El pasado 17 de octubre Alcoa, la multinacional estadounidense del aluminio, informó de su intención de cerrar las factorías de Avilés y A Coruña. De llevarse a cabo, serían despedidos 317 y 369 trabajadores respectivamente, a los que habría que sumar los más de 1.000 empleos indirectos que dependen de ellas. Una auténtico desastre para dos comarcas que llevan muchos años sufriendo un progresivo desmantelamiento industrial. Y esto ocurre después de que la multinacional haya recibido más de mil millones de euros en subvenciones estatales durante la última década, que en absoluto han revertido en la modernización tecnológica de las dos factorías.
De aquellos polvos, estos lodos
El drama que se cierne sobre miles de familias trabajadoras asturianas y gallegas tiene su origen en las políticas privatizadoras de los distintos gobiernos del PP y PSOE. El ejemplo de Alcoa es muy ilustrativo. La empresa pública del aluminio, Inespal, fue vendida en 1998 a Alcoa siendo presidente del Gobierno José María Aznar. Las condiciones de la venta fueron un absoluto escándalo: Alcoa pagó 410 millones de dólares por Inespal, que en los dos ejercicios anteriores había dado beneficios. Previamente la sociedad estatal había hecho una gran inversión para llevar a cabo un importante proceso de modernización de las trece plantas con las que contaba en todo el Estado. De los 410 millones, le fueron descontados 200 para el pago de deudas anteriormente contraídas (generadas fundamentalmente por los procesos de inversión y modernización apuntados) y otros 100 más tras una serie de reclamaciones. En ese acuerdo Alcoa conseguía también un precio especial para la electricidad durante quince años.
Por su parte, la multinacional estadounidense se comprometía a invertir 390 millones de euros en los diez primeros años, desarrollar nuevos productos y mantener el empleo. La inversión acordada ha quedado limitada a 70 millones. De los trece centros existentes en 1998, hoy quedan tres: San Cibrao, A Coruña y Avilés; y de los 4.500 trabajadores en plantilla antes de la privatización, quedan menos de 2.000.
Organizar la lucha y exigir la nacionalización de Alcoa
Al calor de la noticia del cierre, todos los grupos políticos, incluidos los responsables de su privatización, han puesto el grito en el cielo. Su hipocresía no tiene límites. El haber llegado a esta situación tiene claros responsables. A los gobiernos del PP y del PSOE hay que sumarles también los dirigentes de CCOO y UGT, cuya estrategia sindical ha dado por buena, en la práctica, la política de privatizaciones y de desmantelamiento industrial, renunciando a la lucha seria, aceptando la subcontratación, firmando el cierre de empresas y la consiguiente destrucción de empleo a cambio de indemnizaciones más o menos cuantiosas, y dando por buenas las promesas de aplicar planes de reindustrialización que todos sabían que nunca se iban a hacer realidad.
En estos momentos, en el marco de la negociación del convenio del Metal en Asturias y ante las demandas de la patronal de profundizar en los recortes —además de ridículas subidas de salario, ahora exige la eliminación de la antigüedad—, CCOO y UGT han hecho pública la convocatoria de huelga para los días 13, 14, 20, 21, 27 y 28 de noviembre, y 11, 12, 13, 18, 19 y 20 de diciembre. Lamentablemente, las direcciones de CCOO y UGT nos tienen acostumbrados a plantear con varias semanas de antelación jornadas de huelga para, al poco tiempo, desconvocarlas después de firmar un acuerdo con la patronal lesivo para los trabajadores. La última acción de este tipo la hemos podido ver en el sector de la limpieza de edificios y oficinas en Asturias: convocaron una huelga indefinida, para a los pocos días anularla tras firmar con la patronal un acuerdo en el que se recogía una insultante subida salarial del 1,5% para este año y de un 2% para 2019 y 2020.
El cierre de Alcoa supondría un desastre para miles de familias hoy y cerraría el futuro para miles de jóvenes; es necesario frenarlo. Solo hay un camino, la lucha contundente. Las manifestaciones y concentraciones realizadas hasta ahora por los trabajadores deben dar paso ya a la ocupación de las dos plantas y a la huelga indefinida exigiendo su nacionalización. Además, es necesario vincular la movilización contra el cierre con la lucha por el futuro industrial de la zona y por unas condiciones de trabajo dignas en todo el sector. En estas condiciones, la huelga general del metal no puede esperar a mediados de noviembre, es necesario llevarla adelante en los próximos días. Sólo así los trabajadores podremos generar la presión necesaria para frenar este nuevo ataque.