Cambiar la estrategia sindical recuperando la movilización contundente
A “quince minutos” de firmar un pacto sobre el decisivo tema de la negociación colectiva, Toxo y Méndez se encontraron con que la CEOE endureció sus exigencias hasta el punto de hacer imposible el acuerdo. Como dice la canción, “la vida te da sorpresas”. Pero en realidad no hay motivos para la sorpresa. Sin ir más lejos, en El Militante de mayo ya planteábamos la posibilidad de que la patronal les pidiese tanto, que no se lo pudiesen conceder. Hay poderosos procesos de fondo que empujan hacia la radicalización de la lucha de clases. La diferencia es que los dirigentes de la burguesía lo tienen claro y actúan con decisión, y los dirigentes sindicales vacilan y desperdician sus energías en intentar convencer a la patronal de que no abuse demasiado, que ellos se portaron bien en las vacas gordas y ahora, en las vacas flacas, ella debe corresponder.
A principios del mes pasado, el acuerdo parecía encarrilado. Pero las concesiones sindicales les parecían insuficientes a muchos empresarios, como se puso de relieve en la reunión que la CEOE mantuvo la mañana del 18 de mayo. Esa tarde, la patronal madrileña difundía un texto planteando nuevas exigencias que contradecían lo ya negociado, y que acababa diciendo algo muy significativo: un pacto ahora dificultaría la actuación del futuro gobierno del PP.
El 30 de mayo, cuando según Ramón Górriz, número dos de CCOO, “estaba casi todo pactado”, la CEOE presentó un nuevo documento en el que se desdecía de asuntos acordados. Entre otras cosas, la patronal recuperó su exigencia de una prórroga máxima por seis meses a la finalización de un convenio, convenio que, si fallase la mediación posterior y no hubiese un arbitraje obligatorio, lisa y llanamente desaparecería, de tal forma que los únicos derechos que les quedarían a los trabajadores serían los establecidos en el convenio sectorial superior (si lo hubiese) o en la ley general. Asimismo, el documento exigía más poder empresarial para modificar unilateralmente las condiciones laborales.
La debilidad invita a la agresión
Los dirigentes sindicales no comprendían cómo les podían hacer eso después de la “responsabilidad” que han demostrado. Lo entenderían todo mejor si tuviesen el arma de la teoría marxista, genialmente definida por Trotsky como “la superioridad de la previsión sobre la sorpresa”. El problema de Toxo y Méndez es que no comprenden que su modelo sindical pactista fortalece a la patronal.
A los años de crecimiento económico y de enriquecimiento espectacular de unos pocos, durante los cuales la clase obrera vio deteriorarse su situación (precariedad, mileurismo, deudas hipotecarias asfixiantes...) porque los dirigentes sindicales no pelearon por un reparto de la plusvalía más favorable, les siguió una crisis brutal. En 2008 y 2009, mientras el paro crecía vertiginosamente, ellos seguían como si nada. Y cuando el 12 de mayo de 2010 el gobierno cedió a las presiones de los poderosos y anunció un plan brutal de recortes, siguieron vacilando y no dieron la respuesta necesaria, que era una huelga general antes del verano. Y cuando al fin hubo huelga, después volvieron a desaparecer durante semanas, hasta que reaparecieron con su ocurrente idea de una iniciativa legislativa popular... ¡para que el mismo parlamento que aprobó la reforma laboral tenga a bien reconsiderarla! Y como no debieron de quedar satisfechos, pues firmaron el pacto de pensiones, la mayor agresión en décadas a las conquistas sociales. Y ya puestos, ¿por qué no una reforma de la negociación colectiva que tranquilizase definitivamente (o eso creen ellos) al capital? Dicho y hecho. Y se mostraron dispuestos a eliminar la prórroga automática y por tiempo indefinido de los convenios, y aceptaron negociar también sobre mutuas y absentismo. Y después de tantas concesiones, ¿se extrañan que la patronal les mee por encima? Lo extraño sería que no lo hiciese. Como tantas veces repetimos los marxistas, “la debilidad invita a la agresión”.
¿A qué responde el giro de la CEOE?
Las nuevas exigencias de la CEOE sólo podían responder a dos factores: o bien buscaban meterles presión a los dirigentes sindicales para que aceptasen todavía más retrocesos en los derechos de los trabajadores, o bien buscaban dinamitar el pacto.
La primera opción tenía su lógica. Un sector de la patronal cree que lo más conveniente es mantener la paz social y, por consiguiente, aceptar, aunque no colmasen totalmente sus aspiraciones, las enormes concesiones hechas por los sindicatos, a cambio de nada. Desde esta óptica, las nuevas exigencias serían una maniobra magistral para obtener más concesiones de CCOO y UGT, pero sin intención de llegar a un punto de ruptura. Si piensas que un mal acuerdo siempre es mejor que un desacuerdo, como piensan los dirigentes sindicales, estás en una situación débil ante cualquier negociación; es como negociar con un cartel al cuello que diga: “Se ofrece voluntario para ser chantajeado”. El pacto también era la opción de los analistas más inteligentes de la burguesía, quienes opinan que lo mejor es que la izquierda se siga desprestigiando ante su base social y le aconsejan al PP que no pida elecciones anticipadas.
Pero también hay un sector empresarial que, como la derecha política, no destaca por su sutileza. Acostumbrados a la dominación brutal, no soportan que su voluntad no sea ley. Y estos piensan que sin pacto obtendrán más y que, además, un acuerdo ahora dificultaría una reforma todavía más antiobrera cuando el PP llegue al gobierno, puesto que Rajoy tendría que pagar el peaje político de ser el responsable de romper el consenso social al violar un acuerdo entre empresarios y sindicatos. Los resultados electorales del 22 de mayo reforzaron esta tendencia, que finalmente se impuso. Su problema será que, como prevenía El País en un editorial en el que se decantaba por la opción negociadora, “el argumento se entiende, pero los resultados son impredecibles”.
Cambiar radicalmente la estrategia sindical
Ahora el gobierno legislará. Incluso si se limitase a formalizar lo que ya estaba pactado, la reforma será extremadamente lesiva para los trabajadores, por más que tuviera el aval de los dirigentes sindicales. Pero lo más probable es que el gobierno la endurezca todavía más, acercando la ley a las últimas propuestas empresariales.
Esta situación coloca a Toxo y Méndez en un brete. Si no responden a la agresión, ahondarán el desprestigio de los sindicatos, que ya es mucho. Pero dar una respuesta también les hace temblar: ¿Cómo responderán sus aparatos, oxidados y formados en gran medida por profesionales del sindicalismo y escépticos desmoralizados? ¿Cómo responderán los trabajadores al llamamiento de unos dirigentes cuya autoridad está muy mermada? Y sobre todo, ¿tienen garantías de poder volver a meter en el redil al movimiento, como pasó tras el 29-S? Porque saben muy bien (son pactistas, pero no tontos) que lo que refleja el 15-M no se limita al terreno político, sino que también es aplicable al terreno sindical.
Los marxistas debemos contribuir a que la clase obrera dé la respuesta que se requiere. Pero hay que tener claro que la defensa de nuestros intereses de clase tiene hoy un requisito previo: sustituir en nuestras organizaciones sindicales a los dirigentes que son un obstáculo para la lucha. Tenemos que organizar una fuerte corriente sindical combativa en CCOO y UGT para dotarlos de una dirección a la altura de las circunstancias. No sólo hace falta una democracia real, también hacen falta unos sindicatos reales, y hacen falta ¡YA! Entre todos tenemos que conseguirlos. ¡Organízate con los marxistas de El Militante y lucha con nosotros!