Un verano más los trabajadores de Opel se enfrentan a una total
incertidumbre. Ante la suspensión de pagos de la multinacional
estadounidense General Motors (GM) se decidió, con el apoyo de
gobiernos y dirigentes sindicales, escindir la filial europea para
venderla a algún inversor. Inmediatamente surgió una multitud de
"emprendedores" dispuestos a sacar su beneficio, como fondos de riesgo,
Fiat o el grupo de componentes Magna, que con apoyo de capital ruso
parece ser la favorita.
Un verano más los trabajadores de Opel se enfrentan a una total incertidumbre. Ante la suspensión de pagos de la multinacional estadounidense General Motors (GM) se decidió, con el apoyo de gobiernos y dirigentes sindicales, escindir la filial europea para venderla a algún inversor. Inmediatamente surgió una multitud de "emprendedores" dispuestos a sacar su beneficio, como fondos de riesgo, Fiat o el grupo de componentes Magna, que con apoyo de capital ruso parece ser la favorita.
Si se suponía, y así se explicó a los trabajadores, que la separación de Opel y GM evitaría que la filial europea se viera arrastrada por los ajustes "necesarios" en las fábricas americanas, ya vemos que no es así. Aún más en tiempos de crisis y caída de la demanda, la única manera que tienen los capitalistas de recuperar su inversión es una combinación de ayudas públicas y ataques brutales a los derechos de los obreros. Según se ha adelantado, los nuevos inversores pondrían 700 millones de euros a cambio de la mitad de la empresa, y los primeros proyectos ya implican ahorrar 1.200 millones de euros y despedir a unos 10.000 trabajadores en toda Europa.
En la fábrica de Zaragoza ya se acumula una larguísima lista de cesiones con la excusa de mantener el empleo: Olimpia, Meriva, convenios... los trabajadores sólo han ido empeorando sus condiciones de trabajo siempre a cambio de un supuesto mantenimiento del empleo que nunca se ha producido. CCOO ha estimado ahora que con los planes del grupo Magna se reducirán unos 1.500 de los 7.500 puestos de trabajo en la fábrica.
La respuesta de los dirigentes sindicales y el gobierno ha sido la de "esperar a conocer los planes definitivos" mientras se recordaba que se trata de la fábrica más productiva del grupo (cosa que convenientemente olvidaron cuando se trataba de aceptar los recortes por conseguir fabricar el Meriva) y los sacrificios ya realizados, como si eso les importara a los nuevos dueños.
No se trata de un problema de gestión. Los capitalistas sólo producen para sacar un beneficio. De hecho, es una utopía reaccionaria suponer que si un grupo mundial como GM no pudo competir en el mercado, una empresa menor lo va a conseguir.
La única salida posible para mantener los puestos de trabajo es la nacionalización de la empresa.
Pero para ello hace falta un cambio total en la orientación de las direcciones sindicales, hacia un sindicalismo de clase, combativo y democrático. Es necesario dar voz a los trabajadores, que vuelvan a convocarse asambleas para discutir la estrategia y elegir a los compañeros más capacitados para llevarla a cabo. Hace falta abrir los libros de contabilidad para ver el estado real de la empresa. Y hay que tener claro quiénes son los principales aliados: el resto de la clase trabajadora. En un momento en que todas las empresas del sector están planteando ataques brutales contra los trabajadores hay que organizar una huelga general del automóvil y auxiliares para pararlos, como primer paso para una huelga general, coordinando además la lucha con el resto de fábricas de Opel de Europa para contrarrestar la táctica de la empresa de enfrentar unas con otras para llevar a cabo los recortes que planean.
Si se suponía, y así se explicó a los trabajadores, que la separación de Opel y GM evitaría que la filial europea se viera arrastrada por los ajustes "necesarios" en las fábricas americanas, ya vemos que no es así. Aún más en tiempos de crisis y caída de la demanda, la única manera que tienen los capitalistas de recuperar su inversión es una combinación de ayudas públicas y ataques brutales a los derechos de los obreros. Según se ha adelantado, los nuevos inversores pondrían 700 millones de euros a cambio de la mitad de la empresa, y los primeros proyectos ya implican ahorrar 1.200 millones de euros y despedir a unos 10.000 trabajadores en toda Europa.
En la fábrica de Zaragoza ya se acumula una larguísima lista de cesiones con la excusa de mantener el empleo: Olimpia, Meriva, convenios... los trabajadores sólo han ido empeorando sus condiciones de trabajo siempre a cambio de un supuesto mantenimiento del empleo que nunca se ha producido. CCOO ha estimado ahora que con los planes del grupo Magna se reducirán unos 1.500 de los 7.500 puestos de trabajo en la fábrica.
La respuesta de los dirigentes sindicales y el gobierno ha sido la de "esperar a conocer los planes definitivos" mientras se recordaba que se trata de la fábrica más productiva del grupo (cosa que convenientemente olvidaron cuando se trataba de aceptar los recortes por conseguir fabricar el Meriva) y los sacrificios ya realizados, como si eso les importara a los nuevos dueños.
No se trata de un problema de gestión. Los capitalistas sólo producen para sacar un beneficio. De hecho, es una utopía reaccionaria suponer que si un grupo mundial como GM no pudo competir en el mercado, una empresa menor lo va a conseguir.
La única salida posible para mantener los puestos de trabajo es la nacionalización de la empresa.
Pero para ello hace falta un cambio total en la orientación de las direcciones sindicales, hacia un sindicalismo de clase, combativo y democrático. Es necesario dar voz a los trabajadores, que vuelvan a convocarse asambleas para discutir la estrategia y elegir a los compañeros más capacitados para llevarla a cabo. Hace falta abrir los libros de contabilidad para ver el estado real de la empresa. Y hay que tener claro quiénes son los principales aliados: el resto de la clase trabajadora. En un momento en que todas las empresas del sector están planteando ataques brutales contra los trabajadores hay que organizar una huelga general del automóvil y auxiliares para pararlos, como primer paso para una huelga general, coordinando además la lucha con el resto de fábricas de Opel de Europa para contrarrestar la táctica de la empresa de enfrentar unas con otras para llevar a cabo los recortes que planean.