¡Levantemos un Orgullo revolucionario y anticapitalista!
Estamos en 2023 y la opresión que sufrimos el colectivo LGTBI sigue siendo insoportable. Según datos de octubre de 2022, los delitos contra la orientación sexual en el Estado español han aumentado un 70%. E incluso aunque la subida sea impactante, la realidad sigue siendo mucho peor, ya que solo una de cada diez víctimas decide denunciar.
Detrás de esta ofensiva reaccionaria se esconde la derecha, la extrema derecha y su ideología retrógrada, machista y medieval. Quienes dicen estar muy preocupados por el “alarmante aumento de casos de homosexualidad y transexualidad”, como la diputada de Vox María de la Cabeza Ruiz Solás. Quienes hablan todo el día del “adoctrinamiento LGTBI”. Los mismos que se burlan, menosprecian e insultan a las personas trans y se han opuesto —con todo su odio de clase— a la tramitación de la nueva ley.
El Partido Popular y Vox, las sectas católicas y la jerarquía de la Iglesia con sus actos y discursos promueven la violencia contra nosotros y nosotras. Y lo hacen con impunidad. Ponen en la diana al colectivo LGTBI, a las mujeres, a los inmigrantes o a los trabajadores y trabajadoras en general, para que los sectores más reaccionarios de la sociedad nos agredan.
Por eso, no es de extrañar, que el movimiento LGTBI haya dejado claro su sello antifascista. Porque además de ser gays, lesbianas, bisexuales, intersexuales o trans, somos los hijos e hijas de la clase trabajadora.
Sin embargo, cada año en cuanto se acerca el Orgullo y todos se ponen el pin arcoris, tenemos que señalar que la derecha cuenta con un socio muy fiable para que su discurso tránsfobo y misógino se abra camino. Del PP o de Vox no nos sorprende nada. Y, lamentablemente, del PSOE tampoco. Este año hemos vivido las imágenes más vergonzosas que recordamos en el Parlamento. En una sacrosanta alianza, el PP y el PSOE votaron conjuntamente reformar la ley del Solo sí es sí, doblegándose de nuevo ante el aparato del Estado y la judicatura machista y fascista.
Los derechos de las mujeres o del colectivo LGTBI no se defienden, como nos dice Carmen Calvo y compañía, de la mano de quienes niegan la violencia machista. No eres feminista si compartes el mismo lenguaje que la extrema derecha respecto a los derechos trans, ni si vas de la mano de los que aprueban medidas antiabortistas en Castilla y León. Las libertades del colectivo LGTBI tampoco se protegen uniendo tu voz a los que abogan por las terapias de conversión o enviando a los antidisturbios a reprimir manifestaciones contra la LGTBIfobia, como hizo el ministro Marlaska cuando en 2021 asesinaron en A Coruña a Samu al grito de maricón.
Por muchas declaraciones que se hagan, si no se depura el aparato del Estado y la judicatura de franquistas, si no se garantiza una vivienda, un empleo, una sanidad y educación públicas y dignas para todes, si no se toca la Ley de Extranjería, ni el negocio de los proxenetas o el dominio que sigue ejerciendo la Iglesia en la educación pública… todo ese “blablablá” se queda en palabras que no mejoran nuestras vidas ni nos hacen avanzar en derechos. Al contrario. Las políticas vacías dan alas a la reacción.
Ningún derecho se conquista en despachos y en hábiles negociaciones. Las mujeres trabajadoras y jóvenes que hemos levantado año tras año el 8 de marzo, las personas trans que con su valentía y lucha durante décadas han conseguido que la Ley trans sea una realidad, las miles de personas que pertenecemos al colectivo LGTBI y que salimos por Samu y en cada Orgullo crítico, quienes sabemos que bajo este sistema capitalista y patriarcal nunca podremos ser libres no estamos dispuestas a retroceder ni a dejarnos aplastar.
Queremos derechos, dignidad y el respeto que nos merecemos. Y no daremos ni un paso atrás hasta conseguirlo.