Una magnífica oportunidad para levantar una alternativa de izquierdas con un programa revolucionario

Transcurridos más de dos años desde el estallido de la crisis capitalista más profunda de los últimos setenta años, no se puede dudar que los efectos de este cataclismo se extenderán más allá del terreno meramente económico, afectando no sólo a la conciencia de millones de trabajadores sino al conjunto de sus organizaciones. Las solemnes declaraciones sobre la refundación del capitalismo que se han sucedido a lo largo de este tiempo, muestran como los defensores del capital son conscientes de que su sistema ha sufrido un importante golpe en su credibilidad que necesita ser restaurada. Entre una amplio sector de la dirección de las organizaciones del movimiento obrero, la defensa de un capitalismo de rostro más humano, más regulado, pero, capitalismo al fin y al cabo, y de una política de colaboración de clases sigue siendo ampliamente dominante. En palabras de Zapatero: "es el momento de hacer país". A la vez, tras un largo silencio, también se empiezan a escuchar voces que denuncian más contundentemente la economía de libre mercado. 

Una magnífica oportunidad para levantar una alternativa de izquierdas con un programa revolucionario

 Transcurridos más de dos años desde el estallido de la crisis capitalista más profunda de los últimos setenta años, no se puede dudar que los efectos de este cataclismo se extenderán más allá del terreno meramente económico, afectando no sólo a la conciencia de millones de trabajadores sino al conjunto de sus organizaciones.
Las solemnes declaraciones sobre la refundación del capitalismo que se han sucedido a lo largo de este tiempo, muestran como los defensores del capital son conscientes de que su sistema ha sufrido un importante golpe en su credibilidad que necesita ser restaurada. Entre una amplio sector de la dirección de las organizaciones del movimiento obrero, la defensa de un capitalismo de rostro más humano, más regulado, pero, capitalismo al fin y al cabo, y de una política de colaboración de clases sigue siendo ampliamente dominante. En palabras de Zapatero: "es el momento de hacer país". A la vez, tras un largo silencio, también se empiezan a escuchar voces que denuncian más contundentemente la economía de libre mercado.
Durante un largo periodo de la historia reciente, el programa de la revolución socialista ha quedado aislado, marginado del debate político. Sin embargo, desde hace ya unos años, los acontecimientos que se suceden a escala mundial abonan el terreno para que germine una alternativa anticapitalista que pueda ganar la simpatía de sectores cada vez más amplios de la juventud y de la clase trabajadora. No nos referimos sólo a la crisis mundial del capitalismo, sino también a la masacre imperialista en Iraq y Afganistán o la reivindicación del socialismo por parte del presidente venezolano Hugo Chávez, una clara expresión del ascenso revolucionario en América Latina. En Europa, los procesos no están tan avanzados como en el continente latinoamericano, pero no cabe duda que se están produciendo cambios fundamentales. El surgimiento y desarrollo de Die Linke en Alemania coincidiendo con la grave crisis de la socialdemocracia más poderosa de Europa, el SPD; los resultados electorales del PCP y el Bloco de Esquerdas en Portugal; el movimiento huelguístico en Grecia y la solidez electoral del KKE, incluso los resultados en las elecciones francesas de agrupamientos que se declaran anticapitalistas, son pruebas de una creciente polarización social y política.
Estos acontecimientos indudablemente están incidiendo en la izquierda del Estado español, especialmente en aquellos sectores que no se conforman con el discurso socialdemócrata de la dirección del PSOE y sus concesiones permanentes a la derecha. La existencia de un amplio espacio político a la izquierda del PSOE es una realidad incuestionable, pero hasta el momento ese espacio no ha sido cubierto de manera consecuente. La prolongada crisis de Izquierda Unida, una crisis que tiene un carácter eminentemente político y estratégico, ha reabierto el debate con fuerza. Presionados por los malos resultados electorales de estos últimos años, por la realidad de una recesión económica de gran calado que afecta directamente a la clase obrera y ante el ascenso en Europa de formaciones de izquierda con un discurso más abiertamente anticapitalista, la dirección de IU ha lanzado el Llamamiento para la refundación de la izquierda. Esta nueva orientación debe ser tomada muy en serio pues, de concretarse, serviría para reagrupar a amplios sectores del movimiento obrero y juvenil que aspiran a un programa socialista y una acción política basada en la lucha y la movilización.

Aprender del pasado para preparar el futuro

La declaración elaborada por la dirección de IU afirma que estamos ante "procesos que despiertan esperanzas de un mundo mejor entre sectores amplios de la población" y que "ha llegado la hora de poner en marcha este proceso en nuestro país". Desde luego, las condiciones objetivas son más que favorables para ello, pero, aún así, no se trata de un proceso mecánico. Es cierto, que la horrible desnudez con la que exhibe sus contradicciones el capitalismo, combinada con la política económica de contrarreformas sociales del gobierno PSOE, facilita la recuperación electoral de IU. Sin embargo, si el objetivo no está limitado al mero recuento de papeletas, sino al desarrollo de una izquierda revolucionaria con raíces entre la clase obrera, el éxito no está garantizado de forma automática. La política de la dirección sigue siendo un factor decisivo.
Para empezar a abordar dicha tarea, es imprescindible evaluar de forma sobria el punto de partida. Tal y como explica el Llamamiento "la Izquierda viene sufriendo una prolongada erosión que no sólo se refleja en su retroceso electoral (...) el tejido asociativo es cada vez más débil. Los errores políticos han sido numerosos y no queremos ignorarlos". Efectivamente, años de abandono de la actividad en los centros de trabajo y de estudio, en los barrios, y su sustitución por una acción política centrada en conseguir la mayor representación institucional -que en algunas zonas como Euskadi han supuesto cruzar fronteras políticas muy peligrosas adoptando una política de colaboración de clases-, junto con la renuncia consciente de un discurso a favor del socialismo, han colocado a IU en una situación de profunda debilidad en el terreno institucional, mermando su base militante y su presencia real en el movimiento obrero y juvenil.
Partiendo de este hecho, la llegada de Cayo Lara a la coordinación general de IU se tradujo en un giro a la izquierda en las declaraciones públicas de la formación. El nuevo coordinador se estrenó reivindicando a Marx y el carácter anticapitalista de IU, defendido de forma insistente, hasta el pasado verano, la necesidad de convocar una huelga general. Gracias a ello, IU ha empezado a dibujar un perfil más nítido de izquierdas, desmarcándose de la trayectoria de Llamazares y de su seguidismo acrítico respecto al gobierno de Rodríguez Zapatero. Un paso adelante importante que debe ser profundizado para conseguir que IU se convierta en una alternativa revolucionaria y anticapitalista con credibilidad ante los trabajadores y la juventud.

Como concretar la alternativa anticapitalista de IU

"Nuestro objetivo, en definitiva, es que nuestra generación vaya construyendo una sociedad mucho más justa, solidaria y sostenible, una sociedad socialista para el siglo XXI", afirman los dirigentes de IU en su declaración. De entrada, este lenguaje supone ya un paso adelante respecto a posiciones anteriores. Pero, ¿sobre qué bases es posible construir el socialismo del siglo XXI? El Llamamiento continúa: "Construir un orden social y económico más justo, una civilización más pacífica y cooperativa en el planeta, un sistema de trabajo que dignifique a las personas y no que las destruya (...) un modelo económico acorde con las necesidades de las personas".
Es muy cierto, como señala la declaración de refundación, que necesitamos construir un nuevo orden social y económico justo, y para que no nos acusen de ambigüedad, o de replicar las ideas que otros ya defienden a favor de un capitalismo de rostro humano es necesario explicar cómo se logrará ese nuevo orden. Desde nuestro punto de vista, este nuevo orden social y económico no será posible sin arrancar de las manos de la burguesía su control sobre los medios de producción, sin acabar con la dictadura del capital financiero, sin planificar la economía sobre la base del control democrático de la población. Un modelo económico acorde con las necesidades de las personas exige organizar a los trabajadores y a la juventud bajo la bandera de la lucha por el socialismo, esto es, de un programa que defienda sin complejos la nacionalización de la gran banca, los grandes monopolios y latifundios, para ponerlos a funcionar bajo la dirección y el control de la mayoría de la sociedad.
El programa, las bases materiales y políticas sobre las que construir una sociedad superior al capitalismo, constituyen un aspecto vital en el que la experiencia de la revolución venezolana es extraordinariamente útil. Al calor del auge revolucionario se han producido multitud de adhesiones al socialismo del siglo XXI; sin embargo, tras algunas de ellas no encontramos más que el viejo programa reformista de colaboración de clases. No faltan sectores que defienden que no es el momento de aplicar el programa de la expropiación y nacionalización de las grandes fortunas y la banca, de los monopolios imperialistas y los grandes latifundios, o del control obrero. Mientras las masas venezolanas se sitúan tras Hugo Chávez y su reivindicación del socialismo, la burocracia reformista del movimiento pone obstáculos en el camino que objetivamente facilitan el trabajo de la contrarrevolución.
Como siempre ha ocurrido en las crisis revolucionarias, los reformistas pretenden ocultar su capitulación en nombre de un supuesto realismo. Desde su punto de vista, el socialismo puede que fuera posible ayer y probablemente lo sea mañana, pero nunca hoy. Cada concesión a la burguesía, cada renuncia al programa, se justifica con el argumento de no ir demasiado rápido, de evitar provocar a la reacción o caer en el error de sobrestimar las fuerzas de la revolución. En nombre del realismo se defiende el más irreal y fantástico de los programas, basado en la perspectiva de que la burguesía, poco a poco, paso a paso, aceptando las decisiones que democráticamente se adopten por mayoría, se resignará a dejar de ser la clase dominante en la sociedad para ceder su puesto a la clase que oprime. Supuestamente, de forma gradual, a través de sucesivas reformas adoptadas en el parlamento, transitaremos el camino entre el capitalismo y el socialismo. Las experiencias que desmienten la viabilidad de estas tesis son muchas y trágicas. Sin ir demasiado lejos en el tiempo, el golpe de estado contra el presidente Zelaya lo confirma. Las tímidas medidas económicas del presidente hondureño que, por cierto, distaban mucho de constituir un programa de realizaciones revolucionarias, pusieron en marcha toda la maquinaria represiva para aplastar cualquier progreso en beneficio de los desheredados.

Consignas de transición: objetivos a corto y largo plazo

Cierto es, que ni en el Estado español ni en el resto de Europa -si bien, en países como Grecia hay un clara aceleración de los procesos- existe todavía el grado de confrontación entre las clases como en Venezuela o Bolivia. Sectores decisivos de la clase obrera y la juventud todavía no ven la necesidad de la transformación socialista. Esta circunstancia, no debería ser utilizada como base para argumentar una rebaja del programa. No sería la primera vez que dentro de la izquierda se abriera el debate sobre la imposibilidad de defender consignas como, por ejemplo, la nacionalización de la banca, porque no hay madurez política suficiente en el movimiento para entenderla. Una cosa es comprender que la forma y el método con el que se explica en cada momento la alternativa revolucionaria debe basarse en la realidad política concreta que atraviesa el movimiento y, otra muy distinta, renunciar u ocultar los puntos programáticos esenciales para acabar con el capitalismo. Más aún cuando asistimos a una profunda crisis del sistema en la que el papel parasitario del capital financiero ha jugado un papel crucial.
La tarea de IU es partir de la experiencia y de las demandas más urgentes de la clase trabajadora para ligarlas con el programa y la estrategia general de la transformación socialista. No se trata sólo de hacer agitación anticapitalista, explicando las injusticias y contradicciones del sistema, sino de ser capaces de desarrollar la propaganda socialista, es decir, de conectar la superación de dichas contradicciones con la transformación socialista de la sociedad.
Frente a los ataques que ya están sobre la mesa: destrucción masiva de empleo, contrarreforma de las pensiones, abaratamiento del despido o recorte del gasto social, IU debe oponer la reivindicación de la jubilación a los 60 años, elevar la cuantía del subsidio de desempleo con una duración indefinida hasta la reincorporación al mercado laboral o el aumento de la oferta de empleo público. Obviamente la burguesía y los dirigentes socialdemócratas nos contestarán con los argumentos de siempre: no hay dinero... vuestra alternativa no sólo es utópica sino que, de llevarse a la práctica, desarreglará aún más las cuentas del Estado. Sin embargo, estos razonamientos parten de la defensa de unos determinados intereses de clase. Desde una óptica que respete los límites de este sistema, los beneficios capitalistas y la propiedad privada, no hay otra alternativa que un recorte dramático de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Si al plan aprobado por el gobierno de Rodríguez Zapatero para rescatar a la banca, sumamos la cuantía de las exenciones fiscales de las que se han beneficiado las grandes fortunas en los últimos años y los intereses a la banca que se pagan vía presupuestaria en concepto de intereses de deuda pública (más de 22.000 millones de euros), la cantidad de dinero público entregado a los grandes capitalistas en este último año y medio representa casi un 25% del PIB español. Con estos recursos, utilizados en beneficio de la mayoría, se podrían llevar a la práctica de forma inmediata medidas como la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales sin reducción salarial, la jubilación a los 60 años con contratos de relevo, triplicar el SMI, asegurar un subsidio indefinido de desempleo, garantizar la calidad de la sanidad y la educación pública...
Si IU propone refundar la izquierda con un programa y una acción anticapitalista es necesario defender estas demandas que conectarían con los sectores más avanzados, con decenas de miles de jóvenes y trabajadores que sienten la necesidad de hacer algo para acabar con la pesadilla del capitalismo. Si en las actuales circunstancias políticas IU fuera capaz de ganar a sus filas a estas capas, se pondrían las bases para dar un importantísimo paso adelante.

La lucha parlamentaria y por las reformas

Los próximos años representarán una dura escuela sobre los límites del reformismo, quedará aún más probado cómo sus recetas económicas para humanizar y controlar los excesos del capitalismo están abocadas al fracaso. Permanecer firmes hoy en la defensa de una alternativa de izquierdas, transformadora y socialista, sin hacer concesiones en el terreno ideológico, es la clave para avanzar a un nivel superior en el próximo periodo.
Desde luego, no será una tarea fácil. Toda la maquinaria con la que cuenta el sistema está siendo engrasada para abordar una etapa convulsa de la lucha de clases. El parlamento, los medios de comunicación, el aparato represivo y judicial, la mesa del diálogo social, hasta el rey -que ya ha sido puesto en escena-; todas las instituciones e instrumentos con los que cuenta el Estado burgués, son presentados machaconamente, día tras día, como los protagonistas indiscutibles de la resolución de la crisis. La intención es clara, adormecer la conciencia del movimiento y ocultar el carácter irreconciliable de los intereses de clase que existen en la sociedad. Por eso, la estrategia política que adopte IU en esta coyuntura será decisiva para el futuro.
Reivindicar el socialismo, no implica que una organización revolucionaria rechace la tribuna del parlamento, por el contrario, bien utilizada ésta puede convertirse en un magnífico altavoz. Sería todo un acontecimiento que en uno de los múltiples debates a propósito de la crisis celebrados en el congreso de los diputados, se escuchara una alternativa revolucionaria, que, por ejemplo, reivindicara frente a la destrucción masiva de empleo la necesidad de expropiar y nacionalizar bajo el control de los trabajadores las empresas amenazadas de cierre, utilizando para sacarlas a flote los 150.000 millones que se han destinado para al rescate de la banca. No hay ninguna razón por la que las instituciones burguesas no se puedan convertir en un instrumento de agitación y propaganda anticapitalista, fortaleciendo la audiencia que IU tendría entre millones de trabajadores.
La maquinaria propagandística de la burguesía, y de sus testaferros en el movimiento obrero, trata siempre a las organizaciones revolucionarias como enemigos de la lucha por reformas, como elementos apartados de la realidad, que desprecian las pequeñas reivindicaciones cotidianas de la gente normal. Nada más lejos de la realidad. La lucha más consecuente en defensa de cada pequeña mejora es una tarea imprescindible. La lucha sirve para que la clase obrera supere, aunque sea temporalmente, la pasividad política a la que está condenada, sintiéndose parte activa de la resolución de sus problemas a través de su participación colectiva, a la vez que reconoce los límites del sistema. IU debe impulsar y situarse a la cabeza de cada movilización por demandas parciales: contra la reducción de médicos en un ambulatorio, la falta de plazas en un colegio público o la necesidad de espacios verdes en un barrio obrero. Este es el terreno natural para que la izquierda revolucionaria construya sus lazos políticos con el movimiento, demostrando su utilidad en el día a día, en cada pequeña batalla.

Por una política de independencia de clase: IU debe insertarse en el movimiento obrero

En estos momentos, cuando arrecia la presión ideológica a favor de la paz social, es necesario aprovechar cada ocasión para denunciar los límites y el carácter clasista de las instituciones del Estado burgués, para explicar con argumentos las consecuencias negativas de la política de colaboración de clases. En este sentido, IU debe alzar su voz con claridad contra el llamado "Diálogo social", convertido en la materialización de la idea de que todos unidos debemos sacrificarnos por el bien de España. El diálogo social no es más que una coartada para que se imponga, con el sello afirmativo de los dirigentes sindicales, un recorte histórico de nuestros salarios, jubilaciones y derechos laborales. La Refundación de IU también pasa por un desmarque público de toda esta estrategia de la burguesía.
En la arena de la lucha de clases, a través de la prueba de la práctica, es donde se ponen a prueba las organizaciones, los programas y los dirigentes, donde éstos forjan su autoridad. Actualmente, decenas de miles de trabajadores y cientos de plantillas se enfrentan a despidos y recortes salariales que, en muchas ocasiones, se ven obligados a aceptar por la ausencia de una alternativa que unifique las luchas. Se sienten indefensos ante la patronal debido a que sus dirigentes sindicales aceptan como inevitables estos ataques o, en el mejor de los casos, plantean una perspectiva de lucha fábrica a fábrica que cuenta con escasa probabilidad de victoria, puesto que condena los conflictos al aislamiento en un contexto de paro masivo y caída de la producción.
¿Tiene IU una alternativa frente a los despidos masivos, el pensionazo, la reforma laboral o el reciente acuerdo entre CCOO, UGT y la CEOE de tres años de moderación salarial? La defensa por parte de Cayo Lara de una huelga general como una alternativa de lucha frente a la ofensiva de la patronal y para obligar al gobierno del PSOE a rectificar hacia la izquierda, recibió el apoyo entusiasta de miles de trabajadores, que sienten con certeza que éste es el camino. Las movilizaciones que IU de Andalucía convocó en febrero y noviembre de 2009 en Sevilla, y que agruparon a decenas de miles de trabajadores, probaron en la práctica que la refundación de IU pasa por conectar de nuevo con el movimiento obrero.
Izquierda Unida tiene todas las posibilidades para reestablecer sus lazos con la clase obrera organizada, empezando por los sindicatos de clase. Pero la condición necesaria para ello es defender abiertamente un programa consecuente, aunque choque con la estrategia de los actuales dirigentes de CCOO y UGT. Hablar un día a favor de la huelga general cambiando al día siguiente el discurso para no "enemistarse" con las cúpulas de los sindicatos, no es una estrategia creíble. La decisión del gobierno de aumentar la edad de jubilación y llevar a cabo una contrarreforma laboral, es un marco muy concreto para que IU lleve a cabo una amplia campaña a favor de la Huelga General y la necesidad de un giro a la izquierda de los sindicatos. De esta manera conectaría con el sentimiento que hoy existe en la base militante de CCOO y UGT, daría cauce organizado a la frustración que sienten miles de sindicalistas y trabajadores con conciencia de clase, situándose en las mejores condiciones de recuperar sus posiciones en el movimiento obrero. La idea de que IU no puede inmiscuirse en los asuntos de los sindicatos, esgrimida por muchos dirigentes de CCOO y UGT, no sólo es falsa por completo, sino que oculta los lazos amplios y profundos que se han forjado en estos años entre las cúpulas sindicales y las instituciones del estado capitalista. La supuesta independencia sindical es una idea reaccionaria que ya fue combatida hace más de 150 años por Marx. O bien los sindicatos defienden una política de clase, basándose en un programa de lucha anticapitalista, o bien sucumben a las presiones de la burguesía.
Sustituir una amplia propaganda en los sindicatos, en los centros de trabajo, en los barrios y en la tribuna parlamentaria a favor de la huelga general, por una campaña de recogida de 500.000 firmas como método para detener la contrarreforma de las pensiones, no es el mejor camino para refundar IU. El objetivo, desde luego, no es la  denuncia histérica de los dirigentes sindicales. Nuestras críticas tienen que ser compañeras, fraternales y fundamentadas. Pero IU necesita establecerse como una referencia política en los sindicatos de clase, igual que lo ha hecho el PSOE y otras organizaciones. Por eso, como parte del proyecto de refundación, IU debería apoyar de forma práctica el desarrollo y extensión de una corriente en defensa de un sindicalismo de clase, democrático y combativo en los sindicatos mayoritarios. Es necesario explicar de forma clara y concreta con qué política sindical, con qué métodos de lucha se pueden derrotar los planes de la patronal y de la burguesía, con el fin de impulsar el debate en las fábricas y suministrar argumentos políticos a los sectores más avanzados de las plantillas y los sindicatos.
Con un programa, unos métodos y una estrategia basada en las ideas del marxismo, IU podría ganar hoy a sectores importantes del movimiento obrero y la juventud, estableciendo los cimientos de una organización revolucionaria que más adelante pueda luchar por la dirección política de la mayoría de la clase obrera. Los marxistas de El Militante que militamos en IU defendemos con entusiasmo la Refundación de la izquierda, y queremos contribuir con estas reflexiones a su éxito.

banner

banneringles

banner

banner

banner

banneringles

banneringles

bannersindicalistas

bannersindicalistas