La huelga general indefinida convocada en la provincia de Sevilla por las federaciones de CCOO y UGT del campo desde el 26 de octubre ha sido desconvocada cinco días más tarde sin conseguir su principal objetivo: el cumplimiento del convenio, acabar con la brutal explotación y el tráfico de jornaleros impuesto por las empresas intermediarias de contratación, con la complicidad de la patronal, para las grandes campañas de la aceituna y, sobre todo, de la naranja. El escaso seguimiento de la huelga ha propiciado el abandono de esta lucha. Sin embargo, de ninguna manera podemos culpar a los trabajadores de esta derrota. Ni a su bajo nivel de conciencia ni a su falta de disposición para rebelarse, que como podremos comprobar, ni tan siquiera se ha puesto a prueba. Las responsabilidades de esta huelga fallida, hay que buscarlas por entero en los gravísimos errores de planteamiento y planificación de una convocatoria mal preparada, confusa y sin consignas claras.

Las debilidades de la huelga

El contenido de la octavilla que ha servido de base para la propaganda de la huelga refleja un punto de partida equivocado, como así han confirmado los hechos. Textualmente, se convocaba a la huelga sólo a "los trabajadores de aquellas empresas que no cumplen el convenio". La cuestión es que, si estamos diciendo que la práctica totalidad de la campaña de la naranja se realiza a destajo, al margen del convenio, con todos los abusos a inmigrantes y autóctonos que venimos relatando, ¿cómo se convoca una huelga "sólo en las empresas que no cumplan el convenio"? Esto plantea para los trabajadores unas confusiones y unas contradicciones irresolubles, de tal manera que en lugar de ser un llamamiento a secundar el paro ha sido interpretado como una invitación para seguir trabajando.
En primer lugar, es imposible demostrar legalmente dónde se cumple y dónde se incumple el convenio. Estas empresas utilizan todos los trucos para tener los documentos en regla ante la seguridad social, hacienda y la inspección de trabajo. Aparentemente y en los papeles cumplen la ley, como sucede con toda organización que funciona como una mafia, y en cualquier caso, llevaría días demostrar lo contrario.
Así, muchas empresas han dicho que cumplían el convenio y por tanto no les afectaba la huelga mientras toda su red intimidatoria de encargados y manijeros ordenaban a la cuadrilla continuar el trabajo. De hecho, aquí está el quid de la cuestión. En medio de esta crisis, con un paro masivo y una necesidad acuciante en las zonas rurales, el único objetivo que tienen en estos momentos la mayoría de los temporeros, por no hablar de la totalidad de los inmigrantes, es trabajar, meter la cabeza en alguna cuadrilla y poder echar algunas peonadas. En semejantes condiciones, con los trabajadores atados a las cadenas de las empresas esclavistas, no se puede hacer recaer sobre ellos el peso y la responsabilidad de defender la huelga.
Y sin embargo, como podemos seguir leyendo en la octavilla, toda la acción sindical se ha basado en este presupuesto, y así se invitaba a los trabajadores a que "pidan que se respete el convenio del campo" y que "si tu empresa no cumple el convenio, llámanos y nos personaremos para ayudarte a que se cumpla". Como es natural, los trabajadores se han encogido de hombros cuando han leído la octavilla. La experiencia ha demostrado que es imposible sacar a los obreros del campo de la postración y animarlos a la lucha con mensajes tan confusos como éste.
De la misma forma, la preparación de la huelga ha sido clamorosamente insuficiente. No ha habido asambleas en los tajos, ni oportunidad de explicar pacientemente los objetivos fundamentales de la lucha y la necesidad de apoyar esta movilización. Las pocas y precipitadas asambleas que se han convocado en algunas poblaciones apenas han congregado gente. Para colmo, como hemos visto, la información no aclaraba absolutamente nada, hasta el punto de que la mayoría de los trabajadores pensaban que la huelga era sólo para el día 26 de octubre.
En definitiva, una receta acabada para el abandono de una lucha, cuyo objetivo, no lo olvidemos, consiste en acabar con el destajo y con el tráfico de trabajadores a través de las ETTs del campo, base de la explotación y los conflictos sociales que se están dando en las zonas rurales. Esta es también la cuestión esencial. Los errores de las direcciones sindicales han llevado al traste esta primera batalla. Pero la guerra no ha terminado, máxime cuando todavía quedan meses de producción de naranjas. La conclusión no puede ser bajar los brazos y dejar a los trabajadores en manos de los esclavistas y sus protectores. Este fiasco ha podido hacer mella en la credibilidad de la lucha sindical, pero las insoportables condiciones de trabajo en la naranja volverán a poner en el orden del día la necesidad de cambiar este orden de cosas. Lo que necesitamos es aprender de los errores y aprovechar la primera ocasión para volver a la carga con una nueva movilización planificada según las mejores tradiciones del sindicalismo de clase, combativo y asambleario.

¿Qué tipo de huelga necesitamos?

La clave del asunto es que no se puede ganar una huelga de estas características tajo a tajo y empresa a empresa, que es en definitiva, como se ha enfocado. La única forma de doblegar a la patronal y sus intermediarios es parando la producción en su totalidad, parando todos los tajos de la naranja mientras que no se acepten las condiciones básicas para recuperar las garantías laborales y salariales. De igual manera, las fuerzas que UGT y CCOO del campo pueden desplegar en esta lucha son insuficientes para abarcar, ni siquiera una comarca. De esto podemos dar fe los que hemos participado en los piquetes en la huelga, cada vez más reducidos a medida que pasaban los días. Es urgente que desde la dirección de Comisiones se hagan esfuerzos por aunar al SAT en una nueva lucha. La única forma de afrontar con garantías un enfrentamiento con la patronal, las empresas intermediarias y sus redes mafiosas que controlan a miles de trabajadores es con la unidad de los trabajadores y sus organizaciones de clase.
Es importante señalar que ésta es una ocasión inmejorable para alcanzar el frente único sindical entre CCOO, UGT y SAT, dado que no hay plataformas o reivindicaciones distintas tal y como ocurre en la negociación de los convenios. Aquí se trata de respetar el convenio que ya está vigente, y sobre eso no existen diferencias y no hay por qué inventarlas. Por cierto, a este respecto, los compañeros de CCOO de Casariche y Pedrera nos han informado que en su comarca, la misma comarca donde el SAT tiene amplias bases, no sólo se respeta el convenio de la aceituna sino que incluso pagaban más, ¡y ello se debía a la lucha sindical codo con codo con el SAT! Es urgente concretar la unidad sindical y orientar el trabajo de cara a una verdadera huelga general donde, ahora sí, con lo que los tres sindicatos puedan agrupar, con un reparto de asambleas en los tajos, en las fábricas, en los pueblos, con octavillas explicando los aspectos fundamentales y el objetivo inexcusable de acabar con los abusos y las empresas de contratación, con el anagrama de los tres sindicatos unidos, con un trabajo de convencimiento y concienciación de los trabajadores para contener las inevitables tendencias xenófobas, conseguir unir a los trabajadores y dirigir la rabia acumulada hacia los verdaderos responsables de la opresión y el paro: la patronal y las mafias subcontratistas. Con estas tareas, con la unidad sindical y con consignas firmes y concretas los trabajadores percibirán la seriedad de la lucha y entenderán que merece la pena unirse a ella. ¡Y para los que no lo entiendan, para eso estará el ejército de piquetes!

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