La única alternativa contra la crisis es la lucha y la defensa de una alternativa
Como dijimos en su momento, el aval de los dirigentes de CCOO y UGT a la contrarreforma de las pensiones en febrero, con la firma del llamado Pacto Económico y Social con el gobierno y la patronal, no significaba en absoluto que la cadena de ataques a la clase obrera se iba a detener. Al contrario, se le estaba dando luz verde. La única barrera de contención posible era oponer a esta ofensiva un plan de movilizaciones contundente y continuado, ligado a la defensa de un programa alternativo a las recetas capitalistas.
Lo que han hecho Toxo y Méndez es todo lo contrario: desactivar la perspectiva de continuidad de la movilización, dilapidando el impulso de la huelga general del 29-S, y aceptando los argumentos de fondo del gobierno, de los empresarios y de los banqueros de que no había más remedio que aceptar más sacrificios para “salir de la crisis” o para, por lo menos, evitar la perspectiva del rescate de la Unión Europea (UE).
Al cierre de la edición de este periódico, Fernando Lezcano, secretario de comunicación y portavoz de CCOO, daba a conocer en rueda de prensa el optimismo oficial de las ejecutivas de CCOO y UGT respecto a la negociación de la reforma de los convenios colectivos con la CEOE, aspecto en el que se llegará a un acuerdo probablemente a finales de abril. Evidentemente, en un contexto de desmovilización activa por parte de los sindicatos, en el que la patronal es perfectamente consciente de que los dirigentes de CCOO y UGT han apostado decididamente por no retomar la vía de la huelga general y de que, en caso de no llegarse a un acuerdo satisfactorio, el gobierno decretará a su favor, los empresarios sólo aceptarán un pacto que suponga un avance sustancial hacia sus objetivos. Estos son bastante explícitos y públicos: acabar en la práctica con la ultraactividad (que permite mantener la continuidad legal de los convenios mientras no se renuevan, aplicando las conquistas obtenidas), dar más peso a los convenios de empresa frente a los convenios más amplios, conseguir mayor capacidad de descuelgue de los convenios generales y tener aún más margen para “flexibilizar” las condiciones de trabajo de cada empresa en función de su situación particular. Estamos ante un nuevo ataque, de primera magnitud, contra los intereses de los trabajadores.
Las direcciones de CCOO y UGT asumen la lógica del capitalismo
Lo peor es que la lógica de fondo de este ataque está plenamente aceptada por los dirigentes sindicales. Uno de los criterios para la negociación de los convenios colectivos, firmados en febrero con la patronal*, aceptaba como “imprescindible” la “adecuación a los cambios en los sectores y en la empresa, a través de medidas de flexibilidad interna” y que esta adecuación “debe realizarse con una mayor participación de los representantes de los trabajadores, como forma de garantizar su eficacia”. De la misma forma que han aceptado convertirse en “hombres de Estado”, apoyando las contrarreformas del gobierno y asumiendo como propias las necesidades generales del sistema, están dispuestos ahora a reforzar su papel de buenos gestores en el ámbito de cada empresa.
Al igual que con la reforma de las pensiones, el argumento que probablemente esgriman los dirigentes de CCOO y UGT para la firma de nuevo acuerdo, es que “podía haber sido peor”, o que la propuesta inicial de la patronal era más dura. ¡Increíble razonamiento! Desde este punto de vista, cualquier retroceso, por más salvaje que sea, debe ser avalado sindicalmente ya que “podría ser peor”. Lo que estos dirigentes no comprenden, o no quieren comprender, es que la dinámica de su política de concesiones permanentes lleva inexorablemente a algo peor, ya que envalentona a la patronal, desprestigia a los sindicatos ante los trabajadores y dificulta la respuesta de la clase obrera.
Los ataques continúan
Mientras los dirigentes de CCOO y UGT se han atado las manos con el pacto social y “negocian” retrocesos con la CEOE, el empeoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores avanza en todos los frentes. El gobierno, las comunidades autónomas y los ayuntamientos siguen recortando duramente los gastos sociales. El desempleo sigue aumentando, sin que se vislumbre ningún suelo. Muchos analistas ya anticipan que la EPA de abril revelerá que ya se ha llegado a los cinco millones de desempleados. Ni siquiera el aumento del paro ha frenado la precarización, que está aumentando entre los que consiguen mantener el empleo. Los parados que no cobran ningún tipo de subsidio superan ampliamente el millón y medio. Ha habido más de 300.000 ejecuciones hipotecarias desde el inicio de la crisis, con el consiguiente drama familiar. La inflación está en aumento, llegó al 3,6% interanual en marzo, mermando el poder adquisitivo de los salarios; igualmente está subiendo el coste de las hipotecas. Recientemente se ha vuelto a decretar una nueva subida del coste del gas, en sintonía con el crecimiento constante de los impuestos indirectos.
Por otra parte, los “globos sonda” destinados a preparar el terreno para el copago sanitario y educativo suenan cada vez con más fuerza. Es más que probable que en los próximos meses el gobierno lance un nuevo plan de recortes adicional del gasto público ya que los pronósticos de crecimiento del PIB para el 2011 elaborados por el gobierno no se van a cumplir, afectando negativamente las previsiones de recaudación. Francamente, resulta difícil encontrar el “mal menor” con el que los dirigentes sindicales justifican su política de pacto social. ¿Dónde está la línea roja que los empresarios se han comprometido a no pasar? Evidentemente jamás se han comprometido a nada semejante. José Antonio Segurado, alto cargo de la CEOE, declaraba el 28 de marzo a la prensa que la patronal consideraba “estrictamente necesario” acometer una nueva reforma laboral en 2011, dentro de un conjunto de medidas estructurales “absolutamente brutales”.
Si los dirigentes sindicales creían que firmando un pacto de Estado y abandonando la vía de la movilización serían más considerados en la toma de decisiones es evidente que estaban en un error. El 26 de marzo se produjo la segunda reunión del gobierno con la élite empresarial del país. En ella Zapatero tomó nota de lo que debía hacer. Como le señaló Botín, lo prioritario es concentrarse en la reformas —nada de elecciones anticipadas— y luego te las apañas como puedas.
Las falsas disyuntivas
del reformismo
Todas las disyuntivas planteadas por los reformistas, tanto en el terreno político como sindical, son falsas. Dicen que es mejor pactar los ataques a que te los impongan. Falso. Al aceptar los ataques, preparas el terreno para un mayor debilitamiento sindical y amplías el margen de la burguesía para imponer sus planes. Dicen que movilizar contra las medidas de ataque del gobierno del PSOE hace el caldo gordo al PP. Falso. Es la política de derechas del PSOE, reforzada por el apoyo que está recibiendo de los dirigentes sindicales, la que prepara el terreno para la vuelta del PP. De hecho, son los propios dirigentes del PSOE los que están poniendo en práctica, en todos los terrenos, la misma política que el PP. No sólo han abrazado sus tesis económicas más liberales, sino que practican un escrupuloso seguidismo de la derecha en la cuestión nacional y en el terreno de los derechos democráticos (por ejemplo, con la ilegalización de Sortu); en política internacional pueden acabar como Aznar, involucrados hasta el cuello en una intervención imperialista en un país árabe.
Los reformistas dicen que o se aceptan los sacrificios ahora o habrá rescate de la UE y nos los impondrán igualmente. Ese planteamiento ni siquiera es una disyuntiva porque consiste, directamente, en reconocer que no tienen otra alternativa más que los trabajadores paguen el precio de la crisis, antes o después del rescate, con o sin él. Además de injustas, estas medidas tampoco son ninguna alternativa a la crisis, es simplemente una “alternativa” para los bolsillos de los grandes capitalistas que quieren compensar las pérdidas del negocio mediante el saqueo del dinero público y sobreexplotando todavía más a los trabajadores. Los recortes del gasto social y la continua pérdida de poder adquisitivo de los salarios, unido al desempleo masivo, están anclando todavía más la economía en una situación de estancamiento prolongado. En Grecia e Irlanda, los salvajes planes de recortes ni siquiera han resuelto el problema del déficit, que sigue aumentando; en Portugal, los ataques a los trabajadores tampoco evitaron la perspectiva del rescate. En el Estado español la perspectiva de crecimiento se está reduciendo precisamente por la depresión del consumo interno y el aumento del paro, sin contar con los efectos que tendrá la crisis financiera en Portugal y su posible “contagio” al Estado español, así como numerosos factores de incertidumbre de la economía mundial, como la constante subida del petróleo y la probable subida de los tipos de interés en la zona euro. Por todas partes se ve que el único resultado tangible de los planes de ajuste, y el que realmente interesa a la burguesía, ha sido un empobrecimiento brutal de la mayor parte de la sociedad en beneficio de una pequeña minoría de privilegiados.
Cualquier expectativa de que los sacrificios de hoy tendrán al menos una compensación en el mañana no tiene ningún fundamento, precisamente porque el objetivo estratégico de la burguesía es provocar un retroceso histórico y permanente en los derechos conquistados por la clase obrera. En eso consiste el Pacto del Euro anunciado en la cumbre europea de marzo.
¿Socialdemocracia = realismo?
La aguda crisis del capitalismo ha dejado en evidencia que las recetas reformistas de la socialdemocracia no representan ninguna alternativa para defender los intereses de los trabajadores. Todas las propuestas que se derivan de esa línea ideológica llevan a un mismo punto: la aceptación del capitalismo con todas sus consecuencias, incluso la inmolación electoral y sindical. Efectivamente, la deriva derechista de la socialdemocracia está debilitando peligrosamente a los propios partidos y sindicatos de clase, y la única forma de revertir este proceso es luchando y, al mismo tiempo, defendiendo un programa auténticamente socialista y revolucionario. La jornada de protesta juvenil organizada el pasado día 30 de marzo por el Sindicato de Estudiantes, planteando esta alternativa, ha tenido, en el contexto actual, una gran importancia política.
Cualquier alternativa política y sindical que pretenda servir a los intereses de la mayoría de la sociedad tiene que partir del reconocimiento de una realidad básica: en la fase decadente del capitalismo mundial, lo que es elemental e imprescindible para los capitalistas contradice de forma absoluta lo que es básico e imprescindible para los trabajadores y sus familias. Todo intento de conciliar estos intereses irreconciliables lleva a la colaboración con quien tiene las palancas del poder y a la asunción de sus objetivos y necesidades; esa es la base del reformismo. La única forma de evitar los ataques es la lucha y hay fuerza para llevarla adelante. La clase obrera es más numerosa que nunca en la historia y está dispuesta a luchar. La única alternativa al capitalismo es liberar las fuerzas productivas de las garras del interés privado de un puñado de parásitos. Nunca las condiciones para una producción dirigida de forma colectiva, democrática y al servicio de la mayoría han estado tan maduras. Esa perspectiva y ese programa es la base del socialismo revolucionario, del marxismo, la única alternativa real a la crisis capitalista.
* Ver documento Criterios básicos para la reforma de la negociación colectiva.