Ante el más que previsible debilitamiento del PP y del PSOE en las próximas elecciones generales, combinado con el crecimiento de Izquierda Unida, la protesta social en la calle y una mayor inestabilidad política, un gobierno de “gran coalición” se perfila como la opción que mejor se adapta a los intereses de los capitalistas.

El hecho de que el propio Cañete, cabeza de lista del PP en las próximas elecciones europeas se haya expresado públicamente, y el mismo día que Felipe González, a favor de un gobierno PP-PSOE (“si el interés general lo exige en el futuro”) es una prueba más de la gran presión que la clase dominante está ejerciendo sobre el aparato de los dos grandes partidos que han constituido los pilares fundamentales del sistema capitalista desde la caída de la dictadura franquista.

Rubalcaba se ha desmarcado de las declaraciones de Felipe González afirmando públicamente que mientras fuera secretario general del PSOE “no habrá gobierno de concentración”. Pero los hechos contradicen absolutamente sus palabras. En la práctica, el PSOE, desde la “oposición”, está haciendo un frente común en los asuntos fundamentales con el gobierno del PP y le ha suministrado balones de oxígeno en todos los momentos críticos de la legislatura. El mismo Rubalcaba, antes de la campaña electoral, ha colocado como eje central de su discurso la demanda al PP de “un gran pacto nacional”. Además, ha tenido la osadía de justificar esta claudicante posición como una “exigencia de los españoles”. Ahí están las hemerotecas de los periódicos para quien quiera recordarlo: “Un gran pacto sobre el empleo”, un gran pacto para una “austeridad justa”, un gran pacto “sobre Europa”, un gran pacto sobre el “modelo territorial”, un gran pacto de Estado sobre “la inmigración”… por no hablar del pacto efectivamente alcanzado que modificó la constitución para garantizar la prioridad del pago de la deuda a la banca respecto al gasto social.

La música del gran pacto ha sido entonada por Rubalcaba la mayor parte del tiempo en los dos años y medio que lleva el PP en el gobierno. Incluso ahora, para “desmarcarse” de Felipe González, Rubalcaba ha defendido como alternativa la necesidad de llegar a acuerdos con el PP en todos los aspectos fundamentales de la política, la economía y la cuestión nacional.

La socialdemocracia se subordina a la lógica del capital

Sin embargo, la socialdemocracia está tan profundamente atrapada en su apoyo al sistema capitalista que el margen para la demagogia es muy estrecho. Mientras Rubalcaba declara solemnemente que no habrá gobierno de “gran coalición” siendo él secretario general, resulta que el candidato del PSOE a presidir al Comisión Europea, Shultz, del SPD, participa en un gobierno de coalición con Merkel, la principal impulsora de los recortes en Europa. Y encima el mismo Shultz ha felicitado públicamente al gobierno de Rajoy por las reformas instándole a seguir por este camino. No solo en Alemania; la socialdemocracia está sosteniendo, directamente o indirectamente, a muchos gobiernos de derechas en Europa, incluyendo el de Grecia. Y allí donde gobierna en solitario, como el caso de Francia con el PSF, la situación no cambia mucho, como se está viendo con los recortes recientemente aprobados. El principal ejecutor de estos recortes (de 50.000 millones y que afectan de lleno la sanidad y otras prestaciones sociales) es el recién nombrado primer ministro Valls, que será el invitado estrella del mitin principal del PSOE en Barcelona, junto a Felipe González y el mencionado Shultz.

La “gran coalición” propugnada por Felipe González no es más que la consecuencia lógica de la política de pactos de Rubalcaba. Aquí no hay discrepancias de fondo sino dos tácticas adecuadas a dos etapas sucesivas dentro de un mismo objetivo estratégico, que es propiciar la estabilidad necesaria para que desde el gobierno se siga aplicando la política de recortes que necesita la burguesía.  Lógicamente, las declaraciones de Felipe González a favor de un gobierno de coalición PP-PSOE en plena campaña electoral, cuando el PSOE tenía como discurso convencer a un electorado menguante de las “grandes diferencias” que separan la socialdemocracia de la derecha, ha provocado cierta irritación y desmarques obligados. Pero más allá de las poses y de las frases lo que marca al rumbo a la actual dirección del PSOE, incluso por encima de los intereses electorales del aparato del partido, es su compromiso con la estabilidad del sistema capitalista y los intereses fundamentales de los grandes capitalistas. Además, la premura en situar la cuestión de la “gran coalición” también tiene una lógica desde su punto de vista de los sectores de la burguesía que están apostando por ella, ya que los acontecimientos políticos se pueden precipitar incluso antes de que se agote la legislatura.

¿Emergencia nacional, o crisis revolucionaria?

Inmediatamente después de las elecciones europeas el gobierno del PP va a iniciar otra brutal tanda de ataques contra la clase obrera, en forma de subida de impuestos indirectos (IVA, nuevas tasas…), que el gobierno ya tiene esbozado, y nuevos recortes sociales. La Comisión Europea ha sido clara al respecto, reclamando recortes “considerables” en 2015 y 2016. La combinación de una clara deslegitimación de la política de recortes, que el resultado de las elecciones europeas confirmará, y una nueva vuelta de tuerca a esta misma política de recortes —en franca contradicción con todo el discurso oficial electoral de que lo peor de la crisis ya ha pasado y en un contexto social que ya está sobrepasando el límite de lo tolerable para millones de familias— puede desencadenar un importante incremento de la protesta social —ya en un nivel bastante alto— en el último tramo de la legislatura. Además, un aumento del voto a Izquierda Unida en las elecciones europeas generaría grandes expectativas de cara a las elecciones generales contribuyendo todavía más a crear un clima de “fin de ciclo” del gobierno del PP.

Cuando algunos dirigentes del PP y del PSOE hablan de una eventual situación de “emergencia nacional” se refieren precisamente al peligro, desde su punto de vista, de que se produzca un salto cualitativo de la protesta social con connotaciones revolucionarias. En este contexto, la apuesta por un gobierno de “concentración nacional”, quizás vinculada a maniobras de cierto calado para desviar la atención, como una reforma constitucional o la abdicación del rey a favor de Felipe de Borbón, podría adelantarse. En todo caso, hay sectores de la clase dominante que llevan ya tiempo preparando el terreno para este escenario.

El papel de Izquierda Unida

Es obvio que el crecimiento de Izquierda Unida preocupa a los capitalistas y por eso están haciendo todo tipo de maniobras para tratar de cortar su ascenso. La moción de censura contra el gobierno del PP en Extremadura, a iniciativa del PSOE, no tiene otro objetivo que explotar al máximo, de manera oportunista y demagógica por supuesto, los errores de la dirección extremeña de IU. Si realmente el PSOE quisiera desalojar a la derecha ya lo hubiera hecho en Navarra, donde gobierna UPN (los representantes del PP en esta comunidad autónoma) gracias al imprescindible apoyo del PSOE. Sin embargo, la denuncia de esta maniobra demagógica del PSOE no quita que la posición de IU de Extremadura sea un grave error que resta fuerza al creciente apoyo de IU. Lo mismo se puede decir de la incoherencia de luchar contra los recortes del gobierno del PP y participar en un gobierno de coalición en Andalucía junto al PSOE, para aplicar recortes en los presupuestos de educación y enseñanza, y justificarlos por “imperativo legal”. Izquierda Unida debe cortar definitivamente con estas posiciones erróneas y defender una política de independencia de clase.

Los trabajadores y jóvenes de EL MILITANTE que defendemos las ideas del socialismo revolucionario en los sindicatos de clase, en el movimiento estudiantil y las mareas, seguiremos sumando esfuerzos, decididos a convertir IU en un referente capaz de traducir el avance electoral en lucha organizada y consciente por el socialismo.

Levantar una IU de masas exige ideas claras y una estrategia que se base en la fuerza de la clase trabajadora, en su capacidad de lucha y creatividad. Izquierda Unida debe dejar claro que no acepta la lógica de este sistema capitalista, que defiende la nacionalización sin indemnización del sector financiero y de los grandes monopolios (bancos, eléctricas, transportes, telecomunicaciones…) bajo el control democrático de los trabajadores y sus organizaciones. Que lucha por la anulación de todos los desahucios y por la expropiación del parque de viviendas propiedad de la gran banca para ponerlas en alquiler social. Que se pone al frente de la movilización contra la contrarreforma franquista de la enseñanza (LOMCE) y la privatización de la sanidad. Que exige la continuidad de las huelgas generales para frenar los despidos masivos, anular la reforma laboral y la reforma de las pensiones, y por la jornada de 35 horas sin reducción salarial…

Izquierda Unida puede y debe señalar que necesitamos otro tipo de sociedad, liberada de la dictadura que una minoría de grandes monopolios, multimillonarios y banqueros imponen a la inmensa mayoría. Que la lucha por esta sociedad socialista no es una utopía bienintencionada, sino una necesidad urgente para preservar las conquistas de la humanidad. Ése es el camino para lograr la Izquierda Unida que los trabajadores y los jóvenes queremos y necesitamos.

La clase obrera y la juventud ha protagonizado un periodo de luchas y movilizaciones sociales colosales que van a continuar a una escala superior. A través esta gran experiencia la conciencia de clase está avanzando con botas de siete leguas, y cada vez más capas del movimiento están sacando la conclusión de que necesitamos transformar la protesta social en organización consciente para luchar por el socialismo. Los próximos años serán decisivos. Un gobierno de coalición PP-PSOE, en la línea de lo que ha ocurrido en Grecia, provocará un desgaste aún más brutal de la socialdemocracia y, a pesar de la pesadilla que significará para las masas, dará una gran oportunidad para levantar una alternativa revolucionaria, auténticamente socialista.

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