El compañero Santiago Jiménez es alcalde de Villaverde del Río (Sevilla) por Izquierda Unida. En las últimas elecciones municipales del 22 de mayo de 2011, la candidatura que encabezaba consiguió la mayoría absoluta tras haber sido la más votada en las dos elecciones anteriores, aunque en las legislaturas pasadas un pacto entre el PP y el PSOE en la localidad impidió que Izquierda Unida gobernase el ayuntamiento. A pesar de todos los obstáculos, Izquierda Unida de Villaverde del Río ha defendido una enérgica política socialista y de clase, se ha basado en la movilización constante de los trabajadores y la juventud del pueblo, implicándose y promoviendo numerosas acciones en defensa de la vivienda pública, por el empleo, organizando comités de parados y participando activamente en las huelgas jornaleras y obreras de la zona. Santiago Jiménez es también coordinador de IU en Villaverde, un activo seguidor de la Corriente Marxista El Militante, y forma parte de la candidatura sevillana de Izquierda Unida a las elecciones autonómicas.
El Militante.— Las elecciones del 25 de marzo en Andalucía se celebran en un momento decisivo. Por una parte, la derecha se ha alzado con la mayoría absoluta en el parlamento estatal y hay una seria amenaza de que obtenga unos resultados históricos en la comunidad andaluza. ¿Crees que se puede evitar el triunfo de del PP?
Santiago Jiménez.— A diferencia de las elecciones generales, no está tan claro que el PP pueda conseguir la mayoría absoluta en Andalucía. Como era previsible, las pocas semanas que la derecha lleva en el gobierno han sido suficientes para desvelar el programa oculto del PP que no es otro que el de la burguesía española y los mercados financieros internacionales. La profundidad y la dureza de los ataques que desde el primer día se han emprendido contra los trabajadores están siendo contestadas en miles de luchas y conflictos laborales, como lo ocurrido en Valencia frente a la brutalidad policial o las movilizaciones contra la draconiana Reforma Laboral. Este ambiente no tiene nada que ver con el cómodo cinismo con que el PP afrontó las elecciones en noviembre, aprovechándose del descrédito del PSOE. La política de recortes y palos para los trabajadores y dinero para las empresas y los bancos está elevando la temperatura social y esto puede tener un reflejo electoral. El miedo al PP se está abriendo paso entre la decepción y el hastío del gobierno socialista en la Junta, que por supuesto hace todo lo que puede para facilitarle las cosas a Arenas, con escándalos como el de los EREs irregulares. Ante este escenario, IU puede ser un elemento clave para impedir la mayoría del PP. Muchos jóvenes y trabajadores de izquierda nos miran ahora buscando respuestas, que sólo pueden venir de un programa anticapitalista y unos métodos revolucionarios. Estos días intensos de campaña pueden ser decisivos y nuestra tarea es ganarnos la confianza de estas capas explicando las propuestas con claridad y haciendo creíble nuestro programa político.
EM.— ¿Cuál es el balance que haces de la gestión del gobierno socialista en Andalucía y qué responsabilidad tiene en el avance de la derecha?
SJ.— El Partido Socialista, después de 30 años, ha sido incapaz de resolver las necesidades fundamentales que afectan a la población, como el derecho al trabajo o a una vivienda digna. Especialmente significativa es la situación de la tierra y la agricultura, que mantiene la misma estructura de propiedad, latifundista y atrasada, de otros tiempos, condicionando la existencia de una masa de jornaleros explotados, mal pagados y en situación de desempleo crónico. La crisis económica ha dejado en absoluta evidencia las políticas reformistas y procapitalistas del PSOE, poniendo de manifiesto que el desarrollo capitalista y el crecimiento económico de este período en Andalucía no han supuesto lo mismo para las clases pudientes que para los trabajadores. Es precisamente el descontento y el desencanto de la juventud, los trabajadores y las capas medias con estas políticas, a la que añadiremos las prácticas clientelares y los lamentables casos de corrupción, la base del ascenso del PP en la comunidad autónoma y en todo el estado. Si realmente el PSOE quiere combatir a la derecha y recuperar el apoyo perdido necesita un giro a la izquierda en el programa y la práctica política.
EM.— Como dirigente de Izquierda Unida, ¿cuáles crees que son las tareas más importantes de la coalición de izquierdas en este momento, tanto en Andalucía como en el conjunto del Estado?
SJ.— El trabajo fundamental está en la calle. Esto hay que tenerlo claro incluso ante un reto tan importante como son las elecciones andaluzas que aparentemente se mueven en clave institucional y electoral, con campañas electorales tradicionales, etc. La mejor propaganda electoral es ver a los diputados, los alcaldes, los cargos públicos y el conjunto de la militancia de IU y del PCE interviniendo hombro con hombro en todas las luchas que están en el orden del día, junto a los estudiantes y la comunidad educativa contra los recortes tanto en la educación como en la sanidad; colaborando con el 15-M; en los miles de conflictos laborales, en el movimiento sindical, defendiendo una alternativa obrera contra los EREs, los despidos, la rebajas salariales y los cierres de fábricas; apoyando y aportando la experiencia y los medios de nuestra organización al servicio de la causa de la clase trabajadora donde quiera que reivindique sus derechos.
EM.— La llegada de IU a la alcaldía de Villaverde ha levantado muchas expectativas en toda la zona. ¿Cuáles son los ejes centrales de vuestra política?
SJ.— Como no podía ser de otra manera, la vivienda y el empleo son prioridades absolutas. La cuestión es que estamos abordando estos temas con el programa y los métodos combativos que hemos descrito anteriormente. Como es comprensible, los recursos de los que dispone el Ayuntamiento de Villaverde, o cualquier Ayuntamiento, son totalmente insuficientes y no puede haber soluciones inmediatas para acceder a estos derechos. Lo que estamos haciendo es organizando a los trabajadores, los jóvenes y las familias más desfavorecidas en asambleas de demandantes de vivienda, de parados o de familias en riesgo de exclusión social. En las asambleas, con la participación directa de los interesados, se deciden los pasos a seguir en cada etapa de las luchas, y es en la asamblea, no en el Ayuntamiento, caso de triunfar la movilización, donde se reparte el trabajo o se adjudican las viviendas. Hemos organizado más de cuarenta asambleas desde que asumimos la alcaldía, y entre las luchas que hemos puesto en marcha destaca la ocupación de un bloque de 58 pisos, paralizado y abandonado por la promotora que, con el Ayuntamiento a la cabeza, pretendemos expropiar, finalizar su construcción con los trabajadores parados del pueblo y adjudicar los pisos mediante alquileres obreros.
EM.— El PP ha aprobado una reforma laboral que supone una agresión sin precedentes contra los derechos de la clase trabajadora. ¿Qué opinas de la reacción de las direcciones de CCOO y UGT y de la necesidad de organizar una respuesta masiva, empezando por una huelga general?
SJ.— La respuesta de las direcciones sindicales no responde a las necesidades del momento y a lo que están pidiendo los sectores más avanzados de los trabajadores. En plena batería de agresiones y ataques contra los derechos de los trabajadores, las llamadas al diálogo y la negociación por parte de Toxo y Méndez, a sentarse una vez más a discutir con el gobierno y empresarios los “aspectos más negativos” de la contrarreforma laboral revelan, entre otras cosas, una asombrosa incomprensión de lo que está ocurriendo y del papel de los gobiernos de la derecha en la crisis capitalista. Son los grandes empresarios, la banca, los grandes fondos de inversión, las instituciones del capital internacional los que dictan las leyes, los que imponen con su puño de hierro sus intereses por encima de cualquier derecho conquistado por los trabajadores y no están dispuestos a hacer concesiones, ¡ni siquiera las migajas que pretenden arañar nuestros amigos en la negociación! En este escenario, que sí entienden los trabajadores a base de recortes, de rebajas salariales, de despidos, de palos y de desempleo masivo, no cabe otra política sindical que la organización y la lucha, un programa de movilizaciones que unifique las miles de luchas que se están produciendo en todo el estado y que debe comenzar con la convocatoria unitaria por todos los sindicatos de clase, y su preparación concienzuda, de una huelga general.
EM.— Recientemente IU de Villaverde se ha manifestado en contra de la política llevada a cabo por la dirección de IU en Extremadura que ha facilitado la formación de un gobierno del PP. Cual es tu posición respecto a la política de alianzas que debe llevar IU en el Parlamento andaluz, teniendo en cuenta la posibilidad de que el PP no logre la mayoría absoluta.
SJ.— Efectivamente, tenemos una actitud beligerante dentro IU respecto a la necesidad de una política de pactos que responda al interés de la clase trabajadora y que sea referencia para la organización en todo el estado. Esta política excluye cualquier acuerdo de gobierno o colaboración con el PP y los partidos de derechas, tal y como ha ocurrido en el Parlamento extremeño. Esta es la premisa fundamental, pero también hay que definir las relaciones con el Partido Socialista, y éstas no pueden basarse en un simple acuerdo de gobierno en líneas oportunistas, con un reparto de consejerías y cargos públicos silenciando las lacras de la política del PSOE en el gobierno utilizan el apoyo electoral de los trabajadores para poner en práctica las medidas que exigen los grandes bancos, el FMI y la UE. Esto es lo que explica la pérdida de más de cuatro millones de votos por parte del PSOE (750.000 de los cuales han sido en Andalucía).
Durante todos estos años, el gobierno de la Junta de Andalucía, primero con Chaves y ahora con Griñán, se ha limitado a gestionar el capitalismo sin enfrentarse en ningún momento a los intereses fundamentales de los empresarios. Esto le ha llevado una y otra vez a defraudar a su base social y electoral. En los tiempos de boom económico, la Junta ha podido desarrollar una política social para amortiguar en parte las desigualdades sociales generadas por el capitalismo, pero en los puntos claves, siempre ha salvaguardado los intereses empresariales. Así por ejemplo, el gobierno del PSOE andaluz no puso ningún freno a la especulación inmobiliaria en toda la Costa del Sol y de hecho le puso todas las facilidades, terminando incluso salpicado por escándalos de corrupción urbanística que aún hoy siguen saliendo a la luz. El Sindicato de Obreros del Campo (SOC) lleva años reivindicando una reforma integral del campo andaluz para acabar con el latifundismo heredado de hace siglos, modernizar y hacer públicas las explotaciones bajo control de los trabajadores. Una política agraria así, debería haber sido una prioridad de un gobierno de izquierdas, pero la Junta de Andalucía jamás se ha querido enfrentar a los terratenientes, al contrario, ha utilizado la represión policial contra las movilizaciones jornaleras, ha despreciado sus justas demandas y no ha tenido empacho en designar como hija predilecta de la Comunidad a esa representante cualificada del latifundismo agrario que es la duquesa de Alba.
Por otra parte, la desconexión con los intereses de los trabajadores y sus familias se ha acentuado en los últimos años, como prueba el reguero de escándalos de corrupción y malversación de fondos públicos, cuya expresión más acusada ha sido el caso de los EREs fraudulentos, explotado demagógicamente por la derecha. El gobierno del PSOE en Andalucía no ha hecho nada por impedir la deslocalización, el cierre de cientos de empresas y el despido de miles de trabajadores. El ejemplo de Delphi, en Cádiz, es elocuente: después de regalar decenas de millones de euros a esta multinacional, aceptó sin más el cierre de la fábrica negándose a escuchar las grandes movilizaciones que protagonizaron los trabajadores de la empresa y del conjunto de la provincia, que llegaron hasta la huelga general en toda la bahía gaditana. En lugar de nacionalizar Delphi y asegurar los empleos, la Junta amparó los despidos y realizó promesas de recolocación que jamás ha cumplido. El ejemplo de Delphi es representativo de decenas: los mineros de Boliden, los trabajadores de astilleros de Sevilla, de Roca, y un largo etcétera.
Esta política, en momentos de crisis aguda del sistema lleva ineludiblemente a los recortes y a atacar las condiciones de vida de los trabajadores. Cuando los beneficios empresariales peligran, no hay política social que pueda quedar en pie para complacer sus intereses. Así hemos visto cómo se han aplicado recortes en la contratación de profesores, en el transporte escolar y en las becas, en el sistema sanitario, en proyectos de integración, en programas sociales..., y han empezado a privatizar, como haría la misma derecha, servicios públicos fundamentales.
Un ejemplo claro es el conflicto con los trabajadores de la administración pública andaluza el año pasado. Los trabajadores se movilizaron y denunciaron el empeoramiento de sus condiciones laborales y la externalización de servicios. No era para menos: de un plumazo se suspendían las ofertas de empleo público, se suprimían las bolsas de interinos y se incorporaba el criterio de rentabilidad privada a la gestión de la cultura, agricultura, agua, patrimonio y otros ámbitos en los que la gestión pública desaparecerá. Las empresas públicas con gestión privada ya manejan en la actualidad casi el 70% del presupuesto de la Junta de Andalucía.
Izquierda Unida, correctamente, ha criticado esta política en muchas ocasiones y ha protagonizado movilizaciones puntuales. Por supuesto, miles de trabajadores y jóvenes han visto en IU la posibilidad de ir más allá en la defensa de una política en beneficio de la mayoría trabajadora, un hecho que se ha traducido en el avance electoral que ha registrado en las últimas elecciones generales. Pero lo que un sector amplio de la clase obrera y la juventud percibe es que Izquierda Unida sigue muy centrada en el ámbito institucional, que debería poner como eje de su acción cotidiana la defensa de una auténtico programa socialista, exigiendo la nacionalización de la banca, la nacionalización de las empresas en crisis para garantizar el empleo y el impulso de la movilización, haciendo una labor sistemática dentro de los sindicatos de clase, especialmente en CCOO, para enfrentar la política de paz social y pactos con la patronal de consecuencias tan desastrosas para los trabajadores. Una auténtica política de oposición de izquierdas, conectando con las aspiraciones cotidianas de la población, los parados y la juventud, dejando claro el rechazo a cualquier pacto con el PP en los ayuntamientos —rectificando por tanto las vergonzosas alianzas que se han permitido con el partido de la burguesía en distintos municipios andaluces o en Extremadura—, aumentaría la credibilidad de Izquierda Unida como organización de lucha, anticapitalista y revolucionaria.
Sólo la clase trabajadora puede cambiar las cosas
El camino para frenar a la derecha en las urnas pasa por frenarla en la calle con la movilización social. Se puede impedir que la derecha gobierne en Andalucía, pero eso exige un giro de 180º hacia la izquierda en la política del Partido Socialista y, al mismo tiempo, el impulso de la movilización social más amplia y contundente contra las políticas reaccionarias del PP, tarea en la que Izquierda Unida y los grandes sindicatos tienen una responsabilidad muy destacada.
Los trabajadores y la juventud de Andalucía han demostrado una y otra vez estar a la altura de las circunstancias. Lo primero que hay que destacar es que en treinta años la derecha se ha visto incapaz de llegar al gobierno de la Junta de Andalucía. Incluso en vísperas de estas elecciones, a pesar de las encuestas, aun no está claro que la derecha pueda obtener una victoria por mayoría absoluta. En la memoria colectiva siguen frescas las décadas de dictadura, en la que estos elementos reaccionarios disponían de la vida de miles de trabajadores a su antojo. Pero además, en estos meses de gobierno la derecha ha desvelado con transparencia sus auténticas intenciones: quieren aplastarnos y retraernos a las condiciones de trabajo de hace un siglo. Vuelven a utilizar la represión policial cuando salimos a luchar por nuestros derechos más básicos, en defensa de la enseñanza, de la sanidad, de nuestras conquistas históricas arrancadas en las movilizaciones, en las huelgas generales, y que tantos sacrificios nos costó. Y estas razones son las que llevarán a cientos de miles de trabajadores y jóvenes, de parados y jubilados a las urnas a votar al PSOE y a IU para cerrar el paso a la derecha.
Votar y evitar el triunfo de la reacción es importante pero no es suficiente. Para derrotar a la derecha hay que levantar un muro de contención basado en la movilización y en la defensa de una política genuinamente de izquierdas. Son muchas las ocasiones en que los trabajadores andaluces, tanto en el campo como en la ciudad, han demostrado su predisposición a luchar. Empezando con el amplio seguimiento de la huelga general del 29 de septiembre de 2010, continuando con las multitudinarias manifestaciones convocadas desde el 15 de mayo de 2011, donde una amplia masa de trabajadores arropó en la calle al movimiento 15-M por toda la geografía andaluza. El último ejemplo de esta predisposición ha sido la participación masiva en las manifestaciones convocadas por CCOO y UGT del 19 y 29 de febrero contra la reforma laboral del PP. Pero no sólo en los grandes acontecimientos, sino que empresa a empresa, los trabajadores habrían luchado hasta el final si no hubiesen sido frenados por la política de pactos y paz social de las direcciones de CCOO y UGT, que ha obligado a las plantillas a aceptar sistemáticamente el mal menor, incluyendo despidos, EREs y recortes salariales y de derechos laborales.
El problema no está en la clase obrera, el problema está en su dirección sindical y política. Si su potencial de lucha fuera organizado y promovido por sus organizaciones tradicionales sería imparable. ¿Qué ocurriría si tanto PSOE como IU y los sindicatos mayoritarios se negaran en rotundo a aceptar ni un solo despido, ni un solo recorte, ni un solo ERE y se enfrentaran a la administración central del PP de forma contundente? ¿Cuál sería la respuesta si, en lugar de plantear que la UE relaje sus exigencias de contener el déficit, se defendiese sin complejos la nacionalización de la banca, de los monopolios y los latifundios? ¿No secundarían centenares de miles de trabajadores y jóvenes un gobierno de izquierdas en la Junta de Andalucía con este programa auténticamente socialista en beneficio de la mayoría? Claro que sí. En ese contexto, las posibilidades de acceso del PP al gobierno de Andalucía quedarían anuladas.
Pero para eso hace falta un giro drástico a la izquierda. Sólo la clase trabajadora tiene suficiente fuerza como para conseguir este giro. Por eso los marxistas de El Militante creemos necesario cerrar el paso a la derecha en las urnas y también en la calle. Exigir a los sindicatos un plan de lucha, incluyendo la convocatoria de la huelga general, como un primer paso dentro de un plan ascendente de movilizaciones hasta frenar todos los ataques. Sobre la base de la clase trabajadora organizada, los marxistas de El Militante luchamos dentro de las organizaciones de la izquierda y del movimiento obrero y juvenil por un programa político socialista y revolucionario. Es la única manera de derrotar la ofensiva del capitalismo contra las condiciones de vida de millones de trabajadores.