Trabajando en las galeras de la Universidad Complutense de Madrid en el siglo XXI

  Parece mentira que a estas alturas, un grupo de mujeres pueda todavía trabajar como personal laboral de la Universidad, en una situación de absoluta precariedad laboral. A pesar de que las condiciones de trabajo de estas trabajadoras no son las mismas que en una empresa privada: por ejemplo cuando hace falta más personal, la Universidad suele contratar a más gente, los salarios rondan los mil euros en 15 pagas, un mes de vacaciones en verano y una semana entera en navidades, a parte tienen otros 13 días al año de asuntos propios.
A pesar de estas ventajas, a día de hoy, algunas lavanderías parecen auténticos zulos, trabajando en un semisótano con tan sólo unos pequeños ventanucos, trabajando sin ver la luz del día, jornada tras jornada de trabajo. En algún caso, a esto se le une que las lavadoras y secadoras que son de gas, están ubicadas a la entrada del zulo, y las trabajadoras están en el fondo de la habitación, sin ninguna puerta de emergencia, ni ninguna otra salida. En estas condiciones, sólo la suerte puede evitar que un día ocurra una desgracia.
El nivel de ruido de las lavadoras y las secadoras se hace totalmente insoportable. Hay una gran mayoría, si no todas las trabajadoras con problemas auditivos. Como las normas de los colegios no incluyen una forma de numeración de la ropa predeterminada (la numeración sirve para identificar la ropa de los colegiales), la mayoría de los números están medio borrados, lo que provoca que una y otra vez las trabajadoras de las lavanderías tengan que forzar también la vista.
También un gran número de trabajadoras sufren problemas músculo-esqueléticos, ya que tienen que cargar las lavadoras a mano y sacar después la ropa mojada del mismo modo.
Toda esta situación está provocando problemas de estrés, incluso enfrentamientos entre las propias trabajadoras.
Por si esto fuera poco, ahora se da la posibilidad de que de forma voluntaria, siete trabajadoras pasen a trabajar en jornada partida, cobrando 350 euros más. Esto en sí no tiene por que ser negativo, pero si miramos a otros colectivos de la Universidad como la Junta de Obras, se ofrece la oportunidad pero no sólo a siete trabajadores, sino que cualquier trabajador puede decidir si su jornada es continua o partida.
Para acabar, lo más lamentable de todo es que los sindicatos, lejos de apoyar a las trabajadoras de este colectivo, "amenazan" con que si la situación de las lavanderías es mala y protestan, lo mejor que se puede hacer es privatizarlas. Si esta privatización se llevara a cabo, los trabajadores se verían inevitablemente privados de todos los derecho de los que "gozan" trabajando para la Administración Pública
Estas lavanderías parecen las galeras de la Universidad. Es necesario que los sindicatos se pongan a la cabeza de una movilización para mejorar las condiciones de trabajo en las lavanderías de la Universidad.

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