El 20 de octubre saltaban todas las alarmas al hacerse pública la intención de la dirección de ArcelorMittal de cerrar la Acería de Veriña (Gijón), con la justificación de que los costes de producción son muy elevados en comparación con la factoría del mismo grupo en Polonia. Ante este hecho, lo escandaloso es la respuesta sindical que desde las direcciones de UGT y CCOO se le ha dado. Lejos de plantear un plan de lucha vinculado al resto de las factorías europeas, lo primero que hacen es ofrecer la reducción de la plantilla en veinticinco trabajadores a partir de primeros de año. Ante semejante caramelo, la empresa acepta y pone el cierre en estudio. Pero aceptar constantemente los chantajes de la empresa, y asumir la política del mal menor, colaborando servilmente con ella, significa transitar por un camino muy peligroso. Por más concesiones que hagamos a la empresa, nunca serán bastantes, todo lo contrario.
De las inversiones a los cierres
En el mes de mayo se hacían públicas nuevas inversiones en Asturias. Se hablaba de invertir 150 millones de euros en unas Baterías de Cock para sustituir las viejas de Veriña y Avilés, y en la diversificación de la línea de galvanizado de Avilés. También anunciaban la remodelación de uno de los dos hornos altos de Veriña para primeros de año. Estaba en preparación la modernización de los convertidores de Veriña. ¿Qué ha sucedido en este tiempo? ¿A qué se debe este cambio de actitud? En aquel momento aparentemente se vislumbraba el final de la crisis y el aumento de los pedidos. A estas alturas del año todas estas perspectivas se han ido al traste. Para 2012 la previsión que hace la Asociación Mundial del Acero (Wordsteel) es del 80% de la producción del año 2007. El 15% menos en los países desarrollados y un aumento del 44% en las economías llamadas emergentes.
Ante esta situación y ante la disyuntiva de reducir sus beneficios o despedir trabajadores, a la Dirección de ArcelorMittal no le tiembla el pulso al plantear el cierre de instalaciones, el cierre de dos hornos altos en Florange (Francia), dos hornos altos en Lieja (Bélgica), otros dos en Alemania (uno Bremen y otro en Eisenhütlenstad) y uno más en Goznicza (Polonia). Y no sólo son los puestos de trabajo que desaparecen con los hornos altos, sino también los puestos de trabajo que desaparecen en las acerías que alimentan de arrabio estos hornos altos. Miles de puestos de trabajo pueden desaparecer (solo en el caso de Lieja son 3.000 trabajadores los afectados).
Esto lamentablemente no es nuevo, en sólo tres años se han perdido en todo el grupo ArcelorMittal la friolera de 42.000 empleos, de 315.867 en 2008 a 273.811 trabajadores en 2011. En algunos casos fueron bajas voluntarias negociadas, aunque la mayoría fueron despidos, haciendo caer sobre las espaldas de los trabajadores el peso de la crisis, sin ningún tipo de pudor. Todo ello se hace más insultante cuando se conocen los resultados de la empresa en el primer semestre de este año, 1.796,1 millones de euros de beneficios netos, un 11% más que en el mismo periodo de 2010.
ERE, la antesala a los despidos
¿Cómo es posible que a una empresa con beneficios le aprueben un Expediente de Regulación de Empleo (ERE)? Este hecho, por sí solo, pone de manifiesto a qué intereses obedece la inspección de trabajo. El parón general de la economía hace que disminuya la demanda de acero, sobre todo en los sectores más vinculados a la construcción, a las obras públicas y al automóvil. Y como si fuera un autómata inmediatamente a la Dirección de la empresa le pasa la factura a la plantilla en forma de ERE, siendo las plantas de Villaverde en Madrid y Sestao las que cerrarán hasta finales de año, mientras que la de Sagunto cerrará dos días por semana. En Asturias además de en oficinas, los talleres afectados de una forma u otra son la acería de Veriña, alambrón, carril y en Avilés, hojalata, el semicontinuo, temper, recocido continuo..., la lista de damnificados es larga. Así, la empresa busca el servicio a la carta, flexibilizando en la práctica la jornada laboral, lo que siempre han buscado... el “ven mañana, pasado queda en casa y el fin de semana se trabaja”.
¿Cuál ha sido la respuesta desde el comité de empresa? Sin plantear ninguna resistencia, ni algún tipo de medida de presión, se ha caído en la trampa que supone la negociación de las condiciones para el ERE —excelentes, eso hay que reconocerlo— con el 95% del salario. Pero obviando las consecuencias que tiene de cara al futuro para la defensa de los puestos de trabajo.
Cuando el ataque es global la respuesta también lo debe ser. En lugar de competir entre nosotros, a ver quien es más “rentable”, tenemos que unirnos para rechazar estos ataques. Contra los cierres, las amenazas y los chantajes hay que organizar un plan de lucha conjunto para todas y cada una de las plantas de ArcelorMittal en Europa.
Eso nos permitiría emplear toda la fuerza de los trabajadores y romper la estrategia de la empresa. Pero en todo caso, la brutal crisis económica actual ha sacado a la luz con toda su crudeza la verdadera cara de los capitalistas y de los grandes empresarios: mientras millones se enfrentan al paro y a un retroceso general en las condiciones de vida, mientras se pone en tela de juicio el derecho a la sanidad o a la educación públicas, ellos amasan beneficios multimillonarios. Esa es su única aportación a la sociedad: apropiarse de la riqueza que creamos los trabajadores. Por eso, la mejor forma de garantizar el empleo y unas condiciones de trabajo dignas es con la nacionalización de la empresa, para que vuelva a ser pública, esta vez con el control de los trabajadores, para garantizar una gestión eficaz y una redistribución de la riqueza en beneficio de toda la sociedad.