A poco más de año y medio de la irrupción en la escena política de Podemos buena parte de la ilusión que suscitó en su momento parece estar quedándose por el camino. En el terreno electoral, los “decepcionantes resultados” en las elecciones catalanas del 27S confirman una acusada tendencia a la baja, que ya se dejó sentir en las municipales y autonómicas de mayo, con resultados que, aunque muy buenos, estaban alejados de las expectativas generadas y, muy por debajo de las encuestas que llegaron a situar a Podemos como segunda fuerza política, por delante del PSOE.

Renuncias políticas y caída en las expectativas electorales

El progresivo giro de la actual dirección de Podemos hacia un discurso cada vez más moderado, abandonando las propuestas más progresistas y rupturistas del programa que llevó a las elecciones europeas de 2014, es la clave para entender su situación.

El discurso actual poco tiene que ver con el que escuchábamos los trabajadores, jóvenes, amas de casa, desempleados, etc., cuando Pablo Iglesias arremetía en los medios de comunicación contra la banca, los poderosos y las grandes multinacionales. Por primera vez en mucho tiempo sentíamos que se hablaba de nuestras necesidades y problemas. En un contexto de tremenda movilización social y de búsqueda de una alternativa a la crisis capitalista por amplias capas de la juventud y de los trabajadores, cientos de miles de personas se orientaron a Podemos para intentar convertir las palabras en hechos tangibles.

Su desarrollo en los primeros meses fue un acontecimiento, en muchos aspectos sin precedentes: el entusiasmo por el debate político entre la gente corriente, la proliferación de círculos, la explosión de participación,… Realmente hicieron temblar los cimientos del bipartidismo. El punto álgido en las encuestas en el mes de febrero coincide también con el momento de más presencia de las reivindicaciones económicas y sociales: renta básica, impago de la deuda, reducción de la edad de jubilación, nacionalización de los sectores estratégicos, etc., aspectos todos ellos ahora abandonados o relegados a un segundo plano en el programa económico, ya difícilmente diferenciable en muchos aspectos de la socialdemocracia tradicional, incluido el PSOE. Este pico en las encuestas coincidió con el llamamiento a la movilización en las calles en la masiva Marcha por el Cambio que inundó Madrid el 31 de enero.

Algunas de las propuestas que se modifican:

De “impago de la deuda ilegítima” a “Cumbre Europea de la Deuda”

Frente a la propuesta de poner en marcha una “auditoría ciudadana de la deuda pública y privada” y “declarar el impago” de las partes que se consideren “ilegítimas”, habla ahora de “reestructuración y transparencia” y pretende trasladar esa discusión a una especie de cumbre política: una Conferencia Europea de la Deuda.

Un “ingreso mínimo” sustituye a la Renta Básica Universal

El concepto de Renta Básica Universal, un ingreso independientemente del trabajo que garantizara una vida digna al conjunto de la población, ha quedado reducido a la intención de implantar una “renta mínima” para los hogares sin ingresos o con bajos ingresos, en función del número de personas del hogar. Una medida similar al Ingreso Mínimo Vital anunciado por el PSOE. Es decir, un subsidio para aquellos que orbiten en torno al umbral de la pobreza, del estilo de los que ya existen en algunas comunidades autónomas gestionados por los Servicios Sociales.

La renuncia a rebajar la edad de jubilación a los 60 años

En la propuesta económica, presentada a finales del pasado año, ya se pasó de reducir la edad de jubilación a “restablecerla” a los 65 años, “con carácter general pero flexibilizando dicho criterio en función de la naturaleza del trabajo realizado”, renunciando de esta forma a un mecanismo fundamental para crear empleo en la actual situación.

Sin nacionalizaciones

Esta es una de las cuestiones más importantes, pues sin controlar las principales palancas económicas, poco o nada se puede hacer por el bienestar de la ciudadanía. Se ha abandonado cualquier intención, no ya de nacionalizar sectores estratégicos como el transporte o la industria pesada, sino que incluso se renuncia a “desprivatizar” servicios como la electricidad, el gas, el agua, el petróleo o el teléfono, con el argumento de que “puede comprometer buena parte de los recursos disponibles” y recordando que “la legalidad vigente lo impediría”.

Este abandono de las posiciones más a la izquierda se acentúa además con una ambigüedad calculada en aquellos temas que, a su juicio, puedan comprometer el mantra “ni de izquierdas ni de derechas”, como ocurre con la forma de estado y el debate entre monarquía o república, respecto al cual Podemos no se pronuncia oficialmente.

Así es en el tema de Venezuela, donde la dirección de Podemos mantiene una postura cada vez más oportunista, renunciando a defender la revolución bolivariana por temor a que esto pueda restarle apoyos “moderados” y alineándose en la práctica con las tesis claramente reaccionarias del PP y el PSOE sobre el carácter autoritario y antidemocrático del gobierno de Venezuela, y no denunciando el carácter fascista de la oposición venezolana. Como consecuencia hemos asistido a situaciones esperpénticas como en Navarra donde el PP ha podido sacar adelante en el parlamento navarro una declaración institucional de apoyo al golpista Leopoldo López gracias a la abstención del grupo parlamentario de Podemos, igualmente ha ocurrido con la abstención de Ahora Madrid en el ayuntamiento de la capital.

Esta obsesión por aparecer ante la burguesía como responsables “hombres de estado” les ha llevado también a apoyar en Grecia el giro a la derecha y la rendición incondicional de Alexis Tsipras frente a la troika y los capitalistas europeos. Ante la estupefacción de muchos simpatizantes y militantes, hemos oído de nuevo a Pablo Iglesias, y su número dos, Errejón, alabar al “león griego” por su valentía escasas horas después de que Tsipras pusiera al pueblo griego a los pies de los caballos, aceptando un acuerdo que supone el saqueo de los trabajadores griegos a manos de los capitalistas. Las declaraciones de Iglesias, afirmando que ellos hubieran votado “a favor del memorándum en el referéndum griego” y que “harían lo mismo en el lugar de Tsipras” son otros tantos jarros de agua fría sobre la espalda de los trabajadores del Estado español.

Recuperar el programa para desalojar a la derecha

Este giro en lo político tiene su inevitable reflejo en la estructura y en el modelo organizativo, cada vez más orientado a servir de correa de transmisión del núcleo dirigente, y a obstaculizar la influencia de la base en el rumbo político del partido. En julio miles de simpatizantes y centenares de cargos orgánicos de Podemos rechazaron el nuevo reglamento de primarias que consolidaba las “listas plancha” que beneficiaban claramente a las candidaturas avaladas por la dirección. También, el recorte de atribuciones a los círculos y el nulo poder de decisión que tienen actualmente sobre cuestiones fundamentales ha ido vaciándolos en muchas localidades, primero de debate político y, finalmente, de un gran número de activistas.

Resulta sorprendente la rapidez con la que una parte de la organización, en particular el núcleo dirigente encabezado por Iglesias, Errejón, Bescansa y otros se está alejando en sus planteamientos y declaraciones públicas de la base social que constituyó la verdadera fortaleza de Podemos.

El peligro de convertirse en una mera maquinaria electoral está encima de la mesa. Cambiar esta situación pasa por recuperar el programa que Podemos presentó a las elecciones europeas, profundizándolo con la defensa de una alternativa revolucionaria a las políticas capitalistas y basándose en la movilización y organización consciente de la mayoría de la sociedad para poder llevar a cabo esas políticas. Las renuncias en aspectos fundamentales de su programa no hacen más que debilitar las expectativas y las ilusiones de millones de personas en que a través de esta formación se puede asestar un golpe a los grandes capitalistas, frenar los ataques y conseguir unas condiciones de vida dignas para las familias trabajadoras y los sectores más golpeados por la crisis.

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