En la localidad de Lo Pagán, situada en el Mar Menor (Murcia), todos los años por el verano se concentran trabajadores de distintas nacionalidades. Unos son de países de América Latina y otros del continente africano. Muestran sus mercancías en el paseo y se afanan por salir adelante. La Policía Municipal patrulla a cualquier hora de la tarde y de la noche y les obligan a desmantelar sus puestos. Todos ya conocemos esta realidad.
Hace dos años que no visitábamos Lo Pagán y la impresión que tenemos es que la policía parece que se ha hecho fuerte. Obligar a los trabajadores a permanecer en el agua se ha convertido en una costumbre. La policía los arrincona hacia el agua y allí se ven obligados a estar, de pie, con mercancías que llegan a pesar 50 kilos hasta que no pueden más y tienen que salir y pierden así sus pertenencias. Es importante levantar la voz porque está claro que es una actuación que la gente deplora. La policía se siente fuerte, pero cuando alguien se enfrenta a ellos se vuelven cobardes.
A finales de julio decidimos realizarles una entrevista a algunos de estos trabajadores inmigrantes. Bajamos a la arena y nos presentamos a cuatro trabajadores africanos que estaban descansando con sus mercancías. Les hablamos de El Militante y de las ideas que defendemos. Aceptaron la entrevista, pero, después de pensarlo unos instantes, no con la grabadora del móvil, sino con bloc.
A continuación transcribimos algunas de las opiniones de los trabajadores. Lo que no podemos transcribir es el tono de indignación, rabia e impotencia ante las humillaciones a las que son sometidos.
Pregunta: ¿De dónde sois?
Trabajador inmigrante: La mayoría de África, de países en guerra (Senegal, Mali, Guinea) y tenemos que venir a trabajar (…) los puestos de la feria no podemos alquilarlos porque son 1.300 euros al mes y no podemos pagar.
P: ¿Cómo os sentís ante la situación diaria de acoso por parte de la policía?
TI: Es algo muy duro. Somos extranjeros sin trabajo. Estamos en regla la mayoría. Aquí, la policía nos mete dentro del agua, hasta 150 metros, con las mercancías, para no poder salir (…)
Otro TI interviene: Una policía muy racista, baja, insulta, faltando al respeto, todos los días. Y cada vez que te ven conduciendo nuestros coches (tenemos carné) te paran.
Otro TI aclara: Nosotros nunca llevamos droga y ya nos han quitado tres coches. A un chico le metieron dentro del agua, se cortó con algo que había y no nos dejaron salir para ayudarlo
El mayor de todos lanza esta reflexión: Quiero preguntarle al alcalde: pagamos luz, alquiler, y hay gente que es agresor a mujeres, ¿qué es mejor, esto, ser un agresor, o estar aquí vendiendo? (…). Estamos sufriendo mucho aquí.
Nos informan de la tensión que existe entre el colectivo inmigrante, entre el sector más joven: “Aquí hay compañeros más jóvenes (señala un grupo algo alejado de noso-tros) que no aguantan más, no tienen nada que perder. Yo soy un soldador de primera que tenía un buen sueldo y aquí no gano nada. Que los policías nos dejen en paz. Estoy asustado porque los jóvenes van a explotar, (…)”.
Durante el transcurso de la entrevista Félix se acerca al paseo para hablar con nuestra hija. Una pareja de policías municipales se acerca para comunicarle que está prohibido comprar productos a estas personas. A lo que Félix les contesta que está simplemente hablando con unas personas que son acosadas por la policía y que tenemos el derecho de hablar con quien nos dé la gana y que ni las personas que están allí, ni nosotros mismos estamos cometiendo ningún delito.
Habría transcurrido una hora aproximadamente cuando hubo un revuelo impresionante. La policía huía despavorida con sacas incautadas. Se produce un momento muy tenso donde nosotros denunciamos la actitud de la policía, por su actitud fascista y al servicio del capital, gritando para que se nos oyera bien. En este momento un trabajador se erige en cabecilla y lanza un discurso de indignación, llamando racista a la policía. La gente se arremolinó y nosotros y los trabajadores continuamos nuestro discurso. El trabajador ofrece una información muy importante. Por lo visto la policía se queda con parte de la mercancía robada, que reparte entres sus familiares. Apreciamos por parte de la gente cierta simpatía hacia los trabajadores, aunque una señora del grupo lanzó el consabido comentario de “que paguen sus impuestos”.
Los trabajadores y nosotros replicamos este argumento y se inició una discusión sobre la situación terrible que el colectivo inmigrante tiene que soportar durante todo el verano. Y en un momento de la misma un trabajador se sube a un banco del paseo y remata alegando que “él es una buena persona, que cree en Dios y que sólo quiere trabajar”. Félix, nuestra hija y yo aplaudimos sus palabras. Y así acabó esa noche.
Los trabajadores nos dieron las gracias por la entrevista. Pero somos nosotros, en nombre de El Militante, quienes estamos agradecidos por sus testimonios. Son personas muy valientes que tienen que vivir diariamente esta situación. Como les dijimos, nosotros nos identificamos con ellos, en realidad, somos ellos mismos, somos la misma clase. Todos sabemos que las fronteras son un invento de la burguesía para dividir a los pueblos.
El trabajador que llevó la voz cantante nos dijo que entraría esa noche en internet y visitaría nuestra página.
Ojalá lo haga.