Como la burguesía sabe que sus planes tienen más posibilidades de salir adelante si los trabajadores están convencidos o, al menos, resignados, cualquier ataque importante contra la clase obrera va siempre acompañado de una intensa campaña de propaganda que pretende justificarlo. La reforma de las pensiones propuesta por el gobierno no es una excepción. Algunos "expertos" vaticinan un futuro colapso del sistema público de pensiones si no se llevan adelante los recortes. Están mintiendo y vamos a demostrarlo con los datos del Instituto Nacional de Estadística.
Como la burguesía sabe que sus planes tienen más posibilidades de salir adelante si los trabajadores están convencidos o, al menos, resignados, cualquier ataque importante contra la clase obrera va siempre acompañado de una intensa campaña de propaganda que pretende justificarlo. La reforma de las pensiones propuesta por el gobierno no es una excepción. Algunos "expertos" vaticinan un futuro colapso del sistema público de pensiones si no se llevan adelante los recortes. Están mintiendo y vamos a demostrarlo con los datos del Instituto Nacional de Estadística.
Hay muchos argumentos contra el retraso de la edad de jubilación y el recorte de las pensiones. El primero (y más que suficiente desde una posición de clase) es que perjudica la calidad de vida de los trabajadores. Otros son que no tiene sentido retrasar la edad de jubilación cuando los parados mayores de 50 años tienen muy difícil volver a encontrar otro empleo y cuando el paro juvenil ronda el 40%, que no es verdad que no haya dinero porque está sobradamente demostrado que para la banca y las empresas sí lo hay, que aunque la vida se prolongue, otra cosa son las condiciones físicas, psicológicas y mentales a esa edad, etc. Pero no vamos a analizar aquí nuestras razones para oponernos a la reforma de las pensiones, sino las suyas para defenderla.
La reforma se justifica con cuatro argumentos principales: no penalizar a los trabajadores que pierden su empleo hacia el final de su vida laboral, el aumento de la esperanza de vida, la caída de la natalidad y la disminución de la ratio ocupados/jubilados. Según nuestros agoreros, como cada vez hay más viejos y menos jóvenes, esto significa que el peso de las pensiones se va hacer insoportable (pasarían de representar el 8% del PIB en la actualidad, al 15% en 2040), así que no queda más remedio que recortarlas para que la Seguridad Social no quiebre en el futuro. Los cuatro argumentos son falsos.
a) Parados mayores: Efectivamente, quien se quede parado después de los 50 años y no vuelva a encontrar empleo ve su pensión mermada. Pero la solución no es aumentar el período de cálculo, porque eso perjudicaría al resto de los trabajadores. La solución es calcular la pensión con los 15 mejores años de cotización del trabajador, algo perfectamente posible.
b) Esperanza de vida: La mentira radica en identificar automáticamente más esperanza de vida con una mayor longevidad. Pero que aumente esa esperanza no significa que la gente prolongue su vida el mismo tiempo. La esperanza de vida es una media estadística calculada a partir de las edades de defunción de los ciudadanos de un país. Por tanto, en ella no sólo influye la edad de fallecimiento de los ancianos, sino de toda la población. El factor fundamental que explica el aumento de la esperanza de vida en el Estado español es el brutal desplome (de más del 80%) de la tasa de mortalidad infantil en las últimas tres décadas (cuadro 1).
c) Caída de la natalidad: Aparte de que la tasa de natalidad lleva una década aumentando desde el mínimo de 1998 (cuadro 2), este argumento se olvida del factor inmigración, que, como es bien sabido, ha hecho aumentar la población en varios millones de habitantes en una sola década (cuadro 3). Y por experiencia histórica bien sabemos en este país que los que emigran suelen ser los jóvenes.
d) Ratio ocupados/jubilados: Aquí está la madre del cordero. Aparentemente, el argumento es irrefutable: si la ratio baja a la mitad a consecuencia de que los jubilados se duplicarán y los ocupados crecerán mucho menos, el único resultado posible será la quiebra del sistema. Pero hay un pequeño problema: llevan muchos años utilizando este argumento y la realidad ya se encargó repetidamente de desmentirlo. En los últimos treinta años la ratio también se dividió por la mitad y el número de jubilados no es que se duplicase, sino que se triplicó (cuadro 4), pero la Seguridad Social no sólo no quebró, sino que goza de una salud excelente, con un superávit de 8.500 millones en 2009 y un fondo de reserva de 62.500 millones, el mayor entre los países que tienen un sistema de pensiones como el nuestro. ¡Y con un aumento de la esperanza de vida de casi cuatro años en solamente década y media (1991-2007)!
Cuando a mediados de los años 90 asistimos a una campaña de propaganda similar previa a la reforma de las pensiones de 1996 (la que aumentó el período de cálculo de 8 a 15 años), ¿cuál de nuestros agoreros fue capaz de prever el fenómeno de la inmigración masiva que se iniciaría poco después o la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, factores ambos que influyeron significativamente en que la Seguridad Social aumentase sus cotizantes un 50% entre 1995 y 2005, desmintiendo todos sus pronósticos catastrofistas? Ninguno. ¿Y de esos "expertos" nos tenemos que fiar?
Y aún hay otra explicación decisiva que nos ocultan: la productividad del trabajo. Sí, es verdad que entre 1976 y 2008 la ratio disminuyó a la mitad porque los jubilados se multiplicaron por 3 mientras los ocupados sólo lo hicieron por 1,5. Pero el incremento de la productividad significó que la riqueza creada por el trabajo de los ocupados aumentase más, en concreto, el PIB se multiplicó por 2,5 en ese período. Hace cuarenta años las pensiones suponían el 3% del PIB; hoy suponen el 8% y no pasó nada precisamente porque el aumento de la riqueza implica que hay más recursos. Por la misma razón, aunque en los próximos treinta años se dupliquen tanto el número de jubilados como el peso de las pensiones en el PIB, el sistema tampoco peligrará.
Es más, incluso desde una óptica capitalista el modelo contributivo no es la única opción. De hecho, otros servicios sociales (como la sanidad o la enseñanza) son deficitarios, como no queda otra al ser universales y gratuitos. Con las pensiones se podría hacer lo mismo, es decir, dejar de gestionarlas con criterios de rentabilidad económica e incluirlas en los presupuestos generales del estado como una partida más del gasto social, a financiar con los impuestos de todos, como ya ocurre en algunos países.
Claro que esto tampoco convence a nuestros agoreros porque, en realidad, el objetivo de su propaganda y de la propia reforma es doble: recortar el gasto social (a la par que se dedican ingentes cantidades de dinero público a salvar la banca o se les bajan los impuestos a los empresarios) y empujarnos a los trabajadores a suscribir fondos privados de pensiones, para que así los bancos se lleven una parte todavía mayor de nuestros salarios, como si no nos robasen ya bastante con las hipotecas, las comisiones, etc.
Podemos parar esta reforma porque hay fuerza más que suficiente. Pero la única alternativa que puede garantizar un futuro sin amenazas para el bienestar de la clase obrera es solucionar el problema de fondo, es acabar con el capitalismo y poner la riqueza al servicio de la inmensa mayoría de la población, no de la pequeña minoría privilegiada que actualmente la acapara.
Hay muchos argumentos contra el retraso de la edad de jubilación y el recorte de las pensiones. El primero (y más que suficiente desde una posición de clase) es que perjudica la calidad de vida de los trabajadores. Otros son que no tiene sentido retrasar la edad de jubilación cuando los parados mayores de 50 años tienen muy difícil volver a encontrar otro empleo y cuando el paro juvenil ronda el 40%, que no es verdad que no haya dinero porque está sobradamente demostrado que para la banca y las empresas sí lo hay, que aunque la vida se prolongue, otra cosa son las condiciones físicas, psicológicas y mentales a esa edad, etc. Pero no vamos a analizar aquí nuestras razones para oponernos a la reforma de las pensiones, sino las suyas para defenderla.
La reforma se justifica con cuatro argumentos principales: no penalizar a los trabajadores que pierden su empleo hacia el final de su vida laboral, el aumento de la esperanza de vida, la caída de la natalidad y la disminución de la ratio ocupados/jubilados. Según nuestros agoreros, como cada vez hay más viejos y menos jóvenes, esto significa que el peso de las pensiones se va hacer insoportable (pasarían de representar el 8% del PIB en la actualidad, al 15% en 2040), así que no queda más remedio que recortarlas para que la Seguridad Social no quiebre en el futuro. Los cuatro argumentos son falsos.
a) Parados mayores: Efectivamente, quien se quede parado después de los 50 años y no vuelva a encontrar empleo ve su pensión mermada. Pero la solución no es aumentar el período de cálculo, porque eso perjudicaría al resto de los trabajadores. La solución es calcular la pensión con los 15 mejores años de cotización del trabajador, algo perfectamente posible.
b) Esperanza de vida: La mentira radica en identificar automáticamente más esperanza de vida con una mayor longevidad. Pero que aumente esa esperanza no significa que la gente prolongue su vida el mismo tiempo. La esperanza de vida es una media estadística calculada a partir de las edades de defunción de los ciudadanos de un país. Por tanto, en ella no sólo influye la edad de fallecimiento de los ancianos, sino de toda la población. El factor fundamental que explica el aumento de la esperanza de vida en el Estado español es el brutal desplome (de más del 80%) de la tasa de mortalidad infantil en las últimas tres décadas (cuadro 1).
c) Caída de la natalidad: Aparte de que la tasa de natalidad lleva una década aumentando desde el mínimo de 1998 (cuadro 2), este argumento se olvida del factor inmigración, que, como es bien sabido, ha hecho aumentar la población en varios millones de habitantes en una sola década (cuadro 3). Y por experiencia histórica bien sabemos en este país que los que emigran suelen ser los jóvenes.
d) Ratio ocupados/jubilados: Aquí está la madre del cordero. Aparentemente, el argumento es irrefutable: si la ratio baja a la mitad a consecuencia de que los jubilados se duplicarán y los ocupados crecerán mucho menos, el único resultado posible será la quiebra del sistema. Pero hay un pequeño problema: llevan muchos años utilizando este argumento y la realidad ya se encargó repetidamente de desmentirlo. En los últimos treinta años la ratio también se dividió por la mitad y el número de jubilados no es que se duplicase, sino que se triplicó (cuadro 4), pero la Seguridad Social no sólo no quebró, sino que goza de una salud excelente, con un superávit de 8.500 millones en 2009 y un fondo de reserva de 62.500 millones, el mayor entre los países que tienen un sistema de pensiones como el nuestro. ¡Y con un aumento de la esperanza de vida de casi cuatro años en solamente década y media (1991-2007)!
Cuando a mediados de los años 90 asistimos a una campaña de propaganda similar previa a la reforma de las pensiones de 1996 (la que aumentó el período de cálculo de 8 a 15 años), ¿cuál de nuestros agoreros fue capaz de prever el fenómeno de la inmigración masiva que se iniciaría poco después o la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, factores ambos que influyeron significativamente en que la Seguridad Social aumentase sus cotizantes un 50% entre 1995 y 2005, desmintiendo todos sus pronósticos catastrofistas? Ninguno. ¿Y de esos "expertos" nos tenemos que fiar?
Y aún hay otra explicación decisiva que nos ocultan: la productividad del trabajo. Sí, es verdad que entre 1976 y 2008 la ratio disminuyó a la mitad porque los jubilados se multiplicaron por 3 mientras los ocupados sólo lo hicieron por 1,5. Pero el incremento de la productividad significó que la riqueza creada por el trabajo de los ocupados aumentase más, en concreto, el PIB se multiplicó por 2,5 en ese período. Hace cuarenta años las pensiones suponían el 3% del PIB; hoy suponen el 8% y no pasó nada precisamente porque el aumento de la riqueza implica que hay más recursos. Por la misma razón, aunque en los próximos treinta años se dupliquen tanto el número de jubilados como el peso de las pensiones en el PIB, el sistema tampoco peligrará.
Es más, incluso desde una óptica capitalista el modelo contributivo no es la única opción. De hecho, otros servicios sociales (como la sanidad o la enseñanza) son deficitarios, como no queda otra al ser universales y gratuitos. Con las pensiones se podría hacer lo mismo, es decir, dejar de gestionarlas con criterios de rentabilidad económica e incluirlas en los presupuestos generales del estado como una partida más del gasto social, a financiar con los impuestos de todos, como ya ocurre en algunos países.
Claro que esto tampoco convence a nuestros agoreros porque, en realidad, el objetivo de su propaganda y de la propia reforma es doble: recortar el gasto social (a la par que se dedican ingentes cantidades de dinero público a salvar la banca o se les bajan los impuestos a los empresarios) y empujarnos a los trabajadores a suscribir fondos privados de pensiones, para que así los bancos se lleven una parte todavía mayor de nuestros salarios, como si no nos robasen ya bastante con las hipotecas, las comisiones, etc.
Podemos parar esta reforma porque hay fuerza más que suficiente. Pero la única alternativa que puede garantizar un futuro sin amenazas para el bienestar de la clase obrera es solucionar el problema de fondo, es acabar con el capitalismo y poner la riqueza al servicio de la inmensa mayoría de la población, no de la pequeña minoría privilegiada que actualmente la acapara.
Cuadro 1. Tasa de mortalidad infantil, por mil nacimientos 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2008 18,88 12,34 8,92 7,6 5,49 4,38 3,78 3,54 |
Cuadro 2. Tasa bruta de natalidad, por mil habitantes 1975 1985 1998 1999 2000 2003 2006 2008 18,76 11,88 9,19 9,52 9,88 10,52 10,96 11,38 |
Cuadro 3. Población 1999 2004 2009 Total 40.200.000 43.200.000 46.660.000 Extranjeros 750.000 3.030.000 5.640.000 1,9% 7% 12% |
Cuadro 4. Ocupados y jubilados 1976 2008 2040 Ocupados 12.770.00 19.860.000 21.000.000 Jubilados 2.380.000 6.940.000 14.500.000 Ratio 5,4 2,9 1,4 |