La reciente propuesta de expulsión y cambio de centro de una alumna del IES público Camilo José Cela en Pozuelo de Alarcón, Madrid,  por el único motivo de llevar hiyab, un pañuelo que cubre el pelo y el cuello, ha tenido una amplísima repercusión en los medios de comunicación.

La reciente propuesta de expulsión y cambio de centro de una alumna del IES público Camilo José Cela en Pozuelo de Alarcón, Madrid,  por el único motivo de llevar hiyab, un pañuelo que cubre el pelo y el cuello, ha tenido una amplísima repercusión en los medios de comunicación.

El tratamiento de la noticia, tanto por la intensidad con la que se ha divulgado como por el enfoque, no ha sido en absoluto desinteresado. En la gran mayoría de los casos se ha presentado a la joven marroquí Najwa como un exponente de las oscuras y opresivas costumbres de la inmigración de origen musulmán, que chocan con la civilizada normativa del "avanzado mundo occidental". Así, el revuelo mediático que se ha armado tiene una dinámica y una función propia. En la práctica este episodio se ha convertido en una sesión masiva de odio racista, otra más, orquestada por los medios de comunicación y por la derecha, destinado a alimentar prejuicios contra los inmigrantes. Quieren enfrentar a los jóvenes y sus familias en líneas religiosas o nacionales y así canalizar el malestar social por vías no peligrosas para los poderosos.

Por supuesto, a la derecha y a la ultraderecha esta campaña les viene como anillo al dedo. El partido de ultraderecha Democracia Nacional llenó de pegatinas la puerta del IES con el lema "No a la islamización". Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, ha mostrado el respaldo del Gobierno regional a la decisión tomada por el instituto de Pozuelo, esgrimiendo la "autonomía de los centros". Esto es un truco formal para apoyar, en la práctica, una medida discriminatoria y reaccionaria. Los jóvenes y trabajadores no podemos respaldarla por más que se ampare en una normativa legal aprobada en un centro. Hay que ir a las consecuencias sociales y políticas de fondo de la medida, que obviamente trascienden la "autonomía de los centros".

No hay ninguna manera de explicar la campaña que se ha desatado por los medios de comunicación y por la derecha si no es por su finalidad política reaccionaria. Si se trata de impedir la ostentación religiosa en los centros educativos, ¿por qué no se prohíbe que lleven colgantes con crucifijos? ¿Por qué el revuelo sólo se arma cuando se trata de símbolos no católicos? Por supuesto, desde el Sindicato de Estudiantes estamos en contra de represaliar cualquier tipo de manifestación de adhesión individual a una religión, sea la que sea. La derecha, en cambio, en la práctica, al mismo tiempo que apoya una actitud discriminatoria hacia una manifestación individual de adhesión a la religión musulmana, fomenta todo tipo de símbolos oficiales de la religión católica en instituciones públicas. La derecha carga contra la hiyab de Najwa, mientras presiona al gobierno y al Estado para que siga financiando a la iglesia católica y que se imparta religión católica en los centros de estudio públicos. Mientras la derecha y los medios se muestran extremadamente indignados por las presiones familiares a las que son sometidas las adolescentes musulmanas para que lleven hiyab, no escucharemos de su boca una sola crítica a las familias que llevan a sus hijos, desde tempranísima edad, a centros ultracatólicos. En ese caso, la "libertad de la familia" está por encima de todo. Tampoco a la derecha le preocupa que en muchos centros concertados, en su mayoría propiedad de la jerarquía de la iglesia católica, se impartan clases separadas a niños y a niñas.

En el intento de dar una envoltura más aceptable a su mensaje racista, la derecha se muestra extrañamente firme en la defensa de los derechos de la mujer. Pero esa misma derecha se manifiesta, de forma virulenta, en contra del derecho de las mujeres a abortar libremente y sin riesgos físicos y psicológicos. Tampoco le importa la discriminación salarial, que tan bien le viene a los empresarios, ni el hecho de que miles de mujeres inmigrantes vivan con salarios miserables y sin derechos.

Por una educación pública, laica y democrática.

El Sindicato de Estudiantes defendemos una escuela democrática y laica, que el Estado rompa todos los acuerdos que tiene con el Vaticano y suspenda los conciertos educativos, para que la educación deje de ser un negocio en manos de la iglesia. Defendemos una única red pública donde se integren todos los centros educativos concertados, ya que funcionan con fondos públicos. Así, sería posible dar salida a todas las necesidades educativas en condiciones democráticas y de igualdad.

Pero no debemos dejarnos confundir por la demagogia de la derecha. Defender una educación pública laica (algo a lo que la derecha se opone totalmente) no tiene nada que ver con aplicar medidas represivas y atentar contra los derechos democráticos fundamentales de los alumnos.  La lucha contra los prejuicios religiosos, sean de la confesión que sean, jamás se podrá hacer con métodos represivos y de la mano de la derecha.

Excluir a alumnas musulmanas de sus escuelas por llevar un hiyab es un acto que favorece el racismo y la marginación de los inmigrantes. La medida tomada por el consejo escolar del IES madrileño, lejos de ser un acto "liberador" es un acto de opresión que no tiene nada de progresista. El gobierno del PSOE tiene la obligación de intervenir para que se respeten los derechos democráticos de estas alumnas y evitar que se introduzca el veneno del racismo dentro de la escuela pública. Si este tipo de medidas prosperan se estará favoreciendo la formación de centros-gueto, como ya ocurre con centros concertados que impiden, porque su "autonomía" se lo permite, la escolarización de inmigrantes.

Desde el Sindicato de Estudiantes nos oponemos a cualquier medida represiva contra las creencias religiosas individuales, ya sea de católicos, musulmanes o cualquier creencia, así como contra los elementos culturales que cada uno libremente decide incorporar a su vestimenta, como es en gran medida lo que sucede con el hiyab, que tiene más connotaciones culturales que religiosas, como estos días explican muchas estudiantes musulmanas, incluso aquellas que han decidido no llevar velo. Es un deber de los sindicatos y las organizaciones de izquierdas defender los derechos democráticos de todos los estudiantes provengan de la cultura que provengan y profesen la religión que profesen.

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