La decisión de mantener a la plantilla de Correos trabajando en plena crisis del coronavirus está teniendo consecuencias dramáticas. Según datos de la empresa, a 3 de abril, hay dos trabajadores muertos, 767 casos positivos, 2.127 empleados en cuarentena y 850 centros afectados. Resulta de un cinismo mayúsculo que el Gobierno decrete el confinamiento a la vez que obliga a trabajar a la plantilla de la mayor empresa pública del país (53.000 trabajadores), visitando decenas de miles de viviendas.
Tras la aprobación del decreto de alarma, el lunes 16 se nos obligó a trabajar ¡¡sin ningún tipo de protección!! Resulta sorprendente que cuando disfrutamos permisos retribuidos nuestros puestos permanecen sin cubrir durante días y en plena pandemia corra tanta prisa realizar el trabajo.
La medida adoptada por la empresa de trabajar en días alternos para facilitar la distancia de seguridad es un brindis al sol. Hay multitud de centros donde es inviable mantener esa distancia, además resulta inevitable tocar lo que otro compañero toca (puertas, aseos, ordenadores, etc...). El protocolo de seguridad —si aparece un positivo toda la plantilla debe irse de cuarentena— está siendo incumplido. La realidad es que se cierra uno o dos días el centro, se limpia y vuelta al trabajo de los mismos que han estado compartiendo ese espacio con el compañero infectado. ¡Cómo no va a aumentar así vertiginosamente el número de trabajadores enfermos!
Correos miente cuando afirma que solo se “prestan servicios postales esenciales”. Personalmente, he salido a jugarme la salud y la de los demás para repartir cuatro certificados y unas setenta facturas de teléfono, agua... También nos obligan a repartir algunas notificaciones oficiales, a pesar de que la Administración está paralizada. La inmensa mayoría de los productos postales que trabajamos son absolutamente superfluos. Sí podríamos dar esa consideración a los envíos de dinero, pero para ello con muy poco personal bastaría, y podría hacerlo con la adecuada protección.
También mienten cuando afirman que “solo está operativo el personal estrictamente imprescindible para la prestación del servicio público”. Aunque se trabaje días alternos y se haya reducido el horario de oficinas, la plantilla sigue en activo las horas suficientes para poner en peligro nuestra salud. Por cierto, es sorprendente la repentina obstinación de Gobierno y empresa por mantener el servicio público ahora, cuando llevan años recortándolo, externalizándolo y depauperándolo.
Correos aprovecha el estado de alarma para empeorar las condiciones laborales
Nos están incrementando el volumen de trabajo con la clara intención de convertir esta situación en permanente. Correos declaró a los mayores de 60 años como grupo de riesgo y para suplir su ausencia han decidido no contratar más, sino ordenarnos al resto realizar su trabajo.
En mi cartería, en Salas, con siete trabajadores, dos se acogieron a su condición de grupo de riesgo. Ante la orden de realizar su trabajo los cinco restantes nos negamos. El 31 de marzo recibimos la visita del Jefe de Sector para presionarnos bajo amenazas como obligarnos a trabajar todos los días (en lugar de días alternos). Frente a esto, con joyas como que “los carteros infectados lo están por no haber guardado las medidas de seguridad” o que “la empresa no contrata porque ¡¡los eventuales no quieren trabajar!!” (mentira, no están llamando), la plantilla se mantuvo firme.
Los carteros rurales estamos adscritos por contrato a unas circunscripciones laborales delimitadas y medidas en kilómetros. Correos lleva años intentando sacarnos de ellas y que realicemos trabajo en las de otros compañeros. Amparándose en el estado de alarma, intentan aprovechar para cambiar radicalmente nuestras condiciones laborales. Si hoy cedemos, sentará precedente y la empresa nos obligará a hacerlo tras la pandemia.
Los sindicatos, incluido el mío, han caído en esta trampa de que la situación excepcional pueda servir para modificar nuestras condiciones laborales. Correos está consiguiendo imponer estas nuevas condiciones en otros centros, por eso queremos hacer llegar nuestra experiencia: si todos nos negamos podremos echar atrás estas medidas. Nuestra fuerza radica en nuestra unión y organización.