La polémica aerolínea Spanair colapsó el pasado 27 de enero. La empresa deja a 2.604 trabajadores directos y a otros 2.000 indirectos (de la empresa Newco) sin ningún tipo de perspectiva de futuro, 474 millones de euros de deuda y más de 80.000 viajeros sin vuelo. Es un gran fracaso del empresariado catalán que, con el dinero de la Generalitat, pretendía crear una aerolínea que les permitiera, además, controlar el aeropuerto del Prat.
Dicen los manuales del “buen emprendedor”, que los empresarios arriesgan su dinero para generar riqueza y crear empleo. Quizás eso fue así en el pasado legendario del capitalismo, pero hace ya tiempo que esa época ha pasado. Ahora lo “moderno” es utilizar el Estado y el dinero público. El esquema es sencillo: es el dinero público es el que se arriesga al servicio del empresario privado y si el negocio funciona, pues a poner la mano. ¿Pero si el negocio no funciona?
Tras la catástrofe de Barajas de agosto de 2008 en que murieron 154 personas y a través de una sociedad llamada Iniciatives Empresarials Aeronàutiques (IEASA), la burguesía catalana compraba la, ya entonces deficitaria, empresa Spanair a la multinacional sueca SAS. Los “patrióticos” empresarios se frotaba las manos: a través de Spanair esperaban, por un lado, tener una compañía aeronáutica de referencia en todo el mundo, capaz de competir con las grandes compañías como Iberia. Además, si Spanair medraba, controlarían en la práctica el aeropuerto del Prat, con todos los jugosos negocios que eso supondría. ¡Y todo sin arriesgar ni un euro! Efectivamente, desde el principio IEASA fue posible gracias al dinero público. En su accionariado destacan las empresas públicas y mixtas Turisme de Barcelona, Catalana d'Iniciatives y Fira de Barcelona pertenecientes a la Generalitat y al Ayuntamiento de Barcelona. La implicación del entonces alcalde de Barcelona, Hereu del PSC y de otros altos cargos del Tripartit y de CiU era total.
Desde entonces, la empresa ha recibido, que se sepa, 180 millones de euros de la Generalitat (ya gobernada por CiU) y del ayuntamiento de Barcelona. Una cantidad insultante de dinero incapaz de cubrir el pozo sin fondo en que se había convertido la empresa. Pero que nadie se equivoque: la empresa no era pública. Aunque más del 85% del accionariado pertenece a sociedades públicas, Spanair seguía siendo un negocio privado gestionado por el oscuro yupi Ferrán Soriano, exvicepresidente del Barça en la época de Laporta. Muchos especialistas del sector achacan a su nefasta gestión buena parte de las pérdidas de la compañía. Por supuesto, las otras empresas aeronáuticas se frotan las manos por el pastel que deja Spanair, sobre todo Vueling –presidida por Piqué, ex ministro del PP-, Ryanair e Iberia.
Garantizar los puestos de trabajo y el servicio de calidad.
Aparte de las reclamaciones de las decenas de miles de viajeros afectados, la empresa ha dejado completamente tirados a los trabajadores. Ha planteado un ERE de extinción y dice haber aportado un adelanto de 1.000 euros del salario de enero, sin embargo muchos trabajadores niegan que se haya dado ese cobro salarial. Los comités de empresa están discutiendo movilizaciones a través de asambleas de trabajadores y ya se han producido encierros en el aeropuerto de Bilbao y cortes de la Gran Vía en L’Hospitalet.
La responsabilidad de todo lo sucedido lo tiene la Generalitat. Es la Generalitat por tanto la que tiene que responder por los cerca de 5.000 puestos de trabajo que han sido destruidos. Soriano y los demás directivos y cargos públicos implicados deberían de ir directamente a la cárcel por malversar dinero público y sacar de sus cuentas bancarias el dinero para garantizar la nómina de los trabajadores. Pero, además, los sindicatos deben exigir la nacionalización de Spanair y Newco sin ninguna indemnización para sus propietarios y accionistas, para así mantener el servicio y garantizar los puestos de trabajo. En el pasado había aerolíneas públicas, ¿por qué no puede volver a haberlas? Además así se podría garantizar, mediante el control de los trabajadores, un servicio de calidad y seguro para que tragedias como la de 2008 no se vuelvan a repetir.
Pero Spanair también es muy instructivo a cerca del papel que juegan hoy en día los capitalistas: actúan como verdaderos parásitos utilizando el Estado como una herramienta más con la que conseguir beneficios millonarios, sin importarle los efectos sociales que tienen sus acciones, ya sea destruir la vida de 5.000 personas o dejar incomunicados a más de 80.000.