La reciente instrucción del gobierno obligando a que el saludo de los policías a sus superiores sea “A sus órdenes” es un claro reflejo de la intención del PP de darle un sesgo más militar a la policía. Pero es menos conocido que, además de querer militarizar la policía, la derecha también quiere “policializar” las fuerzas armadas.
El mes pasado, la web oficial de la Armada española colgó una entrada muy significativa. Bajo el título de “La Fuerza de Protección de la Armada (FUPRO) incrementa su capacidad de respuesta ante posibles situaciones de crisis”, se informaba que dicha fuerza, una de las unidades que componen la Infantería de Marina, estaba llevando a cabo, entre el 20 y el 23 de mayo, un ejercicio con el objetivo de entrenar su intervención en situaciones de crisis.* Pero no fue un entrenamiento ante una hipotética crisis bélica, como se podría suponer, sino ante una crisis político-social.
De hecho, en algunos de los ejercicios participaron agentes del Cuerpo Nacional de Policía porque, como la propia noticia recogía, el ejercicio “sirve también para comprobar la capacidad de coordinación y colaboración de la FUPRO con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”. La noticia, además, estaba ilustrada con dos fotos cuyos pies son también muy significativos: “Ejercicio de detención de un sospechoso” y “Dispositivo de control de masas”. En ambas imágenes, los infantes de Marina que participan en el ejercicio sólo se diferencian de los antidisturbios en una cosa: el color del uniforme. Por lo demás, nadie podría distinguirlos: casco, porra, escudo, chaleco, espinilleras, hombreras, fusil de pelotas de goma…, todo el equipamiento propio de un cuerpo represivo.
Aunque la supuesta finalidad del ejercicio era entrenarse en la protección de instalaciones militares, es evidente que el objetivo real era otro: entrenar tropas para su utilización en el control del orden público. Esto no es ninguna casualidad. La burguesía comprende perfectamente que sus políticas nos abocan a una crisis social de proporciones históricas. La miseria —y no es una forma de hablar— se extiende como una mancha de aceite: los salarios se desploman, más de un millón de trabajadores llevan tres años o más desempleados, más de la mitad de los parados no cobran ninguna ayuda económica, desahucios, malnutrición infantil… No es difícil adivinar que, si esta situación no se revierte pronto, un estallido social es inevitable en un momento dado, a pesar de los enormes esfuerzos de los dirigentes sindicales para mantener la paz social y la estabilidad del sistema.
La burguesía está seriamente preocupada, y sabe que ni siquiera se puede fiar de todos los policías, que sufren los recortes como el resto de los funcionarios públicos. El pinchazo de las ruedas de varias decenas de furgonetas de los antidisturbios en un recinto de acceso controlado dentro del complejo policial de Moratalaz, la noche anterior a una gran marcha antirrecortes en Madrid en abril de 2012, es una buena prueba de ello. Tras el sabotaje, el Sindicato Unificado de Policía anunció que, aunque no lo justificaba, en caso de que se abriesen expedientes defendería jurídicamente a los agentes involucrados porque entendía el cabreo ante los recortes del Gobierno. La derecha prepara a soldados para disponer de más efectivos y pensando que la disciplina militar y la obediencia debida facilitarán el cumplimiento ciego de futuras tareas represivas.
De hecho, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional aprobada por el Consejo de Ministros el 31 de mayo dice que la crisis económica “representa uno de los mayores retos para la seguridad nacional”. Pero no se refiere a los especuladores financieros, los empresarios explotadores y los políticos burgueses corruptos, sino a la lucha de los trabajadores, como queda claro cuando plantea que una de las medidas a tomar para evitar esta amenaza a la seguridad nacional es “establecer un marco sociolaboral basado en el diálogo social”.
Los derechos democráticos no existen en los cuarteles. Es una de las muchas limitaciones de la democracia burguesa española. La izquierda debe incluir entre sus reivindicaciones fundamentales el derecho a la libre sindicación, la negociación colectiva, la organización política y la libertad de expresión dentro de las Fuerzas Armadas. No debemos olvidar nunca que el aparato del Estado burgués, cuya columna vertebral es el ejército, es un órgano para mantener la dominación, en última instancia por medios violentos, del orden social establecido. Cuanta más democracia haya en las Fuerzas Armadas, más dificultades tendrá la clase dominante para utilizarlas contra la mayoría social, a fin de preservar sus privilegios.