En los últimos meses los problemas dentro del
Partido Popular se han multiplicado, los casos de corrupción en la
Comunidad Valenciana, el espionaje dentro del PP madrileño, la dimisión
de la cabeza del PP en Cataluña y el apoyo de diputados del PP al
Concierto del País Vasco y, como último acontecimiento por el momento,
la lucha por el control de Caja Madrid, que ha colocado en el
disparadero el liderazgo de Rajoy y el futuro electoral del PP. El
enfrentamiento entre diferentes sectores del PP se expresa en duras
pugnas por el poder y fuertes desavenencias personales, pero tienen un
trasfondo mucho mayor.
En los últimos meses los problemas dentro del Partido Popular se han multiplicado, los casos de corrupción en la Comunidad Valenciana, el espionaje dentro del PP madrileño, la dimisión de la cabeza del PP en Cataluña y el apoyo de diputados del PP al Concierto del País Vasco y, como último acontecimiento por el momento, la lucha por el control de Caja Madrid, que ha colocado en el disparadero el liderazgo de Rajoy y el futuro electoral del PP. El enfrentamiento entre diferentes sectores del PP se expresa en duras pugnas por el poder y fuertes desavenencias personales, pero tienen un trasfondo mucho mayor.
Debilidad crónica de la derecha
Debido a su debilidad histórica, la burguesía española ha tenido una dificultad crónica para unificarse y tener una expresión política estable y homogénea en todo el Estado. El miedo a la clase obrera en un contexto prerrevolucionario y con la caída de la dictadura franquista hizo posible la aparición de la UCD, pero poco tardó en saltar en pedazos. Así, la derecha pasó a la oposición durante 14 años. La vuelta de la derecha al gobierno con el PP acabó provocando un fuerte movimiento de los trabajadores y de la juventud y repelió a amplias capas sociales de las nacionalidades históricas por su posición abiertamente españolista. El desalojo abrupto del PP del gobierno introdujo otro elemento de división. A partir de ahí, todas las batallas internas que se han dado en el seno del PP, incluso después del congreso donde se ratificó a Rajoy, tienen que ver con las distintas tácticas a seguir para poder recuperar el gobierno central. Estos enfrentamientos están ahora aderezados por la sucesión de escándalos que sacuden el PP, que han socavado de forma rápida y muy aguda, la unidad interna de la derecha. Uno de los focos centrales de esta tensión está en la vieja disputa entre Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre, que reaparece ahora en la batalla por el control de Caja Madrid.
Caja Madrid como campo de batalla
Caja Madrid es la cuarta entidad financiera del Estado, con más de siete millones de impositores. En los últimos años se han lanzado a la compra de bancos en el exterior, sobre todo en Europa del Este. Su holding financiero Cibeles posee activos por 20.000 millones. Esta enorme palanca económica es la que quiere controlar Aguirre como fuente de poder e de influencia política. Caja Madrid concedió créditos al Real Madrid para comprar futbolistas, participó en el pelotazo urbanístico que posibilitó la construcción de las cuatro torres, "símbolos" de la nueva ciudad de Madrid, casualmente una de ellas de Caja Madrid, y dio créditos multimillonarios por ejemplo a la inmobiliaria Martinsa Fadesa poco antes de suspender pagos.
La lucha por el control de Caja Madrid ya ha llegado muy lejos, hasta el punto que el sector de Aguirre ha forzado la división en el seno del grupo popular del Ayuntamiento de Madrid para que se sancione al vicealcalde, Manuel Cobo, por sus declaraciones en contra del candidato de Aguirre a presidir Caja Madrid. Finalmente, han encontrado de momento una pequeña tregua, el sector de Aguirre acepta al ex ministro Rato como candidato a presidir la Caja y a cambio el vicealcalde recibirá algún tipo de reprimenda.
Los dirigentes de la izquierda, representados en la Caja, en vez de aprovechar esta crisis para destapar las corruptelas y la malversación, no sólo ilegal, de los fondos públicos, han jugado un papel lamentable en toda esta batalla. IU y CCOO ya habían negociado con Aguirre el anterior candidato y el PSOE de Madrid se sumó después; pero con la irrupción de Rajoy y Zapatero apoyando a Rato en contra de Aguirre los ha dejado con el paso cambiado, haciendo más evidentes los elementos que componían el anterior acuerdo: ni más ni menos que puestos en el organigrama y algunas prebendas más. En ningún momento han defendido el carácter público que debía tener Caja Madrid y mucho menos que se utilizaran estos recursos para solucionar los graves problemas que afectan a los trabajadores madrileños.
Las tradiciones "democráticas" y el respeto a las instituciones públicas de la derecha española son de sobra conocidas por los trabajadores y jóvenes del Estado español, que saben perfectamente que no hay diferencias fundamentales entre una hipotética ala moderada del PP y otra más dura. En el fondo quieren aplicar las mismas recetas drásticas contra nuestras condiciones de vida y trabajo y en lo único que discrepan es si adoptar una línea de mayor o menor confrontación.
Debilidad crónica de la derecha
Debido a su debilidad histórica, la burguesía española ha tenido una dificultad crónica para unificarse y tener una expresión política estable y homogénea en todo el Estado. El miedo a la clase obrera en un contexto prerrevolucionario y con la caída de la dictadura franquista hizo posible la aparición de la UCD, pero poco tardó en saltar en pedazos. Así, la derecha pasó a la oposición durante 14 años. La vuelta de la derecha al gobierno con el PP acabó provocando un fuerte movimiento de los trabajadores y de la juventud y repelió a amplias capas sociales de las nacionalidades históricas por su posición abiertamente españolista. El desalojo abrupto del PP del gobierno introdujo otro elemento de división. A partir de ahí, todas las batallas internas que se han dado en el seno del PP, incluso después del congreso donde se ratificó a Rajoy, tienen que ver con las distintas tácticas a seguir para poder recuperar el gobierno central. Estos enfrentamientos están ahora aderezados por la sucesión de escándalos que sacuden el PP, que han socavado de forma rápida y muy aguda, la unidad interna de la derecha. Uno de los focos centrales de esta tensión está en la vieja disputa entre Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre, que reaparece ahora en la batalla por el control de Caja Madrid.
Caja Madrid como campo de batalla
Caja Madrid es la cuarta entidad financiera del Estado, con más de siete millones de impositores. En los últimos años se han lanzado a la compra de bancos en el exterior, sobre todo en Europa del Este. Su holding financiero Cibeles posee activos por 20.000 millones. Esta enorme palanca económica es la que quiere controlar Aguirre como fuente de poder e de influencia política. Caja Madrid concedió créditos al Real Madrid para comprar futbolistas, participó en el pelotazo urbanístico que posibilitó la construcción de las cuatro torres, "símbolos" de la nueva ciudad de Madrid, casualmente una de ellas de Caja Madrid, y dio créditos multimillonarios por ejemplo a la inmobiliaria Martinsa Fadesa poco antes de suspender pagos.
La lucha por el control de Caja Madrid ya ha llegado muy lejos, hasta el punto que el sector de Aguirre ha forzado la división en el seno del grupo popular del Ayuntamiento de Madrid para que se sancione al vicealcalde, Manuel Cobo, por sus declaraciones en contra del candidato de Aguirre a presidir Caja Madrid. Finalmente, han encontrado de momento una pequeña tregua, el sector de Aguirre acepta al ex ministro Rato como candidato a presidir la Caja y a cambio el vicealcalde recibirá algún tipo de reprimenda.
Los dirigentes de la izquierda, representados en la Caja, en vez de aprovechar esta crisis para destapar las corruptelas y la malversación, no sólo ilegal, de los fondos públicos, han jugado un papel lamentable en toda esta batalla. IU y CCOO ya habían negociado con Aguirre el anterior candidato y el PSOE de Madrid se sumó después; pero con la irrupción de Rajoy y Zapatero apoyando a Rato en contra de Aguirre los ha dejado con el paso cambiado, haciendo más evidentes los elementos que componían el anterior acuerdo: ni más ni menos que puestos en el organigrama y algunas prebendas más. En ningún momento han defendido el carácter público que debía tener Caja Madrid y mucho menos que se utilizaran estos recursos para solucionar los graves problemas que afectan a los trabajadores madrileños.
Las tradiciones "democráticas" y el respeto a las instituciones públicas de la derecha española son de sobra conocidas por los trabajadores y jóvenes del Estado español, que saben perfectamente que no hay diferencias fundamentales entre una hipotética ala moderada del PP y otra más dura. En el fondo quieren aplicar las mismas recetas drásticas contra nuestras condiciones de vida y trabajo y en lo único que discrepan es si adoptar una línea de mayor o menor confrontación.