eso, gobiernos como los de Merkel en Alemania y de Gordon Brown en Gran Bretaña están barajando la creación de "bancos malos", que sería otra manera de profundizar en la esta colosal estafa social consistente en comprar con dinero público valores invendibles. Por otro lado, las acciones de los bancos siguen estando sobrevaloradas porque los inversores tienen la percepción que el Estado saldrá al rescate de los bancos que quiebren. En otras palabras, la banca privada sólo sobrevive como una gran dilapidadora de fondos públicos, reales o potenciales.
Hay nacionalizaciones nacionalizaciones
La primera medida que habría que tomar para que, efectivamente, la banca cumpliera la función de impulsar la creación de riqueza y de empleo, es su nacionalización, aunque el tipo de nacionalización que interesa a los trabajadores es diferente a la que algunos estrategas de la burguesía empiezan a propugnar. De hecho, se pueden producir, y se han producido, nacionalizaciones con criterios totalmente burgueses, como una fórmula de "sanear" más rápidamente determinados bancos, o evitar que el colapso de un banco ponga en peligro el sistema en su conjunto. Pero estos bancos siguen funcionando con criterios privados y después de saneados con dinero público son privatizados otra vez.
Es verdad que a la burguesía no le gustan mucho, en general, las nacionalizaciones, porque ponen en evidencia el fracaso de la propiedad privada de la banca o de los medios de producción y sientan precedentes peligrosos. Por eso debemos aprovechar todas las nacionalizaciones para denunciar el fracaso del capitalismo. Sin embargo, los trabajadores no debemos limitarnos a reivindicar una "banca pública" o reivindicar la nacionalización de la banca sin más. Hay que defender la nacionalización bajo control obrero y sin indemnización (salvo a los pequeños accionistas). Efectivamente, todo el dinero que la banca ha amasado a costa de nuestros sacrificios, más la cantidad brutal de dinero público que ahora están recibiendo con la excusa de la crisis, se podría utilizar para garantizar un plan de inversiones públicas en equipamientos sociales en los barrios, en un sistema público de enseñanza y una sanidad de calidad, para desarrollar la industria, la agricultura y, cómo no, para facilitar el consumo y la inversión en pequeños negocios. ¿Qué problema habría, desde el punto de vista del funcionamiento de la economía, para llevar a cabo estas medidas? Ninguno, salvo que los banqueros se verían privados de sus insultantes beneficios. Inversiones "improductivas" desde el punto de vista del beneficio privado, no tienen por qué ser improductivas o inviables desde el punto de vista social.
Claro que la nacionalización de la banca tendría que completarse, para poder impulsar la economía, el empleo y, en general, la prosperidad social, con la expropiación de las principales industrias y monopolios del país. Sólo así se podría evitar el caos y la destrucción que introduce la anarquía destructiva inherente a la propiedad privada y al modo de producción capitalista.
Nunca como antes el programa de nacionalización de la banca y de los grandes monopolios, la única solución frente a la crisis capitalista, ha tenido un potencial apoyo social tan extenso. De hecho, si los dirigentes del PSOE, IU, CCOO y UGT lo defendiesen, encontrarían un eco entusiasta e inmediato, y no sólo entre la clase trabajadora, sino entre amplios segmentos de las llamadas capas medias, también afectadas por la crisis capitalista.
El marxismo, una expresión consciente de las necesidades objetivas de la clase obrera
"En estos momentos no se me ocurre una política más popular que fusilar a los banqueros y nacionalizar los bancos. Puede incluso permitirle a Brown ganar unas elecciones. Bien pensado, hasta podría sacarnos a todos de este follón" (El País, 25-01-2009). Como se señala en el mismo artículo en que se publicaron, el autor de estas sintomáticas declaraciones no es un frívolo columnista de poca monta, ni un militante de la izquierda radical, sino uno de los más prestigiosos y moderados analistas de Financial Times.
La burguesía está seriamente preocupada por las consecuencias políticas que está empezando a tener esta crisis. Un profundo cuestionamiento del sistema se está extendiendo por todo el planeta. Es en momentos históricos como los que estamos viviendo cuando mejor se comprende la idea de que el marxismo no es un compendio de ideas arbitrarias y utópicas sino la expresión consciente de las necesidades de la clase trabajadora, la única clase capaz de evitar la destrucción y la barbarie a la que el sistema capitalista empuja a toda la humanidad. Y como también dice el marxismo, por más profundas y catastróficas que sean las crisis capitalistas, es necesario el factor consciente, revolucionario y socialista, para que efectivamente esta crisis sea la última crisis capitalista, y podamos abrir paso a una nueva etapa histórica, sin clases, sin opresión y sin límites para las futuras generaciones.