El verano supuso un punto de inflexión en nuestra lucha para conseguir carga de trabajo, cuya reivindicación central es la construcción de un dique flotante. Hace unas semanas, el consejero delegado de Navantia desestimó el dique por criterios de rentabilidad económica. Además, hemos sabido que definitivamente los quimiqueros para PEMEX (Petróleos Mexicanos) tampoco se van a construir en Galicia. Incluso el anuncio a bombo y platillo, por parte del PP gallego, de la construcción de dos floteles (buques de apoyo logístico para plataformas petroleras en alta mar, uno a construir por Navantia y otro por el astillero vigués Barreras), que suponía una cierta esperanza, no está nada claro tras la declaración de un directivo de la propia PEMEX planteando que no hay cerrado ningún contrato con astilleros gallegos.
Incluso en el caso de que se construyesen los floteles, el futuro después de más de un año de lucha es muy oscuro. A pesar de la publicidad electoral del PP (que cifra la construcción de cada flotel en 1.500 puestos de trabajo durante 30 meses), en realidad sólo daría empleo a unos 400 trabajadores durante 24 meses. Y eso en unos astilleros (Fene y Ferrol) que en los últimos 5 años han empleado a cerca de 6.000 trabajadores. Pero es que incluso el dique flotante (el PP dice que buque o dique) seguiría siendo insuficiente, ya que ambos darían ocupación a unos mil trabajadores (la mitad de la plantilla de la principal), es decir, más del 80% de la plantilla total del astillero seguiría en el paro.
Unificar, extender y radicalizar la lucha
Los comités de empresa (principal y auxiliares), tras el anuncio de inviabilidad del dique flotante, se han encerrado en el Ayuntamiento de Ferrol de manera indefinida en demanda de una reunión con la comisión que estudia la viabilidad del dique. Además está previsto, según se informó en una asamblea general el 1 de octubre, utilizar la campaña electoral de las autonómicas para hacer visible la lucha. Las propuestas son una gran movilización comarcal el 17 de octubre, combinada con acciones sorpresa de boicot.
Por supuesto, hay que poner toda la carne en el asador para que la movilización del 17 sea masiva y tenga un gran impacto social. Además, hay que aprovechar el hecho de que la fecha elegida coincide con el segundo de los tres días de huelga convocados por el Sindicato de Estudiantes contra los ataques a la educación pública. Hay que hacer un llamamiento a todos los jóvenes, su futuro está en juego también, a participar ese día con nosotros. Pero lo más importante es que los dirigentes sindicales tienen que plantear ya un siguiente paso, superior, en la lucha. No puede ser que nuevamente después de una gran movilización en la comarca no haya ninguna perspectiva inmediata de continuidad.
La falta de perspectiva de trabajo en el sector, tanto en Galicia como en el resto del Estado, supone que decenas de miles de familias estén en una situación límite, al borde del desempleo de forma más o menos inmediata. Las repercusiones sociales del cierre o de una reducción drástica de empleo en los astilleros son dramáticas. Comarcas enteras corren el riesgo de sufrir una profunda pauperización, reeditando situaciones como las que se vivieron en los 80 con la reconversión industrial, y que marcaron profundamente toda una generación. La situación es, por lo tanto, lo suficientemente grave como para convertir la lucha por el mantenimiento de todos los puestos de trabajo en un referente de carácter estatal que suponga una fuente de presión muy importante para el gobierno del PP. Y los trabajadores del sector naval tenemos la fuerza suficiente como para poder hacerlo. La reciente lucha minera puso de manifiesto cómo incluso un solo sector, si actúa de forma unificada y contundente, es capaz de generar una amplísima simpatía social (independientemente de que también en la lucha minera se ha cometido el error de no tener un plan de continuidad después de la exitosa marcha a Madrid).
De hecho, antes del verano, los marxistas planteamos que los trabajadores de astilleros debíamos sumarnos a la marcha minera y confluir con todo el sector naval del Estado español: la bahía de Cádiz o la ría de Vigo se encuentran luchando por lo mismo. Estos planteamientos están ahora más vigentes que entonces. El sector naval en Cádiz o Vigo sigue sin carga de trabajo, y la comarca de Ferrol en una situación más explosiva, producto del despido de cientos de trabajadores de las compañías auxiliares, de la supresión de la paga extra a los funcionarios y a los trabajadores de Navantia o de luchas abiertas en fábricas como Poligal.
Contribuir a una rebelión social contra el PP
Para que la lucha del sector naval tenga una repercusión similar a la de la minería hay que empezar por unificar la lucha dentro del propio sector naval, un paso que se tendría que haber dado hace mucho tiempo. Sólo hay una manera de hacerlo: convocando ya una huelga general de todo el sector con una marcha a Madrid, como un primer paso de un calendario de lucha que tendría que ir radicalizándose.
Resulta obvio que el PP quiere retrasar el rescate hasta después de las autonómicas en Galicia y Euskadi porque saben que significará una nueva oleada de recortes. Como aperitivo aprobaron la supresión de la paga extra de navidad para funcionarios y trabajadores de empresas públicas. Es prácticamente seguro que tras el rescate tocarán aquello que era intocable: las pensiones. Este es el contexto en el que nos movemos, nuestro problema no es local o sectorial, sino de clase. La falta de carga de trabajo es producto de la enorme transferencia de riqueza de nuestros bolsillos a los de la burguesía. Por eso no tiene sentido limitar la lucha por la carga de trabajo a una perspectiva local y aislada, separada de la lucha general contra los recortes del PP. El camino lo marca Portugal, donde, por primera vez desde el inicio de la crisis, hemos visto cómo se frenó el intento de rebaja general de salarios.
Un plan de lucha contundente y centralizado del sector naval se produciría en un contexto general de cada vez mayor contestación social y movilizaciones contra la política del PP. Así, la lucha del sector naval y la lucha general contra los recortes se alimentarían mutuamente, dándole mayor fuerza y contribuyendo a provocar una auténtica rebelión social que derribe al gobierno del PP e imponga un gobierno que defienda los intereses de la clase obrera, haciendo pagar la crisis a los auténticos responsables, a la gran burguesía.