Con este escrito quiero denunciar la situación de precariedad y explotación laboral a que nos vemos sometidos muchos de los estudiantes en prácticas de formación profesional y universidad en muchos centros de trabajo. Me veo obligado a desenmascarar este sistema de prácticas donde los empresarios se aprovechan repetidamente del hecho de tener estudiantes en prácticas trabajando sin cobrar, muchas veces obligándonos a realizar tareas que no nos corresponden y sin supervisión y sin preocuparse por nuestro aprendizaje, incluso poniéndonos en riesgo. El contexto de crisis económica no ha hecho más que empeorar esta situación. Animo a todos los estudiantes a organizarse, denunciar los abusos y hacer frente a la explotación. Este es mi caso.

 

Me llamo Aleix Collados, tengo 20 años, y estudio en el IES-SEP Comte de Rius de Tarragona. El currículum de Grado Medio que estudio, Instalaciones Eléctricas y Automáticas, está formado por diferentes créditos y uno final, de trescientas cincuenta horas de duración, que se dedica a la Formación en Centros de Trabajo (o eso debería ser). Durante estos días de trabajo en la empresa, el patrón goza de mano de obra gratuita, y los estudiantes tenemos que soportar todo tipo de presiones y malos tratos sin protección alguna ya que no existe relación laboral al haber un convenio de colaboración que firman la empresa y el instituto, y por tanto no podemos ampararnos en ningún convenio colectivo.
Cuando después del puente de Semana Santa empecé este periodo de aprendizaje estaba muy animado pensando que podría aprender muchísimo, incluso que podría optar a un puesto de trabajo, tan buscado hoy en día. La verdad fue que la “empresa formadora” no pensaba igual que yo, ni que el centro, no buscaba la colaboración en el aprendizaje de los alumnos, sino trabajadores gratuitos de lunes a viernes a los que poder explotar sin contemplaciones.

De las ilusiones a la cruda realidad

Inicié mis prácticas en una empresa de electricidad de Tarragona, donde el patrón, desde el primer día nos dejó muy claro a mí y mi compañero de clase que allí se venía a trabajar, que no veríamos un céntimo y que nos tendríamos que pagar nosotros mismos las botas de seguridad.
Empecé la faena con el hijo del dueño, quien día tras día, me hacía pasar las peores horas posibles: Insultos, amenazas, menosprecio…, eran las palabras que me dirigía cada día. No sólo reconocían que durante todo el año tenían estudiantes en prácticas, sino que encima no les interesaba que aprendiéramos nada. Un ejemplo fue cuando trabajando en un piso instalando un aire acondicionado, le pregunté cómo se conectaba y me respondió con una mirada de menosprecio: “Y a ti que te importa”.
Mi jornada era de siete horas diarias, obligándome a hacer más de la cuenta. Cada vez que a las cinco de la tarde, al finalizar mi jornada, le decía que tenía que irme, me respondía: “¡Y esto qué! ¿Tengo que terminarlo yo solo?”. Quiero puntualizar que al terminar mi jornada de prácticas, cursaba un curso de preparación impartido por el AMPA de mi centro para poder superar la prueba de acceso a Grado Superior, tal como hice. A pesar de que le expliqué repetidas veces que tenía que ir a clase, el individuo se enfadaba cada vez más.
No sólo me explotaban a mí, mi compañero que estaba con el único trabajador que tienen, iba a los lugares de trabajo de “paquete” en un ciclomotor. Tengo que decir que este trabajador no explotaba a mi compañero, pero al irme yo de esa empresa, lo pusieron a trabajar con el hijo del dueño, que repitió la misma actuación que tuvo conmigo, incluso llegando al extremo de agredirle y romperle la ropa de trabajo.
Una de las primeras tareas que tuve en esa empresa fue hacer el mantenimiento de los cuadros eléctricos en un instituto de Tarragona. Una ilegalidad en toda regla, ya que los alumnos en prácticas no podemos trabajar con tensión eléctrica, y encima, trabajaba sin su supervisión. Creo que es una actuación vergonzosa por el peligro que suponía para mi integridad física.
Días después, nos dijo a mi compañero y a mí que se tenía que limpiar el fondo del ascensor del instituto. “Clavó” la cabina dos pisos más arriba y nos hizo limpiar con dos escobas y un recogedor el recuadro, lleno de escombros y tierra. No sólo fue un trabajo sucio, ya que salimos con tierra y suciedad hasta en el pelo, sino que encima peligroso, ya que en caso que hubiese caído la cabina, nosotros no hubiéramos podido escapar.
Las ilegalidades forman parte de esta empresa que explota y maltrata a los estudiantes en prácticas. Si encima de los maltratos verbales que recibía le sumamos la presión de trabajo, pasar toda la jornada con estos individuos se hace insoportable, por eso mismo decidí dejar la empresa y buscar otra.

Denunciar todos los atropellos y organizarse

Por suerte, y gracias al trabajo de mi tutor, el coordinador de FCT del instituto y de mis compañeros del Sindicato de Estudiantes, al cabo de dos semanas de sufrimiento pude hacer frente a estos explotadores sin escrúpulos, y pude terminar mi formación en otra empresa, donde he aprendido todo lo que no me enseñaron en la primera experiencia y encima, he terminado con buen sabor de boca. Dadas las experiencias de otros compañeros estudiantes de Formación Profesional, animo a todos los estudiantes que sufren presiones, explotación o malos tratos en las empresas que lo denuncien a su centro y al Sindicato de Estudiantes para poder hacer frente a estos empresarios que solo nos quieren como mano de obra gratuita y esclava, y sobre todo exijo a los centros de estudios que controlen estas situaciones, aunque mi centro me ayudó, no todos los institutos quieren abrir los ojos delante de estos casos.
Por esto, es muy importante que los estudiantes se organicen para hacer frente a esta situación, creo que se tendrían que crear comités de lucha e impulsar el Sindicato de Estudiantes en cada centro. Sólo unidos podremos combatir esta situación.

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