En pleno desplome de la economía española, sometido al desgaste de un desempleo galopante y de la ofensiva de la derecha y la patronal, el gobierno del PSOE, con el aval de las direcciones sindicales de UGT y CCOO, está embarcado en una campaña pública para intentar mantener a toda costa su apoyo en el movimiento obrero. Su ruptura con la patronal en la mesa de negociación o la extensión del subsidio de desempleo, intenta encubrir ante la clase obrera una política que en líneas generales se caracteriza por concesiones millonarias a empresarios y banqueros, la proliferación de EREs, y a la que ya podemos sumar la propuesta de una congelación salarial para los asalariados del sector público y privado. Junto a ello, la política exterior está dominada por la colaboración con el imperialismo estadounidense -como demuestra el apoyo a la instalación de bases de EEUU en Colombia o el envío de más tropas a Afganistán-.
En pleno desplome de la economía española, sometido al desgaste de un desempleo galopante y de la ofensiva de la derecha y la patronal, el gobierno del PSOE, con el aval de las direcciones sindicales de UGT y CCOO, está embarcado en una campaña pública para intentar mantener a toda costa su apoyo en el movimiento obrero. Su ruptura con la patronal en la mesa de negociación o la extensión del subsidio de desempleo, intenta encubrir ante la clase obrera una política que en líneas generales se caracteriza por concesiones millonarias a empresarios y banqueros, la proliferación de EREs, y a la que ya podemos sumar la propuesta de una congelación salarial para los asalariados del sector público y privado. Junto a ello, la política exterior está dominada por la colaboración con el imperialismo estadounidense -como demuestra el apoyo a la instalación de bases de EEUU en Colombia o el envío de más tropas a Afganistán-.
Esta estrategia por parte del gobierno, que por el momento incluye una negativa a emprender una nueva reforma laboral, viene determinada por el convencimiento de buena parte del gabinete de Zapatero y las direcciones sindicales de que un ataque de este tipo puede abrir un período de intenso conflicto social.

Criticando al gobierno del PSOE desde la izquierda

En semejantes circunstancias, es indudable que la tarea de IU y del PCE es la crítica, desde un punto de vista de clase, a la política del Gobierno y levantar con fuerza una alternativa de izquierdas. De hecho, el nombramiento de Cayo Lara como coordinador general ha supuesto la recuperación de un discurso más anticapitalista desde la dirección de IU, algo que sin duda conectará con las aspiraciones de cientos de miles de trabajadores y jóvenes. Así se ha hecho, por ejemplo, respecto a la política exterior, denunciando el apoyo de la vicepresidenta, Mª Teresa Fernández de la Vega, a la instalación de las bases estadounidense en Colombia. También en el terreno laboral, reivindicando la huelga general o a través de las declaraciones de Cayo Lara acerca de que IU sólo apoyaría la extensión del subsidio de desempleo si los 420 euros se pagaban a todo trabajador que se haya quedado sin subsidio.
Es evidente que desde sectores de la dirección de IU y del PCE hay un intento por sacar a la organización de la crisis en la que ha vivido los últimos años; y, acertadamente, la forma de empezar a remontar la situación pasa por emplear un lenguaje marcadamente anticapitalista y abandonar la política de adaptación acrítica respecto a la socialdemocracia, sin caer, obviamente, en la demagogia sectaria contra el PSOE que tan funestos resultados cosechó en el pasado. Pero esto, por sí sólo, no basta para acabar con la situación de estancamiento en la que se encuentran ambas organizaciones. Como correctamente explicaba Cayo Lara ante el Consejo Político Federal del pasado junio, al calor del balance político de las elecciones europeas: "... si bien IU es la tercera fuerza política a nivel nacional (...) no podemos ocultar los grandes déficits que siguen existiendo en nuestra organización -en media España no existimos- y aún no somos capaces de capitalizar el descontento por la crisis (...) La cuestión está en transformar el malestar frente a los desastres del capitalismo en una alternativa creíble para amplios sectores sociales a los que nuestro mensaje sigue sin llegar".

Una alternativa creíble

Este objetivo, puesto sobre la mesa por el propio coordinador general, es vital. Sin embargo, la brutal represión policial contra los estudiantes en Barcelona del pasado marzo, perpetrada por los Mossos d´Esquadra dirigidos por el conseller de Interior en el gobierno del Tripartit, Joan Saura, miembro de la dirección de IC y socio en las elecciones europeas y en el parlamento estatal de IU; la participación en el anterior gobierno vasco con un partido burgués como el PNV o el reciente acuerdo entre la dirección de la Federación de Madrid de IU y Esperanza Aguirre respecto a Caja Madrid son, sin lugar a dudas, actuaciones que no sólo no ayudan, sino que obstaculizan gravemente dicho objetivo. Es más, resulta bastante chocante, incluso surrealista, la reunión de Cayo Lara con el rey a finales del pasado mes de agosto para explicarle los planes de Izquierda Unida para acabar con la monarquía. Por ello, además de las declaraciones en las reuniones y a la prensa, es imprescindible, para conquistar esa credibilidad política tan necesaria, que la actuación pública y la intervención en la lucha de clases de IU y el PCE recupere un carácter genuinamente anticapitalista y rompa claramente con la política de colaboración de clases.
La recesión económica es una oportunidad para que el PCE e IU luchen por reconquistar parte de la influencia perdida. No sólo porque muestra la naturaleza reaccionaria del capitalismo y las limitaciones del programa y las recetas anticrisis de los socialdemócratas, basadas en un capitalismo de rostro humano, paz social y colaboración entre las clases en torno a un sacrificio común. Sino porque permite a los genuinos comunistas, que no aceptan la lógica de este sistema porque cuentan con un modelo de sociedad alternativo, proponer un programa concreto de medidas económicas para evitar que la crisis la paguen los trabajadores, así como métodos de organización y lucha para conseguirlas.
La crisis del capitalismo abre enormes perspectivas para reconstruir el apoyo en el movimiento obrero organizado y la juventud trabajadora, reestableciendo así la influencia social del Partido. Es necesario conectar con los sectores más avanzados de la clase, conquistar posiciones comité a comité de empresa, ganar influencia fábrica a fábrica. Para ello es fundamental tanto el programa como la decisión de intervenir enérgicamente en la acción con un perfil combativo. Por supuesto, hay que proponer una alternativa general a la crisis, pero también alternativas de lucha concretas para evitar el ERE o el cierre en una fábrica, o para una plantilla que se enfrenta a un recorte salarial. Estando en el día a día de la clase en la fábrica y en el sindicato, demostrando la superioridad de las alternativas y métodos de lucha defendidos por los comunistas en contraposición a los de los reformistas, es donde el Partido tiene una oportunidad para demostrar su superioridad política.

Defender un programa socialista sin ningún complejo

El periódico del Partido, Mundo Obrero, es un instrumento magnífico para desarrollar esta tarea, pero no puede plantearse la recuperación de la influencia de los comunistas, si la teoría que guía nuestra acción está salpicada de confusión y de ideas ajenas al marxismo. Mundo Obrero dedicó en su número de julio-agosto, un suplemento de ocho páginas a la crisis que se abría con un artículo de Juan Torres López, catedrático de la Universidad de Sevilla, titulado La crisis financiera, una confluencia fatal de fracasos. En el mencionado artículo, tras una crítica a "las izquierdas más radicales" a las que se acusa de seguir actuando arrastradas por el racionalismo decimonónico, nos regala el siguiente consejo: "es verdad que la lucha contra el capitalismo es en realidad un enfrentamiento puramente político pero eso tampoco puede significar que las izquierdas centren su diálogo con la sociedad en esa única dimensión sino que deben humanizarlo, hacerlo más cordial y vincularlo también, o quizás sobre todo, al mundo de las emociones y los afectos que mueve a las personas normales y corrientes".
En el mismo suplemento, junto a unos cuantos artículos más de profesores universitarios y economistas, hay también textos como el escrito por Salce Elvira -secretaria confederal de I+D+I de CCOO y dirigente del sector crítico-, de la Secretaría del Mundo de Trabajo del PCE y de su homóloga en IU. Se trata de artículos con un lenguaje comprensible y con propuestas de carácter general, que obviamente son progresivas. Pero en todos ellos se echa en falta una defensa firme y sin complejos del socialismo, la nacionalización de la banca y los monopolios. Es más, en un momento en que los dirigentes de UGT y CCOO aplauden las ayudas a la banca, aceptan EREs y cierres de empresas o predican la congelación salarial, no hay una crítica ni tampoco alternativa alguna frente a esta política de paz social. No se trata de un aspecto de detalle. Para llegar a los sectores más avanzados de la clase trabajadora y ganarlos a las filas de la organización es necesario que vean al Partido como un instrumento útil para empujar a sus direcciones sindicales a la izquierda, hacia la movilización contra los planes de la burguesía. Si el PCE es capaz de hacer una aportación significativa en la batalla por superar el tremendo obstáculo político que suponen unos dirigentes dispuestos a colaborar con una política que carga el coste de la crisis sobre las espaldas de las familias trabajadoras, tendrá una oportunidad para fortalecerse.
Se abren grandes posibilidades para quienes defienden ideas genuinamente comunistas, pero hay que aprovecharlas.

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