Readmitida gracias a la lucha, tras un despido por persecución sindical

El Militante.— Antes de nada, enhorabuena por tu readmisión en el Centro Inmunológico de Catalunya (CIC). ¿En qué condiciones se ha producido?
Alba Luna.— Gracias. Pues en primer lugar retiraron la demanda que pusieron en contra de las elecciones en las que salí elegida delegada y se pusieron en contacto con mi abogado para explicarle que me readmitirían en el mismo puesto que antes y con las mismas condiciones y que pagarían al Servei d’Ocupació de Catalunya los salarios de tramitación. La empresa sólo exigía que cesara ya la campaña de envío de resoluciones de solidaridad que estaban llegando de todas partes. Firmamos la readmisión el miércoles 25 de enero y llevo desde el 26 de enero reincorporada en la empresa.
EM.— ¿Cómo se produjo tu despido?
AL.— Decidí presentarme a las elecciones sindicales que se tenían que celebrar el 28 de octubre junto a mis compañeras de CCOO que ya eran delegadas. El 28 de septiembre, justo un día antes de que se hicieran públicas las listas de los candidatos a las elecciones, me llamó a su despacho el director general de CIC, Joan Carles Serrat (que antes era el presidente ejecutivo) y me entregó una carta de despido llena de calumnias: me acusaban de negligencias, faltas de disciplina…. ¡En cuatro años en la empresa no he tenido ninguna sanción y, de golpe, esto! Era un despido disciplinario sin ningún tipo de indemnización. Esta clase de gente no sólo nos despiden, sino que además nos hunden y pretenden humillarnos y más. Un personaje como este, cuya actitud con las trabajadoras de CIC siempre ha sido de desprecio, hace cuatro años ya intentó boicotear las elecciones sindicales. Además, le gusta hacer comentarios ofensivos como, “deberíais darme las gracias porque si no fuera por mi seriáis unas ni-nis”, o incluso dijo que por qué las embarazadas se cogían bajas, que estaban embarazadas y no enfermas. A una de las delegadas de CCOO la puso durante una temporada “contra la pared”, a mi me llamaba la jarrai… Habría numerosos ejemplos. Con mi despido pretendía dejar la puerta abierta a echar a cualquier persona con despido disciplinario inventándose cualquier excusa y crear un clima de miedo y presión constante. Era un caso claro de represión sindical.
EM.— ¿Cómo conseguiste la readmisión?
AL.— Primero tenía que lograr mantenerme como candidata en las listas de las elecciones. Para evitarlo, la empresa me quitó del censo, así que tuve que recurrir las elecciones: fuimos a arbitraje, allí me dieron la razón y se repitieron las elecciones conmigo como candidata. El día de las elecciones salí delegada con el apoyo mayoritario de la plantilla. Abrimos una caja de resistencia y siendo ya delegada me empecé a poner en contacto con los comités de empresa y las secciones sindicales de otros laboratorios de Labco y los clientes de CIC y llevamos a cabo una campaña estatal de resoluciones: las recogíamos en las empresas donde previamente había hablado con el comité o delegados, en manifestaciones etc. Conseguimos por todo el Estado, Asturias, Madrid, Catalunya… Por suerte, no fue necesario enviarlas todas.
EM.— Suponemos que la solidaridad dentro de la plantilla de CIC sería muy importante para conseguir tu readmisión.
AL.— Por supuesto. Tenía el apoyo de muchas de mis compañeras porque entendían que no sólo era un ataque contra mí sino contra todas. Durante los meses que estuve fuera estuve en contacto con muchas de ellas y por supuesto con las delegadas. Hicimos una asamblea en octubre en un bar de El Prat (no teníamos otro sitio donde hacerla), la cual fue una vía para que todas habláramos sobre la situación de la empresa y de las compañeras. Luego el apoyo en las elecciones… Un par de ejemplos: las compañeras me mantuvieron en la Lotería Primitiva que echamos todas las semanas y en navidades me invitaron a la cena de la empresa (que  organizan y  pagan las trabajadoras).
EM.— Has dicho que la asamblea la hicisteis en un bar, ¿no os dejó la sala CCOO? ¿Cuál ha sido el papel del sindicato en toda la campaña?
AL.— CCOO se mantuvo a mi lado en el tema judicial, fueron al arbitraje y hablaron en mi favor, pero desgraciadamente no es sólo eso. Me encontré con algunos jarros de agua fría, el sindicato no quería organizar ninguna campaña de solidaridad, lo limitaba todo al tema legal y no creían que pudiera conseguir el despido nulo, como mucho el improcedente. Las resoluciones las conseguimos entre los compañeros de El Militante con nuestro material y nuestro tiempo y ¡lo hemos conseguido! ¿Os imagináis lo que podríamos conseguir si los grandes sindicatos recuperaran las tradiciones del sindicalismo más combativo? Eso es lo que necesitamos los trabajadores, que los sindicatos sean combativos de verdad y que practiquen un sindicalismo de clase. Eso sólo lo podremos conseguir luchando desde dentro de estos sindicatos.
EM.— Y ahora que has vuelto a CIC, ¿cómo está la situación?
AL.— Las compañeras están contentas porque han visto que luchando se pueden conseguir cosas, pero hay aún mucha lucha por delante. La empresa fue comprada por otra empresa, Labco, en un conjunto de fusiones que se están dando, la faena está bajando y lógicamente la situación de la sanidad pública también está afectando a la sanidad privada. Nos quedan por aguantar muchas presiones, pero somos más optimistas porque hemos comprobado que la lucha sirve.
EM.— ¿Alguna otra cuestión que quieras comentar?
AL.— Sí, que durante estos meses en los que he estado despedida he podido ver la peor cara de esa clase social que pretende hundir a los trabajadores día sí y día también. Pero también he podido ver la mejor cara de la gente de mi alrededor que me ha apoyado: mis compañeras de trabajo y las dos delegadas, el Colectivo Ronda de abogados, mis amigos, mi familia, mis compañeros de El Militante y mi pareja. ¡Sin vosotros no sé si hubiera podido llegar hasta aquí! Los capitalistas tendrán los bolsillos llenos de billetes, pero tienen el corazón podrido, no entienden de solidaridad y de compañerismo. ¡Gracias!

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