Por segundo año consecutivo, y bajo la responsabilidad directa del Ayuntamiento de Madrid, las tradicionales fiestas del Dos de Mayo en Madrid se convirtieron en una auténtica batalla campal entre jóvenes que querían acceder a la plaza del Dos de Mayo y un descomunal despliegue de policías locales y antidisturbios que tuvieron la actitud más violenta que se recuerda en muchos años en la ciudad.
La situación fue de tal brutalidad que muchos vecinos salieron al día siguiente de sus casas completamente escandalizados por lo que habían visto en las calles del barrio, incluso los informes del SAMUR referidos a esos días hablan de al menos 67 heridos, la mayoría de ellos jóvenes con fracturas en el cráneo.
El despliegue policial fue tan numeroso que se tuvieron que cortar varias calles del centro para poder aparcar los coches y las lecheras. Sólo en la calle San Bernardo había más de 80 de estos vehículos estacionados en medio de la vía.
Lo que sucedió estos días queda enmarcado en la constante campaña mediática e institucional que se hace recaer sobre los jóvenes: somos unos energúmenos con los que los únicos argumentos que valen son los de la prohibición, la porra y las pelotas de goma.
Criminalización de la juventud
Pero la cosa no queda ahí. No sólo se nos reprime por intentar celebrar las fiestas, sino que se impide a los propios vecinos que puedan celebrar unas fiestas propias como en la mayoría de barrios o distritos de la Comunidad. Los vecinos de la zona de Malasaña fueron los primeros en solicitar los permisos correspondientes para poder celebrar unas fiestas populares con actuaciones musicales y demás. Pero haciendo uso de la demagogia más mezquina, el Ayuntamiento se negó a concederlas alegando que eso iba a servir para que se pudiera hacer botellón en la calle. Es por esto por lo que cerca de 3.000 jóvenes acudimos estos días a la famosa plaza, no tanto para hacer un simple botellón, sino para rebelarnos contra las imposiciones arbitrarias que constantemente tenemos que soportar por parte de los gobiernos del PP en Madrid.
Los jóvenes, los más interesados en un ocio enriquecedor
Los gritos y lloros histéricos de quienes se hacen cruces al ver una juventud tan viciada no tienen el más mínimo valor moral para nosotros. Somos los jóvenes las principales víctimas del ocio y la vida a la que nos condena el sistema capitalista. Para estos lastimosos tertulianos y políticos de altas esferas no habría nada de malo si el consumo de alcohol se hiciese de forma abusiva dentro de grandes macrodiscotecas, pubs, o recintos diseñados a tal efecto. Para ellos el problema no es que para miles de jóvenes el único ocio accesible sea emborracharse, sino que no se hace en el lugar adecuado.
Sin embargo, para nosotros las cosas no son así. Qué más querríamos nosotros que tener un puesto de trabajo digno con el que poder acceder a una vivienda en condiciones para poder invitar a nuestros amigos a cenar a nuestra casa y quedarnos tranquilamente charlando después, no tener que pagar matrículas abusivas para hacer uso de instalaciones deportivas, no tener que pagar 6 euros por una entrada de cine para poder ver una película de dudosa calidad, que fuese posible acudir un par de veces al mes a alguna obra de teatro, un musical, etc., tener espacios gestionados por nosotros en los que expresar o poder desarrollar las cualidades artísticas de cada uno, con salas de ensayo insonorizadas para quien tenga un grupo de música o toque algún instrumento, realizar diferentes talleres que ayuden a mejorar nuestros barrios, poder fomentar debates políticos y culturales, etc.
Esto es lo que realmente serviría como alternativa al famoso botellón. Esta es la verdadera opción para mejorar y desarrollar nuestras vidas. Y por supuesto esto es algo que importa bien poco a quienes tanto se quejan del mal camino que lleva la juventud.