La profundidad de la crisis económica mundial y doméstica, y la constatación de que se trata de una crisis larga, está actuando como una intensa fuente de presión sobre la forma de actuar de los diferentes partidos, organizaciones patronales y sindicales, de sus distintas fracciones ideológicas, del gobierno de Zapatero y del propio aparato del Estado. La crisis obliga a la burguesía a tomar medidas cada vez más urgentes y de honda repercusión social, haciendo cada vez más complicado disimular los intereses antagónicos entre los capitalistas y la clase trabajadora, incluso para los más expertos malabaristas de la política oficial.
La profundidad de la crisis económica mundial y doméstica, y la constatación de que se trata de una crisis larga, está actuando como una intensa fuente de presión sobre la forma de actuar de los diferentes partidos, organizaciones patronales y sindicales, de sus distintas fracciones ideológicas, del gobierno de Zapatero y del propio aparato del Estado. La crisis obliga a la burguesía a tomar medidas cada vez más urgentes y de honda repercusión social, haciendo cada vez más complicado disimular los intereses antagónicos entre los capitalistas y la clase trabajadora, incluso para los más expertos malabaristas de la política oficial.
Las exigencias patronales (congelación salarial, abaratamiento del despido, reforma de la negociación colectiva, reducción de impuestos sobre las rentas de capital, reducción de las cotizaciones sociales por parte de los empresarios, recorte del gasto público en pensiones, sanidad y educación pública) propugnadas con creciente intensidad por la CEOE están teniendo el respaldo unánime de toda la representación política e institucional de la burguesía. Quieren empezar a poner en práctica ya este plan. La cuestión es cómo, y si realmente lo lograrán.
La burguesía aprecia el valor político y económico de la estabilidad y de la "paz social", pero al mismo tiempo su programa, ineludible para sus intereses, es una receta acabada para la confrontación social. Teme una intensificación de la lucha de clases, pero al mismo tiempo no está en condiciones de evitarla, y es consciente de ello. Es verdad que estamos al principio de la crisis, pero como advertía recientemente el director general del Fondo Monetario Internacional, se trata de una crisis que puede provocar disturbios sociales que "amenacen a las democracias y degeneren en conflictos, incluso en guerras". El nuevo director del servicio secreto nacional de EEUU, decía también recientemente en el congreso estadounidense que la inestabilidad provocada por la crisis económica mundial se había convertido en el mayor problema de seguridad al que se enfrentaba el país, incluso por encima del terrorismo. Esta manera de encarar las perspectivas a medio y largo plazo es perfectamente generalizable a las burguesías de todos los países capitalistas desarrollados.

¿Un ‘gran pacto nacional' ontra la crisis?

A corto plazo, una fórmula para, al menos, tratar de retrasar la lucha y confundir a los trabajadores es el "gran pacto nacional" contra la crisis que algunos estrategas de la burguesía están promoviendo con persistencia en el Estado español. Este pacto serviría para implicar hasta las cejas a los sindicatos y partidos de la izquierda en las medidas exigidas por la burguesía, con el objetivo de desmoralizar a los trabajadores y restar legitimidad a sus reivindicaciones. Evidentemente, para que la farsa tuviera alguna posibilidad de éxito, los capitalistas deberían escenificar un "sacrificio" por su parte, pero como siempre ocurre en este tipo de pactos entre trabajadores y capitalistas, los sacrificios de los trabajadores son concretos y están perfectamente estipulados, regulados, medidos y pesados, mientras que los "sacrificios" de los capitalistas serían poco más que una declaración de intenciones. Pero es que además, en este contexto político y social, incluso esta farsa tiene sus complicaciones.
Guillermo de la Dehesa, un cualificado representante de la burguesía española, publicó recientemente un completo artículo programático (El País, 6-03-2009) titulado "Un pacto económico nacional". Aparte de repetir el acostumbrado recetario de medidas contra los trabajadores, que ocupa el 99% del texto, en el 1% restante descubrimos una referencia fugaz y etérea a la necesidad de congelar durante dos años los "márgenes". Por no mencionar, ni siquiera se atreve a decir "márgenes empresariales", que es el eufemismo habitual que hace referencia a los beneficios capitalistas. Aparte de que evidentemente no se explica en el artículo de qué mecanismo se dotaría el pacto para "congelar" los beneficios, lo más irónico es que incluso si pudiera hacerse no sería en absoluto un "sacrificio", sino una gran ventaja para los capitalistas, muchos de los cuales se darían con un canto en los dientes si pudiesen mantener los próximos años el nivel de los beneficios que tienen hoy, a pesar de la crisis. ¿Entonces qué ofrecen realmente los capitalistas? Una vaga promesa de "apostar decididamente" por el crecimiento económico y "crear empleo". Es decir, nada.
Difícilmente un pacto con contrapartidas por parte de los capitalistas tan obviamente inexistentes y tan difícilmente creíbles podría evitar la conflictividad social que las consecuencias de la crisis seguiría acarreando para la mayoría de la sociedad. En todo caso, si los dirigentes sindicales se prestasen a tal maniobra su prestigio ante la clase trabajadora se erosionaría mucho más de lo que ya está, lo cual podría introducir un elemento de mayor explosividad en la situación social. Evidentemente, lo que está absolutamente descartado es que los capitalistas acepten un pacto que amplíe las prestaciones sociales de los trabajadores o contemple "incrementar los impuestos sobre los ricos", como ha defendido el secretario general de UGT, Cándido Méndez, en una reciente entrevista. Otro problema de este "gran pacto nacional" para la burguesía es que dejaría el campo político de la izquierda peligrosamente vacío y, como ocurre en Alemania y otros países de Europa, este vacío podría favorecer opciones vistas como más a la izquierda del PSOE, como IU en el caso de que se mantuviera al margen de este pacto. Además, tarde o temprano, esta atadura a los planes de ataque de la burguesía, en un contexto de crisis y grave deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, acabaría por desembocar en crisis internas en el PSOE y en los sindicatos. El resultado final de este gran pacto podría ser el peor de los posibles para la burguesía: aunque pudiera retrasarla no evitaría la respuesta de la clase obrera y encima quemaría precipitadamente los muros de contención para la lucha que ahora supone la política reformista propugnada por el gobierno, el PSOE y los dirigentes sindicales.

Usar y tirar

La táctica que al menos un sector de la burguesía está propugnando y que parece que va tomando forma y haciéndose dominante es la de presionar al PSOE a tomar medidas antiobreras sin respaldarlo políticamente y culpabilizándolo continuamente de la crisis. Es la táctica que está haciendo ahora el PP, seguido muy de cerca por CiU (interesada en ganar las elecciones catalanas el próximo año) y el PNV (recientemente desalojado del gobierno vasco por el pacto PSE-PP). La derecha empuja al PSOE a enfrentarse a su propia base social, lo debilita electoralmente y prepara el terreno para su vuelta al gobierno. Es la clásica táctica de usar y tirar.
Esto es lo que ha ocurrido con las recientes medidas tomadas por el gobierno que benefician a los empresarios con bonificaciones a costa del subsidio de desempleo del trabajador contratado. La derecha ha maniobrado para subrayar la debilidad parlamentaria del gobierno, al mismo tiempo que endurecerá esta medida antiobrera en su tramitación parlamentaria.
La derecha y la patronal se frotan las manos con la perspectiva de una vuelta del PP al gobierno, incluso de unas elecciones anticipadas. Sin embargo, como ha ocurrido en otras ocasiones, la percepción de la fuerza de la izquierda y de los trabajadores a través de sus dirigentes reformistas, siempre titubeantes, ha llevado a la derecha a cometer grandes errores de sobreestimación de sus fuerzas, y esto podría volver a ocurrir.
Veremos en qué se concretan las "medidas estructurales" anunciadas por el gobierno de Zapatero. Si ante la parálisis de las negociaciones entre la CEOE y los sindicatos el gobierno, intensamente presionado por la burguesía, decreta medidas como una nueva reforma laboral, esto también podría empujar a los dirigentes sindicales a convocar una huelga general, que ahora niegan con tanta vehemencia, según ellos, por la "ausencia de ataques". La huelga general convocada en Euskal Herria por ELA y LAB para el 21 de mayo, justamente en el momento en el que PSE y PP llegaban a un acuerdo de legislatura es un síntoma del enorme malestar existente entre los trabajadores y de la volatilidad de la situación.
Hagan lo que hagan, la crisis capitalista impone como telón de fondo de toda la situación política una confrontación brutal entre las clases, que es la base de la enorme inestabilidad y polarización política existente, y que arrastrará mañana a sectores decisivos del movimiento obrero y la juventud a la lucha consciente por la transformación de la sociedad. ¡Únete a la Corriente Marxista El Militante!

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