El agravamiento de la situación económica mundial en agosto y septiembre (particularmente en Europa y en el Estado español) ha reafirmado a la burguesía en el objetivo de destruir todas las conquistas sociales de la clase obrera. De esta manera asumen, como algo inevitable, la entrada en un periodo de intensificación de la lucha de clases y de inestabilidad y polarización política cada vez mayor, escenario para el que también lleva tiempo preparándose. La burguesía no emprende esta ofensiva por gusto a las emociones fuertes, se trata de la dinámica objetiva de un sistema en plena decadencia, el capitalista, en el que los intereses del capital financiero, montado sobre una profunda crisis de sobreproducción y endeudamiento histórico, sólo se pueden satisfacer a costa de un retroceso brutal de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la sociedad. No hay puntos intermedios. Directa o indirectamente, todos los acontecimientos políticos ocurridos en el Estado español durante este intenso verano están relacionados con esta dinámica fundamental, que es la que está marcando la pauta y los ritmos de todo lo demás. El 29 de julio el gobierno hizo público el adelanto electoral al 20 de noviembre. No pudieron resistir la presión combinada de la burguesía nacional e internacional, del auge del movimiento de masas en las calles y del profundo desapego de su propia base electoral, que se pretendió paliar con una maniobra de ilusionismo de la mano de Rubalcaba. Este dejó su posición de vicepresidente y ministro de Interior para convertirse en Alfredo, “el candidato”, declarando su intención de hacer una campaña electoral con “tintes de izquierda” para, acto seguido, ser el dirigente del PSOE que más a fondo se empleó para justificar ante el aparato del partido la necesidad de un nuevo giro a la derecha del gobierno. Efectivamente, el 26 de agosto el consejo de ministros aprobaba una nueva reforma laboral que elimina el límite en el encadenamiento de los contratos temporales (ver artículo detallado en la página 17) y amplía la edad de aplicación de los contratos de formación hasta los 30 años, entre otros puntos. Inmediatamente después, el gobierno del PSOE selló un pacto con el PP sobre la reforma constitucional, que establece que el pago de la deuda a la banca tiene “prioridad absoluta” respecto a cualquier otra partida de los presupuestos públicos.
Las direcciones de CCOO y UGT deben rectificar urgentemente
Los dirigentes de CCOO y UGT han mostrado su oposición a la reforma constitucional a través de comunicados y ruedas de prensa y con la convocatoria de manifestaciones el 6 de septiembre. Pero la situación exige medidas mucho más contundentes y un cambio real y radical en la estrategia sindical. La exigencia de un referéndum no puede estar aislada de los demás ataques (apenas se han hecho eco de la nueva reforma laboral, aprobada en consejo de ministros con nocturnidad y alevosía en pleno mes de agosto) y mucho menos ser un sustituto de un plan de movilización ascendente y continuada de la clase trabajadora, que tiene que tener como punto central inmediato la convocatoria de una huelga general. De hecho, ésta sería la única posibilidad de forzar un referéndum ya que los dirigentes del PSOE y el PP saben perfectamente que podrían perderlo. La falta de coherencia y credibilidad de los dirigentes sindicales, que no la falta de ambiente para luchar, es lo que hizo que las movilizaciones del día 6 de septiembre fueran poco participativas, y en algunas localidades un puro trámite burocrático. La fuerza para frenar los ataques no está en el parlamento ni en los mecanismos de la democracia institucional burguesa, un terreno mucho más cómodo y manejable para los poderosos, sino en la calle y en la organización de la clase obrera mediante la lucha, la participación y la defensa de una alternativa al capitalismo.
‘No hay ambiente’, un axioma oficial pulverizado por los acontecimientos
Las pruebas de que existe un ambiente de lucha son continuas y evidentes. Desde las multitudinarias movilizaciones del 19-J la contestación social se ha mantenido muy alta, teniendo en cuenta que estábamos ya en pleno verano. Como en ocasiones anteriores, la represión del Estado ha jugado un papel fundamental. La decisión de cercar la Puerta del Sol e imponer un estado de excepción en el centro de Madrid, provocó un rosario de manifestaciones, impulsadas por el movimiento 15-M, que volvieron a llenar las calles, hasta retomar su presencia en Sol. Inmediatamente después, la vergonzosa actitud del gobierno con la visita del Papa, volvió a sacar a cerca de 20.000 manifestantes, que fueron duramente reprimidos por la policía. Este aspecto no es secundario. La polarización política y social también se refleja en el aparato del estado y sus fuerzas de represión, donde los elementos más reaccionarios y de tinte fascista toman la iniciativa en la práctica, alentados por la derecha y sintiéndose completamente respaldados por sus medios de comunicación, Telemadrid a la cabeza.
El inicio de curso viene marcado por los recortes de los gastos sociales más salvajes de los últimos treinta años, especialmente en el sistema educativo público, que quieren imponer los diferentes gobiernos autonómicos del PP, siguiendo el ejemplo de CiU y contando con el apoyo público de la ministra de Economía, Elena Salgado. Si bien en la forma no se trata de un paquete de austeridad centralizado estos recortes son parte de un plan integral, armónico con las medidas de ataque emprendidas hasta ahora por el gobierno de Zapatero y en total consonancia con las directrices exigidas por el BCE, el FME y la UE.
Ambiente combativo y crítico
en el profesorado
Los recortes educativos han provocado una brutal sacudida entre el profesorado, que está en ebullición en comunidades autónomas como Madrid, Galicia, Castilla-La Mancha, Navarra, etc., participando masivamente en las asambleas y manifestaciones, y con una actitud muy crítica hacia los sindicatos, pues saben cuál ha sido su estrategia en estos años. En Madrid, la asamblea del 31 de agosto fue tremenda, con más de 2.000 profesores en un ambiente electrizante. Pero como siempre, la burocracia sindical hizo todo lo posible por enfriarlo, con sus maniobras y su negativa a votar un calendario de movilizaciones, tal como les exigían cientos de profesores. Sin embargo, la cosa ha llegado tan lejos que los dirigentes sindicales se encuentran totalmente desbordados. Es sintomático el ambiente que se vive en los claustros de Madrid, donde los profesores han impuesto una huelga de 72 horas contra la voluntad de los dirigentes sindicales. La convocatoria del Sindicato de Estudiantes de huelga general estatal el 6 de octubre es un paso muy importante para involucrar y organizar a los estudiantes en esta lucha y dar un carácter unificado a la movilización en todo el Estado.
El papel del movimiento 15-M
El surgimiento del movimiento 15-M provocó un gran impacto político en la sociedad española y tuvo un efecto muy positivo en la conciencia de millones de trabajadores y jóvenes. Su aportación fundamental fue ofrecer un canal de expresión al descontento social y fulminar la idea, reflejada en continuas afirmaciones convertidas ya en un axioma oficial, de que “la gente no se mueve” o “no hay ambiente para luchar”, a las que los dirigentes sindicales se agarraban como a un clavo ardiente. Hay que recordar que después de la huelga general del 29-S (que fue un éxito, con manifestaciones históricas en prácticamente todas las localidades del país) los dirigentes cortaron en seco la movilización y volvieron a la senda del pacto social que culminó con la firma de la contrarreforma de las pensiones. El 15-M surge en ese contexto y es la respuesta masiva, meses después, a ese corte contranatura en la movilización. De hecho, en las manifestaciones más importantes del 15-M, significativamente la del 19-J, hubo una clara participación de afiliados y delegados de CCOO y UGT, que defendieron la idea de la huelga general.
Así, han confluido una serie de factores que tienen una enorme trascendencia para el futuro de la lucha. Por un lado existe un movimiento de protesta y reivindicativo de izquierdas, el 15-M, que cuenta con una gran reconocimiento social y simpatía por parte de la juventud y los trabajadores; por otro, los dirigentes sindicales se encuentran en el apogeo de su desautorización por su política desmovilizadora, subrayada cada vez que la burguesía emprende nuevos ataques, cada vez más continuados y profundos. El 15-M se podría utilizar como un filo cortante contra la estrategia desmovilizadora de los dirigentes sindicales. Pero para ello no hay que plantearse que el 15-M sustituya a los sindicatos tal como defienden elementos sectarios en su seno. Todo lo contrario, hay que tender la mano a la base de esos sindicatos, completamente dispuesta a la lucha, como han demostrado en multitud de ocasiones, y crítica con sus propios dirigentes. Se trata de que los sindicatos tengan, en un amplio sentido, su propio 15-M, y para ello las condiciones están muy maduras. Sin embargo, al igual que hay burocratización alarmante en el seno de las direcciones sindicales, hay tendencias sectarias en el 15-M, como se puso muy en evidencia en la manifestación sindical de Barcelona contra la reforma constitucional en la que 200 personas trataron de usurpar la cabecera de la misma con una pancarta apelando a la desafiliación sindical. Este tipo de métodos desautorizan el movimiento 15-M ante los trabajadores, fortaleciendo así las posiciones de la burocracia sindical.
Métodos democráticos
Aunque parezca paradójico, algunos de los métodos adoptados por sectores del 15-M son perfectamente complementarios con las típicas maniobras de la burocracia sindical. Por ejemplo, las asambleas interminables en las que nunca se decide nada o que, por el método del consenso, una minoría pueda vetar las decisiones de la mayoría. ¿Cuántas veces la burocracia sindical ha apelado al “consenso” para disolver las propuestas más combativas y mayoritarias de una asamblea para luego, al margen de cualquier control y en ámbitos más selectos e informales, decidir lo que hay que hacer? Eso es lo que están intentando hacer en la lucha del profesorado en Madrid.
El hecho de que no se tomen decisiones por mayoría, o que no exista ningún control efectivo sobre la ejecución de las decisiones tomadas, no sólo no es efectivo para la lucha sino que es bastante antidemocrático. Por ejemplo, la consigna de la huelga general y de la nacionalización de la banca fue defendida por abrumadora mayoría, incluso por un auténtico consenso, en las principales asambleas del 15-M en sus inicios, que tuvieron una participación multitudinaria. Sin embargo, estas reivindicaciones apenas juegan un papel entre los que actualmente llevan la voz cantante en el 15-M en muchas zonas. En otras no, como es el caso de Málaga. El hecho de que no existan representantes, elegibles y revocables en cualquier momento, lejos de democratizar el movimiento, hace que sea mucho más difícil exigir responsabilidades y garantizar el cumplimiento de los acuerdos con un control efectivo desde abajo. La informalidad también es un caldo de cultivo para la formación de una burocracia elitista, que en la práctica, ejerce de dirección con muchas menos limitaciones que una dirección elegida formalmente. Por todos estos aspectos, y sobre todo por la falta de un programa y de una estrategia que tenga en cuenta a la clase obrera y sus organizaciones, gran parte del potencial político revolucionario del 15-M se disipa, lo que es aprovechado concienzudamente por quienes quieren que este movimiento se limite a soltar vapor pero sin poner en cuestión los fundamentos del sistema ni la estrategia de pacto social defendida por los dirigentes sindicales y socialdemócratas.
Todas estas carencias del movimiento, que no eran tan importantes en una primera fase, en la que prevalecía el sentimiento de dejar patente la existencia de una profunda y amplia indignación social, ahora se vuelven un serio obstáculo si queremos dar a la lucha un impulso cualitativo hacia delante. Las muestras de indignación no serán suficientes para frenar los planes de la burguesía.
Tampoco se trata de desgastar fuerzas convocando movilizaciones diarias, en las que sólo pueden participar una minoría. Este tipo de orientación no puede sustituir una estrategia y un programa político revolucionario. Además, en la medida que acaba reduciendo la participación, a los que disponen de más tiempo, se alimenta la conclusión de que “la gente no se mueve”, que es uno de los factores que utiliza la burocracia sindical para aguar sus reivindicaciones y objetivos.
El decisivo papel de la clase obrera
Para frenar todos los planes de ataque es necesario encaminar el movimiento hacia una rebelión social en la que la clase obrera y la juventud de los barrios jueguen un papel protagonista. Para este salto se hace fundamental una estrategia política revolucionaria y un método verdaderamente democrático y amistoso de debate, en el que exista la más completa libertad de opinión y crítica, tanto individual como organizada. La unidad de acción es fundamental. El conjunto de los sindicatos de clase, el movimiento 15-M, las organizaciones de izquierda, los trabajadores parados, los trabajadores inmigrantes, y la juventud deben impulsar un gran frente único en la lucha para derrotar los planes de los capitalistas. La huelga general no puede ser el punto final, sino el inicio de un proceso para hacer más extensiva la movilización y parar los ataques. Esta lucha tiene que converger en una huelga general europea y en una total unidad internacional de la clase obrera, por encima de sus diferencias nacionales, lingüísticas o culturales.
Hay una forma de acabar con los “dese-quilibrios presupuestarios” y los “déficit excesivos” realmente eficaz y, además, en beneficio de la gran mayoría de la sociedad: nacionalizando todo el sistema financiero y las empresas estratégicas bajo control obrero y poniendo en marcha un plan de inversiones y producción al servicio de la mayoría de la sociedad, aumentando masivamente el gasto social y suspendiendo el pago de intereses por deuda pública a los grandes bancos y especuladores. Sólo así se podrá implantar una auténtica democracia al servicio de la mayoría, no la actual farsa democrática donde mandan los banqueros.
Existen las condiciones para la lucha y para la construcción de una alternativa revolucionaria y socialista frente a la decadencia y las injusticias del capitalismo.
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El Militante