Decenas de miles de jóvenes tomamos este lunes las calles en todo el Estado en una verdadera explosión de furia frente al asesinato homófobo de Samuel. Las imágenes de la Puerta del Sol en Madrid recordaban al 15M y no sólo por su masividad. Brazos en alto en toda la Calle Preciados, donde no cabía un alfiler, gritando a pleno pulmón ¡Yo también soy un maricón de mierda! ¡Aquí están los antifascistas!

¡Nos matan, nos matan y aquí no pasa nada! Clamaban miles de gargantas en  ciudades y pueblos en toda Galiza. Se repetía la imagen y la rabia en las calles de Barcelona, en Valencia, Málaga, Sevilla, Bilbao, Zaragoza, Gijón. “Lo mataron por maricón. ¿1936 o 2021?” rezaba un cartel casero en una de las protestas.

¡Es el régimen del 78!

El brutal asesinato de Samuel ha encendido la indignación de millones, que nos revelamos ante que la violencia sistemática contra la comunidad LGTBI sea ocultada, permitida y amparada por el aparato del Estado y las instituciones del régimen del 78.

No exageramos. A pesar de las evidencias y los testimonios de las y los amigos de Samuel que fueron testigos de su asesinato, la policía sigue negando el carácter homófobo de la agresión, regala impunidad a los malnacidos que han perpetrado el crimen, y los medios de comunicación disculpan al PP y a VOX de su responsabilidad política por lo ocurrido.

El reguero de agresiones homófobas a lo largo del fin de semana en diferentes ciudades del Estado demuestra lo lejos que ha llegado la extrema derecha. Pero lo verdaderamente importante, es la enorme y desbordante respuesta en las calles que muestra la enorme fuerza que tenemos para aplastar a la escoria fascista.

¿Una protesta politizada?

El asesinato infame de Samu ha sido la gota que ha hecho explotar el odio y la rabia contra un sistema hipócrita y podrido. Acontecimientos así golpean la conciencia y espolean a la lucha.

Equivalente a la fuerza que se respiraba en las movilizaciones multitudinarias del lunes, ha sido el tamaño de la maniobra de los medios de comunicación del sistema. Al día siguiente todos abrían con un leitmotiv: echar tierra sobre el asunto para taparlo, enterrarlo y asfixiarlo.

Un auténtico festival de la negación de lo evidente: el lunes no pasó nada, no hubo nada. No se expresó un malestar profundo que está creciendo a pasos agigantados entre los más jóvenes. Ningún tertuliano bien pagado dijo que la homofobia y el fascismo son lo mismo. Ninguno señaló a la derecha como responsables de alentar estas agresiones. Ninguno denunció que la judicatura y la policía están llenas de franquistas.

La segunda parte del circo mediático ha sido la de criminalizar la idea de “politizar” la protesta. Porque como todos sabemos – insisten - esto no tiene nada que ver con la política. Lo dice hasta Alejandro Sanz. Que te persigan, te pateen y te asesinen por tu orientación sexual o por ser mujer o trans, o por ser negro o de otro país es algo que no debería ocurrir, pero hablar de política…¡Eso son palabras mayores!

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El asesinato infame de Samu ha sido la gota que ha hecho explotar el odio y la rabia contra un sistema hipócrita y podrido. Acontecimientos así golpean la conciencia y espolean a la lucha.

Por mucho que lo repitan en sus periódicos, eso no hará que sus deseos se conviertan en realidad. ¡Claro que estamos politizados! ¡Cada vez más y más  a la izquierda! La clase dominante  tiene un problema y un temor bien fundado. Cada vez somos más los que identificamos la raíz de nuestra opresión: es su sistema, que nos aplasta y no nos deja ni vivir dignamente ni ser lo que realmente somos.

Pero el problema crece. El lunes decenas de miles pusimos nombres y apellidos a los partidos e instituciones que alientan las agresiones y el odio contra todo lo que se sale de su esquema reaccionario: la derecha heredera de la dictadura, Vox, el PP, Ayuso, Monasterio, Abascal; el ejército de sotanas que ejerce su poder parasitando los recursos públicos y difundiendo su machismo y su homofobia en las aulas; otro ejército, el de los franquistas con toga, que nos quieren disciplinar a golpe de sentencia para que abandonemos la lucha; las fuerzas de seguridad del Estado que descargan sus golpes sin metáforas en nuestros cuerpos. La vida nos está enseñando mucho y muy rápido.

La hipocresía del Gobierno y su doble lenguaje

Frente al clamor social, el gobierno de Sánchez ha tratado de salir del paso utilizando un doble lenguaje. Por un lado, toman nuestras consignas para aparecer como un gobierno “progresista” y las ponen en tweets, se lamentan del asesinato de Samuel e incluso lo califican de agresión homófoba. Pero los hechos van por otro lado. No sólo no toman ni una sola medida para acabar con esta situación, sino que mandan a los antidisturbios a disolver nuestra protesta pacífica a porrazo limpio.

El Ministro del Interior, Grande- Marlaska, que reconoce abiertamente su homosexualidad, es el máximo responsable de enviar a la policía a reprimirnos cuando luchamos contra la homofobia y las agresiones de los fascistas. Es coherente. Defiende políticas capitalistas, defiende los intereses de los poderosos.

La realidad es que el Gobierno PSOE-UP está incumpliendo todos los acuerdos con los que se presentó en enero de 2020: la derogación de la Ley Mordaza, de la contrarreforma laboral y de las pensiones, el fin de los recortes sociales, de los desahucios, limitar los alquileres… sus buenas palabras no pueden ocultar que la patronal está muy satisfecha, aplaudiendo con las orejas cada vez que ve como se llevan a cabo sus planes punto por punto.

En estos meses de pandemia hemos asistido al desmantelamiento de la sanidad y la educación públicas y no sólo donde gobierna la derecha, sino en todo el Estado. Vivimos una oleada de ERE y despidos, de aumento salvaje de la explotación y la precariedad, de un paro juvenil que supera el 50 %. Y el resultado de este coctel es una epidemia de enfermedades mentales provocada por la falta de expectativas de futuro que no recibe la menor atención.

El Gobierno presenta los ataques y contrarreformas de tal forma que parecen lo contrario. Su impostura contrasta con nuestra realidad. No son avances ni conquistas. No lo es la subida de la luz, ni las devoluciones en caliente en Melilla. No lo es el acuerdo con la patronal para “retocar” la reforma laboral, y tampoco lo es su proyecto de reforma de las pensiones que ha sido rechazada por el movimiento pensionista en bloque.

Las y los ministros de UP, en lugar de denunciarlo y romper de plano con esta estrategia, la defienden y la blanquean. Lo más patético, viniendo de boca de personas que se consideran de la izquierda transformadora, es que no se hartan de alegar que la correlación de fuerzas es desfavorable. ¡Como si la correlación de fuerzas dependiese del número de parlamentarios y no de la movilización de masas!

No se puede dar la espalda de manera más obvia a la historia de la clase obrera y la juventud. Jamás hemos arrancado en ningún parlamento capitalista lo que antes no hemos conseguido con nuestra lucha en las calles. Si se basaran en la fuerza de la juventud y de todos y todas las oprimidas, si no sucumbiesen a la lógica del sistema, si rechazarán asimilarse a un sistema que los convierte en una pieza más para regular el conflicto social dentro de límites tolerables, otro gallo cantaría.

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Jamás hemos arrancado en ningún parlamento capitalista lo que antes no hemos conseguido con nuestra lucha en las calles.

Este lunes varias de las caras más conocidas de UP asistían a las movilizaciones de protesta por el asesinato de Samu, en un intento de desmarcarse del PSOE y dejar claro que ellos y ellas sí están del lado de la calle. Pero ¿de qué nos sirven estos gestos? Unidas Podemos está en el Gobierno, participa de él y permite que esto pase sin la menor consecuencia práctica. Su abandono de la movilización es un completo error que ya les pasa factura y les aleja de la juventud que se ha puesto a la cabeza de la batalla. No por casualidad, uno de los gritos más coreados el lunes fue ¡la lucha está en la calle y no en el parlamento!

Se prepara un gran estallido

No es suficiente que nuestros derechos sean formalmente reconocidos en las leyes. Bajo este sistema son papel mojado. La clase trabajadora y los sectores más oprimidos y golpeados dentro de ella – mujeres, personas LGTBI, inmigrantes, los jóvenes – nunca tendremos derechos reales y efectivos si no nos enfrentamos a quienes ejercen y se benefician de nuestra opresión.

Tenemos que romper con la dictadura material e ideológica a la que nos somete este sistema reaccionario y criminal. Las instituciones están a su servicio y no hacen otra cosa que perpetuarlo. ¡No podemos basarnos en ellas para transformar la sociedad!

Si alguien está comprendiendo esta idea es la juventud, que ha dotado de un carácter masivo a las movilizaciones más importantes en el último período. Los que levantamos la respuesta al confinamiento clasista de Ayuso, quienes nos enfrentamos a la represión salvaje de la policía tras el encarcelamiento de Hassel, quienes recibimos en Vallekas a Santiago Abascal al grito de No pasarán y Fuera fascistas de nuestros barrios... Es la juventud obrera, nosotras y nosotros, los que hemos llenado de lucha feminista, por los derechos LGTBI, los que hemos denunciado la transfobia del PSOE y hacemos frente a la extrema derecha todos los días.

Somos quienes llevamos meses sufriendo una campaña de criminalización sin parangón, culpándonos de la pandemia y de los contagios, tachándonos de irresponsables, de vagos, de violentos. Cada vez que abrimos la boca para reclamar derechos la campaña se reactiva con mayor fuerza. Y no es casualidad.

Saben que un gran estallido se prepara entre la juventud a la que se nos niega todo, que no confía en las instituciones, ni en los parlamentos, ni en los partidos del régimen. Que ha nutrido movimientos levantados desde abajo, que se ha autoorganizado, desbordando con su iniciativa a las burocracias sindicales y políticas y a las organizaciones asimiladas por el sistema. Que se ha radicalizado a la izquierda de una forma extraordinaria. Que es anticapitalista y que está abriendo paso a otros sectores que se sumarán a la lucha, inspirados por su ejemplo.

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Saben que un gran estallido se prepara entre la juventud a la que se nos niega todo, que no confía en las instituciones, ni en los parlamentos, ni en los partidos del régimen.

Es normal que los y las capitalistas se preparen con todos sus medios para atacarnos y deslegitimarnos. Por eso debemos responder al desafío y organizarnos y dotarnos de un programa que realmente nos permita acabar con esta pesadilla a la que nos someten cada día: un programa revolucionario que defienda la transformación socialista de la sociedad y que lo haga basándonos en la fuerza de nuestra clase, la más poderosa, la locomotora de la historia. ¡Únete aquí a Izquierda Revolucionaria para construir la alternativa que necesitamos!

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