El Gobierno central y los gobiernos autonómicos, la CEOE y los medios de comunicación han conformado una Santa Alianza para difuminar el impacto de la huelga de empleados públicos del 8 de junio. Las grandes portadas hablaban de "fracaso", de "ensayo fallido de huelga general", "Madrid pasa del paro", etc. La campaña no tiene otro objetivo que tratar de enfriar el ambiente y de esa manera presionar a los dirigentes sindicales para que no convoquen la necesaria huelga general.
Para empezar, la supuesta sensación de "normalidad" que trata de presentar el gobierno descansa sobre unos servicios mínimos que, una vez más, han sido escandalosos. Por ejemplo, en sanidad, los servicios mínimos han superado los efectivos de un día normal. En el turno de noche suponían más trabajadores que la plantilla del turno. En educación los servicios mínimos han sido de en torno al 40% de promedio elevándose a un 50% en los centros con educación especial. En justicia, trabajadores penitenciarios o sanidad se han superado el 70% en numerosas comunidades. La Corporación catalana de medios de comunicación garantizó el 50% de los servicios informativos y los Ferrocarriles de la Generalitat estaban obligados a ofrecer el 50% de los trenes en hora punta.
Los sindicatos han recurrido a los tribunales para denunciar los servicios mínimos impuestos, pero es evidente que desde CCOO y UGT se tenía que haber combatido de una manera más contundente esta actitud abusiva del gobierno central y los autonómicos, que constituye en la práctica un recorte del derecho de huelga. En todo caso, muchos trabajadores que tuvieron que cumplir con los servicios mínimos trataron de escenificar su apoyo a la huelga con pegatinas o carteles mostrando su adhesión.
En todo caso, descontando los servios mínimos, los sindicatos han cifrado en seguimiento de la huelga de un 75,30% de los trabajadores, lejos del insignificante 11,85% planteado por el gobierno No obstante, los sindicatos sí reconocen que el seguimiento fue desigual, de un 100% en el servicio de movilidad de Madrid, un 80% en la RTV de Andalucía o un 80% de las universidades de Catalunya a un 18% en la Administración Autonómica de Canarias, un 19% de la prisión de Teruel, o un 10% en la educación privada concertada catalana, donde la coacción ha sido brutal. Es digno de mención el apoyo planteado por los principales sindicatos de la policía y organizaciones de la guardia civil. En un comunicado conjunto firmado por el SUP, la AUGC y otras organizaciones proponían la huelga de celo y "un trato exquisito a los miembros de las organizaciones sindicales que formarán piquetes legítimos para informar a los funcionarios de las razones de la huelga, protegiendo su trabajo y denunciando ante estas organizaciones cualquier orden de actuar contra ellos".
La razón fundamental de este seguimiento desigual no se explica por que no "exista un ambiente favorable a las movilizaciones", como machaconamente han planteado los medios de comunicación de la burguesía, sino por la falta de decisión manifestada por las direcciones de UGT y CCOO para plantar cara de forma contundente al plan de ajuste del gobierno y al conjunto de medidas antiobreras que se han adoptado en estos dos años de crisis. La estrategia sindical basada en el pacto y el consenso con el gobierno y la patronal se ha demostrado un obstáculo importante para galvanizar el entusiasmo de los empleados públicos. De hecho, al tiempo que se convocaba la movilización del 8 de junio, los dirigentes de CCOO y UGT no se han cansado en estas semanas de insistir en que "el país no merece una huelga general", o enfatizar su "disposición a alcanzar un acuerdo en la reforma laboral". Con este enfoque, completamente erróneo, se transmite una señal totalmente equivocada. La clase trabajadora es muy consciente que parar estos ataques exige una campaña de movilizaciones duras, continuadas en el tiempo, bien organizadas, que cuenten con la participación consciente y activa de las plantillas a través de asambleas bien convocadas, y hasta ahora los dirigentes de CCOO y UGT no han hecho nada de esto.
El 8 de junio, muchos trabajadores se quejaban durante las manifestaciones de que la estructura sindical no había organizado la huelga en condiciones, la información era muy escasa en los centros de trabajo y la celebración de asambleas de trabajadores había sido mínima. De hecho, nos consta que en determinados centros de trabajo se conocía la convocatoria de la huelga exclusivamente por la prensa y fueron los propios trabajadores los que tuvieron que improvisar la organización de la movilización. Es urgente que los sindicatos rectifiquen radicalmente su estrategia. Como la prensa capitalista se encarga de dejar claro un día si y otro también, este plan de ajuste sólo es un prolegómeno, después vendrán más medidas, y los sindicatos también están en el punto de mira de la burguesía. Los tiempos en que eran tratados como agentes de Estado, interlocutores responsables, ha terminado. O pasan inmediatamente a la acción, de forma seria y creíble, o la maquinaría capitalista se encargará de dar a las cúpulas sindicales una lección que no olvidarán.
Manifestación histórica en Catalunya
Catalunya ha sido la Comunidad donde el seguimiento de la huelga ha sido más extenso (como ha tenido que reconocer la propia Generalitat). Aquí también estaban llamados a la huelga los Ferrocarriles de la Generalitat y la sanidad y educación privada-concertada. El paro en los Ferrocarriles amplió la repercusión de la huelga ya que el seguimiento en esta empresa fue de los más altos. Los sindicatos reconocen que han incumplido los servicios mínimos.
Pero el punto central fue la multitudinaria e histórica manifestación celebrada en Barcelona. 150.000 trabajadores participaron en una movilización marcada por su enorme combatividad. Las ganas de luchar se expresaron en concentraciones que se celebraron en la puerta del trabajo de varios centros, por ejemplo en el Hospital del Vall d'Hebron.
Aunque la manifestación comenzaba a las 12.00 en Plaça Universitat, desde las 10.30 maestros y trabajadores de la enseñaza comenzaron a agruparse en Passeig de Gràcia para conformar una columna educativa con decenas de miles de asistentes, organizada por CCOO, USTEC y UGT. En esta columna se sumaron a las reivindicaciones contra el decreto de recortes, las propias en defensa de la educación pública y el rechazo a la LEC como continuación de la huelga celebrada el 17 de marzo. Predominaban maestros jóvenes muy combativos y dispuestos a continuar la lucha. La columna educativa confluyó en una Plaça Universitat abarrotada de trabajadores.
El punto álgido de la manifestación estuvo en Uquinaona cuando se podía ver toda Via Laietana repleta de trabajadores. El entusiasmo en ese punto se tradujo en aplausos, fotografías desde los móviles, vítores... Una enorme sensación de fuerza se apoderó de los manifestantes. Los colectivos de trabajadores no fueron a la manifestación de brazos cruzados, cada cortejo había elaborado sus propias pancartas. No sólo se denunciaba el recorte salarial, el denominador común era el rechazo a atacar a los trabajadores por una crisis causada por los banqueros y el "mercado". Varias pancartas insistían: "¡Qué la crisis la paguen los ricos!" La perspectiva de la huelga general era unánime y para los manifestantes, obvia y necesaria. Se comprendía que para que el gobierno cediera había que ejercer más presión y no dejar solos a los funcionarios. Los sindicalistas insistían en que "estamos trabajando en ella" (en la huelga general), pero los cortejos de trabajadores coreaban espontáneamente un llamamiento a la huelga general ya. Cuando se conversaba con los manifestantes, reivindicaciones como la expropiación de la banca eran vistas con bastante naturalidad. Los trabajadores perciben que, por encima del gobierno, quien realmente está detrás de los ataques son los grandes capitalistas y banqueros, los mismos que han provocado la crisis. Otro aspecto destacable era el interés por lo que está sucediendo en Grecia, así como la necesaria unidad sindical en toda Europa, ante ataques que tienen la misma naturaleza.
Se esperaba abarrotar Sant Jaume, donde en teoría concluía la manifestación, pero un desencuentro entre UGT y CCOO con la CGT hizo que finalmente los sindicatos improvisaran el mitin final en la plaza de la Catedral, aunque muchos colectivos como los bomberos y los maestros continuaron con la idea original de manifestarse frente al Palau de la Generalitat, sede del gobierno, ignorando las directrices sindicales. Aunque a las 14.30 aún había manifestantes en Via Laietana, hacía tiempo que los secretarios generales de CCOO y UGT en Catalunya habían concluido de hablar y se habían retirado ya. En sus discursos trazaron la perspectiva de la huelga general, pero la vincularon a como sea la reforma laboral. Aunque el final fue un poco caótico, la sensación de fuerza de los trabajadores prevalecerá frente a las mentiras interesadas de los medios de comunicación.
La manifestación de Barcelona fue todo un éxito, como también lo fueron las celebradas en Valencia, Málaga, Sevilla o Madrid que concentraron a decenas de miles de trabajadores. Ahora, la disyuntiva es clara: ceder a las presiones del gobierno, de los capitalistas y de sus medios de comunicación, o plantear la extensión y generalización de la lucha con la convocatoria de una gran huelga general que debe ser organizada seriamente para garantizar su éxito rotundo. Las condiciones existen, pero la responsabilidad de coronar con éxito este desafió planteado contra el movimiento obrero depende de un giro radical a la izquierda de los dirigentes sindicales.