El Tribunal Constitucional, el miércoles 14 de abril, paralizó las demoliciones en El Cabanyal, antiguo barrio marinero de Valencia, hasta que decida si las prohíbe (como pretende el Gobierno central) o no (como quiere el PP). Esto significa la victoria más contundente (aun siendo temporal) de una lucha que lleva 12 años. Se prevé que en cinco meses esté la sentencia definitiva. Es difícil imaginar que esta paralización no tenga nada que ver con la conmoción que ha causado en Valencia y en todo el Estado la saña de las cargas policiales en el barrio. La demolición de varios edificios los días 7 y 8 de abril, contestada por la resistencia activa de cientos de personas, fue impuesta por una brutal represión de policía local y nacional. Manifestantes sentados con las manos en alto fueron apaleados con salvajismo, así como las dos personas (padre e hijo) que se subieron a la excavadora, que fueron detenidos unas horas.
El Tribunal Constitucional, el miércoles 14 de abril, paralizó las demoliciones en El Cabanyal, antiguo barrio marinero de Valencia, hasta que decida si las prohíbe (como pretende el Gobierno central) o no (como quiere el PP). Esto significa la victoria más contundente (aun siendo temporal) de una lucha que lleva 12 años. Se prevé que en cinco meses esté la sentencia definitiva. Es difícil imaginar que esta paralización no tenga nada que ver con la conmoción que ha causado en Valencia y en todo el Estado la saña de las cargas policiales en el barrio. La demolición de varios edificios los días 7 y 8 de abril, contestada por la resistencia activa de cientos de personas, fue impuesta por una brutal represión de policía local y nacional. Manifestantes sentados con las manos en alto fueron apaleados con salvajismo, así como las dos personas (padre e hijo) que se subieron a la excavadora, que fueron detenidos unas horas.
La decisión de arramblar con varias fincas fue un acto de prepotencia y venganza por parte del Ayuntamiento del PP, que se adelantó a la previsible paralización judicial de los derribos.
Esta lucha arranca de lejos. El Cabanyal, bien reformado y acondicionado, podría ser un ejemplo de urbanismo respetuoso con los vecinos (la mayoría de edad avanzada) y sus tradiciones, singular (arquitectónicamente es un excepcional caso de modernismo popular), y atractivo para los visitantes de Valencia y de fuera. Pero claro, en el capitalismo, el urbanismo que se impone es el que interesa a los capitalistas, a los constructores, especuladores y dueños de grandes empresas hoteleras y similares. Ellos ven el barrio como un goloso bocado para sus negocios.

Una referencia de lucha

Frente a estas pretensiones, impuestas en tantas ciudades (especialmente las costeras y turísticas), se ha levantado la resistencia de muchos vecinos del barrio. Una resistencia constante, firme, que ha convertido este barrio en un símbolo de la lucha contra el PP. Durante los 12 años que lleva la movilización, el Ayuntamiento ha intentado por todos los medios aislarla y criminalizarla. Rita Barberá tiene la desfachatez de decir que Salvem "usa la violencia verbal y física, y adopta actitudes totalitarias", y en el colmo del cinismo denuncia "la brutalidad tanto de las actuaciones junto a ocupas y antisistema de Salvem El Cabanyal, como de las afirmaciones de sus comunicados". Lo que realmente les exaspera es que, frente a la oposición de terciopelo de los dirigentes de las organizaciones de izquierda, Salvem siempre ha llamado a las cosas por su nombre. A la vez que se ha desmarcado siempre de actitudes individuales de enfrentamiento físico con la policía, ha sido claro con el PP. El comunicado del 8 de abril denuncia "la dictadura del PP", y afirma: "El Partido Popular, como partido antidemocrático, que lo es, no debería tener en sus manos la administración de los intereses generales (...). El PP utiliza el poder que el sistema democrático pone en sus manos para satisfacer sus intereses particulares y sus compromisos con los grupos económicos que les financian ilegalmente para ayudarlos a perpetuarse en el poder".
Mientras por un lado criminalizaba a lo más vivo del barrio, Salvem, el Ayuntamiento sometía el barrio a una condena de marginación y degradación. Durante estos años esta lucha se ha convertido en un referente para miles de vecinos valencianos. Al mismo tiempo, las direcciones de PSOE, CCOO, UGT, Esquerra Unida, etc., más allá de las palabras de apoyo, no han movido un dedo, en todo este tiempo, por extender la lucha.
No obstante, una y otra vez, como ese impetuoso torrente que termina encontrando su salida al mar, por muchos obstáculos que haya en el camino, el descontento ha buscado su cauce. El impresionante movimiento que el curso pasado protagonizaron profesores, padres y estudiantes de la pública, y que sólo fue paralizado por la actitud desmovilizadora de la Plataforma y de la dirección de FAPA y sindicatos docentes; o las movilizaciones de decenas de miles de personas, convocadas por Facebook, contra la corrupción, pero que desgraciadamente no tuvieron continuidad, reflejaban esta necesidad de cauce. En esa línea, la manifestación del 31 de enero, convocada por Salvem El Cabanyal, fue el cauce para que 30.000 valencianos se expresaran.
Los acontecimientos recientes en El Cabanyal contienen en nuestra opinión varias lecciones:
1. La Policía Nacional no está para favorecer la justicia. Carmen Alborch y los dirigentes del PSOE pretendían crear esa ilusión entre los vecinos. No, está para defender los intereses de la clase dominante. Podemos y debemos utilizar todas las herramientas útiles, pero no debemos tener ninguna ilusión en los cuerpos represivos, la justicia y el Estado. Es más, la crisis del sistema capitalista implica una escalada de represión del Estado burgués para imponer a la mayoría sus medidas de ataque. Agresiones policiales del calado de las de El Cabanyal, recuerdan la represión del movimiento contra la guerra por parte del Gobierno Aznar. Este tipo de comportamientos son un aviso: la represión aumentará.
2. No se puede tener dos amos. O con los vecinos, o con los especuladores. El PSOE se ha pronunciado en defensa de El Cabanyal, y ha presentado el recurso de inconstitucionalidad ante el tribunal, pero a la vez son sus dirigentes quienes dan las órdenes a la policía. Algunos se han pronunciado tímidamente por un "posible exceso de violencia contra los manifestantes", pero la realidad es concreta: no sólo dirigen la Policía Nacional, sino que el delegado de Gobierno, Ricardo Peralta, responsable de las cargas, llega al punto de justificarla diciendo que la violencia "fue la mínima imprescindible"; y este señor sigue representando al Gobierno en el País Valenciano.

¿Y ahora qué?

Por otra parte, los reformistas en el gobierno central pretenden que confiemos en los jueces (los mismos que criminalizan la investigación de la represión franquista), y que las movilizaciones se supediten a eso. Es al contrario. Lo que suceda en los tribunales será un pálido reflejo de lo que suceda en la calle, y aún así no garantiza un triunfo definitivo, porque los jueces, lejos de ser independientes, son totalmente dependientes (en su inmensa mayoría) de la clase dominante. Sólo el miedo a una contestación mayor puede presionarle en sentido positivo. La lucha debe continuar, y cualquier intento de pararla debe ser contestado.
¿Y ahora qué? Por supuesto, celebrar esta victoria parcial... y continuar la lucha. Es necesario mantener y aumentar la presión social para que definitivamente se paralicen los derribos, para conseguir la dimisión de Ricardo Peralta, y para dignificar el barrio, rehabilitando los edificios valiosos, creando infraestructura y zonas verdes, y acabando con la marginación. Hay que llevar adelante una campaña de información barrio a barrio, y de movilización, vinculando las reivindicaciones antes citadas con otras vecinales y con la necesidad de una política municipal al servicio de los trabajadores, de unos servicios públicos de calidad, etc. Es responsabilidad de las organizaciones de izquierdas y sindicales tomar la iniciativa en este sentido.

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