La clase obrera del Estado español, al igual que los trabajadores de
toda Europa, está siendo sometida a un ataque que, por su profundidad y
por su amplitud, tiene un carácter histórico. El temor inicial del
gobierno del PSOE de romper la "paz social" ha sido contrarrestado por
la completa asunción y firme defensa de las urgentes necesidades de un
sistema capitalista enfermo, inmerso en una crisis profunda y sin
perspectivas de salida inmediata. Efectivamente, para los capitalistas,
la reforma laboral, la reforma de las pensiones, los recortes
presupuestarios en sanidad y educación pública, el recorte de derechos
sindicales y la reducción de los salarios son medidas que tienen una
importancia decisiva y estratégica. Se ha desatado un particular
campeonato entre las burguesías nacionales de todo el mundo,
especialmente europeas, para ver quién es capaz de aplicar
contrarreformas más profundas y más rápidamente.
La clase obrera del Estado español, al igual que los trabajadores de toda Europa, está siendo sometida a un ataque que, por su profundidad y por su amplitud, tiene un carácter histórico. El temor inicial del gobierno del PSOE de romper la "paz social" ha sido contrarrestado por la completa asunción y firme defensa de las urgentes necesidades de un sistema capitalista enfermo, inmerso en una crisis profunda y sin perspectivas de salida inmediata. Efectivamente, para los capitalistas, la reforma laboral, la reforma de las pensiones, los recortes presupuestarios en sanidad y educación pública, el recorte de derechos sindicales y la reducción de los salarios son medidas que tienen una importancia decisiva y estratégica. Se ha desatado un particular campeonato entre las burguesías nacionales de todo el mundo, especialmente europeas, para ver quién es capaz de aplicar contrarreformas más profundas y más rápidamente.
El 29-S no debe marcar la vuelta al ‘diálogo social' sino el inicio de un movimiento cada vez más amplio
El gobierno del PSOE se está escorando cada vez más a la derecha. En agosto endurecieron las condiciones para acceder a la ayuda de 426 euros a los parados, y ahora anuncian su total retirada para febrero. En su viaje a Tokio a principios de septiembre aseguró a los capitalistas japoneses que el gobierno estaba "abordando las reformas que más preocupan a los inversores internacionales", y anunció la inmediatez de la reforma de las pensiones, aun con la oposición de los sindicatos, y el día 10 del mismo mes advirtió, en alusión directa a la huelga general: "El Gobierno, por supuesto, va a mantener la reforma y mucho más una vez que está aprobada por el Parlamento" (10/09/10). Por eso es fundamental prepararse desde ya para el escenario posterior a la huelga. Calibrar la importancia que para la burguesía tienen estas medidas es fundamental para situar el contexto general en que se va a producir la huelga general del 29-S, el escenario posterior y los retos que se desprenden para la clase obrera. La convocatoria de la huelga general es un acontecimiento positivo y de enorme importancia ya que da pie, por primera vez desde el inicio de la crisis, a una contestación general de la clase obrera frente a las agresiones que está sufriendo. Sin embargo, el 29-S no va a ser suficiente para parar los planes del gobierno. El ejemplo de Grecia demuestra que estamos ante una lucha muy dura, que no se va a resolver en un solo acto.
Los trabajadores son perfectamente conscientes de que esta lucha será difícil. La cuestión decisiva para crear el ambiente propicio en las fábricas y garantizar un seguimiento masivo de la huelga no es obviar la enorme resistencia que presentará el gobierno y la burguesía y cada empresario en particular en las fábricas a rectificar los ataques, sino transmitiendo claridad y contundencia respecto a los objetivos y la continuidad de la lucha. La huelga adquirirá una resonancia distinta en función de si se enfoca como una válvula de escape puntual o como un punto de partida para una escalada de movilizaciones cada vez más amplia y organizada. La credibilidad de quien impulsa una acción es un factor clave en el éxito de la misma. Existe un profundo sentimiento de malestar social, pero su forma de expresión será extremadamente sensible a la actuación de los dirigentes de CCOO y UGT.
Enfrentarse a los planes de la burguesía exige una política alternativa
En el acto sindical de Vista Alegre el 9 de septiembre, tanto Toxo como Méndez enfatizaron mucho en sus discursos sobre la gravedad de los ataques y en la importancia del éxito de la huelga. Sin embargo, también se dieron claras señales de predisposición a volver por la senda del llamado "diálogo social". En un comunicado de CCOO y UGT del 1 de septiembre, en el que apela a la participación masiva en la huelga general contra la reforma laboral, se insta al gobierno "a abordar, entre otras reformas necesarias, la del sistema de pensiones desde la concertación y el diálogo". En vez de estar lanzando este tipo de mensajes desconcertantes, los dirigentes sindicales tienen que dar una señal clara de rechazo a todas las medidas, pidiendo su completa retirada y diciendo que el único escenario en que los sindicatos volverán a la mesa de negociación será para negociar mejoras y no retrocesos. Los trabajadores no queremos ataques sin consensuar, ni consensuados. Además, ha sido el desprestigio sindical provocado por la política de concesiones permanentes al gobierno y la patronal mediante la "concertación y diálogo" durante largos años uno de los factores que ha animado al gobierno y la burguesía para pasar a la ofensiva. ¡Hay que sacar las conclusiones hasta las últimas consecuencias de lo que está sucediendo! La calificación de la huelga como una "putada" por parte de Toxo en una entrevista fue mucho más que una anécdota; revela que existe todavía una gran resistencia a emprender un cambio más profundo y completo de la política sindical. El propio retraso en la convocatoria de la huelga, que se celebrará a 20 días de que la reforma laboral se haya aprobado en el parlamento, es consecuencia de lo mismo.
Una de las bases de esta resistencia a un cambio más profundo y coherente en la política sindical es la inercia conservadora del aparato burocrático de los sindicatos, que se siente incómodo ante la perspectiva de un enfrentamiento continuado con la burguesía que le obligue a salirse de la plácida rutina amparada en la política de sindicalismo "responsable" y de "diálogo". No obstante, la clave de la resistencia a girar hacia una política sindical más combativa y consecuente con las necesidades de la clase obrera tiene raíces políticas más profundas. En el actual contexto histórico de capitalismo decadente, incluso las reivindicaciones más elementales de la clase obrera, como el rechazo a las contrarreformas en marcha, implican de forma inmediata un choque frontal con las bases mismas del sistema. Por eso la lucha sindical es, a la vez y de forma inevitable, una lucha política en la que se pone sobre la mesa la necesidad de dar una alternativa general al capitalismo y esa alternativa no puede ser otra que la lucha por una sociedad socialista. Un giro a medias tintas, una orientación que trate de frenar los ataques de la burguesía pero que al mismo tiempo se mantenga dentro de la frontera ideológica de aceptación de la economía de mercado, enseguida revela sus debilidades, contradicciones e ineficacia práctica en la defensa de los intereses de la clase obrera.
La clase obrera tiene capacidad para detener estos ataques, pero para materializar su fuerza y desplegar todo su potencial de lucha es fundamental una táctica, una estrategia, unos métodos, un programa y una perspectiva en consonancia con la gravedad de la situación. Realmente la única manera de hacer que el gobierno retroceda es que el movimiento de respuesta de la clase obrera y de la juventud alcance un grado tal de amplitud y consistencia que amenace con desencadenar una rebelión social. Los dirigentes sindicales se resisten a alcanzar este punto crítico, desean evitar este escenario a toda costa, y sin embargo es el único que haría posible que la burguesía metiera sus planes de ataques en el cajón, incluida su firme aspiración de debilitar al máximo el poder de los sindicatos.
La principal debilidad del movimiento obrero está en su dirección. No es falta de fuerza. Las movilizaciones de los mineros en León y Teruel, la pasada huelga de Metro de Madrid, de los compañeros de Auto Res, o las manifestaciones de masas en toda Europa y las grandes huelgas generales que han recorrido Francia, Italia, Grecia y otros países lo demuestran. Con una orientación decidida en la acción y coherente en las ideas, enarbolando una alternativa socialista a la crisis del capitalismo, los trabajadores podrían avanzar mucho más rápidamente y derrotar más fácilmente los ataques que están en marcha. Los trabajadores podrían explotar a favor suyo todas las contradicciones que existen en la dirección del reformismo y de la propia burguesía y su tremenda falta de autoridad moral y política ante las masas. La crisis latente que existe en el PSOE, expresada en el enfrentamiento abierto entre candidatos en Madrid y otras zonas, es producto, en último término, de la contradicción cada vez más escandalosa entre la política de su dirección y su base social. Son sólo indicios, pero muy significativos, de las enormes dificultades con las que se encontraría el gobierno y la dirección del PSOE ante un movimiento masivo y organizado de la clase obrera con una orientación anticapitalista.
La huelga general como palanca
para construir un referente
de sindicalismo combativo
Para los sectores más conscientes del movimiento obrero la lucha por el éxito de la huelga general no puede estar desligada de un objetivo que sólo se puede alcanzar en un plazo más largo, que es la construcción, en cada empresa, en cada sindicato, en cada posición de un referente de sindicalismo de clase y combativo. La huelga general y todo el debate que ella envuelve, tiene que ser un punto de apoyo en la lucha por una profunda transformación de nuestras organizaciones sindicales, para convertirlas en herramientas engrasadas y eficaces para hacer frente a la nueva fase en la que ha entrado el capitalismo. Debemos defender que se organicen en todos los centros de trabajo asambleas participativas y democráticas, la formación de comités de huelga con miembros elegibles y revocables y coordinados a escala local, autonómica y estatal. Además de defender métodos democráticos hay que plantear una alternativa y entrar de lleno en el debate ideológico de fondo que la propia burguesía y el gobierno está suscitando cuando dice que estas medidas son "inevitables". ¿Cómo que son inevitables? Son inevitables bajo el capitalismo, pero el capitalismo no es el único sistema posible, nuestro horizonte se sitúa una sociedad distinta, organizada con otros criterios.
La crisis del capitalismo no se puede resolver con más capitalismo. Al capitalismo enfermo hay que oponerle la lucha por una sociedad socialista, sin propiedad privada de los medios de producción, donde la clase trabajadora planifique democráticamente las tremendas riquezas que existen en beneficio de todos. Hay que decir alto y claro que sí se pueden defender los puestos de trabajo, luchar contra el paro, y mantener el gasto social. Para ello hay que acabar con el control asfixiante que los banqueros y los grandes monopolios ejercen sobre la sociedad. Hay que garantizar que los recursos económicos, la tecnología y la ciencia estén al servicio de la mayoría de la población y no subordinadas al máximo beneficio de una pequeña minoría de parásitos.
¡Organízate con nosotros
por la transformación socialista
de la sociedad!
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El Militante para luchar
por esta alternativa:
· Incremento drástico de los impuestos a las grandes fortunas y a los beneficios empresariales.
· Los recursos públicos para los parados, los jubilados y la sanidad y la educación públicas.
· Basta de regalar dinero a los banqueros. Nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores.
· Por la continuación de la movilización hasta echar atrás los ataques. Por una huelga general en toda Europa. Por un sindicalismo combativo, de clase y democrático.
El 29-S no debe marcar la vuelta al ‘diálogo social' sino el inicio de un movimiento cada vez más amplio
El gobierno del PSOE se está escorando cada vez más a la derecha. En agosto endurecieron las condiciones para acceder a la ayuda de 426 euros a los parados, y ahora anuncian su total retirada para febrero. En su viaje a Tokio a principios de septiembre aseguró a los capitalistas japoneses que el gobierno estaba "abordando las reformas que más preocupan a los inversores internacionales", y anunció la inmediatez de la reforma de las pensiones, aun con la oposición de los sindicatos, y el día 10 del mismo mes advirtió, en alusión directa a la huelga general: "El Gobierno, por supuesto, va a mantener la reforma y mucho más una vez que está aprobada por el Parlamento" (10/09/10). Por eso es fundamental prepararse desde ya para el escenario posterior a la huelga. Calibrar la importancia que para la burguesía tienen estas medidas es fundamental para situar el contexto general en que se va a producir la huelga general del 29-S, el escenario posterior y los retos que se desprenden para la clase obrera. La convocatoria de la huelga general es un acontecimiento positivo y de enorme importancia ya que da pie, por primera vez desde el inicio de la crisis, a una contestación general de la clase obrera frente a las agresiones que está sufriendo. Sin embargo, el 29-S no va a ser suficiente para parar los planes del gobierno. El ejemplo de Grecia demuestra que estamos ante una lucha muy dura, que no se va a resolver en un solo acto.
Los trabajadores son perfectamente conscientes de que esta lucha será difícil. La cuestión decisiva para crear el ambiente propicio en las fábricas y garantizar un seguimiento masivo de la huelga no es obviar la enorme resistencia que presentará el gobierno y la burguesía y cada empresario en particular en las fábricas a rectificar los ataques, sino transmitiendo claridad y contundencia respecto a los objetivos y la continuidad de la lucha. La huelga adquirirá una resonancia distinta en función de si se enfoca como una válvula de escape puntual o como un punto de partida para una escalada de movilizaciones cada vez más amplia y organizada. La credibilidad de quien impulsa una acción es un factor clave en el éxito de la misma. Existe un profundo sentimiento de malestar social, pero su forma de expresión será extremadamente sensible a la actuación de los dirigentes de CCOO y UGT.
Enfrentarse a los planes de la burguesía exige una política alternativa
En el acto sindical de Vista Alegre el 9 de septiembre, tanto Toxo como Méndez enfatizaron mucho en sus discursos sobre la gravedad de los ataques y en la importancia del éxito de la huelga. Sin embargo, también se dieron claras señales de predisposición a volver por la senda del llamado "diálogo social". En un comunicado de CCOO y UGT del 1 de septiembre, en el que apela a la participación masiva en la huelga general contra la reforma laboral, se insta al gobierno "a abordar, entre otras reformas necesarias, la del sistema de pensiones desde la concertación y el diálogo". En vez de estar lanzando este tipo de mensajes desconcertantes, los dirigentes sindicales tienen que dar una señal clara de rechazo a todas las medidas, pidiendo su completa retirada y diciendo que el único escenario en que los sindicatos volverán a la mesa de negociación será para negociar mejoras y no retrocesos. Los trabajadores no queremos ataques sin consensuar, ni consensuados. Además, ha sido el desprestigio sindical provocado por la política de concesiones permanentes al gobierno y la patronal mediante la "concertación y diálogo" durante largos años uno de los factores que ha animado al gobierno y la burguesía para pasar a la ofensiva. ¡Hay que sacar las conclusiones hasta las últimas consecuencias de lo que está sucediendo! La calificación de la huelga como una "putada" por parte de Toxo en una entrevista fue mucho más que una anécdota; revela que existe todavía una gran resistencia a emprender un cambio más profundo y completo de la política sindical. El propio retraso en la convocatoria de la huelga, que se celebrará a 20 días de que la reforma laboral se haya aprobado en el parlamento, es consecuencia de lo mismo.
Una de las bases de esta resistencia a un cambio más profundo y coherente en la política sindical es la inercia conservadora del aparato burocrático de los sindicatos, que se siente incómodo ante la perspectiva de un enfrentamiento continuado con la burguesía que le obligue a salirse de la plácida rutina amparada en la política de sindicalismo "responsable" y de "diálogo". No obstante, la clave de la resistencia a girar hacia una política sindical más combativa y consecuente con las necesidades de la clase obrera tiene raíces políticas más profundas. En el actual contexto histórico de capitalismo decadente, incluso las reivindicaciones más elementales de la clase obrera, como el rechazo a las contrarreformas en marcha, implican de forma inmediata un choque frontal con las bases mismas del sistema. Por eso la lucha sindical es, a la vez y de forma inevitable, una lucha política en la que se pone sobre la mesa la necesidad de dar una alternativa general al capitalismo y esa alternativa no puede ser otra que la lucha por una sociedad socialista. Un giro a medias tintas, una orientación que trate de frenar los ataques de la burguesía pero que al mismo tiempo se mantenga dentro de la frontera ideológica de aceptación de la economía de mercado, enseguida revela sus debilidades, contradicciones e ineficacia práctica en la defensa de los intereses de la clase obrera.
La clase obrera tiene capacidad para detener estos ataques, pero para materializar su fuerza y desplegar todo su potencial de lucha es fundamental una táctica, una estrategia, unos métodos, un programa y una perspectiva en consonancia con la gravedad de la situación. Realmente la única manera de hacer que el gobierno retroceda es que el movimiento de respuesta de la clase obrera y de la juventud alcance un grado tal de amplitud y consistencia que amenace con desencadenar una rebelión social. Los dirigentes sindicales se resisten a alcanzar este punto crítico, desean evitar este escenario a toda costa, y sin embargo es el único que haría posible que la burguesía metiera sus planes de ataques en el cajón, incluida su firme aspiración de debilitar al máximo el poder de los sindicatos.
La principal debilidad del movimiento obrero está en su dirección. No es falta de fuerza. Las movilizaciones de los mineros en León y Teruel, la pasada huelga de Metro de Madrid, de los compañeros de Auto Res, o las manifestaciones de masas en toda Europa y las grandes huelgas generales que han recorrido Francia, Italia, Grecia y otros países lo demuestran. Con una orientación decidida en la acción y coherente en las ideas, enarbolando una alternativa socialista a la crisis del capitalismo, los trabajadores podrían avanzar mucho más rápidamente y derrotar más fácilmente los ataques que están en marcha. Los trabajadores podrían explotar a favor suyo todas las contradicciones que existen en la dirección del reformismo y de la propia burguesía y su tremenda falta de autoridad moral y política ante las masas. La crisis latente que existe en el PSOE, expresada en el enfrentamiento abierto entre candidatos en Madrid y otras zonas, es producto, en último término, de la contradicción cada vez más escandalosa entre la política de su dirección y su base social. Son sólo indicios, pero muy significativos, de las enormes dificultades con las que se encontraría el gobierno y la dirección del PSOE ante un movimiento masivo y organizado de la clase obrera con una orientación anticapitalista.
La huelga general como palanca
para construir un referente
de sindicalismo combativo
Para los sectores más conscientes del movimiento obrero la lucha por el éxito de la huelga general no puede estar desligada de un objetivo que sólo se puede alcanzar en un plazo más largo, que es la construcción, en cada empresa, en cada sindicato, en cada posición de un referente de sindicalismo de clase y combativo. La huelga general y todo el debate que ella envuelve, tiene que ser un punto de apoyo en la lucha por una profunda transformación de nuestras organizaciones sindicales, para convertirlas en herramientas engrasadas y eficaces para hacer frente a la nueva fase en la que ha entrado el capitalismo. Debemos defender que se organicen en todos los centros de trabajo asambleas participativas y democráticas, la formación de comités de huelga con miembros elegibles y revocables y coordinados a escala local, autonómica y estatal. Además de defender métodos democráticos hay que plantear una alternativa y entrar de lleno en el debate ideológico de fondo que la propia burguesía y el gobierno está suscitando cuando dice que estas medidas son "inevitables". ¿Cómo que son inevitables? Son inevitables bajo el capitalismo, pero el capitalismo no es el único sistema posible, nuestro horizonte se sitúa una sociedad distinta, organizada con otros criterios.
La crisis del capitalismo no se puede resolver con más capitalismo. Al capitalismo enfermo hay que oponerle la lucha por una sociedad socialista, sin propiedad privada de los medios de producción, donde la clase trabajadora planifique democráticamente las tremendas riquezas que existen en beneficio de todos. Hay que decir alto y claro que sí se pueden defender los puestos de trabajo, luchar contra el paro, y mantener el gasto social. Para ello hay que acabar con el control asfixiante que los banqueros y los grandes monopolios ejercen sobre la sociedad. Hay que garantizar que los recursos económicos, la tecnología y la ciencia estén al servicio de la mayoría de la población y no subordinadas al máximo beneficio de una pequeña minoría de parásitos.
¡Organízate con nosotros
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por esta alternativa:
· Incremento drástico de los impuestos a las grandes fortunas y a los beneficios empresariales.
· Los recursos públicos para los parados, los jubilados y la sanidad y la educación públicas.
· Basta de regalar dinero a los banqueros. Nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores.
· Por la continuación de la movilización hasta echar atrás los ataques. Por una huelga general en toda Europa. Por un sindicalismo combativo, de clase y democrático.